EL HOMBRE PARA LOS DEMÁS Parte 7 J. L. MARTIN DESCALZO Un amor - TopicsExpress



          

EL HOMBRE PARA LOS DEMÁS Parte 7 J. L. MARTIN DESCALZO Un amor realista Amor, esta es la palabra clave y la que nos descubre el concepto que verdaderamente tenia Jesús sobre la humanidad. Karl Adam describe perfectamente las características de este amor: Es un amor del máximo realismo, que difiere igualmente del entusiasmo ingenuo del que diviniza lo humano como del fanático que lo maldice. Se trata del amor consciente de un hombre que conoce las más nobles posibilidades de la humanidad para el bien, así como sus tendencias más bajas, y a la que, a pesar de todo, se entrega de todo corazón. Este «a pesar de todo» hace su amor incomparable, tan único, tan maternalmente tierno y tan generoso, que permanecerá inscrito para siempre en el recuerdo de la humanidad. Es sumamente atractivo analizar en la fisonomía de Jesús, este amor a los hombres, cuyo rasgo fundamental será la compasión de sus sufrimientos, compasión en su primitivo significado: padecer con otro. Esta última es, evidentemente, la característica que diferencia sustancialmente la antropología de Jesús de todas las de los demás pensadores o filósofos. Muchos han discurrido sobre la condición humana, algunos han querido revolucionarla, nadie se ha metido tan radicalmente en esa miseria del hombre; nadie -y menos viniendo desde las felices playas de la divinidad- ha aceptado tan plenamente ese dolor, esa pobreza, ese cansancio, ese mismo pecado que Jesús tomó sobre sí e hizo suyo. En Jesús hay una mezcla sorprendente de servicio a una gran idea y de atención a los pequeños detalles humanos. Es propio de todos los genios el haberse engolfado de tal modo en su tarea, que llegan a ignorar a quienes les rodean. Miran tan a lo alto, que pisotean por el camino a las hormigas. No pasa así en Jesús. Viene nada menos que a cambiar los destinos del universo, y se preocupa de acariciar a los niños, de llorar por sus amigos o de que tengan comida quienes le siguen para escuchar su palabra. Nunca un líder tan alto se ocupó tanto de cosas tan bajas. Nunca nadie tan centrado en lo espiritual tuvo tan fina atención a los problemas materiales. Nunca nadie estuvo tan radicalmente «con» los hombres. Con todos. Pero especialmente con los pobres y los oprimidos. Hay en Jesús una especialísima e innegable dedicación a los habitualmente marginados por la sociedad: los miserables, los pecadores, las mujeres de la vida. los despreciados publicanos. Un jefe extraño éste, que había venido a servir y no a ser servido y que se arrodillaba, como un esclavo, para lavar los pies a sus discípulos (Jn 13, 1-18). Esta su extraña dedicación a lo más humilde y sucio de la humanidad desconcertaría a sus contemporáneos y a los poderosos de todos los tiempos. Entonces, le acusaban de convivir con publicanos, borrachos y pecadores. Ahora, procuran sentarle en tronos dorados para que se nos olvide que vivió -según pregona el titulo de una reciente obra sobre él- en malas compañías. Pero, guste o no a los inteligentes, la verdad es que nació en un pesebre entre dos animales y murió en un patíbulo entre dos ladrones. Y, en medio, hay una larga vida de mezcla con enfermos, extranjeros, mujeres despreciadas y miserables de todo tipo. Y esta predilección que vemos en la práctica, la encontramos también en la teoría. Cuando cuenta quién es el prójimo, señala a quien yace en el sufrimiento y la miseria (Lc 10, 29). Cuando nombra a los preferidos de su Reino, éstos son los pobres, los que lloran, los que tienen hambre, los perseguidos por la justicia (Lc 6, 20). Esta predilección no es, no obstante, una opción de clase. Si sería incorrecto dar a las bienaventuranzas una interpretación puramente mística, no lo sería menos convertir a Jesús en un luchador social que ama a éstos contra aquellos. Tendremos que volver más de una vez sobre este tema. Baste hoy decir que, sin excluir esta predilección basada en la apertura de espíritu que tiene el pobre y las ataduras que amenazan y casi siempre amordazan al rico, es claro que la salvación que Jesús anuncia y vive es universal y sin exclusiones. Admite también a los ricos. Conocemos sus relaciones con Simón el fariseo (Lc 7, 36), con Nicodemo, doctor de la ley (Jn 3, 1 ) con el rico José de Arimatea (Mt 27, 57). Y entre las mujeres que le siguen nos encontramos a una Juana «mujer de Susa, procurador de Herodes» (Lc 8, 3).
Posted on: Mon, 24 Jun 2013 21:50:57 +0000

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