HALIE SELASSIE - EGOLATRA Y DICTADOR En el terreno social, la - TopicsExpress



          

HALIE SELASSIE - EGOLATRA Y DICTADOR En el terreno social, la Etiopía de Haile Selassie no cambió sustancialmente en medio siglo de reinado TOTALITARIO. Su labor de gobernante consistió, en esencia, en llevar a su culminación el proceso iniciado desde comienzos del siglo XIX, dirigido a consolidar el poder de la aristocracia feudal, para lo cual fue necesario vencer a otros elementos aristocráticos menos inteligentes, más apegados a maneras de producir y de pensar francamente anacrónicas. Haile Selassie fue una especie de Bismarck, pero sin abandonar las posiciones de clase de la feudalidad. Se aburguesó en grado mínimo. Temía —con razón— que el desarrollo económico capitalista desarrollara a la clase obrera, abriera el país a las ideas revolucionarias, diera origen a una intelectualidad numerosa que vería con ojos de asombro primero y de repudio y asco después su ENDIOSAMIENTO, su avidez de riquezas, poder, gloria personal. Al mismo tiempo, la resuelta oposición de Haile Selassie al desmembramiento del país por las potencias colonialistas europeas contribuiría a que la nación le concediera la máxima autoridad, de la cual él abusaría por egoísmo de clase y egolatría y avidez de tirano. Representante de señores feudales que desde 1880 (y antes inclusive) habían sido capaces de oponerse a las incursiones europeas en el sur, suroeste y este del país, evitando su caída bajo el dominio extranjero, y que también habían ido progresivamente centralizando su poder estatal en un complejo proceso que Haile Selassie completó, hay un hilo lógico en su política que determina su conducta frente al fascismo y explica su aureola internacional. En lo interno, el orden feudal no era y no podía ni quería ser sino feudalismo. A medida en que desde el norte avanzó ese orden rumbo al centro y al sur del inmenso país de más de un millón de kilómetros cuadrados ( décimo del continente africano en extensión) el destino de los campesinos fue haciéndose peor y peor. La comunidad campesina se vio condenada a muerte, lo mismo que el paternalismo de débiles señores. Las masas campesinas fueron convertidas en siervos y, de hecho, en esclavas. Haile Selassie abolió por completo la esclavitud de los prisioneros de guerra para reducir a una "real esclavitud a las amplias masas laboriosas". En efecto, en 1931 apareció el decreto imperial que daba libertad inmediata a los esclavos durante los funerales mismos de su amo. Cuatro años después, la institución como tal se declaraba abolida. En 1933, a tenor de ello, 1 427 esclavos fueron emancipados y 3 647 al año 41 siguiente, según cifras oficiales. Sin embargo, muchos murieron siendo esclavos mucho después de 1935. El gobierno no vigilaba con gran celo que las leyes abolicionistas se cumplieran, y los señores, la iglesia, los mercaderes, los altos oficiales y funcionarios, hacían lo indecible por dejar convertir en herrumbre las cadenas. En lo político, las reformas fueron algo más efectivas. Ello favorecía a la clase feudal dominante, en cuanto transformaba su orden en más... ordenado. En nada beneficiaba a los de abajo. La primera Constitución que tuvo el Estado etíope (1931) consagraba su centralización. El centro: Addis Ababa, y el centro del centro: el Emperador. Un Parlamento con dos Cámaras no hacía sombra al Monarca absoluto. Sólo él designaba los senadores. Los miembros de la Cámara Baja eran elegidos entre y por los nobles, pero siempre previa consulta de cada propuesta al Emperador. En todo caso, ese Parlamento ornamental tenía que limitarse a aprobar los decretos del Emperador. Como todo Estado moderno, el etíope requería de un ejército profesional. En busca de un poder extranjero que no 42 albergara apetitos respecto a Etiopía, se le pidió.a Bélgica el asesoramiento militar. Los primeros aviadores fueron entrenados por ella mientras se construía el primer aeropuerto y se adquirían en Bruselas los primeros aviones militares. A