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Aumente su Conocimiento sobre este tema.... En de partes, esta PRIMERA PARTE. PARTE I LOS ORÍGENES DE ISRAEL CINCO RESPUESTAS A UN ENIGMA HISTÓRICO P. DR. JOSÉ LUIS SICRE FACULTAD DE TEOLOGÍA GRANADA ESTUDIOS BÍBLICOS 46 (1988) 421-456 RESUMEN I. MODELO DEL ASENTAMIENTO PACÍFICO II. EL MODELO MODERNO DE LA “CONQUISTA” III. EL MODELO DE LA “REVOLUCIÓN CAMPESINA” IV. EL MODELO DE SIMBIOSIS V. MODELO DE LA “EVOLUCIÓN PROGRESIVA” VI. MODELOS INDEPENDIENTES CONCLUSIÓN APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO Resumen Este artículo presenta un panorama. de las diversas teorías que pretenden explicar cómo Israel llegó a afianzar su presencia en Canaán: conquista, asentamiento pacífico, revolución campesina, simbiosis, evolución progresiva. Tras un análisis de todas estas teorías, el autor concluye que los resultados más positivos para el estudio de los orígenes de Israel deben esperarse de la arqueología. Pocos problemas de la historia de Israel están siendo tan debatidos actualmente como el de los orígenes del pueblo. Por desgracia, el lector de lengua española no tiene casi ninguna información sobre este tema, especialmente sobre las teorías surgidas en los últimos años[1]. La finalidad principal de este artículo es informar, recogiendo datos dispersos a veces en libros y revistas de difícil acceso. Al mismo tiempo, indicar dónde radican los principales problemas. Las teorías propuestas sobre los orígenes de Israel podemos agruparlas en cinco apartados: conquista, asentamiento, revolución campesina, simbiosis, evolución progresiva[2] . Pero, antes de entrar en las distintas interpretaciones, recordemos brevemente cómo expone los hechos el libro de Josué. Las doce tribus, procedentes de Transjordania, atraviesan el Jordán bajo el mando de Josué, se apoderan rápidamente de Jericó y Ay, y someten las zonas vecinas mediante un pacto con los gabaonitas. Precisamente este pacto provocará el enfrentamiento con los reyes cananeos del sur, que terminará con la conquista de toda esta zona. Y, como consecuencia de ella, se formará una coalición de reyes cananeos del norte, que también serán derrotados. De este modo, en una rápida campaña, en una especie de guerra relámpago, las tribus se hacen con el dominio de todo el territorio de Canaán, salvo algunas excepciones, actuando cruelmente con los pueblos vencidos, a los que aplican la ley del anatema. Esta presentación choca aparentemente con la que ofrece el capítulo primero del libro de los Jueces, donde las operaciones militares están guiadas por cada una de las tribus, independientes entre sí, donde no juega papel alguno la figura de Josué, y donde se subraya mucho más la imperfección de la conquista, indicando los territorios que no pudieron ser dominados. Entre los representantes modernos de esta postura tradicional podemos citar a Kaufmann[3]. Aunque reconoce que los relatos de la conquista están rodeados de una nube de leyenda, sostiene que responden a la realidad histórica. La conquista fue obra de todas las tribus, que se habían unido en el desierto en virtud de una alianza religiosa y nacional. Josué fue un personaje de excepción, que comprendió que la conquista sólo se lograría si las tribus se mantenían unidas en el combate y conservaban su moral. Por esto retrasó el asentamiento hasta que se terminaron los combates; no ocupó ni reconstruyó ninguna de las ciudades conquistadas, sino que mantuvo al pueblo en el campamento, adonde se regresaba después de cada campaña. Sostuvo su moral con gestos que le infundían una confianza absoluta en la victoria: la erección de piedras en Guilgal después de cruzar el Jordán, la maldición de Jericó después de tomar la ciudad, el colgamiento del rey de Ay, el altar del monte Ebal, la mutilación do los caballos y la destrucción de los carros después de vencer a los reyes del norte. Josué no sólo comprende la psicología del pueblo; es además un estratega excelente; si mantiene su campamento en Guilgal es porque va devastando todo el país a medida que lo conquista y porque debe sacar sus provisiones de Transjordania; por otra parte, debe estar alerta contra una posible acción de Amón y Moab, que podían atacarle por la espalda. El capítulo primero de Jueces no ofrece una imagen opuesta. Narra lo que ocurrió después de la muerte de Josué. Este había repartido el territorio, pero la conquista no