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CRONICAS MULHACENIENSES…UNA Y NO MAS 26-27 julio 2013 Ya lo advirtió José Manuel Moreno Benítez (er bicho para los profanos) “oye que esto no es una rutita de senderismo, esto es ALTA MONTAÑA, y tan alta 3.479 mts. Lo que nunca pensé es que se pudiera hacer wind surf en la ALTA MONTAÑA, 70km/hora, de ahí que en una de las ráfagas, una ventolera se llevara hasta mi resuello. Pero me estoy anticipando, vamos por partes, como diría Jack el destripador. Al ser una ruta ALTA MONTAÑA, fui a comprarme una mochila de eso, de ALTA MOCHILA, para que cupiera el saco, la almohadita para descansar mi cabecita (una reminiscencia de mi “otra vida” antes de convertirme en montañera-ecológica-alternativa…y no me traje la sabanita de seda del saquito porque se me olvidó) el polar, el anorak, los guantes, la braga…de ALTA MONTAÑA, el gorro, los calcetines (anti-am-pollas, of course, que cuando se hacen actividades de ALTA MONTAÑA, las otras te dan hasta repelús), y por supuesto el “por si acaso”, que es lo que te termina jodiendo la espalda; no echéis nunca el “por si acaso”. Como pasamos la noche en el refugio de Poqueira, -una experiencia casi mística que detallare más adelante- er bicho sugirió hacer una cena de grupo a la luz de las estrellas…y de los frontales (para aquellos que no lo sepan, es esa lucecita que te enganchas en la frente que se te clava en las sienes y que sin quererlo hace que se te reencarne el espíritu de Antonio Molina con su soy minero), así que había que llevarse también comida para la ALTA MONTAÑA, y claro, eso lleva aparejado cargar en la mochila la comida que necesitas y la comida del “por si acaso”, repito, no lo hagáis nunca por la salud de vuestra espalda en particular y el alma en general. Así que imbuida por el espíritu de la ALTA MONTAÑA, me fui al Mercadona a la sección de…exacto “comida para la ALTA MONTAÑA”: plátano, para el potasio, frutos secos, para tener energía cuando carezcas de ella, (aquí tengo que decir que mi chico triunfo con sus almendras crudas sin sal), chocolate…eso no se si es de ALTA MONTAÑA o no, para mi fue de ALTO CONSUELO. De entre la comida de “por si acaso”, las reminiscencias de mi vida anterior hicieron que comprara Humus, tostas, y cruasanes; menos mal que mi chico me dijo, niña, ¿humus, cruasanes? haciendo que con eso mi mochila se aliviara en 350 gramos. Luego comprobamos que María del Mar, aparte de llevarse la tortilla mas buena del mundo, también se llevo boquerones en vinagre; eso si, para no cargar con mucho peso, derramo todo el aceite en la bolsa y en las manos del bicho al inicio de la andadura. Quedamos en la rotonda del Clínico, y más de uno a la vuelta tuvo el impulso de pedir una cama para que lo alimentaran por sonda y lavaran con esponjitas jabonosas, y así evitar moverse, en plan vuelta y vuelta. Dejamos los coches en Hoya del Portillo, comprobando a la vuelta lo lejísimos que estaban, maemia maemia. Y ahí estábamos con todos los arreos necesarios, los por si acaso, y el espíritu en ebullición dispuestos a comernos la ALTA MONTAÑA. Foto de grupo de rigor, empañada por el comentario de Carmen Ventura: “esta es la típica foto de todos sonriendo que luego ponen en las noticias señalando con un circulito al que no volvió”…ja-ja-ja. Ea, a subir. Y la ALTA MONTAÑA, se nos cayo encima nada mas comenzar; menos mal que el refugio nos acogió con una amplia sonrisa, si bien al día siguiente pude constatar que escondía un secreto; si, si, veras mañana. Y llego la experiencia casi mística…dormir en el refugio. Bien es verdad, que aunque estoy encantada de la life haciendo cosas que nunca imagine, ¡que quieren que les diga! impone y mucho ver que vas a compartir habitación con 17 personas mas, en armazones de madera, con “camas-continuas” -corridas queda muy feo- y sin escalerilla para subir a las de arriba, que os lo digo desde ya, el pipi se puede aguantar si antes sabes que tienes que bajar y subir sin la ayuda de un triste frontal. Ese primer impulso que tuve de echar a correr cuesta abajo hasta Hoya del Portillo, se convirtió en risa floja de la del tipo “pero que hace una chica aburguesada como yo en un sitio como este”, cuando empezaron los ruidos nocturnos: los profesionales del ronquido, los abre y cierra mochilas a las 2, las 3 y las 4 de la mañana, provocando, como dijo mi chico: la expresión nocturna: “niño, ¿quieres que baje y te ayude a hacer mas ruido?”, los que son capaces de subir al Mulhacén pero incapaces