Es mentira que el actor -¿Cómo se llamaba? Hayden Christensen, cierto- que hizo de Anakin sea malo. Es un personaje complejo, multidimensional que requería ser mal actuado. Y él le dio todo: su mejor mala actuación. Qué pretendían ¿Que Darth Vader recitara Othello? Bueno, casi: “¿Qué he hecho?” se desesperó al descubrirse un juguete del destino. Después asesinó a todos los niños aprendices sin mover un músculo facial. Eso es entrega, generosidad que no busca lucimiento. Y además suplicó que por favor lo dejaran habitar el traje con respirador, pese a que nadie iba a notarlo. Anakin es mucho más rico que Luke. Su motivación para cambiar, asumir la maldad por amor. Para enfrentar como un héroe la fatalidad que iba a autocumplir. Su hijo, un nabo engendrado en Naboo. Deprime que un gil así fuera la nueva esperanza. Que el llamado a restablecer el balance en la fuerza fuera ése. Un bodrio, la República. Es raro que el personaje central sea el más chato. Leia es todo poder. Una mujer que proyecta valentía, dignidad, la capacidad para hacerse cargo en momentos difíciles. Ella es la verdadera esperanza. Yoda, ni hablar. Desde su irrupción, la sabiduría y hablar al revés son una misma cosa. Palpatine es uno de los personajes políticos más profundos que hayan existido.Ian McDiarmid se llama el tipo. Encarna al idealista pragmático. Es decir, todo “¡Poderr ilimitadoooo!”, exclamó mientras la electricidad de sus propias manos lo quemaba. El ascenso del totalitarismo. La supresión de la libertad en nombre de la libertad. La banalidad del mal, cada vez más banalizada por citarla cuando viene o no al caso. La dualidad de instaurar el mal con la convicción de que es el bien. Orwell. Las primeras dos pelis -en orden narrativo- sobran. Pero podría reemplazarse toda la carrera de Ciencia Política con el Episodio 3. Para qué tenerlos cinco años leyendo a Hobbes, Arendt y Maquiavelo. Si ahí está todo.
Posted on: Mon, 02 Dec 2013 16:13:58 +0000
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