EL DOCTOR JOSÉ BENJAMIN ABALOS JEFE DE LA REVOLUCIÓN - TopicsExpress



          

EL DOCTOR JOSÉ BENJAMIN ABALOS JEFE DE LA REVOLUCIÓN YRIGOYENISTA DE 1933 EN ROSARIO Así anda el pueblo de pobre Como milico en derrota Le dicen que sea patriota Que no se baje del pingo Pero ellos con oro gringo Se están poniendo las botas Arturo Jauretche – El Paso de los Libres – Prólogo de Jorge Luis Silvia Borges Jorge Tomasini Freyre (Tomado del muro de mi amigo Lombardero) La oposición contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen llegó a los mayores extremos entre julio y agosto de 1930, las agitaciones callejeras eran de encendido tono subversivo. Se conspiraba abiertamente desde el diario Crítica y publicaciones de corte nacionalista. Dirigentes conservadores, radicales antipersonalistas socialistas independientes y universitarios reclamaban a gritos la renuncia del Presidente. El entorno gubernamental no se decidía a exponer con franqueza al primer mandatario la gravedad del momento político. Por el contrario, existían sectores que pujaban para imponer su predomino personal y oficial, ante la evidente decadencia física e intelectual del Presidente. El doctor Horacio Oyhanarte, ministro de Relaciones Exteriores, Osvaldo Meabe médico personal de Yrigoyen, amigos y legisladores encabezaban un grupo de opinión. El vicepresidente Enrique Martínez, el ministro del Interior Elpidio González y el ministro de Justicia e Instrucción pública, Juan de la Campa, constituían otra tendencia que aspiraba a controlar la marcha de los acontecimientos. La puja interna llegó a tales extremos, que cuando Yrigoyen enfermó, cada grupo le puso un médico por su cuenta, y el Presidente se encontró con facultativos que se vigilaban mutuamente Las bromas callejeras decían que estos últimos, de común acuerdo, como todo remedio le prescribían al Presidente el Fernet Branca legítimo. Testimonios de diversos protagonistas coinciden en señalar que existieron conciliábulos y determinaciones de González, en concurso con Martínez y de la Campa, para superar la crisis mediante el alejamiento definitivo de Yrigoyen del mando. En esta línea de pensamiento, se especula que hubo acuerdo entre el gobierno y los sublevados, en el sentido de alentar el asalto del seis de setiembre, con el objeto de provocar la renuncia del Presidente, respetando en lo demás el orden constitucional, y por consiguiente la investidura del vicepresidente. (Guillermo Gasió – La caída de Yrigoyen).Entre los sediciosos, el general Agustín P. Justo enfrentando a Uriburu, opinaba en el sentido señalado, añadiendo la necesidad de formar un gabinete de coalición con figuras de los partidos políticos de la oposición. Uriburu manifestó que él no hacia la revolución en beneficio de los políticos, su accionar estaba dirigido a reformar la constitución, derogar la Ley Sáenz Peña, imponer una especie de voto calificado, e instrumentar un sistema corporativo de representación política. Solo el ministro de guerra, general Luis Dellepiane, en conocimiento de los hilos de la conspiración, reaccionó adecuadamente ante la crisis de gobierno. Solicitó personalmente al Presidente, autorización para proceder a detener a personajes notoriamente vinculados a la anunciada revuelta. Asintió Yrigoyen, pero por consejo de Elpidio González, desautorizó a su ministro de guerra, quién presentó de inmediato su renuncia. La actitud de González en la oportunidad, dio con razón, pié a diversas interpretaciones. Se pensó que el ministro consiente o inconscientemente le hacía el juego a los opositores (Félix Luna – Yrigoyen). Despachar al general Dellepiane, militar de aptitudes sobresalientes con amplia autoridad sobre los mandos superiores del ejército, era un regalo para el accionar de los conjurados. La revolución estaba en la calle, se respiraba en todos los ambientes, hecho que no ignoraba el entorno presidencial, la renuncia del ministro de guerra y la designación de González para ocupar interinamente esa cartera, fue uno de los errores más trágicos de la carrera política del Presidente. En verdad a partir de ese instante el gobierno estaba muerto, como señaló con acierto el Dr. José Benjamín Abalos, ministro de obras públicas, ajeno a los manejos de los grupos inmediatos al poder. Más tarde, Dellepiane aseguró que el éxito del golpe de estado de 1930, se debió exclusivamente a las intrigas de palacio. Comentó que en el mes de febrero de aquél año, estando presente Elpidio González, el ministro de la Campa le aseguró que Yrigoyen sería alejado del gobierno y que el Dr. Martínez lo sustituiría. En conversaciones con el periodista Francisco Ratto, el ex-vicepresidente destacó que había sido traicionado en la ejecución de un plan preconcebido un año antes, en conferencias con el Dr. Roberto Repetto ministro de la Corte Suprema de Justicia. (Guillermo Gasió op.cit.) El cinco de Setiembre en horas de la tarde, el