Fragmentos de mi último libro Al Final del Arcoíris, primera - TopicsExpress



          

Fragmentos de mi último libro Al Final del Arcoíris, primera edición publicada en 2.013. Editorial Imaginante, género novela. Fragmento del capítulo 12: Facundo Peralta sonreía. Era condescendiente con su compañero. Conocía sus limitaciones y le tenía afecto. A veces, conversar con él se ponía difícil. Pero el Pichi era hombre de gran paciencia. -Una vida digna significa plantearte metas, conseguir los recursos y luego lograrlas. -¡Ah! Cosa de guita, ¿no?. Si no hay tarasca, la vida... ésa se te va a la mierda... -No necesariamente. El dinero, como objeto para lograr el éxito es un concepto capitalista. Trotsky y Marx creían en otras cosas. La felicidad no puede pasar solo por lo económico. -Pero, Pichi, sin guita... ¡que lo parió!. Corrés la coneja, ¿no? -Sí. Tenés razón. Hay dos franjas que limitan la satisfacción del hombre. Una inferior. Cuando estás por debajo de ella el dinero te bastardea; la otra es una banda superior, cunado la traspasás el dinero te esclaviza. Con abundancia también podés ser miserable. El hombre debe desarrollar su existencia entre esas dos bandas. ¿Entendés, boludo? Pegote pensó un rato la respuesta, revisando minuciosamente los carteles. -Y...sí. Algo. Si tenés mucha guita también te vas a la mierda. Y si no la tenés, te cagan igual. ¿No es así, Pichi? -Algo así. Más o menos. -Che, Pichi. ¿Y eso que andan diciendo por ahí? Lo de las matanzas. -¿Qué matanzas? -De los pendejos que militan. Dicen que los cagan a tiros en la calle. De noche... la yuta hace operativos y también los milicos. La tele mucho no dice. ¿No habrá problemas con estos carteles? A ver si todavía... El Pichi miró a Pegote, detenidamente. Acomodó sus anteojos para verlo mejor. Era un desposeído, pero aun así tenía mucho que perder. Cuestiones materiales, no. Pero hijos, una mujer, esperanzas de un futuro mejor. Ése representaba el capital que arriesgaba. ¿Cuanto valen estas cosas?... -Quedáte tranquilo, pibe- le dijo intentando animarlo-. No estamos haciendo nada malo. ¿No es cierto? -Ya sé, Pichi, ya sé. Pero los pajeros en el café hablan. -No te preocupes. Eso es parte del cambio. Para tener una sociedad justa, debemos hacer estas actividades. Somos personas pacíficas. Nos manejamos de acuerdo a la ley. La revolución de las ideas no viene sola. Hay que laburar para lograrla. Pero sin violencia física. -Claro, Pichi. Vos sos un "troesma"... Sabía que Pegote sentía reverencia por él. Esta situación empeoraba la responsabilidad que le cabía por su discípulo. A veces, sus propias palabras le parecían huecas y arriesgadas. En esa sociedad de los años setenta, el miedo podía respirarse en las calles. La violencia marca el ritmo del mundo. Produce las grandes transformaciones sociales y personales. Los avances científicos. Las expresiones artísticas como antítesis a sus explosiones, o como rostro simbólico de los subyacente en ella. Crecer, el desarrollo celular... Todo es violento. Duele. Expandir la actividad neuronal representa un territorio de lucha. Todo cambio produce miedos básicos. Al ataque, a la pérdida... Podemos justificar desde distintas ideologías el uso de la violencia para la mejora social. De hecho, lo han realizado todos los dictadores y represores de la humanidad. Gobiernos militares, civiles o extrañas mezclas circunstanciales. A veces tiene forma de violencia física. Asesinatos, torturas, sangre en las calles. Otras, se manifiesta como violencia intelectual, represiones institucionales y prohibiciones. También tenemos la violencia familiar, con las terribles huellas indelebles que deja en el carácter de las personas. No hay altar más reverenciado que el de la diosa violencia... El Pichi observó a Pegote. Desenrollaba los carteles con gran decisión. Tuvo deseos de decirle lo que sentía. "No lo sé, Pegote. Tal vez haya mucho riesgo en esto. Quizás nos maten, o nos secuestren y torturen. O peor aun, que a nadie le importe un carajo lo que hacemos". Pero no habló. En ese momento llegó Gaby, presto a colaborar con los preparativos para la salida. Pegote, una vez terminada su faena, decía: -Ya están todos los carteles, Pichi. Son cincuenta. ¡Hola, flaquito!... Facundo Peralta se encogió de hombros, diciendo a media voz: -Bueno, subílos a la caja así terminamos con el engrudo. Vení, Gaby, ayudame... Horas más tarde, se perdían en el rastrojero de Pegote rumbo a una muerte anunciada. (El relato continúa en el libro) Abel
Posted on: Mon, 29 Jul 2013 18:05:36 +0000

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