los doce años de poder, Haile Selassie no habría podido enorgullecerse de su obra educacional. No obstante, lo hacía. Las treinta escuelas elementales y secundarias que tenía en 1930 le parecían muchas. Cuando fue destronado en 1974, tras medio siglo de mando, dejaba 95 % de analfabetos y unos seis mil estudiantes universitarios en un país de treinta millones de habitantes. En cambio, la capital fue remozada convenientemente. Las frías alturas del Monte Entotto, de más de 2 800 ra, con su río y sus paisajes de una extraordinaria belleza verde, se prestaban a levantar un cascarón de lujo, de amplias avenidas y palacios, en el cual las "villas miserias" que lo rodean escaparan al huésped de los céntricos hoteles modernos, como el esplendoroso Hilton. En 1887, la capital había recibido el nombre de "Addis Ababa" “(Nueva Flor" en amárico) con el alegato de que era el resurgimiento de la “Ababa” (“Flor”) que siglos atrás había existido en otro sitio del país. El fundador del título de Emperador, Menelik II, fue también el de la capital única para todo el país. Descubrimientos arqueológicos vinieron en apoyo de la egolatría enfermiza de Haile Selassie. Una de las teorías acerca del surgimiento de la humanidad dice que ella pudo haber surgido dentro o en los alrededores de Etiopía. En Gambore, una aldea sacada del fondo de la tierra, cuya edad se calcula en- millón y medio de años, aparecieron fósiles, instrumentos de trabajo y objetos, junto al asombroso esqueleto de una muchacha de unos veinte años de edad que se .calcula vivió hace cuatro millones de años. Haile Selassie no sólo no resolvió el problema nacional, sino que lo agravó. Como representante del grupo feudal más poderoso, de origen amara, siempre procuró discriminar y oprimir a las demás nacionalidades. Además de una pugna de intereses, se trataba también de evitar que la verdadera división a destacar —la de clases— se pusiera de relieve. La revolución recibiría como herencia el problema nacional. El de Eritrea y Ogaden, en primer término.. El imperialismo, la reacción árabe y las fuerzas clasistas contrarrevolucionarias internas, verían en este problema un "talón de Aquiles" para combatir el único proceso histórico, por revolucionario y socialista, capaz de resolverlo. Haile Selassie encontró y dejó un país predominantemente agrícola. El poco desarrollo industrial de Etiopía —y éste fue uno de los boquetes abiertos de golpe en la nave del mito del semidiós ajeno a intereses materiales— se hizo en provecho personal del Emperador. Rey de feudales, era él apenas el único burgués en la clase dominante. En 1974, la industria daba sólo el 8 % o menos del Producto Nacional. Su agricultura, más del 90 %. Pero paradójicamente, sólo un quinto de la tierra cultivable se trabajaba. Un factor de esto es social: el feudalismo. Otro, climático: se tenía preferencia por las alturas. La población rural se concentró secularmente en las regiones del norte y el centro. La densidad de población es en ellas muchas veces la del sur. Haile Selassie encontró y dejó a una gran masa de los campesinos (no menos de dos millones cuatrocientos mil de un - total de seis millones) carentes por completo de tierras, los cuales debían asentarse en condiciones feudales en propiedades de terratenientes absentistas. Las rentas a pagar iban del 50 al 75 % del producto agrícola. Cuando la sequía del Wollo mató el 1 % de la población de todo el país, los sobreviventes comprendieron que el sistema de propiedad de la tierra típicamente feudal, que no permitía al campesino guardar nada para la época de las "vacas flacas" y que, por el contrario, los mantenía desnutridos, casi desnudos, trabajando catorce horas con azadas de palo como siglos atrás, era el mayor culpable. Este fue otro golpe para que hiciera agua el imperio y la encarnación más odiosa. En contraste con la miseria, la pobreza y el desamparo de las masas, en el otro extremo brillaban la opulencia, el despilfarro, el lujo. Una sola familia terrateniente poseía