Presidente delegó interinamente el mando en el vicepresidente, quien decretó el estado de sitio para la capital federal y se dispuso a estudiar un cambio de gabinete. No tuvo tiempo, al día siguiente el general José Félix Uriburu al frente de los cadetes del Colegio Militar, algunos escuadrones de caballería, y el apoyo de los pilotos de la dirección aeronáutica con asiento en la base aérea del Palomar, inició la marcha hacia la Casa Rosada para desalojar a las autoridades nacionales. Escasas fuerzas, habida cuenta que gran parte de las unidades militares se mantenían leales al orden constitucional. A lo largo de todo ese día, señala José Benjamín Abalos, Martínez y González no atinaron o no quisieron tomar las medidas necesarias para contener a los rebeldes, sin embargo de las precisas instrucciones de Yrigoyen, que por intermedio del Dr.Meabe hizo llegar a la sede del gobierno, ordenando organizar la defensa y que el partido ocupara la calle. Abalos fue protagonista y testigo de los últimos y dramáticos momentos del gobierno radical. Intentó organizar junto al teniente coronel Gregorio Pomar (edecán militar del presidente), el mayor Grisolía, Carlos Merlini y Atilio Larco la resistencia en la Casa de gobierno .Pero para sorpresa de los defensores, Martínez había ordenado el retiro de las fuerzas militares, el cuerpo de marinería, e igualmente los efectivos del Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del coronel Vázquez. Este último estaba dispuesto a detener en Plaza de Mayo la vanguardia de la columna rebelde. Abalos había convocado además, al subsecretario de guerra Coronel Casanova, al teniente coronel Sabino Adalid y al coronel Pintos, jefes del Arsenal de guerra, con el objeto de evaluar las fuerzas con las que se contaba para la defensa inmediata de la casa. (Félix Luna op.cit.) Según el relato de Abalos, Martínez perdió toda serenidad al recibir los telegramas firmados por Uriburu exigiendo la renuncia no solo del Presidente, sino también la del vicepresidente. Al parecer en ese instante Martínez advirtió que los fines de la asonada apuntaban más allá de lograr el desplazamiento de Yrigoyen. Fuera de sí, levantó los brazos y exclamó! Me han traicionado! Pide un revolver para suicidarse, naturalmente nadie se lo proporciona, seguidamente toma su sombrero y quiere huir antes que llegue Uriburu. Abalos procura disuadirlo y le sugiere constituir el gobierno en alguna de las unidades militares leales a la constitución. Por un error de información del coronel Grosso Soto, se creía que el arsenal de guerra, sede del comando de represión, había caído en poder de los revoltosos. Martínez se mantuvo en su posición de abandonar el gobierno, e incluso impidió que Abalos ingresara en el ascensor privado de la presidencia cerrando de un golpe la puerta de acceso. Abalos y un grupo de amigos se trasladaron de inmediato a la planta baja e impidieron que Martínez abordara el automóvil que lo estaba esperando. Se resiste repitiéndose escenas anteriores clama: Mantenme he sido traicionado. Martínez cree que está rodeado de enemigos, Abalos le acerca un vaso de agua para calmarlo y este lo rechaza, piensa que el ministro quiere envenenarlo. Finalmente, luego de grandes esfuerzos, logran que el vicepresidente se constituya nuevamente en ámbitos de los despachos presidenciales. (Juan José De Soiza Reilly-Entretelones de la Revolución de Setiembre-Caras y Caretas-Buenos Aires 24 de junio de 1939). En la Casa Rosada solo quedan como autoridades nacionales Martínez y Abalos, acompañados por los teniente coroneles Gregorio Pomar y Andrés Noble, Atilio Larco , el capitán López Jordán, el Dr. Lorenzo .Torres y algunos más. Ministros, secretarios, legisladores y otras autoridades, prudentemente se habían retirado después del mediodía. El Canciller Oyhanarte, luego de violento altercado sostenido con Martínez, se constituyó en el domicilio de Yrigoyen asistiéndolo en esas difíciles circunstancias. En tanto en el comando de defensa instalado en el Arsenal de guerra, permanecía el ministro Elpidio González junto a los generales Severo Toranzo, Enrique Mosconi, los coroneles Avelino Álvarez y Nicasio Adalid. Esperan las órdenes de Martínez para comenzar las operaciones contra los rebeldes, órdenes que nunca llegan, y que González totalmente desconcertado, no se anima a impartir, no obstante los requerimientos del general Toranzo Una de las cuestiones que generó numerosos comentarios acerca de la conducta del vicepresidente, revelada por Abalos, fue la expresión. ¡Me han traicionado!, pronunciada durante las alternativas de su renuncia. Dice Dellepiane es como si claramente les dijera:” Esto no era el convenio. Me hicieron creer que yo quedaba”. En este supuesto se le imputó a Martínez haber acordado un pacto con el general Uriburu en desmedro del radicalismo y del Presidente Yrigoyen .En este sentido, circula una especie ( no