Historia de los Bautistas A la par con el movimiento reformador, - TopicsExpress



          

Historia de los Bautistas A la par con el movimiento reformador, liderado al principio por Lutero y Zwinglio, surgió otro movimiento que entendía que aquellos reformadores no habían llegado lo suficientemente lejos en su apego a las Escrituras del NT. Por eso se le ha denominado como “Reforma Radical”. Es de este grupo que surgen los Bautistas modernos que estudiaremos a continuación. EL PROBLEMA DEL ORIGEN ¿De dónde surgen los bautistas? Los historiadores bautistas no dan la misma respuesta a esta pregunta. Algunos relacionan el origen de los bautistas con grupos antipaidobautistas que aparecieron muy temprano en la historia de la Iglesia. Estos historiadores piensan que la denominación bautista tiene un parentesco espiritual con aquellos grupos que se opusieron al bautismo infantil, como los novacianos (s. III), los donatistas (s. IV), los paulicianos (s. V), los valdenses (s. XII), y así sucesivamente. Otros sostienen que la historia bautista se remonta al tiempo de los apóstoles. Éstos historiadores, llamados “sucesionistas” por su insistencia en poder trazar una sucesión de creyentes bautistas que algunos llevan hasta Juan el Bautista incluso, pretenden poseer todos los eslabones de una cadena que nos lleva hasta la iglesia primitiva. Pero, si bien es cierto que el espíritu no conformista que caracterizó a los bautistas puede rastrearse a través de toda la Historia de la Iglesia, y que el movimiento bautista guarda cierta relación o parentesco con algunos de estos grupos medievales, la denominación bautista como tal nace en Inglaterra en el siglo XVII. Es a partir de este punto que podemos verificar una línea ininterrumpida de iglesias bautistas hasta nuestros días. Como bien señala el historiador Justo Anderson: El bautista es un cristiano apostólico, puesto que una iglesia, aunque recién organizada sí lo es sobre el Nuevo Testamento, es más apostólica que aquella Iglesia que puede trazar su sucesión a los apóstoles, pero, que se ha apartado de los principios apostólicos. La cuestión de la veracidad es mucho más importante en el estudio de la historia bautista que la cuestión de la antigüedad, porque la antigüedad de principios es muy distinta a la antigüedad de organización. Y más adelante añade: “Este es el dilema de la historia bautista. Es, al mismo tiempo, vieja y nueva.” LOS PRECURSORES A. Los inicios en Zurich En este punto de nuestra historia, debemos regresar unos años atrás al inicio de la reforma en Zurich. Como vimos en la lección 5, el movimiento reformador en Suiza comienza con la conversión de Zwinglio. Debido a su trasfondo humanista, Zwinglio reunió muy pronto alrededor de sí a un grupo de jóvenes intelectuales, interesados primariamente en el estudio de los clásicos griegos. En 1521 se unió a este grupo un joven llamado Conrad Grebel (1448-1526), que había iniciado sus estudios humanistas unos años antes en las universidades de Basilea, Viena y París. Zwinglio introdujo a estos jóvenes al estudio del Nuevo Testamento griego, de tal manera que algunos de ellos, no sólo hicieron profesión de fe, sino que también se convirtieron en celosos reformadores. Grebel era uno de ellos. Pero pronto surgieron algunos problemas. Menos de tres años después, algunos de estos jóvenes llegaron a ciertas convicciones distintas a las de Zwinglio; entre los puntos de divergencia estaba el asunto del bautismo infantil y la relación de la Iglesia con el estado. Dado que no pudieron ponerse de acuerdo con su mentor y maestro, el 21 de enero de 1525 un grupo de 15 hombres se reunió en la casa de Félix Manz para determinar lo que habrían de hacer, ya que el municipio de Zurich les había dado ocho días de plazo para retractarse de sus convicciones y bautizar a sus hijos. Uno de los presentes esa noche proveyó el siguiente relato: Sucedió que estábamos juntos hasta que cayó sobre nosotros una tremenda ansiedad… Caímos de rodillas ante el Dios Altísimo y oramos que nos indicase su voluntad divina… porque no fue una cosa de carne y de sangre que los impulsaba, puesto que bien sabían que significaba sufrimiento. Después de la oración, Jorge Cajacob se levantó y rogó que Conrado Grebel le bautizase con el bautismo cristiano correcto en base a su fe y conocimiento. Grebel bautizó a Cajacob (también conocido como Blaurock) quien procedió de inmediato a bautizar a todos los demás. Así quedó constituida la primera iglesia de los hermanos suizos. “Está claro que fue esta la acción más revolucionaria de la Reforma. Ningún otro suceso simbolizó tan completamente el rompimiento con Roma. Aquí, y por primera vez durante la reforma, un grupo de cristianos se atrevió a formar una Iglesia según se pensaba que era el modelo del Nuevo Testamento.” A partir de ese momento Grebel se dedicó a una intensa labor evangelística; comenzaron