El principio del fin de los Callejas de: Armando Ortiz La - TopicsExpress



          

El principio del fin de los Callejas de: Armando Ortiz La convocatoria se realizó desde el domingo 22 de septiembre. Los maestros estaban convocados a reunirse en la escuela Normal Veracruzana. El plan era partir hacia la sección 32 del SNTE para tomar las instalaciones. Desde antes de las 10 de la noche empezaron a llegar. Si bien era un buen grupo, no eran lo suficiente como para la empresa que pensaban llevar a cabo. Se les veía optimistas, abundaban los rostros jóvenes, llevaban sus chamarras, si bien la lluvia no se decidía, la noche soltaba un vaho condensado que salpicaba sereno. Entre ellos comentaban que un contingente de Las Choapas estaba por llegar, también esperaban a maestros de Coatzacoalcos, los de Playa Vicente ya estaban llegando. Y es que los maestros del sur se sentían agraviados. Cuentan que en el desalojo de la Plaza Lerdo, algunos maestros del Sur fueron agredidos, lastimados por los garrotes eléctricos de los policías. El agravio se convirtió en afrenta hacia el líder Juan Nicolás Callejas Arroyo, quien se atrevió a afirmar que no hubo violencia en el desalojo, que todo era invento de las redes sociales; se la estaban guardando. «Ya se le salieron los borregos del corral», decía un maestro mientras tomaba café. «¿Dónde está el café?», preguntó otro. Le señalaron dónde y se dirigió hacia allá. El maestro recién llegado comentó. «Nos trataban como sus sirvientes; de hecho éramos sus sirvientes. Los Callejas tienen en sus ranchos a muchos maestros de empleados. Los caballerangos, los que les hacen el aseo, los que les preparan la comida, los que les lavan los coches. Todos son empleados que le prestan un año de servicio para poder obtener una placita, al menos de intendente». Otro añadía: «Pero ellos bien que reparten plazas a sus amantonas, a sus hijos, a sus incondicionales, conozco una de sus putas que tiene hasta tres plazas». La espera seguía pero no se les veía la impaciencia. Cerca la medianoche se decidió que no iban a ir a las instalaciones de la 32 hasta que no llegaran los maestros del Sur. «Pero que nadie se vaya, esta lucha no termina hasta que termina». En un rondín que hiciera por las instalaciones de la sección 32, ya rumbo a mi casa, me di cuenta que todo parecía estar en calma. Había muchas camionetas afuera, hombres recargados en los vehículos platicaban, como esperando algo. En el edificio las luces estaban encendidas. A las 12 de la noche alguien bajaba por el elevador panorámico, el tipo se parecía mucho a mí; me acordé de una película de Polanski. Un grupo más nutrido se encontraba en el estacionamiento del cerro de Macuiltépec, donde se pone un puesto de jugos. Eran varios, llenaban el estacionamiento; eran hombres recios, de aspecto rudo. Cuando pasamos nos empujaron con la mirada. Cerca del hospital, una patrulla de la policía estatal había detenido a dos morros, un grupo de seis valientes policías los estaban interrogando. Apenas pasaba de la medianoche. 8:20 am. Por la mañana, ya en las oficinas de la sección 32 del SNTE, ubicadas en la calle de Saltillo, en la colonia Progreso Macuiltépec, los maestros empezaron a llegar en autobuses. Al principio no eran tantos como se ha visto en las marchas, pero poco a poco fueron llegando los contingentes, quienes eran recibidos por el olor de las fritangas de los puestos de comida. Cada que un autobús llegaba con maestros, quienes los recibían gritaban: «Sí se ve, sí se ve, ese apoyo sí se ve». 8:35 am. Los maestros empezaron a rodear las instalaciones, todas las puertas estaban custodiadas. En la azotea del edificio algunos tomaban fotos, los maestros les contestaban tomándoles fotos a ellos, era como si se aventaran mentadas de madre unos a otros. Los de la azotea no tenía tipo de maestros, demasiado robustos se metían las manos en las bolsas de sus chamarras, como si escondieran un arma; uno de los maestros me preguntó, «¿estarán armados?». No supe contestar. Los hombres rudos portaban en el brazo izquierdo un distintivo naranja. Afuera los maestros seguían gritando. 8:50 am. Cerca de las nueve de la mañana el grupo había crecido. La gran mayoría se apostó frente al portón del estacionamiento. Un grupo de maestros por la ventanita del portón dialogaba con los del interior. «Yo les garantizo que si salen por las buenas no les va a pasar nada. Pero si los maestros tumban la puerta, entonces yo no respondo de las consecuencias. Es mejor que salgan por las buenas». Los de adentro decían que no iban a entregar las instalaciones. Entonces un grupo de varones empezaron a golpear el portón. Empujaban con fuerza. Se veía que el portón no iba a resistir las embestidas. 9:15 am. Los maestros se turnaban para empujar. Junto con sus manos, su coraje era el ariete con el que pensaban derribar un cacicazgo de más de 30 años. Otros golpeaban la chapa con una varilla, querían romperla. Después de esa embestida volvieron a dialogar con los de adentro; no querían ceder. Afuera se escuchaban los gritos: «No vale la pena que se arriesguen por sus líderes corruptos», «Callejas es un ladrón», «El problema no es con ustedes, queremos a los Callejas». 9:35 am. Después de tres intentos de negociación y de los mismos intentos por abrir el portón, cuando éste estaba a punto de caer, los de adentro decidieron salir. Los maestros aplaudieron literalmente la decisión. Decidieron que iban a salir por las buenas, los del diálogo les aseguraron que no se iba a tocar a nadie, se iba a respetar la integridad física de los que salieran. Se intentó hacer una valla de mujeres para garantizar la integridad de los desalojados. Entonces, como si hubieran pronunciado las palabras mágicas, el portón se abrió. 9:45 am. El primero en salir fue un maestro que había ido a hacer un trámite, salió y manifestó apoyo a sus compañeros. Una mujer de edad, seguramente empleada, salió y fue auxiliada por un maestro para que no tropezara. En ese momento varios autos empezaron a desalojar el estacionamiento, más o menos unos 20, al final salieron dos camionetas que iban repletas de hombres rudos, “los golpeadores” ya se habían quitado su distintivo naranja. En ese momento los maestros estallaron en júbilo. «Sí se pudo, sí se pudo, sí se pudo», «somos docentes, no delincuentes, somos docentes, no delincuentes». 9:55 am. Eran las 9:55 de la mañana, los maestros tomaron las instalaciones de la sección 32 del SNTE, el primer golpe a los Callejas había sido asestado. Armando Ortiz aortiz52@hotmail
Posted on: Wed, 25 Sep 2013 17:58:46 +0000

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