Buenas noches: Queridos jóvenes y familiares, hermanos y - TopicsExpress



          

Buenas noches: Queridos jóvenes y familiares, hermanos y hermanas todos en el Señor. En la mañana de hoy, en mis rezos de laudes, Dios me ilumino que debía ayudar a todo el mundo sea de la Nación que sea. Porque nosotros sufrimos viendo tanta pobrezas y desempleos que hay en la mayoría del mundo. Hoy, en este lugar en el Hospital de San Francisco de Asís de la Providencia, quisiera abrazar a cada uno y cada una de ustedes que son la carne de Cristo, y pedir que Dios colme de sentido y firme esperanza su camino, y también el mío. Abrazar, abrazar. Todos hemos de aprender a abrazar a los necesitados, como San Francisco. Hay muchas situaciones en el mundo, que necesitan atención, cuidados y amor. Queridos hijos míos, escucho vuestras voces, la mía es una sola voz, que hoy se convierte en la voz del mundo entero. De hecho hoy, todo el mundo está representado aquí, esta noche parece que hasta la luna ha venido a contemplar este maravilloso espectáculo. Escuchadme, como si escuchareis a un hermano que es ahora vuestro Padre, por Voluntad del Señor y juntos por la Gracia de Dios formemos una Hermandad. Amémonos los unos a los otros, preocupémonos por lo que nos unen, y apartemos de haberla todas las cosas que nos dividen. Esta noche, al volver a casa con vuestros niños, hacedles una caricia y decidles: esta es la Caricia del Papa, puede que tengáis que enjugar alguna lágrima así que sed compasivos. El Papa está con vosotros, especialmente en los momentos de dolor y juntos cantaremos, sufriremos pero si uno pone la fe en Cristo, que nos ayuda y nos escucha. Y quisiera repetir a todos que la Iglesia no es ajena a sus fatigas, sino que los acompaña con afecto. El Señor está cerca de ustedes y los toma de la mano. Vuelvan los ojos a él en los momentos más duros y les dará consuelo y esperanza. Y confíen también en el amor materno de María, su Madre. Esta mañana os he encomendado a cada uno de ustedes a su corazón. Donde hay una cruz que llevar, allí está siempre ella, nuestra Madre, a nuestro lado. Queridos jóvenes, llevemos nuestras alegrías, nuestros sufrimientos, nuestros fracasos a la Cruz de Cristo; encontraremos un Corazón abierto que nos comprende, nos perdona, nos ama y nos pide llevar este mismo amor a nuestra vida, amar a cada hermano o hermana nuestra con ese mismo amor. Nadie es llamado por Dios porque sea bueno. Nos hacemos buenos porque Dios nos ha llamado. La Iglesia, cuando busca a Cristo, llama siempre a la casa de la Madre y le pide “Muéstranos a Jesús”. De ella se aprende el verdadero discipulado. He aquí por qué la Iglesia va en misión siguiendo siempre la estela de María. Hoy, en vista de la Jornada Mundial de la Juventud, también yo vengo a llamar a la puerta de la casa de María —que amó a Jesús y lo educó— para que nos ayude a todos nosotros, Pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno. Para ello, quisiera señalar tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría. No importa ser Papa por un día o cien años sino servir la Voluntad del Señor. Dios tiene escrito nuestro nombre en la palma de su mano. Es como decir, que si Dios allí arriba en el paraíso tuviera una mesa, sobre esa mesa el conserva la fotografía de cada uno de nosotros. Dios no nos abandona, no se olvida jamás de ninguno, os recuerda, se acuerda siempre. El Señor nos ha dejado dentro un fuerte deseo de seguir adelante, de progresar. Señor, haz que pueda amarte cada vez más, haz que no cese jamás de amarte. Debemos ser la Sal del mundo. El beato Juan Pablo II quiso confiarles a ustedes, jóvenes, la Cruz diciéndoles: «Llévenla por el mundo como signo del amor de Jesús a la humanidad, y anuncien a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención». Queridos hermanos y hermanas, seamos luces de esperanza. Tengamos una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad. Estos son los valores que encuentran sus raíces más profundas en la fe cristiana : la espiritualidad, la generosidad, la solidaridad, la perseverancia, la fraternidad y la alegría. Queridos amigos, hemos venido a llamar a la puerta de la casa de María. Ella nos ha abierto, nos ha hecho entrar y nos muestra a su Hijo. Ahora ella nos pide: «Hagan todo lo que él les diga». Sí, Madre, nos comprometemos a hacer lo que Jesús nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y llenos de alegría. Que así sea.
Posted on: Mon, 19 Aug 2013 20:29:59 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015