Con la Ley de Comunicación no vencieron a un poder: cerraron un cÃrculo. Se encerraron en un autismo polÃtico absoluto. En su mundo ahora sà podrán aspirar a ejercer un control total y definitivo. Con esta Ley quedaron librados a sà mismos. A esa borrachera en que también cayeron, en su momento, Menem y Fujimori hasta que la realidad los atrapó. ¿Entonces por qué celebraban? Una Ley. Que debiera ser, porque esa es su responsabilidad, un mejor marco de convivencia entre ciudadanos y pares. Pues no. Esta Ley que decenas de ellos votaron sin haber estudiado, la festejaron como trofeo de caza: la cabeza del enemigo que Rafael Correa construyó, para parafrasear a Umberto Eco. Una revolución necesita una ración diaria de enemigos. También acciones heroicas y muchos trofeos disecados y alineados sobre los altares de la Patria. Ellos pueden aspirar ahora a imponer su relato como única verdad de esta hazaña histórica que es la mal llamada Revolución Ciudadana. Los demás son mentiras y afrentas. Si el Presidente lo dice, debe ser porque es verdad y, ahora con esta Ley, no hay cómo dudar. No más titulares que no sean de su agrado. Ahora habrá que poner titulares parcos, notariales, sin metáforas ni juegos de palabras. Titulares ceremoniosos, dignos de estos tiempos utópicos de Gabriela Rivadeneira y Thomas More. No más periodistas libertinos que no corran, agenciosos y contritos, a rectificar lo que ellos pidan, cuando ellos pidan, en la forma que ellos pidan. Periodistas que no saben que el poder es para eso: para mandar y ser obedecido. ¿Cómo no se va a celebrar tener en los medios a un Defensor de audiencias que, si se mira en qué se ha convertido la DefensorÃa del Pueblo, no será más que un censor más del poder con total autonomÃa? ¿Cuba, la difunta URSS? No, Ecuador. Censor nombrado por el Consejo de Participación Ciudadana, otro brazo del Ejecutivo.
Posted on: Sun, 16 Jun 2013 21:14:14 +0000
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