estaba terminada, y las tribus tuvieron que continuar individualmente la lucha para asegurarse la posesión de la tierra. Jue 1 es la continuación histórica del libro de Josué, no se halla en conflicto con él. La teoría de Kaufmann resulta muy atractiva porque salva totalmente los datos bíblicos. Pero el P. de Vaux, al que he seguido en su síntesis de este autor, termina diciendo que es inaceptable: No tiene en cuenta los resultados mejor avalados de la crítica literaria, la crítica de las tradiciones y la crítica histórica. (...) Kaufmann desconoce o resta importancia a los elementos que se oponen a su teoría: el tratado con los gabaonitas, la situación en Siquén, el estado incompleto de la conquista. Resulta paradójico querer situar en la época de Josué el mapa de las tribus y las listas de ciudades de Jos 13 19. Finalmente, Kaufmann no tiene en cuenta los testimonios externos de la arqueología[4]. Más adelante veremos la versión matizada de la conquista que representan Albright y sus discípulos, la llamada escuela norteamericana. Pero ya que, en gran parte, esta opinión supone una respuesta a la teoría del asentamiento pacífico, defendida por Alt y Noth (la escuela alemana), conviene exponer primero este punto de vista. I. MODELO DEL ASENTAMIENTO PACÍFICO A comienzos de siglo, los historiadores de Israel dedicaron gran atención a los problemas relacionados con la entrada de los israelitas en Palestina: cuándo llegaron, de dónde venían, qué relación establecieron con los habitantes anteriores del país, cómo afectó esta nueva situación a la vida y las ideas del pueblo[5]. Sin embargo, para responder a estas preguntas las tradiciones bíblicas resultan insuficientes, y los autores deben rellenarlas con elementos hipotéticos que hacen cada vez menos creíble e1 cuadro resultante. Por eso, en 1925, Albrecht Alt decide adoptar un nuevo punto de partida, incluyendo en el estudio materiales desaprovechados hasta entonces y que le permiten trazar una historia de las divisiones territoriales del país antes y después de la llegada de los israelitas a Palestina[6]. A estos dos aspectos dedica las dos primeras partes de su interesante artículo. No podemos entrar en detalles. Lo importante es que Canaán estaba dividido en gran número de ciudades estado desde comienzos del segundo milenio. Pero la situación no era la misma en la llanura y la montaña: las ciudades estado se agrupaban en las llanuras, mientras que en las regiones montañosas eran poco frecuentes, y se formaron estados mucho mayores: Jasor en el norte, Siquén en el centro. Fue en estas zonas montañosas, peor organizadas políticamente y probablemente menos pobladas, donde primero se asentaron los israelitas. En cambio, las antiguas ciudades estado se vieron al principio poco afectadas por su aparición y sólo en pequeña parte fueron destruidas inmediatamente. Su conquista definitiva tuvo lugar mucho más tarde, durante la monarquía, a comienzos de1 primer milenio. Estas ideas sobre el asentamiento, apenas esbozadas en el artículo de 1925, las desarrollará Alt años más tarde (1939) en otro importante artículo[7]. En la primera parte (las empresas militares) comienza constatando un hecho extraño: si los israelitas como afirma la tradición bíblica conquistaron diversas fortalezas cananeas, lo lógico es que las hubiesen convertido en centro político de las respectivas tribus. Pero no ocurre así, como se advierte en las tradiciones de Jos y Jue 1 sobre la conquista de Jerusalén, Jericó, Ay, Betel y Galilea. Por consiguiente, lo más probable es que no hubiese al principio conflictos armados. Estos tuvieron lugar más adelante, cuando de la etapa del asentamiento (Landnahme) se pasó a la de consolidación y ampliación del territorio (Landesausbau). Entonces, ¿por qué conceden las tradiciones bíblicas tanta importancia a las campañas militares durante la etapa del asentamiento, si en realidad eso ocurrió más tarde? Hay diversos factores que lo explican: a) lo que ocurrió realmente en los primeros momentos se prestaba poco a ser contado, ya que carecía del dramatismo necesario para que se grabase en la memoria; en cambio, las empresas militares de la etapa de consolidación se recordarían fácilmente; b) los relatos de estas luchas eran muy importantes, ya que justificaban las pretensiones territoriales de cada tribu; c) quienes recopilaron estas tradiciones, aparte de que se vieron obligados a