alrededor de veinte millones de hectáreas de tierra: la familia Biry, de la provincia de Harar, y dominaba a más de setecientos mil campesinos. ¿Es de extrañar que en 1976 el cabeza de esa familia cayera en combate al frente de un verdadero ejército privado, tras incendiar, matar, sabotear por todos los medios, alzado contra la reforma agraria que desconocía el título de “ras” de su fallecido padre y que hizo dueños a los campesinos que eran sus siervos? ¿Sorprende el que fueran los propios campesinos los que le acosaran día y noche hasta darle caza, como a uno de esos lobos que de noche merodean en las afueras de Addis Ababa? Naturalmente en tiempos de la agresión fascista, el Emperador exiliado tuvo que hacer promesas al pueblo para aumentar la resistencia siempre heroica que no dio tregua al invasor en parte alguna y que motivó su derrota cuatro años antes de la caída del fascismo. Después de la victoria sobre el ocupante italiano, las masas exigieron que las promesas se cumplieran y en su ingenuidad política creían que el propio Emperador era su mejor amigo. No lo veían parte del sistema sino por encima de él. Buen amo de todos, en el camino entre la Tierra y el Cielo, entre los Hombres y Dios. En 1942 salieron nuevos decretos ratificando la abolición de la esclavitud. En 1950 nadie podía “ver” un esclavo, aunque se vieran nuevos campesinos pobres o nuevos criados sujetos a todo tipo de humillaciones dentro de la misma piel que conoció cadenas. Al fin el sistema “gabar” fue enterrado, en la misma tumba que la esclavitud. En lo sucesivo, los cuarteles en las localidades tendrían un lugar en el presupuesto central, y los militares, un sueldo fijo, que saldría de Addis Ababa y no directamente de la escasa comida de las familias campesinas, aunque fueran ellas las que seguirían siendo aportadoras —contra su miseria eterna— de los fondos del tesoro público. Etiopía no dejaba de ser Etiopía, pero se modernizaba. También el sistema de impuestos experimentó cambios. Se fijó uno en dinero no sólo sobre las tierras cultivadas, sino sobre las improductivas. Esto abrió paso al surgimiento de una burguesía rural. Comerciantes y 46 burócratas de las ciudades pudieron adquirir tierras ociosas. En otros casos los terratenientes extendieron los cultivos. A veces devolvieron al Estado tierras que algún día inmemorial habían tomado El Estado era Haile Selassie, quien así pudo, ser generoso en el reparto de grandes parcelas entre la incipiente burguesía rural que formaban sus amigos dentro de los " Jóvenes Etíopes" y en la administración del país. Como el Emperador estimulaba a los grandes propietarios al aburguesamiento, demostrándoles que era más fácil adquirir obreros agrícolas asalariados que campesinos y que podrían obtener mejores dividendos, los cambios eran aceptados sin mucho refunfuño. La propaganda oficial que inundaría toda el África presentaría a Haile Selassie como un padre de la Reforma Agraria. El mayor tropiezo lo reveló la Iglesia. El clero se opuso al menor cambio, hasta que el Emperador pudo sobornarla y controlarla. Ella pretendía que el feudalismo que siempre había existido siguiera en todo igual. De este modo, en el paisaje de Etiopía apareció algo de capitalismo, sin que desaparecieran las dos clases fundamentales de toda su historia: feudales explotadores y campesinos explotados. Haile Selassie se las arreglaba para ser el arbitro superior, más allá de las pugnas por aspiraciones y derechos encontrados. Todos acudían a él. Haile Selassie, al tiempo que aplastaba sin misericordia las revueltas, sabía también —arte muy suyo— derramar lágrimas por los abusos de buenos hijos que no prestaban debida atención a sus consejos ni a las reglas cristianas. Aconsejó moderación a Jos feudales y llegó a establecer un Comité Especial que dictaminaría con justicia en el problema agrario. Entre las medidas de alivio escritas con "inercuro cromo" se dictó la siguiente: distribuir parcelas pertenecientes al Estado entre los campesinos más hambrientos y