comprobada) de un acuerdo entre ambos personajes, por el cual el general se comprometía a encabezar un movimiento limitado a concretar una solución legal ante la crisis de gobierno. (Guillermo Gasió op.cit.). El relato de Abalos dio lugar a otros incidentes. En marzo de 1932 regresó de su exilio en Uruguay y abordado por algunos periodistas, ansiosos por conocer detalles de los últimos momentos del gobierno radical, reveló algunos episodios del fatídico seis de setiembre. Al parecer los comentarios fueron reproducidos en diarios de la ciudad de Córdoba y mencionados en reuniones políticas. Naturalmente, Martínez se sintió aludido y envió un escrito al Dr. Luis Guemes, presidente del comité nacional de la Unión Cívica Radical, solicitando la formación de un tribunal de honor que juzgase su comportamiento durante las horas que estuvo al frente de la primera magistratura. La solicitud fue rechazada, ya que el comité estimó que dada la índole de la cuestión, excedía sus facultades para acceder a lo peticionado. En vista de esta resolución, Martínez publicó en el diario La Nación un extenso documento titulado Ante el tribunal de la opinión, en el que deslindaba toda responsabilidad en los hechos acontecidos. En uno de sus párrafos dice: La verdad, la austera verdad que refirmará la historia, dirá siempre que la revolución fue hecha contra un gobierno que no ejercí, y que fue vencedora porque fallaron los medios para impedirla. Aunque el documento contenía algunas certezas, cayó muy mal y no convenció a la opinión política de los radicales. Abalos replicó duramente a Martínez (Tribuna Libre Bs.As. Marzo 8 de 1932-“Abalos levanta el velo”) negó sus conclusiones y describió la actitud medrosa del exvicepresidente. Por entonces, también el General Severo Toranzo, el Teniente Coronel Gregorio Pomar y Atilio Larco, emitieron sus opiniones refutando las aseveraciones de Martínez. Este último por su parte, publicó un nuevo documento (La Razón Marzo 27 de 1932) en la que calificó a Abalos de “Tilingo con ridículas pretensiones de héroe”. Indignado Abalos, exigió a Martínez una amplia retractación de los términos injuriosos, o en su defecto, una reparación por las armas. El lance se efectuó el 28 de marzo en un solo asalto de seis segundos de duración. Los padrinos y facultativos presentes, decidieron suspender el enfrentamiento; Martínez recibió una estocada de pómulo a pómulo, herida que le obstaculizó la visión. Hay un hecho de significación histórica que permite interpretar los sentimientos de los radicales de aquél tiempo. Cuando Yrigoyen recuperó su libertad, recibió a José Benjamín Abalos, con afecto le refirió lo difícil que era vivir como un radical de principios. Martínez gastó varios viajes desde Córdoba con la intención de entrevistarse con el viejo caudillo, les hizo saber a quienes procuraban concretar el encuentro, que deseaba no ver nunca más a su exvicepresidente. El Dr. José Benjamín Abalos, notable médico cirujano era oriundo de Santiago del Estero, pero desarrolló toda su vida profesional y política en Rosario. Su padre, el Dr. Benjamín Abalos, destacado abogado y jurista se desempeñó como juez de cámara en la justicia santafesina, fue electo diputado nacional cuando se implementó la Ley Sáenz Peña en el país. En sus años de juventud anduvo entreverado en las barricadas de la revolución del noventa, donde selló una imperecedera amistad con Leandro Alem. Abalos fue el referente del caudillo radical en Santiago del Estero. Descendiente de antiguas familias pobladoras del noroeste argentino, era portador de la estirpe noble de los criollos del interior. Cuentan algunas crónicas periodísticas, que cuando su domicilio en Rosario o su residencia en Funes, eran celosamente vigiladas por los agentes del gobierno de Justo, Abalos que había individualizado a sus cancerberos, mortificados muchas veces por las inclemencias del tiempo, les franqueaba las puertas de su hogar, departía amablemente con ellos sin que faltara el mate y algunas copitas de caña para mitigar el frio. Yrigoyen invitó a su hijo José Benjamín para que lo acompañara en su gestión, no solo por sus antecedentes como director de la Asistencia Pública de Rosario, diputado provincial, cónsul argentino en Francia, profesor y Decano de la Facultad de medicina y luego Rector de la Universidad, sino especialmente por su lealtad personal. En el año 1916 se convocaba al electorado para concurrir a las primeras elecciones presidenciales que se realizarían bajo el imperio de la Ley Sáenz Peña. Los radicales de Santa Fe estaban divididos, eran necesarios los 19 votos de los disidentes para obtener mayoría absoluta en el Colegio Electoral y consagrar la fórmula presidencial Yrigoyen-Luna. Los conservadores se lanzaron a la conquista de los disidentes, se dice que Marcelino Ugarte “el petiso orejudo” como lo llamaban sus adversarios políticos, había ofrecido un millón