respetarlas, difícilmente podían imaginar lo sucedido de forma distinta. Naturalmente, para admitir esta teoría de dos etapas principales (asentamiento y consolidación) hay que probar la existencia de un momento en el que no existieron conflictos entre las tribus israelitas y las ciudades cananeas. A este tema dedica la segunda parte del artículo (el proceso pacífico). Incluso las tradiciones más antiguas de ataques a ciudades (Betel, Jericó, Ay) dejan claro que los israelitas no podían llevar a cabo un ataque regular contra ellas. Betel la conquistan gracias a una traición, Ay con una estratagema, Jericó de forma milagrosa. Es lógico que las tradiciones reflejen esta mentalidad. En el fondo, los autores estaban convencidos de que las tribus venían del desierto y no tenían las armas ni la experiencia militar necesarias. Esta idea de que las tribus proceden del desierto permite otras consideraciones sobre la forma y el proceso del asentamiento. El paso de tribus del desierto a la tierra cultivada es un hecho normal en Siria, Mesopotamia y Babilonia. Hay mucho material comparativo que podemos y debemos utilizar para hacernos una idea de lo ocurrido al antiguo Israel. Este material nos permite advertir que se trata de un proceso muy lento que implica a una serie de generaciones. Por otra parte, este proceso se desencadena por las necesidades de la zona en que viven estas tribus y por su tipo de economía. A1 ser pastores, deben buscar nuevos pastos cuando llega el verano, y sólo los encuentran en el borde y el interior de la tierra cultivada. Así, los pastores nómadas pasan más o menos regularmente del desierto a la tierra cultivada. Y este paso es aún más frecuente entre los pastores seminómadas. Cuando empiezan las lluvias, se retiran al desierto y los campesinos siembran. Entre nómadas y sedentarios hay mucho intercambio comercial, pero son grupos netamente distintos. Lo mismo ocurrió con las tribus israelitas. Este paso anual de la estepa a la tierra cultivada fue la etapa previa al asentamiento (recordar la tradición de Simeón y Leví en Siquén) . La ausencia de tradiciones sobre conflictos demuestra que al principio se trató de un fenómeno pacífico. Probablemente se instalaban en zonas retiradas de las ciudades cananeas, poco aptas para la agricultura, donde no encontrarían muchos habitantes y podían ponerse fácilmente de acuerdo con posibles pastores cananeos. Esta primera etapa no podemos llamarla propiamente de asentamiento. Pero basta un pequeño impulso para que se produzca el paso definitivo a la tierra cultivada. El impulso pudo deberse en ocasiones a que los pastos de invierno se veían amenazados por otras tribus del desierto o de la estepa (aquí podría enraizar la tradicional enemistad con los amalequitas). Pero más decisivo fue el cambio en la economía de las tribus, que las hizo dedicarse a la agricultura. No hacía falta renunciar a cambiar anualmente de pastos, ya que el cultivo era poco intenso y bastaba que se quedasen unos grupos mientras otros emigraban con el ganado. Las cosas cambiaron cuando una tribu consiguió limpiar el monte para dedicarlo a la agricultura. Entonces hace falta más gente que adopte una vida sedentaria. A este proceso contribuyó también la adopción de ganado mayor, con menos movilidad que ovejas y cabras. Tal estado podemos llamarlo de asentamiento, y se llegó a él por pasos muy distintos, no de forma unitaria. En la tercera parte (el momento histórico) indica Alt la dificultad de situar cronológicamente estos hechos. En contra de lo que se hacía antes, con su teoría resulta necesario analizar el caso de cada tribu y los diversos estadios por que pasó cada una de ellas. Lo que sí podemos decir es que las etapas de asentamiento y consolidación de las tribus se habían cerrado ya en el paso del segundo al primer milenio. Las conquistas que ocurren más tarde, especialmente en tiempos de David, pertenecen a un fenómeno distinto, como lo demuestra el hecho de que las ciudades y tierras conquistadas no se conviertan en propiedad de las tribus, sino de la corona. Sin entrar en más profundidades, digamos simplemente que, según Alt, el asentamiento del primer grupo, la Casa de José, debió ocurrir en los siglos XII o XIII, y las luchas por la consolidación en los siglos XII y XI. Pero en este contexto trata Alt, casi de pasada, un tema de gran interés, el valor de la arqueología, al que tanta importancia concedía por