de abrir sin hacer ruido una taquilla a las 2, a las 3, y a las 4 de la mañana, desconociendo, debido al espíritu alberguista, si el que abría y cerraba las mochilas era el mismo que no podía abrir la taquilla. Pero lo peor fue el calor, porque ¿quien iba a imaginar que en un refugio del Mulhacén no hiciese frío? De ahí que al empezar la noche me pertrechara en mi saco con la cautela de que mi cuerpito no rozara el catrecito…a los 10 minutos mi cuerpito hacia huella, -sudorosa- en el colchoncito. A la mierda el saco, y menuda mierda de almohadita que me he comprado que no sirve para nada, y encima me pesa en la ALTA MOCHILA. En ese duerme velas tan montañero Carlos me dijo que ya no pensaba subir mas al Mulhacén porque entre tantos intentos por conciliar el sueño, había subido al Mulhacén 5 veces y esa era la ultima. Amanece en el refugio…que no es poco. Toca zafarrancho: desayunar, enrollar el saco intentando dejarlo tal y como lo compraste en Decathlon y cerrar la mochila, que por extraño que parezca, cada vez lleva mas peso. Comienza la ascensión, y si bien es verdad que te advierten del mal de alturas –aunque en tu fuero interno pienses: chorradas- no eres consciente de la realidad hasta que la sufres, porque ES VERDAD que te falta el oxigeno y que llega un momento en el que empiezas a boquear buscando a Nemo desesperadamente. A los veinte minutos, las bajas temperaturas dan el pistoletazo de salida del baile de disfraces; que si me pongo el gorro, que si la braga, que si el pasamontañas, los guantes, la capucha encima del gorro de lana, y el poncho de Isla Mágica, al que por fin le encuentras uso, ¿verdad Carmen? Y a partir de aquí todo fue subir, resoplar, maldecir, sentir el empuje de tus compañeros sonreír y alegrarte de estar ahí…subir, resoplar, maldecir. Uno de los efectos del mal de altura (y este no te lo cuenta nadie), es que te cambia la percepción de las cosas, haciendo que la aventura de la ALTA MONTAÑA, se convierte en que JARTA DE MONTAÑA, que ALTA es la MONTAÑA, y hasta te cambia la percepción y el sentido lógico de las cosas, porque ves a un colega de ochenta años, que con su esplendida sonrisa te dice animo y suerte…y digo que cambia la percepción porque te entran unos impulsos asesinos y unas ganas locas de estrangular al abuelito de Heidi que encima te espera en la cumbre…si llegas. Con el fin de no perder mi dignidad no detallare como me afecto el mal de altura; echa la imaginación a volar. Desde mí privilegiada posición de cola, ayudaba y mucho, la sonrisa de Rocío, la charleta incombustible de María del mar, contrarestada por el espíritu calmo de Javier, que te da paz y serenidad y eso es de valorar en la ALTA MONTAÑA, las agallas de Carmen, el empuje de mi Elena, el buen hacer der bicho y mi chico que cuando yo le dije hasta aquí he llegado, utilizando lo que el llama la “psicología inversa”. Me dijo: “si no puedes nos volvemos”,…. ¡mecagoento que ahora si que subo! Cuando ya creía que había llegado a la cumbre, er bicho tuvo la “gentileza” de informarme que estábamos en el MULHACEN I y que la cima, estaba cerca aunque no la viera todavía, supongo que era otro efecto del mal de altura. En el Mulhacén I y dado que me “RE-temblaban” las manos, mi chico me preparo un mega bocadillo con medio salchichón, sin piel que todo hay que decirlo, que también es de agradecer. Por cierto, ese bocadillo hizo el milagro de que pudiera llegar a la cumbre, ni plátano, ni frutos secos, ni bebida isotónica, ar carajo, si lo llego a saber, me habría ahorrado ochocientos gramos menos de peso A un Km. del punto geodésico, (alucinen con mi jerga montañera), ya daba igual que el viento me cortara la cara, que mis manos estuviesen congeladas y que el moco me llegara hasta la barbilla. Lo conseguí, no encuentro palabras para describir ese momento de euforia y de satisfacción por haberlo logrado, y esto NO es otro efecto del mal de altura…risas, abrazos, felicitaciones y sentimiento de grupo. Y hasta aquí la crónica de subida, hoy tengo tantas agujetas que soy incapaz de hacer la crónica de bajada que daría para escribir dos capítulos más; y es que si dura fue la subida más extenuante fue la bajada. Así que hasta que no se me olvide y parafraseando a Carlos: “para la próxima me engañáis”; eso o si queréis saber como es la de bajada, subid vosotros al MULHACEN. Nota de la croniquera: texto aderezado con los comentarios de Carlitos.
Posted on: Sun, 28 Jul 2013 19:13:43 +0000

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