de pesos a repartir entre los electores. Incluso se le ofreció al gobernador Lheman integrar el binomio presidencial, que los conservadores pensaban digitar en el Colegio Electoral. Este último y Ricardo Caballero ex vicegobernador de la provincia, quedaron como árbitros de la elección presidencial. Intentaron negociar su posición con Yrigoyen, quién se negó rotundamente por considerar que esa era una práctica innoble entre radicales. Los amigos de Don Hipólito querían convencerlo, ya que en su empecinamiento, el radicalismo perdía la oportunidad de llegar al gobierno nacional. Les respondió el caudillo: “Que se pierdan mil gobiernos antes de vulnerar la conducta de inflexible austeridad que ha sido la norma de su trayectoria”. Tras esas frustradas gestiones, Yrigoyen se evade de Buenos Aires y se recluye en uno de sus campos, ordenando al personal que no deje pasar a persona alguna. En Rosario Abalos inicia una campaña expresando que los radicales disidentes no podían olvidar las luchas y anhelos que llevaban en comunidad con los correligionarios de todo el país. La hora imponía la obligación moral de los electores de votar sin condiciones la fórmula radical. Caballero recapacita y aconseja sufragar en esa dirección. Yrigoyen será presidente, pero nunca olvidara el gesto del Dr. José Benjamín Abalos. (De Soiza Reilly op.cit.) Producido el golpe del 6 de setiembre de 1930, tanto civiles como militares, comenzaron a conspirar contra el gobierno de facto de Uriburu, y más tarde contra el presidente Justo que llegó al poder mediante comicios fraudulentos. A menos de cuatro meses de la asonada septembrina, se intenta en Córdoba un alzamiento con la participación de Amadeo Sabattini, Donato Latella Frías y Humberto Cabral. Más de 150 personas son detenidas y remitidas a la Penitenciaría nacional. En febrero de 1931 se produce otra sublevación encabezada por el General Severo Toranzo, que al igual que la anterior, es enérgicamente reprimida. La dictadura convencida del desprestigio del radicalismo, toma una decisión riesgosa y convoca al electorado de la provincia de Buenos Aires para elegir a sus poderes ejecutivo y legislativo. Para desconcierto total del gobierno, en las elecciones de abril triunfa la fórmula radical integrada por los doctores Honorio Pueyrredón y Mario Guido. Renuncia el ministro Matías Sánchez Sorondo, pero el ejecutivo anula las elecciones e igualmente las convocatorias en otras provincias. Clausurada la vía de los comicios, los yrigoyenistas están convencidos que solo una revolución puede obligar el retorno a la legalidad constitucional. Dos grupos de militares y civiles trabajan en ese sentido, el primero encabezado por el Coronel Francisco Bosch en Buenos Aires, y el segundo por el Teniente Coronel Gregorio Pomar en el Litoral. Abalos está conectado con ambos jefes y recibe la comisión de reunirlos para unificar criterios de acción revolucionaria. A tales fines convocó una entrevista en Rosario, donde también estuvieron presentes los doctores Alejandro Greca y Diógenes Antille, militantes radicales que ocuparon puestos de responsabilidad en gobiernos santafesinos. El hermano de este último, Armando Antille, era abogado defensor de Yrigoyen, el que naturalmente fue encarcelado, quedando el ex presidente sin representación legal alguna. En la mencionada reunión se resolvieron algunas cuestiones consideradas como fundamentales. Se acordó que el Coronel Francisco Bosch asumiría el comando del movimiento revolucionario, quedando Gregorio Pomar como Jefe de estado mayor. Triunfante la revolución, la junta provisoria, entregaría el mando de la República al presidente de la Corte Suprema de Justicia él que, dando cumplimiento a la ley de acefalia, debía llamar a elecciones generales en todo el país. Se estableció además, que ningún militar en retiro o en actividad, podía ocupar puestos públicos ajenos a la índole de su profesión. En los trabajos prerrevolucionarios estaban comprometidos numerosos civiles y jefes, oficiales, suboficiales de distintas guarniciones del ejército, inclusive del Regimiento 11 de infantería con asiento en Rosario. Días después Bosch le informó a Abalos, que por gestiones del Teniente Coronel Márquez, había tenido una entrevista con el General Agustín P. Justo, quien uniéndose al movimiento aseguró el concurso de importantes unidades del ejército. Este paso, según la opinión de Bosch, significaba el pronunciamiento unánime del ejército, y consiguientemente estimaba la conveniencia que Justo asumiera la jefatura del movimiento. Le solicitó a Abalos consultar la iniciativa con Pomar y otros jefes comprometidos. Este último opuso serios reparos, recordando para ello la actuación de este militar en los sucesos del 6 de setiembre, pero recapacitando acerca de los importantes intereses en juego resolvió aceptar. Sin embargo, otros jefes, se resistieron en aprobar la sustitución del