entonces la escuela norteamericana para justificar su teoría de la conquista militar. Recuerdo unas palabras de Alt: No toda destrucción experimentada por una localidad cananea en tiempos del asentamiento israelita tiene que ser consecuencia de una conquista, y no toda conquista tiene que ser obra de los israelitas; las rivalidades entre los muchos monarcas cananeos, las oscilaciones del dominio egipcio sobre el país y de la actitud de los reyes locales ante Egipto, la irrupción de los filisteos y de otros grupos extranjeros, ofrecen una multitud de posibilidades para la destrucción temporal o duradera de las antiguas poblaciones, sobre todo teniendo en cuenta que eran centros de poder y, en cuanto tales, estaban más expuestos a las consecuencias de los cambios en las grandes y pequeñas potencias políticas (p. 156s). A continuación, aun con peligro de repetir algunas ideas anteriores, recuerdo cómo presenta Martin Noth [8] el proceso de la ocupación del país. Las tribus penetraron en comarcas que en la Edad del Bronce habían estado escasamente habitadas o no lo habían estado en absoluto. (...) En las zonas ocupadas por los israelitas sólo había escasos y dispersos poblados cananeos, que, más pronto o más tarde, las tribus debieron tomar por la fuerza; pero eso no significa que se produjeran luchas con la masa de los cananeos que no habitaba los territorios israelitas. (...) En general, las tribus se instalaron en el país de forma tranquila, pacífica, sin que sus primitivos ocupantes se preocuparan por ello. Podemos suponer que esto se produjo de manera parecida a lo que hacen en nuestros días los seminómadas y su ganado menor. (...) Los israelitas eran seminómadas ansiosos de tierras, y al trashumar, cuando empezaron a penetrar en el país, acabaron por establecerse en las regiones de escasa densidad de población, desde las cuales fueron extendiéndose, aun cuando al principio la expansión tuvo un carácter pacífico. Esto significa que la ocupación israelita fue un proceso que se prolongó bastante, no solamente debido a que cada tribu necesitó cierto tiempo para hacerse dueña de su territorio, sino también porque no todas las tribus se asentaron al mismo tiempo. La prehistoria de las tribus y su instalación constituyen hechos más complejos de lo que nos presenta más tarde la tradición del Antiguo Testamento. (...) Parece cierto que la sangre tuvo una fuerza básica en la formación de las tribus a incluso en la yuxtaposición de algunas de ellas. Pero, además, hubo circunstancias históricas particulares que provocaron la unión de los clanes más o menos emparentados hasta llegar a la formación de una tribu, y a la fusión de cierto número de tribus hasta formar un conjunto tribal. (...) Algunas tribus israelitas llevan nombres de origen geográfico, derivados del país en que se instalaron (casos de Judá, Benjamín, Efraín y posiblemente también de Neftalí); ocurrió en otros casos que ciertas tribus adoptaron el que les fue impuesto por las circunstancias en que tomaron posesión de su territorio (Isacar), lo cual muestra que las tribus no adquirieron un nombre hasta después de su asentamiento definitivo en Palestina. (...) De ello se deduce que, antes de su asentamiento, las tribus no formaron asociaciones cerradas, limitándose a la reunión de algunos clanes, y que solamente se transformaron en tribus después de tener una vida común en Palestina. Tras analizar el asentamiento de las distintas tribus a partir de los datos sueltos que ofrece el Antiguo Testamento concluye afirmando que los comienzos de la ocupación israelita deben fecharse en la segunda mitad del siglo xiv a.C., y el final de la ocupación ha de fijarse por lo menos un siglo antes de la coronación de Saúl, es decir, hacia el 1100 a.C. No obstante, no debe llegarse a la conclusión de que la ocupación israelita necesitó dos siglos para completarse. Es probable que la toma de posesión se desarrollase en un intervalo más reducido, quizá en unas decenas de años. (... ) En los últimos tiempos, a menudo se ha intentado fechar la ocupación israelita y algunos de sus aspectos gracias a la arqueología. (...). Pero, hasta ahora, no hemos dado con un solo caso seguro. Las tribus no obtuvieron sus territorios por la fuerza, ni destruyendo las ciudades cananeas; los israelitas se instalaron de preferencia en centros propios de nueva fundación; si gracias a la arqueología se pudiesen datar exactamente