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Aquí está la primera parte del documento acerca de Motēcuhzōma Xōcoyōtzin, de la autoría de Mario Gómez Molina. Al cual, yo le corregí ortografía, redacción y grafías que corresponden al "náhuatl interpretado por los gachupines": En el intervalo de tiempo que va desde el año 1325, año de la fundación de Mēxíhco-Tenochtítlan (aunque la fecha aceptada por la mayoría de los historiadores para la fundación de Mēxíhco-Tenochtítlan es el año 1325 de nuestra era, algunos investigadores como Jiménez Moreno consideran que la fecha «Dos Casa» corresponde al calendario « Cōlhuah-Texcocano» y que, por lo tanto, correspondería al año 1345), al año 1502 (Carrillo de Albornoz, 2004), que corresponde con la subida al trono del noveno «Huēyi Tlahtoāni» (significa, [gran gobernante, gran orador]) de México-Tenochtitlan, «Motēcuhzōma II Xōcoyōtzin» (El nombre real en náhuatl del más conocido como «Moctezuma», es Motēcuhzōma II Xōcoyōtzin que significa «Señor Encolerizado el Joven». Muchas son las variantes que ha recibido su nombre a lo largo de la historia. Bernal Díaz del Castillo lo escribió como «Motecuçoma». Puesto que, tanto Cortés como Bernal Díaz cometían grandes errores al transcribir los nombres en náhuatl que escuchaban y por el contrario, Bernardino de Sahagún fue un gran estudioso de la cultura y la lengua náhuatl, se piensa que la versión transcrita de este último es la que más se acerca a la original. Miguel León-Portilla ha popularizado la versión de «Motēcuhzōma»), o lo que es lo mismo, en un periodo de tan solo 177 años, los Mexicas (A pesar de que en Náhuatl el plural de «Mexicatl» (habitante de México) es «mēxihcah», el historiador Miguel León-Portilla ha normalizado en castellano el empleo de la palabra «Mexicas» para referirse a ellos en plural) habían establecido un vasto y rico Imperio que abarcaba gran parte del actual territorio de México. Desde los tiempos míticos de «Teōtihuácān», ninguna potencia había establecido un predominio tan grande (dejamos de lado la discusión sobre si «Teōtihuácān» representó un imperio o no. Lo que es evidente es que ya fuera militar, económica o comercialmente, «Teōtihuácān» ejerció un poderoso influjo y poder en el resto de los pueblos que habitaban Mesoamérica en el periodo Clásico) sobre el territorio Mesoamericano. Ni tan siquiera los Toltecas (Davies, 1977) tan mitificados por otra parte por los propios Mexicas. Pero la política del Impero forjada bajo la «Excan Tlahtoloyan» (es decir, [Triple Alianza]) de «Mēxíhco-Tenochtítlan», «Texcoco» y «Tlacopan» (lo que hoy es [Tacuba]), cambió radicalmente con la subida al poder de Motēcuhzōma Xōcoyōtzin. A sus 34 años de edad, en el momento de subir al trono (Davies, 1973), el nuevo «Huēyi tlahtoāni» había visto cómo el Imperio había pasado por momentos realmente difíciles. De una situación en la que los Mexicas se consideraban prácticamente invencibles, destinados a hacer cumplir los designios de su dios patrono «Huītzilōpōchtli», se pasó a momentos más difíciles motivados por la primera gran derrota de las tropas de la «Excan Tlahtoloyan» al enfrentarse al ejército del «Imperio Tarasco». Los Tarascos estaban armamentísticamente mejor preparados que el resto de pueblos Mesoamericanos debido a su alto dominio de la metalurgia, usada entre otras cosas, para elaborar con cobre y bronce armamento militar. Como se demostró, posteriormente, en los enfrentamientos contra los conquistadores españoles, las armas de los ejércitos mesoamericanos, en general, estaban en desventaja en la lucha cuerpo a cuerpo contra las armas de metal de los conquistadores (Davies, 1973). No obstante, el principal problema al que se enfrentaba Motēcuhzōma II en el momento de su llegada al poder era la existencia de un importante número de territorios sin conquistar que estaban incrustados dentro de sus propios límites (Tlaxcala es el ejemplo paradigmático de este hecho). Estos territorios no dominados, amenazaban la existencia misma del Imperio, máxime cuando las tropas del ejército no permanecían como norma general en los lugares conquistados. La política del Imperio al respecto, consistía en situar únicamente guarniciones en lugares claves (De Rojas, 1991), hecho que de manera reiterada provocaba que algunos de los territorios conquistados y no dominados militarmente se rebelasen, momento en el cual, las tropas del Imperio regresaban al territorio sublevado con el objetivo de sofocar la revuelta. Motēcuhzōma II, dedicó sus esfuerzos de conquistas y guerras a intentar absorber dichos territorios independientes, ya que entendió que, de otra manera, la situación podía desembocar en la desfragmentación del Imperio. Cualquier revuelta, ya fuera en los territorios no conquistados e incrustados en el Imperio o en algún pueblo oficialmente perteneciente al Imperio y que rodease a los primeros, podía terminar con una unión de fuerzas que amenazara al resto de los territorios conquistados. En realidad, esto no es mera especulación. Los hechos sucedidos durante la conquista de México por las tropas de Hernán Cortés, demuestran que ante una posibilidad real de acabar con el Imperio de la «Excan Tlahtoloyan», los pueblos conquistados y los no conquistados, no dudaron demasiado en aliarse con los españoles que prometían liberarles del yugo Imperial. Otros, aprovechando las circunstancias, dejaron inmediatamente de pagar tributos al Imperio después del arribo de los españoles. AUTORÍA DE: Mario Gómez Molina.
Posted on: Mon, 30 Sep 2013 19:25:49 +0000

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