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Cuento para compartir en este día tan frío de miércoles aunque sea lunes La venganza de la momia En las instalaciones del club "El Porvenir" de José C. Paz, van a presentarse por primera vez los auténticos "Titanes en el ring" siendo transmitidos en directo para la televisión. El abuelo de Agustín, que trabaja en el buffet, le ha conseguido una ubicación preferencial bien cerca del cuadrilátero. Aunque tiene ocho años, por sus actitudes, parece un chico mucho mayor, de hecho desconfía un poco de la veracidad del espectáculo; le extraña la repitencia de ciertos resultados, que siempre ganen los buenos. Sin embargo, en el día de hoy, todo puede cambiar por lo especial del último combate. Comienzan las luchas, a pesar del griterío se siente aburrido, lo que ve no hace más que confirmarle lo que pensaba: puños que no tocan la cara de los oponentes, dolores exagerados cuando ni siquiera hubo un roce, rostros viejos, panzas gigantes y la piel colgando de los brazos, el cierre en la espalda de la momia negra y el pelo que sale detrás de la máscara. Todo le parece falso, para tontos. Siente hasta ganas de irse, pero se va a quedar hasta ver lo que él considera "la última farsa" Después de terminado el octavo combate comienza a sentir mucho frío, las luces se apagan, el suelo parece estremecerse. Es la momia blanca. No hay cierre, los ojos siniestros lo miran a él que observa esa boca asquerosa que late, lo inquieta el sólo imaginarse que puede haber debajo de esos vendajes. Intenta convencerse de que es otro personaje pero no puede dejar de sentir terror. Penumbras. Jorge Bocacci anuncia al gran titán y todo es un estallido de luz y música. Los chicos se acercan para tocarlo, Agustín sigue paralizado sin despegar sus ojos de la momia. Martín Karadagian es muy chiquito y viejo pero hay algo noble en su mirada, su malla es graciosa mostrando los glúteos pequeños, viejos y caídos. El árbitro de la lucha es William Boo, el abucheo general es promovido por Di Sarli desde los parlantes. Alto, blanco, gordo y gigante, es garantía de que no habrá un arbitraje justo. Es un combate difícil, la momia viene invicta desde que comenzó a luchar. El árbitro molesta a Martín que presuroso baja del ring y con cortesía saluda a la viudita negra besándola en la mano. Pasa el hombre de la barra de hielo con su misterio. Comienza la lucha, los golpes del gran titán no tienen casi efecto, los de la momia lo hacen volar por los aires. Boo le habla, todos gritan pero Martín que está distraído, recibe un poderoso golpe por la espalda quedando aturdido. El árbitro lo arrincona sobre las cuerdas, enredándolo para que no pueda salir pero Martín zafa y en el forcejeo cae William Boo al suelo quedando detrás de la momia. El campeón descubre que es su oportunidad, se sube a las cuerdas y salta dándole un topetazo a la momia que retrocede ante el golpe y al tropezar con el obeso cuerpo del árbitro cae. La momia no se puede parar, Boo se hace el distraído y no hace la cuenta, entonces el gran titán le pega su fabuloso cortito y el voluminoso cuerpo cae sobre la momia. Se tira arriba de los dos y le tuerce el brazo. Todos gritan, Agustín también. Ahora sí, uno, dos tres. "¡Ganador Martín Karadagian, el campeón del mundo!", grita quedándose casi afónico Roberto Di Sarli. El enfermero ayuda a levantarse a la momia. El ring es invadido por los chicos. Agustín consigue que el campeón le de un beso en la mejilla. Lo sorprende lo viejo y chiquitito que es, le lleva apenas una cabeza, sin embargo se siente orgulloso del ídolo porque ha vencido, no por ser más fuerte sino más inteligente. No le cabe la menor duda que lo que acaba de ver ha sido un combate real y que la momia existe. Transcurridas un par de horas la madre de Agustín lo manda a llevarle a su abuelo una carta. Cuando llega al club enfila hacia el buffet y al entrar descubre a los titanes en las mesas comiendo unas picadas con vermú. Todos están mezclados, los buenos con los malos, el hombre de la barra de hielo sin su barra de hielo, la viudita con el velo corrido, Rubén Peuchele tomando del pico una botellita de vino Toro tinto junto a Gengis Khan. Frente al mostrador, junto al abuelo, está Martín de traje, pasándose un escarbadientes en la boca con una botella de Gancia y un plato de aceitunas. A su lado, de espaldas, está la mismísima momia con un vaso y un cigarrillo entre las vendas de la mano. Agustín se da cuenta que el vendaje de la cara está levantado. Su abuelo dice algo que no puede escuchar señalándolo, entonces los dos titanes se dan vuelta para mirarlo. La curiosidad puede más que el miedo y Agustín no cierra los ojos. Marcos Rodrigo Ramos.
Posted on: Mon, 22 Jul 2013 21:35:53 +0000

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