comando, por razones coincidentes con las expresadas por Pomar. Se desconfiaba, como luego se demostró, de la lealtad del ex ministro de guerra del Presidente Alvear. Esta posición era sostenida por los tenientes coroneles, Sabino Adalid, Roberto Bosch (hermano de Francisco), Atilio Cattáneo, Arce García, Grosso Soto, Aníbal Montes, Viñas, Ibarra y el mayor Ricci. (José Benjamín Abalos-Campaña pro-repatriación del teniente coronel Gregorio Pomar-Folleto publicado por el diario “La Opinión” de Rafaela). Atilio Cattáneo coincide con los relatos de Abalos y dice que Justo era el Jefe de la revolución que debía estallar en junio. Pero el astuto general pidió su postergación, el objetivo de su accionar consistía en presionar al gobierno de Uriburu para que llamase a elecciones presidenciales, jugando a dos puntas, él tenía sus aspiraciones, contaba con el apoyo de los conservadores, los socialistas independientes y los militares que abandonaban el barco de Uriburu. Cuando tuvo seguridades que el proceso político se encaminaba por el curso deseado, renunció a la jefatura del movimiento. Los oficiales comprometidos no aceptaron la postergación del golpe que, descontando el pronunciamiento masivo del ejército como se les había asegurado, resolvieron lanzar la revolución el 20 de julio de 1931. Según Abalos, en el litoral se contaba con el concurso de, de los regimientos 9, 10, 11 y 12 de infantería, dos batallones de ingenieros con asiento en Paraná, el regimiento 3 de artillería en Goya y el 11 de caballería. Pomar levantaría el 9 de infantería en Corrientes, Cattáneo haría lo mismo en Tucumán y el mayor Álvarez Pereyra se apoderaría del Chaco con personal del distrito militar de Resistencia. En Rosario oficiales comprometidos, apoyados por grupos civiles comandados por Abalos, sublevarían el Regimiento de infantería, y coparían las fuerzas de seguridad de la ciudad. Producida la renuncia de Justo, sorpresivamente se ordenan traslados y se ponen en disponibilidad a diversos oficiales. Las delaciones se multiplican, Abalos es detenido el 29 de mayo en la estación Rosario Norte, en momentos que descendía del tren que lo conducía desde Buenos Aires, de inmediato, fue remitido incomunicado a la Penitenciaria nacional. En Corrientes Pomar subleva el 9 de infantería, pero en la refriega resultó muerto el Jefe del mismo, Teniente Coronel Lino Montiel. Los revolucionarios marchan sobre la ciudad, toman la casa de gobierno y desalojan al interventor Atilio Dell¨Oro Maíni. En Resistencia Álvarez Pereira logra su cometido, pero Cattáneo fracasa en Tucumán. Pomar advierte que unidades comprometidas no se pronuncian, lo habían engañado y él había engañado a los oficiales al hablarles de un compromiso general del ejército. El 21 el golpe había fracasado, Pomar disolvió las milicias y se refugió en Paraguay. Dice Lisandro de la Torre que Uriburu después de la revolución de Corrientes quedó preso de una camarilla militar que le impuso la candidatura de Justo. El historiador estadounidense Robert Potash, comenta que el coronel Juan Bautista Molina, secretario de la presidencia, reunió a los oficiales uriburistas para comunicarles que el general Justo era el candidato de Uriburu..El gobierno notifica a los dirigentes radicales, Alvear, Pueyrredón, Noel y Tamborini que deben abandonar el país. Como prueba de complicidad se esgrime una carta secuestrada que Abalos había dirigido a Pomar, expresándole la inacción culpable de los cuadros dirigentes en oportunidad del levantamiento. Abalos, como señalamos anteriormente, se encontraba detenido en la penitenciaría, de modo que el levantamiento que debía encabezar en Rosario no se ejecutó. Sin embargo, como él mismo nos dice, mediante “nobles conductos” conspiraba y mantenía comunicaciones con el comando de Pomar en Paraná y los amigos de Rosario. Entre estos emisarios que transmitían instrucciones y mensajes de Abalos se hallaban: Héctor Fourquet, José Guillermo Bertotto, Rodolfo Goyenechea, Juan del Matti, José Ramón Arias y Arturo Abalos (hermano de José Benjamín). Héctor Fourquet era un personaje singular. Admirador incondicional de Yrigoyen y amigo personal de Abalos, poseía una holgada posición económica que le permitía vivir como “un bon vivant”, frecuentaba los ambientes del Club del Progreso, el Círculo de Armas y tenía amigos influyentes en el Cuerpo diplomático que le posibilitaban entrar y salir del país con mucha facilidad. Era el emisario internacional y clandestino de los radicales yrigoyenistas. Al parecer nunca ocupó cargos oficiales, toda su actividad era gratuita y desinteresada. Cuando Abalos se encontraba refugiado e internado en San José (R.O.del Uruguay), Fourquet era portador ante las convenciones de Rosario y Santa Fe de su posición y pensamiento político. Posiblemente pasó durante largo tiempo desapercibido para las autoridades policiales, sin embargo en 1933 fue detenido en