los comienzos de estas nuevas fundaciones, poseeríamos indicios para fijar la fecha de la ocupación. Pero esto resulta prácticamente imposible. Por último, indica que la ocupación de Palestina se integra en un acontecimiento histórico de mayor repercusión. Hacia la misma época, en todas las regiones fronterizas de Siria y Palestina y aun Mesopotamia, entre los cursos superiores del Eúfrates y el Tigris, y en el Eúfrates medio, aparecieron pueblos en busca de tierras. (...) En la inmediata vecindad de las tribus israelitas, el mismo movimiento étnico había hecho que numerosos clanes se establecieran al sur de Transjordania, que desde muchos siglos atrás estaba deshabitado. (...) En Siria y Mesopotamia, esos pueblos eran conocidos con el nombre genérico de ‘arameos’. Por esto se llama ‘invasión aramea’ al gran movimiento de elementos múltiples y variados que, durante el período de transición de la Edad del Bronce a la del Hierro, se lanzó desde el desierto siro arábigo sobre las tierras de cultivo y sus alrededores. La ocupación israelita constituye una faceta especial que debe tenerse en cuenta si se quiere evitar el error de tratarla como un fenómeno aislado que se produjo de acuerdo con un plan previamente concertado. La exposición anterior, basada exclusivamente en la Historia de Israel, no deja suficientemente acentuado el valor relativo de la arqueología para Noth (igual que para su maestro, Alt). Según él, estas conclusiones, que deriva del análisis de las tradiciones bíblicas, no debe ser modificado por el testimonio externo de la arqueología, ya que sus datos se presentan a interpretaciones muy distintas[9]. Por ejemplo, el que encontremos una ciudad destruida no prueba automáticamente que la destruyeran los israelitas; pudieron hacerlo otros pueblos, o ser la consecuencia final de una serie de conflictos internos. Además, Jericó estaba en ruinas cuando llegó Josué, Ay lo estaba desde mediados del tercer milenio. El único dato positivo de la arqueología lo constituyen las excavaciones de Jasor, que demuestran que fue destruida a incendiada a finales del siglo XIII, lo cual está de acuerdo con Jos 11,10 13. En resumen, Noth piensa que la arqueología no confirma el carácter histórico de los relatos de la conquista de Josué, sino los resultados de la crítica literaria. La teoría de Alt Noth la defendió posteriormente M. Weippert[10], pero reconociendo que es posible modificarla, revalorizando las tradiciones de la Casa de José sobre una conquista por las armas y sobre el papel de Josué. Años después, Weippert presenta la historia primera de Israel en tres etapas[11]: a) en el Bronce Tardío se sitúan los patriarcas, que eran nómadas shasou; b) se forma un sistema tribal, con culto al dios El; este sistema tribal está testimoniado por la estela de Merneptah; c) esta federación “se convierte” al culto a Yahvé influida por grupos que han tenido la experiencia del Éxodo o del Sinaí. La teoría del asentamiento pacífico ha sido duramente criticada por recurrir demasiado fácilmente a la etiología y por olvidar o menospreciar el testimonio externo de la arqueología. En cuanto a lo primero, se insiste en que la etiología no tiene por qué inventarse los hechos, aparte de que sólo suele afectar a ciertos detalles del relato[12]. La segunda crítica, basada en el menosprecio de la arqueología, ha de ser muy matizada, ya que los descubrimientos arqueológicos recientes parecen dar razón a su postura, como reconocen Kochavi y Callaway entre otros. En la actualidad, la mayor objeción que le harían algunos es su idea de que los primeros israelitas eran pastores seminómadas y todo el planteamiento del tema del nomadismo. Pero antes de introducirnos en esta problemática, suscitada especialmente por Gottwald, nos fijaremos en el punto de vista de la llamada “escuela norteamericana”, con su replanteamiento del modelo de la “conquista”. II. EL MODELO MODERNO DE LA “CONQUISTA” Si Alt y Noth se basaban casi exclusivamente en el análisis de las tradiciones, la “escuela norteamericana”, capitaneada por Albright[13] y sus discípulos[14], concede un papel preponderante a la arqueología. Aunque no comparten la postura simplista de quienes interpretan a la letra el libro de Josué, piensan que hubo realmente una conquista, cupa fase principal se desarrolló en la segunda mitad del siglo XIII. “Los israelitas procedieron sin pérdida de tiempo a destruir y ocupar