darles préstamos en dinero. En 1961 se repartieron parte de las tierras estatales de la provincia de Arussi, cercana a la capital, entre los hombres que las labraban y se les brindaron préstamos para comprarla. Siguiendo con los actos teatrales, en 1965 la firma imperial apareció en una Ley que, respecto a las rentas, creaba el tope de 50 °/o de ¡as cosechas y ello en el caso de que el campesino empicara ganado de tiro y semillas facilitados por el terrateniente. También se prohibía que el señor metiera las manos en los bolsillos de “sus” campesinos para pagar sus propios impuestos. Tras esta firma, los campesinos en todo el país y los estudiantes en Addis Ababa aclamaron al Emperador. Pronto la Cámara de Representantes aprobó la Ley. El Senado, sin embargo, la vetó. El Emperador prometió que él seguiría luchando por su pueblo campesino. En 1955 se había establecido otra Constitución que difería de la anterior en la forma. Su lenguaje era más refinado y demagógico y ciertamente contenía promesas —que luego debían recogerse en leyes complementarias— de ciertos cambios sociales. Desde luego, la esencia del sistema permanecía inmutable. El poder imperial se tornaba aún nu’.s solido Así, la Cámara Baja pasaba a ser elegida por el voto universal y secreto, con lo que se hacía un poco más susceptible a la presión popular. El Senado seguía siendo designado por el índice con las sortijas más deslumbradoras del mundo. Con todo, la campaña electoral de 1957 daba un margen, ciertamente muy pequeño, pero importante en un país donde nunca existió alguno para el debate público. En varias tribunas y periódicos se abogó por la Reforma Agraria de la cual el Emperador aparecía como campeón. En diciembre de 1960 estalló en Addis Ababa la sublevación del oficial apellidado Mengistu. Ella también fracasó. Sin embargo, presentó la novedad de la consigna de imponer la reforma, además de ser el antecedente de la actuación del ejército en 1974 contra el Emperador. Haile Selassie quiso avanzar en un terreno menos minado: la educación. No puede decirse que mucho ni lo posible. Hizo algo. En 1950 abrió una Universidad, para los hijos de los ricos, naturalmente. Le dio el nombre que consideraba más honroso y augusto, el suyo, y buenos edificios. Permitió que los jóvenes salieran al extranjero a estudiar especial a Estados Unidos(no era este BABILON??). Hizo una Biblioteca, así como algunos teatros y cines. Llegó a una cifra que le pareció record ya que el 5 °/o de la población infantil tenía posibilidades de ir a escuelas primarias. En fin, creó el rango de Primer Ministro para que en el extranjero apreciaran que su política evolucionaba de acuerdo con los tiempos. Buscaba particularmente ser “aceptado” por Estados Unidos, cuya protección anhelaba, receloso de los viejos colonizadores europeos y también de la Unión Soviética. Le era imposible no tener relaciones diplomáticas con la última debido a su apoyo contra el fascismo, pero el régimen social soviético le producía el temor que cabe suponer. El Emperador no se sintió tranquilo hasta que no 49 transformó al país en el más seguro aliado militar de Washington en África. En la economía, la postguerra se caracterizó por un proceso que la Revolución de 1974 debió cortar en seco. La Etiopía feudal abrió las puertas al capital extranjero, en particular norteamericano. Haile Selassie buscaba así un vínculo permanente con Occidente que le pusiera a salvo de las conmociones que la rebelión de Nasser había introducido en la zona y más tarde de las revoluciones que estallaban desde Viet Nam a Cuba, mientras la URSS y el campo socialista acrecentaban su presencia en el mundo y las ideas de profundos cambios sociales sacudían todo el llamado Tercer Mundo. Todo esto dio lugar a un proceso paradójico, aunque no inédito en la historia: Haile Selassie fue mal comprendido arriba y abajo y criticado desde la “derecha” y desde la izquierda. La entrega de bases militares a Estados Unidos y las facilidades para que llegara con sus dólares