Rosario. Rodolfo Goyenechea, el “Chato” para los amigos, comisario, ocupó el cargo de Jefe de policía de Rosario durante los gobiernos radicales. Sus contactos con las fuerzas de seguridad en todo el país, le permitían eludir molestas vigilancias. Arreglaba encuentros y viajes de incógnito de notorios yrigoyenistas. José Guillermo Bertotto, director del diario “Democracia”, era frecuente correo entre Pomar y Abalos, publicaba proclamas y noticias de ambos dirigentes en el exilio. El Dr. Juan del Matti, transmitía directivas del movimiento a los radicales de Santa Fe y el sur de la Provincia. Arturo Abalos era agente para todo servicio de su hermano, estuvo a punto de ser detenido en diversas ocasiones ya que intervino en la Paz y Concordia en auxilio de los sublevados .En la penitenciaría Abalos sufrió un ataque de apendicitis, fue internado e intervenido quirúrgicamente en el sanatorio Belgrano. Sus amigos aprovecharon el incidente para planificar su fuga, Arturo Abalos y Ramiro Cinto se concentraron esperando la ocasión oportuna. Tal circunstancia se produjo en momentos en que los enfermeros practicaban una curación al Dr.Abalos, el centinela impresionado se desvaneció. Ramiro Cinto distrae al personal del sanatorio, en tanto Abalos mediante una sábana se desliza de su habitación hacia la calle. Arturo coloca unas almohadas en la cama para simular que el convaleciente seguía en su sitio. En las inmediaciones dos automóviles esperaban al dirigente revolucionario, a su bordo, los doctores Aldazábal, García Paz y el chofer José Ramón Arias. Raudamente partieron en dirección a Luján, advirtiendo los viajeros, que en la premura habían dejado en el sanatorio a Arturo librado a su suerte. Fueron detenidos sin consecuencias por una patrulla, pero debieron practicar un gran rodeo para dirigirse a Pergamino y de allí a Rosario. En nuestra ciudad lo esperaban José Guillermo Bertotto y Armando Chiodi, alojándose alternativamente en los domicilios de Rodolfo Goyenechea, Faustino Infante y Augusto Longhi. Se entrevistó con oficiales y suboficiales del regimiento 11 de infantería, en tanto el Dr. Longhi completaba el plan de fuga. Acompañado de Ramiro Cinto, ex secretario del ministro Pérez Colman, que además era piloto de aviones, se dirigieron a Buenos Aires adquiriendo en una casa importadora un flamante biplaza de la acreditada marca germana “Junker”. Volaron hacia Carcarañá aterrizando en un campo dispuesto por Longhi. Unas cien personas, entonando las estrofas del himno nacional, despidieron a Abalos y a Cinto, que luego de algunas horas de vuelo lograron aterrizar en una cancha de fútbol en Fray Bentos. La dictadura no le perdía pisada, David Uriburu Prefecto de la Policía Federal y pariente del dictador, destacó a Leopoldo Lugones (h) titular de la sección orden social para investigar a fondo las actividades de los yrigoyenistas en Rosario. Se instaló en el despacho del Coronel Rodolfo Lebrero a cargo de la jefatura de Policía. Este último fue el que ordenó en setiembre de 1930, el inicuo fusilamiento del obrero catalán Joaquín Penina, acusado de imprimir volantes contra la dictadura. Lugones con el concurso de los comisarios Kern, Etchart y Sempé, ordenó la detención de los doctores Roque Coulin, Juan del Matti, José Guillermo Bertotto y Héctor Ardigó. El Dr. Ardigó era ajeno a las actividades revolucionarias de los radicales, pero era evidente que Lugones intentaba involucrar a los yrigoyenistas con organizaciones políticas vinculadas al anarquismo o al comunismo internacional. Igualmente detuvo a José Ramón Arias, que según la publicación nacionalista “Bandera Argentina”, y el periódico “La Tierra” era hombre de tendencia comunista y fiel asistente del Dr.Abalos. Allanó el sanatorio particular de este último, ubicado en bulevar Oroño a metros de calle Urquiza y detuvo al administrador Pedro González Pérez. En su alucinante investigación, pretendía que el atemorizado administrador, confesara ser el autor o el conductor de dos cartas supuestamente firmadas por un tal “Pedro Manrique” y dirigidas desde Rosario a Uruguayana. Según sus referencias, en esta última ciudad, se hallaba el sanatorio del profesor Almézaga, refugio de emigrados políticos, entre ellos, el Dr.Abalos. Pérez González, bajo apremios ilegales, involucró a Arias en la investigación, de donde Lugones después de descifrar algunos párrafos de las mencionadas cartas, dedujo que el misterioso “Pedro Manrique”, era el chofer particular de Abalos. En ellas solicitaba la suma de 600 pesos, un fusil y el alquiler de un piso en cercanías de la Casa Rosada, desde donde pensaba atentar contra la vida de Uriburu, luego de lo cual se suicidaría. La fabulación de Lugones era tan burda, que al parecer, ningún juez tomó en serio su denuncia .El 20 de febrero de 1932 asume Justo la Presidencia de la Nación. Dos días después se levanta el estado de sitio, y en marzo un decreto