DORTMUND. LA ESPADA DE TYRAEL Y LOS GUARDIANES DEL SOL. CAPITULO - TopicsExpress



          

DORTMUND. LA ESPADA DE TYRAEL Y LOS GUARDIANES DEL SOL. CAPITULO FINAL La batalla estaba cerca, ya con todo preparado nos disponíamos a emprender el viaje hacia el Ojo de Baal, puesto que Dyadérian iba a ser el punto de encuentro con los hostiles y ahora mis aliados, pero ya no sería necesario. Cada líder, reorganizó su propio ejército. A las puertas de la ciudad, se les expuso a todos los guerreros cuál sería el plan a seguir y las posiciones que deberían ocupar. Solo faltaba el nigromante, que apareció frente a nosotros de nuevo entre la niebla. - ¿ya partimos majestad? – preguntó interesado - Has tardado demasiado nigromante… - le repliqué - Ah, ¿creéis que un ejército de muertos puede levantarse con un chasquido de dedos? Veo que habéis conseguido más ayuda… pues si todo esta listo, adelante, el ojo nos espera. De las manos del nigromante comenzó a emanar una luz, una energía de color azul helado y una bolsa de niebla apareció a su lado, tomando rápidamente la forma de un corcel que poco a poco se disipaba dejando ver un caballo huesudo, de ojos infernales y una gran cornamenta. - ¿no pensareis que iba a ir caminando, verdad? – dijo seguido de una carcajada Di la orden de comenzar la marcha, y cada líder la remitió a su ejército. Primero Morphón y sus minotauros. - ¡Minotauros¡ ¡Mazas al hombro y hacia la victoria¡ Luego, Visteria y sus harpías. - ¡Señoritas, es momento de mostrar nuestra danza¡ ¡Desplegad vuestras alas y a volar ¡ Le siguieron Thuzán y sus cambia formas. - ¡Hermanos ¡ ¡Que se oiga nuestro rugido! Minestra y sus valquirias también se pusieron en marcha. - ¡Guerreras! ¡A las monturas! Por último, Sir Elder, que fue el más conciso y directo - ¡Caminen! Jamás pensé que llegaría a ver algo tan increíble como aquello, el camino estaba totalmente ocupado por los minotauros que con sus mazas al hombro caminaban al compás de canciones de guerra, los cambia formas trotaban y galopaban, siendo diferentes bestias a cada cual con una aspecto más feroz, los guerreros de Sir Elder caminaban tras el con paso firme sin desviarse del camino, las harpías volaban junto a las valquirias, compartiendo los cielos como hermanas. Junto a mí: Arthur, Hernes y el nigromante, entre mis brazos, Esperanza. El camino duró varios días, pero por fin llegamos al pie del Ojo de Baal, un gran monte volcánico con escaleras de piedra que rodeaban toda su ladera hasta llegar a la cima. Me disponía a subir lo antes posible y reclamar la espada de Tyrael antes de la llegada de Diablo al lugar, pero ya era tarde. Entre mi ejército se escuchaba un fuerte aplauso muy lento, que dejaba entender cierta ironía y sarcasmo en él. La multitud se abrió en dos, dejando ver un pasillo en que él se encontraba. - Bravo, debo felicitarte querida. Jamás pensé que llegarías tan lejos tu sola, aunque te acompaña tu querido traidor y amante muerto. - Vete de aquí Azazel... o te arrepentirás – dije desafiante - Oh, que bonito Sussane… por primera vez me llamas por mi verdadero nombre y luego… me amenazas. ¿crees que con esto serás capaz de derrotarme? Podría matarlos a todos ahora mismo con mis propias manos… - ¿Y porque no lo haces? Vamos, destrózalos a todos, demuéstrales quien es el rey – respondí más desafiante - No querida, ya he traído a algunos amigo que se ensuciaran las manos, pezuñas, garras o lo que quiera que tengan por mí Diablo alzó sus manos, y de la nada comenzaron a salir decenas de guerreros y bestias que se acercaban velozmente hacia nosotros. Era el momento de actuar, la batalla por el trono del infierno, había comenzado. - ¡Guerreros¡ ¡A vuestras posiciones¡ ¡Demostraremos a Diablo que no es el más fuerte del Infierno! Los guerreros de Sir Elder posicionaron sus grandes escudos en el suelo y se protegieron tras ellos. Las tropas de Diablo se acercaban, abalanzándose sobre los escudos. Estos cayeron y dejaron al descubierto a los guerreros, algunos peleaban y otros caían. A su ayuda acudieron los minotauros, que embestían con sus cuernos para hacer caer al enemigo y con sus mazas de acero forjado, aplastaban sus cráneos contra el suelo. Las harpías también participaron en esto, lanzado a minotauros desde las alturas, que caían entre los enemigos girando sus mazas provocando varias bajas. Las valquirias, desde el aire proyectaban flechas en llamas y cortaban cabezas de las bestias aladas de diablo con sus afiladas espadas. Los cambia formas, por su parte, cambiaban de bestia a placer para engañar al enemigo. Solo quedaba el nigromante por actuar, jugábamos con ese factor sorpresa. De sus huesudas manos, dejo ver de nuevo aquella luz azul y la