y "modo de vida”, provocaban descontento en los sectores sociales más aristocráticos y entre los más pobres. La corriente de cierto aire fresco auspiciada por el auge tímido, aunque indudable, del capitalismo, había permitido la aparición de ideas marxistas entre algunos intelectuales y estudiantes y facilitado objetivamente algunas acciones de protesta de las masas más oprimidas, lo que irritaba a la nobleza. Por supuesto, ambos fenómenos tenían un sello de espontaneidad y no rebasaban el horizonte de la lucha contra un enemigo inmediato: patrón o terrateniente. El Estado al servicio de las clases explotadoras escapaba y mucho más su jefe absoluto. Desde la acera opuesta, los elementos más conservadores tampoco aceptaban que su dominio fuera menguado por competidores extranjeros y preferían seguir "la marchita" sin mucha modernización en las formas de explotación. Tampoco la Iglesia Copta simpatizaba con pennilir la actuación de otras religiones, como la protestante que prolifera en Estados Unidos. Verdadero as del equilibrio, Haile Selassie siempre sabía hablar el lenguaje adecuado a las circunstancias. En la Liga de las Naciones ganó fama por sus frases contra el fascismo, que indudablemente respondían al interés de combatirlo, como hacía el pueblo etíope con todo heroísmo, pese a que defender a aquella Etiopía significaba defender en lo inmediato el régimen dominante que asfixiaba, estrujaba y embrutecía a las masas populares. En la postguerra Haile Selassie afianzó su imperio pero orlándolo de cierta democracia formal. Su política exterior de postguerra, muy activa, tuvo igual estilo. A la hora de ceder bases al mismo país que retomaba los pasos del fascismo en el antisovietismo y la cruzada mundial anticomunista, para cubrir esa traición, hacía de Addis Ababa la sede de la Organización de la Unidad Africana y el gobierno imperial se presentaba como No Alineado, amante de la paz y hasta progresista. Cuando se quita toda escoria demagógica, se aprecia que el crecimiento económico mínimo que propició Haile Selassie fue a costa de impo-tantes concesiones al capital imperialista. Estados unidos y Alemania Occidental recibieron aquellas que les permitían durante medio siglo la prospección y extracción del petróleo que parece hay en Etiopía, en especial en Ogaden. El conjunto de la minería de materiales raros cayó también en manos foráneas. Igual ocurrió con las comunicaciones y el transporte terrestre y aéreo. En las industrias se produjo todo un reparto: La azucarera, Holanda; la textil, Gran Bretaña y Bélgica; la química, Japón; la energía, Francia. En fin, Etiopía país feudal con un capitalismo embrionario, quedó neocolonizada. Bien pronto se encontraría llena de deudas y sin perspectivas de un real desarrollo. Con treinta millones de habitantes, el total de obreros de Etiopía no llegó a doscientos mil. El Emperador se vanaglorió mucho de haber creado la Banca Nacional. En realidad se limitó a quitarle a los ingleses, cuando se vieron obligados a retirarse en 1954, la concesión que en materia bancaria habían obtenido en 1905. Menelik II había introducido el primer papel moneda en 1915 por medio del llamado Banco de Abisinia. Pero la Banca bajo Haile Selassie no sólo debía imprimir moneda con su retrato entre exponentes de la flora y fauna del país —lo que la Revolución suprimiría—, sino que le permitió amasar y sacar de Etiopía hacia Suiza esa asombrosa fortuna cuyo monto exacto se desconoce pero que indudablemente es una de las mayores, de las jamás acumuladas por un individuo. En consecuencia, la revolución tenía que ser, en sus primeros momentos, además de antifeudal, también antimperíalista y antiburguesía burocrática, los dioses no matan a su pueblo de hambre, ni los esclavizan a una vida de tortura.Es fácil endiosar a alguien sin saber la verdad de la historia y sin haber vivido lo que vivio el pueblo de Etiopia en aquellos tiempos.
Posted on: Fri, 28 Jun 2013 04:55:59 +0000

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