dispuso una amplia amnistía que alcanzó a los detenidos y exiliados Provincia. Arturo Abalos era agente para todo servicio de su hermano, estuvo a punto políticos .Abalos regresa a Buenos Aires, según “Tribuna Libre”, una comisión especial lo recibió en la dársena de Puerto Nuevo, en tanto un público que calculaba en tres mil personas, lo aclamaba con entusiasmo. La escena se repite al día siguiente, al ingresar en súnchales el tren que lo conducía desde Buenos Aires. Una caravana de automóviles lo acompaña a lo largo de bulevar Oroño, siguiendo la manifestación hasta Plaza de Mayo, donde el Dr. Del Matti y otros dirigentes, pronuncian encendidos discursos. Luego en el comité departamental, ubicado en calles Mitre y San Lorenzo, Abalos saludó a los manifestantes que diarios locales estimaban en seis mil personas. Terminaron las demostraciones, con un gran banquete ofrecido en el “Cifré”, ocupando la cabecera de la mesa junto al homenajeado, los doctores Calixto Rodríguez, Elías de la Puente y Armando Chiodi. El 3 de julio de 1933 muere Hipólito Yrigoyen. Su desaparición decide aún más a los yrigoyenistas a proseguir los intentos revolucionarios. Es así como en los meses siguientes se reinician los contactos con los coroneles Bosch y Pomar. Abalos se reúne con el Dr. Ovidio Molinas, se decide que este prestigioso abogado asuma la responsabilidad de dirigir el movimiento en la ciudad de Santa Fe, juntamente con el Dr. Alejandro Greca ex ministro de gobierno. El Dr.Abalos por su parte se comprometió a sublevar Rosario y ciudades del sur de la provincia. A tales fines se entrevistó con Clemente Gómez Grandoli, Rafael Dreller, Eulogio Molina y Julio Ayala, dirigentes de Cañada de Gómez. La junta revolucionaria de Rosario, presidida por Abalos, quedó constituida por Elías de la Puente, Roque Coulin, Juan del Matti, Emilio Cardarellí, José Guillermo Bertotto y Alejandro Nimo Los delegados de los diversos núcleos decidieron fijar como fecha del pronunciamiento el día 29 de diciembre, que coincide con la asamblea de la Convención Nacional del radicalismo que tendría por sede la ciudad de Santa Fe. Predominaba el sector “antipersonalista” que reconocía la conducción de Alvear, fortalecido luego del fallecimiento de Yrigoyen. El viejo caudillo, en la última etapa de su vida, apoyaba la política conciliatoria de Alvear frente al Gobierno de Justo, no creía por entonces que la lucha armada fuese la solución adecuada para el país. Trataba de convencer a sus fervientes partidarios de este giro de su pensamiento, con afecto pero con ironía solía decir: ..Y Abalos como andan los cuarteles!! (Félix Luna-Yrigoyen) .Sin embargo, a los yrigoyenistas no le faltaban razones, secuencia de los golpes de estado, fueron los gobiernos fraudulentos, que regularmente marginaron la voluntad de las mayorías argentinas. Los radicales y el mismo Alvear, como se demostró históricamente, fueron víctimas del sistema. En la Convención, preside las delegaciones del comité nacional, el Dr. Alvear, acompañado de un brillante elenco de personalidades: Ricardo Rojas, Adolfo Guemes, Enrique Mosca, Carlos N. Noel, Honorio Pueyrredón, José Luis Cantilo, Raúl Rodríguez de la Torre, Alberto J. Paz, entre otros. El día 27 de diciembre se encuentran la mayoría de los convencionales en Santa Fe, dispuestos a decidir si el partido radical concurriría a las elecciones de marzo de 1934 o si se abstendría. Previo a comenzar las sesiones el Dr. Alvear, acompañado por el convencional Mario Guido, hace una visita protocolar al Gobernador de la provincia Dr. Luciano Molinas. En tanto los yrigoyenistas santafesinos comenzaron a distribuir en el Teatro Municipal una serie de panfletos, en los que instaban a los convencionales a votar por la posición abstencionista. En uno de sus párrafos expresaban: “Votad por la abstención intransigente, hoy más justificada que nunca; y no olvidéis que Abalos conspira para devolverle al país la libertad que nos dieron nuestros padres y abuelos”. Otro de los volantes decía: “Convencionales Nacionales, que vuestras decisiones se inspiren en los intereses de la Patria y no en ventajas electorales de discutida significación. Que cese el poder de los herederos de la dictadura..Y finalizaba afirmando; y habrá cesado el estampido de los cañones revolucionarios que alienta la romántica y libertaria figura de José Benjamín Abalos”. Algunos convencionales eran concurrentitas, otros abstencionistas, pero muy pocos estaban informados del golpe que se preparaba. El 28 de diciembre último día de la convención, por amplia mayoría se aprueba el despacho elaborado por la comisión de asuntos políticos, que enfáticamente declaraba la abstención radical. El 29, en las primeras horas de la madrugada, estalla la sublevación en Santa Fe. Automóviles transportando civiles, circulando por la calle 9 de julio, penetran en la Plaza San Martín. De los mismos descienden