ciudades cananeas en todo el país. Betel pudo haber sido una de las primeras en caer, como podría esperarse de su posición al descubierto. Fue capturada durante el siglo XII y quemada hasta los cimientos, como lo muestran los indicios de un incendio devastador, hallados en las excavaciones de 1934. Laquis cayó hacia el 1220 a.C., o poco más tarde, como lo prueba una inscripción hierática de una taza encontrada en 1937 entre los escombros de la última ciudad cananea. Qiriat Sefer (si se la identifica correctamente con Tell Beit Mirsim) fue destruida a fuego hacia el mismo tiempo. (...) Excavaciones y exploraciones arqueológicas están iluminando cada vez más el carácter de la ocupación israelita más antigua, hacia 1200 a.C.”[15]. En todos estos casos, las ciudades cananeas son reemplazadas, con o sin intervalo, por una ocupación mucho más pobre; como esta ocupación coincide con el asentamiento de los israelitas, éstos deben ser tenidos por los responsables de las destrucciones. Ante la objeción de que Jericó fue destruida en el siglo XIV, Albright responde que los últimos estratos del Bronce Reciente fueron corroídos por el viento y la lluvia durante los cuatro siglos que separaron su destrucción, en tiempos de Josué, de su reocupación, en la época de Ajab. En el caso de Ay, consta que fue destruida en el tercer milenio. Pero Albright responde que la tradición transfirió a esta “ruina” (Ay) el relato de la conquista de la cercana ciudad de Betel. En resumen, con palabras de Wright, “la geografía histórica del país, junto con los datos arqueológicos, hace que nos resulte imposible admitir los puntos de vista de los anteriores investigadores, para quienes la conquista no fue otra cosa que un proceso gradual de ósmosis”[16]. Hay que afirmar que los israelitas se establecieron por una conquista y que Josué desempeñó un papel en ella[17]. Como insinuamos antes, Noth no tardó en responder a esta confianza tan optimista en los resultados de la arqueología. Los datos que ésta aporta se prestan a distintas interpretaciones y, en los casos de Jericó y Ay, parecen estar expresamente en contra de las tradiciones contenidas en el libro de Josué. Decir que los restos de Jericó correspondientes a la ciudad de tiempos de Josué se han perdido debido a la erosión es una escapatoria injustificada que no la aceptan ni sus discípulos. Lo mismo ocurre con la aplicación a Betel de lo que se cuenta a propósito de Ay. Y a esto se une su interpretación de los patriarcas como nómadas y del problema de los habiru, que no es aceptada por muchos investigadores actuales[18]. Sirvan como ejemplo estas categóricas palabras de Kochavi: Los datos arqueológicos indican que muchas de las ciudades cananeas que se considera haber sido conquistadas por Josué —o que se alega que fueron destruidas por los campesinos rebeldes— simplemente no existían a finales del Bronce Tardío. Entran aquí Jesbón, capital del amorreo Sijón, Arad, Jericó y Ay, ciudades cuya caída se describe con detalle. Otras ciudades, que se consideraba que habían sido destruidas como resultado de un levantamiento masivo o de una conquista total en una campaña de sólo pocos años de duración, fueron en realidad destruidas paulatinamente en un período de varias generaciones. Jasor desapareció hacia 1275 a.C., mientras que Laquis fue destruida un siglo después, hacia 1160 a.C. Otras ciudades, como Dan/ Lais, Gibeón y Yarmut, que se mencionan como destruidas por los israelitas, ofrecen unos restos del Bronce Tardío tan escasos que debemos aceptar que en esa época eran sólo pequeñas aldeas o simples zonas de enterramiento[19]. III. EL MODELO DE LA “REVOLUCIÓN CAMPESINA” En 1962, G. E. Mendenhall rompe esta alternativa entre asentamiento pacífico y conquista proponiendo una nueva hipótesis totalmente revolucionaria[20]. No es fácil resumir un artículo en el que se dan frecuentes saltos adelante y atrás, y donde los análisis científicos van acompañados de frecuentes invectivas proféticas. Según Mendenhall, las dos teorías anteriores asumen expresa o tácitamente los siguientes puntos: a) que las doce tribus entraron en Palestina desde fuera, inmediatamente antes de la conquista o durante ella; b) que las tribus israelitas eran nómadas o seminómadas; c) que la solidaridad entre las doce tribus era étnica y que el parentesco era la base del contraste entre israelitas y cananeos. Aun reconociendo que el primer y tercer puntos