proyecto contra el suelo de un puñetazo. La tierra comenzó a temblar y de ella emanaban esqueléticos brazos con los que los muertos del nigromante se apoyaban para salir. Centenares de guerreros esqueléticos aparecieron, dándonos una gran ventaja. Íbamos ganando. - ¡Acorraladles, no podemos dejar que… - dije mientras sentía como algo atravesaba mi costado derecho, cayendo al suelo de forma inevitable Desde allí, tumbada con el dolor, pensando si Esperanza estaría segura donde la había escondido para poder luchar yo en la batalla, podía ver como los enemigos nos arrebataban la ventaja. Vi caer innumerables guerreros, incluido Morphón. Arthur corrió hacia mi, desesperado - Sussane… - dijo bloqueado - Toma el mando… - le encomendé entregándole mi espada Me miró, despidiéndose, agarró mi espada y siguió combatiendo. Hacia mí, se dirigía Diablo, sonriente. - Ouch, parece que esa herida mortal te esta… matando. – dijo burlón agachándose a mi – Has estado a punto de derrotarme ¿Qué mas quieres? - Lo que quiero… es.. qué.. te apartes de mi vista No sé de dónde saqué la fuerza suficiente para levantarme, Diablo también se levantó asustado. Arthur al verme, me lanzó de nuevo mi espada, la cual blandí con fuerza y desgarre el pecho de unas bestias que venían por mi. Decidí subir lo antes posible a la cima, mientras la batalla se desarrollaba a los pies de la montaña. Corrí hacia las escaleras, pero antes de llegar Diablo se adelantó y me golpeo, lanzándome varios metros atrás. De inmediato me levanté y a toda velocidad corrí hacia él, le devolví el golpe lanzándolo sobre la roca, la cual se agrietó con el impacto. Aproche su aturdimiento para aventajarme en el camino, subí a toda velocidad, haciendo uso de los poderes que Esperanza me otorgó en el embarazo. Diablo volvió a alcanzarme y me tiro al suelo, sobre las escaleras. - Serás fuerte Sussane, pero no lo suficiente para derrotarme – espetó furioso - ¿Lo comprobamos? – dije mientras me levantaba de nuevo Golpeé de una patada el pecho de Diablo, lanzándolo de nuevo unos metros atrás sobre las escaleras de roca. Volví a correr y por fin llegue a la cima. Allí estaba, emanando una calurosa luz blanca, la Espada de Tyrael. - No te la llevaras, Sussane… tendrás que pasar por encima de mi cadáver - Me parece justo, Azazel Ambos nos adentramos en una lucha de espadas, no parecía tener fin. Cada vez que chocaban era como si un trueno cállese a mi lado, se formaba un gran estruendo. Diablo, consiguió arrebatarme la espada, yo caí al suelo cerca de la Espada de Tyrael, con la hoja de diablo apuntando mi cuello. - ¿Últimas palabras? – me preguntó burlón - Púdrete… Rodé hacia un lado, y velozmente corrí hacia la luminosa espada. Agarré la empuñadura con fuerza y la saqué de la roca cristalizada en la que estaba clavada. Al pasar unos segundos, todo comenzó a temblar. En el lugar en el que estaba la roca cristalizada se abrió una profunda fisura, de la que emanaba la misma luz de la espada, y Diablo no la soportaba. Unas grandes manos salían de la fisura, dejando ver un gran cuerpo. Salió veloz y me arrebató la espada sin mediar palabras, hasta que se dirigió a Diablo. - Azazel, tú me encerraste aquí… ¡es la hora de que sea tu quien ocupe mi lugar¡ Aquel hombre, resplandeciente, se lanzó contra Diablo, inmovilizándolo contra el suelo sin necesidad de usar las manos. Clavó la espada en su pecho, que fue tan atravesado que alcanzó también la roca de la cima. Aquel desconocido se alzó y vino a mi lado, mientras los dos contemplábamos como el cuerpo de Azazel, se desintegraba poco a poco. Necesité unos segundo para comprender que todo había acabado, Diablo había sido por fin derrotado y su ejercitó huyó al presenciar la caída de su rey. - Mi nombre es Tyrael – dijo mientras se dirigía a recoger su espada – quedé aquí atrapado al encerrar a los cuatro jinetes, hasta que tú, con valentía, me has liberado. - ¿Significa eso que hemos ganado? – pregunte casi sin pensarlo - Eso depende de ti, ¿Cuál es tu victoria? - ¿Mi victoria? - ¿Deseas quedarte aquí y reinar en el infierno, o quieres volver con tus hijos, vivos? - ¿Puedo volver? – pregunté emocionada - Así es, podrás volver con Erick, se le devolverá la vida como recompensa a tu hazaña, y con Esperanza. Las dos volveréis a ser humanas, sin los poderes de Diablo. Con lágrimas en los ojos acepté, sabía que irme de allí supondría no volver a ver a Arthur, al que tanto amaba, ni a Hernes, que tanta ayuda me prestó. Debía pensar en el bien de mis hijos, aquel no era lugar para nosotros. Todo había acabado, un final que daría lugar a un nuevo comienzo.
Posted on: Thu, 25 Jul 2013 10:29:57 +0000

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