unas cincuenta personas, quienes a la explosión de un cohete volador, que era la señal convenida, comienzan el ataque al cuartel de bomberos. Otros automóviles se detienen frente al portal de la Jefatura, con intención de copar su entrada principal. A la cabeza de los mismos avanza Emilio Madeo, fervoroso yrigoyenista, quien, con una bomba en las manos, intenta subir la escalinata de la entrada principal del edificio. Un disparo le da en la frente y cae fulminado, igual suerte corre su hermano Domingo, son las primeras víctimas de esos trágicos acontecimientos. Por esas horas, en Rosario, Cañada de Gómez, San Jerónimo y Carcarañá, los yrigoyenistas han ganado la calle. El Dr. Abalos, debía encabezar el levantamiento en Rosario, pero reclamado de urgencia desde Paso de los Libres por el coronel Roberto Bosch, tuvo que resignar esa responsabilidad en la junta revolucionaria local. Tal requerimiento se debió a que imprevistamente Pomar, al frente de un campamento de adiestramiento cercano a Uruguayana, había sido detenido e internado por autoridades brasileñas. En Rosario el plan de la junta revolucionaria, consistía en tomar el cuartel del escuadrón de seguridad, la subprefectura, la Jefatura de policía y las comisarías de la ciudad. En los días 26 al 28 se ultimaron los preparativos. Arturo Abalos, se reunió en el hotel “Hansa”, ubicado en la cortada Sargento Cabral, con la junta revolucionaria a los fines de coordinar los movimientos, y presuntamente se acuerda sobre los términos de la proclama dirigida a la ciudadanía. Sixto Sosa y José Ramón Arias, bajo nombres supuestos, alquilan un local en calle 9 de julio al 3400, donde depositan gran cantidad de armas largas y 200 bombas de mano. Eduardo Núñez, en una casa de Urquiza y Lavalle, organiza grupos de asalto. Nazareno del Monte, oculta en un corralón de Avenida Pellegrini, cuatro camiones y dispone el traslado de voluntarios de localidades vecinas. Vecinos En Acción calle Dorrego entre Córdoba y Rioja, Emilio Viale y Ernesto Viale Abalos, reúnen gente armada con el objeto de atacar la Jefatura de Policía. Esta idea fue desechada debido a que los guardias y armamentos del edificio fueron reforzados con ametralladoras pesadas por orden del Jefe de policía Eduardo Paganini. En Alberdi, Rodolfo Goyenechea, caudillo yrigoyenista, alerta a sus amigos para tomar por asalto a la comisaría de la zona. Se preparan automóviles y se reparten brazaletes como distintivos del alzamiento. En la madrugada del día 29, un grupo integrado por unas cien personas, transportados en automóviles y camiones, provistos de armas largas y bombas de mano, atacan el cuartel del escuadrón de seguridad, ubicado en calle 1º de Mayo entre San Juan y Mendoza, mientras otro numeroso grupo se acerca a pié por calle Alem. El primero en advertir la presencia de los rebeldes, es el soldado Antonio González Torres que estaba de centinela, quien, al momento de dar la voz de alarma es derribado por un certero disparo. También resultó herido el comandante del escuadrón. Siguió un intenso tiroteo, desde los automóviles se arrojan numerosas bombas, quedando un lamentable saldo de 9 muertos y varios heridos. Ante la imposibilidad de tomar el cuartel, los atacantes deciden replegarse hacia calles céntricas de la ciudad. Del mismo modo fueron rechazados los atacantes de la subprefectura ubicada en el bajo frente al edificio en construcción de la nueva Aduana, entre la cortada Sargento Cabral y calle Maipú. En el repliegue de las fuerzas, se producen nutridos tiroteos en calles del centro urbano; Sarmiento y Córdoba, Entre Ríos y Urquiza, Presidente Roca y Rioja. San Luis y Dorrego, etc. La comisaría 8ª en San Luis entre Crespo y Vera Mujica, es atacada por más de veinte combatientes, del grupo se desprende uno de ellos que porta dos bombas de mano, pero una descarga lo derriba mortalmente, luego de intenso fuego por ambos lados, el grupo rebelde desiste de su cometido. Iguales resultados se anotan en los ataques a otras comisarías. La única repartición policial que cae en poder de los sediciosos es la comisaría de Alberdi. Según informa el diario “La Capital”, el saldo de la trágica madrugada ha sido de 14 muertos y numerosos heridos registrados en los diversos enfrentamientos. A media mañana, la revolución está vencida, las fuerzas gubernamentales toman la ofensiva y comienzan los allanamientos. En el domicilio de la familia Rodríguez Medina en calle Moreno al 1700, se habían reunido un numeroso grupo de sediciosos, que atacaron a fuerzas policiales destacadas en San Luis y Dorrego. Al allanarse el mencionado domicilio, mediante la ayuda de refuerzos, pudo detenerse a nueve integrantes de dicha familia, que no obstante el desbande por las azoteas vecinas de otros combatientes, aún intentaban resistir el procedimiento.
Posted on: Wed, 19 Jun 2013 16:22:12 +0000

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