tienen su fundamento en la tradición del Antiguo Testamento, la idea de que los israelitas eran nómadas o seminómadas se opone a la evidencia bíblica y extrabíblica. En el fondo, los investigadores del tema dan por supuesto que los israelitas debieron ser nómadas antes de sedentarizarse para explicar las peculiaridades religiosas y culturales del antiguo Israel. Sin embargo, en tiempos antiguos el contraste primario no se da entre pastores y agricultores, sino entre el campo y la ciudad, ya que ésta oprimía a los campesinos. Los términos hebreo, hab/piru, apiru, que aparecen en tantos documentos a partir del año 2000 a.C. y en la Biblia hasta tiempos de David, se refieren precisamente a estos individuos que se sienten desplazados de la sociedad urbana y no encuentran protección en ella. Y el hecho de que israelita y hebreo sean prácticamente sinónimos en la Biblia sugiere otra interpretación de los acontecimientos. Lo que se produjo, según testimonian los textos de Amarna y los acontecimientos bíblicos, fue un proceso de alejamiento, no físico y geográfico, sino político y subjetivo, de amplios grupos de población con respecto a los regímenes políticos existentes. No hubo una invasión estadísticamente importante de Palestina al comienzo del sistema de las doce tribus de Israel. No hubo un desplazamiento radical de población, no hubo genocidio, no hubo expulsión a gran escala de la gente, sólo de los administradores reales (¡como era inevitable!). En resumen, no hubo una conquista real de Palestina en el sentido en que se ha entendido habitualmente; lo que sucedió puede ser denominado más bien, desde el punto de vista de un historiador secular interesado sólo en los procesos sociopolíticos, una revolución campesina contra la red de ciudades estado cananeas (p. 107). Lo que hizo cristalizar ese movimiento fue la llegada de un grupo de cautivos procedentes de Egipto, unidos por la misma fe en un nuevo dios, Yahvé, con el que habían establecido una alianza[21]. La relación con esta divinidad estaba condicionada por una obediencia absoluta a ciertas normas de conducta interpersonal y por una lealtad absoluta al dios. Esta solidaridad resultaba atractiva para todos los que sufrían bajo el yugo de la opresión, y les impulsó a rechazar las obligaciones religiosas, económicas y políticas relacionadas con los poderes existentes. Este proceso los convirtió en hebreos. El primitivo Israel no puede entenderse como el paso gradual de una sociedad primitiva que se vuelve urbana y luego civilizada. Implica desde sus comienzos un rechazo radical de la ideología política y religiosa cananea, que diviniza el poder y los intereses económicos del grupo[22]. El concepto de Dios que tiene la primitiva religión de Israel sólo podemos entenderlo aceptando que estos grupos padecieron durante tiempo el mal funcionamiento de la monarquía cananea. Por eso, la posesión de la tierra, la guía militar, la gloria, el derecho a mandar, el poder, todo ello se niega a los seres humanos y se atribuye sólo a Dios. Dicho de otra forma, como mejor se explica la oposición tan patente en la Biblia entre israelitas y cananeos es aceptando que los primeros israelitas estuvieron sometidos a las ciudades cananeas y consiguieron alejarse de ellas. En cuanto al proceso de la conquista, lo esboza de esta forma: el pequeño grupo que escapa de Egipto consigue destruir, ya en tiempos de Moisés, los dos reinos que dominaban las zonas más fértiles de Transjordania, los de Sijón y Og. Es curioso que hubiese batalla contra ellos, cuando no la había habido contra Moab y Edom. Pero Sijón se vio obligado a atacar porque sus vasallos se sentían atraídos por la comunidad religiosa que representaba Israel. Su derrota fue posible porque los israelitas contaron con el apoyo de gran parte de los aldeanos y pastores de la región. Este proceso hizo inevitable la expansión a Cisjordania, donde polarizaron la atención de todos los habitantes; unos se unieron a la comunidad; otros (especialmente los reyes) lucharon contra ella. Siguieron batallas y victorias, destrucción de ciudades. Es posible que la campaña del faraón Merneptah pusiese fin al optimismo entusiasta de estos primeros momentos de Israel. Estas ideas, expuestas por Mendenhall en un breve artículo, sin demasiado aparato crítico, y sin justificar suficientemente algunas afirmaciones bastante novedosas, encontraron un eco relativo[23] y críticas muy duras[24]. Quizá habrían pasado de moda bastante pronto si Gottwald no hubiese dedicado un inmenso trabajo de casi mil páginas a justificarlas[25]. Las principales conclusiones a las que llega son las siguientes: 1) el primitivo Israel era una formación ecléctica de cananeos marginados y aventureros apiru, pastores trashumantes, campesinos y pastores nómadas organizados tribalmente y, probablemente, artesanos itinerantes y sacerdotes descontentos; 2) Israel surgió de una ruptura fundamental dentro de la sociedad cananea, no de una invasión o inmigración desde el exterior; 3) la estructura social de Israel fue un proceso deliberado y consciente de retribalización; 4) la religión de Yahvé fue un instrumento capital para cimentar y justificar todo el sistema social nuevo, marcado por un ideal igualitario frente al precedente sistema feudal de los señores cananeos; 5) la sociología de la religión de Israel explica y justifica los rasgos distintivos de la religión israelita, cosa que la teología bíblica sólo ha hecho de forma muy imprecisa y con resultados confusos. Ya que resulta imposible resumir en pocas líneas la enorme cantidad de ideas sugerentes que encontramos en The Tribes of Yahweh, prefiero recoger el resumen que el mismo Gottwald ofrece de su postura en la última intervención suya que conozco sobre el tema[26]. Es una especie de catecismo, expuesto en el Congreso Internacional de Arqueología Bíblica celebrado en Jerusalén en abril de 1984. ¿En qué fecha se formó Israel? Israel se configuró como un grupo históricamente visible en el período entre 1250 1150 a.C. ¿Dónde tuvo lugar la formación de Israel? El punto de origen de los israelitas infinitamente más atestiguado fue propiamente Canaán. Entre estos israelitas de origen cananeo había tradiciones de orígenes y aventuras extracananeos que formaban parte de las prehistorias de subgrupos dentro de Israel y son de discutible credibilidad histórica. Incluso la más prominente de estas tradiciones, la que testimonia la esclavitud de los israelitas en Egipto, también defiende que la antigua patria de este grupo esclavizado se encontraba en Canaán. ¿Tuvo Israel una identidad como pueblo antes de confederarse en Canaán? Los rasgos de una identidad preconfederada o protoisraelita, tal como se expresa en las sagas de los patriarcas, del éxodo y del desierto, se refieren estrictamente sólo a la identidad de los subgrupos. Israel sólo se formó como pueblo cuando los israelitas consiguieron el poder en tierra de Canaán. ¿Podemos reconstruir los pasos históricos en la formación de Israel en Canaán? Hay cierto grado de probabilidad en el relato bíblico de que los israelitas emigraron a Canaán desde Egipto. Pero sólo se trata de una parte de la sociedad israelita. No sabemos cómo hay que relacionar la entrada de este grupo en Canaán con las historian de los otros subgrupos. Ninguna de las diversas reconstrucciones de la historia del asentamiento pasa de ser posible. Hay motivos para creer que existía en Canaán una antigua y pequeña asociación israelita, quizá de pueblos que daban culto a El, antes de que entrase el grupo de Egipto y antes de que la confederación israelita se expandiese. ¿Cuál era el modo de producción predominante entre los primeros israelitas? La Biblia y la arqueología atestiguan que el modo primario de producción era la agricultura, con la ganadería y la artesanía como modos secundarios. Dentro de la ganadería, el nomadismo pastoral era un medio de vida muy poco importante para el conjunto de los israelitas, aunque pudo ser el principal modo de producción para ciertos subgrupos pequeños de la confederación. ¿Cuál fue la organización social de los primeros israelitas? Los israelitas comprendían una coalición de tribus basadas en la aldea, con tendencia a la jefatura. E1 fin de esta coalición era retener los excedentes agrícolas y ganaderos en manos de los agricultores y pastores, de acuerdo con principios estrictamente igualitarios. Es erróneo aplicar a esta confederación la analogía anfictiónica, no sólo desde el punto de vista de la comparación estructural, sino también, lo que es más grave, porque esta analogía acentúa excesivamente la unidad religiosa, descuidando una explicación suficiente de la base sociopolítica y cultural del pueblo israelita. CONTINUA CON PARTE II...
Posted on: Fri, 08 Nov 2013 02:14:22 +0000

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