a tener cultos en las casas y a practicar el bautismo a creyentes, por lo que fueron llamados “anabaptistas” o “rebautizadotes”. Esto desató una fuerte persecución contra ellos. Finalmente Grebel fue arrestado y encarcelado en Noviembre del 1525 junto con Blaurock y Manz. Grebel pudo escapar de su encarcelamiento y publicar un tratado sobre el bautismo; pero murió víctima de la peste alrededor de agosto de 1526. B. Baltasar Hubmaier (1480-1528) A la par de este movimiento originado en Zurich, algo similar ocurría en Moravia, en relación con el ministerio de Baltasar Hubmaier, uno de los hombres más importantes del movimiento anabaptista. Hubmaier nació cerca de Augsburgo, en el seno de una familia humilde. Estudió en la Universidad de Friburgo, donde fue alumno de Juan Eck. Ambos se profesaban una gran admiración, de tal modo que, cuando Eck dejó la universidad de Friburgo para enseñar en la Universidad de Ingolstad, Hubmaier se fue tras él, llegando a recibir allí su título de Doctor en Teología el 29 de septiembre de 1512. Luego fue ordenado sacerdote y nombrado como predicador y capellán de la Universidad, llegando a ser vicerrector en 1515. Al año siguiente dejó Ingolstad recibió una invitación para venir a ser el párroco de la Catedral de Regensburgo. Allí se vio envuelto en una campaña antisemita que desembocó finalmente en la expulsión de los judíos de la ciudad, convirtiendo luego la sinagoga abandonada en una capilla católica dedicada “a la hermosa María”. Muy pronto esta capilla comenzó a recibir un número cada vez mayor de feligreses, pues se había regado la voz de que en la nueva capilla se estaban produciendo varios milagros casi diariamente. Eso provocó la envidia de los monjes locales al ver menguar sus ingresos y su prestigio. Fue tal vez este factor el que llevó a Hubmaier a trasladarse a la ciudad de Waldshut en 1521. Allí continuó su labor como cualquier párroco de la Edad Media. Pero en junio de 1522 hizo un viaje a Basilea donde conoció a Erasmo y a Heinrich Glarean (que fuera maestro de Grebel). Allí también entró en contacto más directo con la Reforma, de modo que a su regreso a Waldshut decidió estudiar más a fondo el NT. Todo luce indicar que ese fue el año de su transformación. A partir de ese momento, las prédicas de Hubmaier evidenciaron que había abrazado la Reforma y, sobre todo, que había depositado su fe en Cristo. En medio de este proceso, Hubmaier recibe la invitación de regresar a Regensburgo, donde los habitantes quedaron profundamente sorprendidos por el cambio evidente de su antiguo pastor. Poco tiempo después regresó de nuevo a Waldshut, dispuesto a continuar la reforma allí. En 1 de marzo de 1523 hizo contacto con Zwinglio y con otros dirigentes de la reforma en Suiza, incluyendo a Conrad Grebel. A su regreso a Waldshut redactó un documento de 18 artículos los cuales serían la guía para la reforma en la ciudad. En estos artículos Hubmaier estableció claramente la doctrina de la justificación por la fe, los frutos de amor que la verdadera fe produce, el rechazo de la misa como sacrificio, el rechazo al celibato y el bautismo voluntario de los creyentes. Al año siguiente contrajo matrimonio con Elizabeth Hugline, quien resultó ser una esposa fiel y valiente. Pero sus actividades reformadoras pronto llamaron la atención de Fernando I de Habsburgo (hijo de Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla y, por lo tanto, hermano de Carlos I de España y nieto de los reyes católicos Fernando e Isabel). Primero envió una comisión al Concilio de la ciudad pidiendo que destituyeran al predicador, pero éstos se negaron a hacerlo. Luego llegó una carta del gobierno austriaco, en la que se les volvía a pedir que destituyeran “al que se decía doctor y predicador del pueblo, y a que escogiera en su lugar a otro predicador adecuado y piadoso que no mantuviera las condenadas doctrinas de Lutero.” Dado que la presión continuó arreciando, Hubmaier decidió salir de la ciudad para evitar una intervención armada. En septiembre de 1524 se dirigió a la ciudad de Schaffhausen. Allí escribió uno de los tratados más importantes de la literatura que produjo la reforma, titulado: “Concerniente a los herejes y a aquellos que los queman”, donde se proclamó abiertamente en contra de las persecuciones religiosas de cualquier tipo y el uso de la espada o el fuego para combatir la herejía, a la vez que abogó por la libertad de cultos. “Está claro para todos ahora, incluso para los ciegos, que una ley para quemar herejes es una invención del diablo. La verdad es inmortal.” Esta frase vino a ser el lema de su vida. En octubre de ese año, Hubmaier regresó a Wadlshut, donde fue aclamado por el pueblo como un héroe. Hasta el ayuntamiento hizo una fiesta a su favor. Para este tiempo, sus convicciones acerca del bautismo se habían asentado en su mente, como vemos en una carta que envió a un amigo el 16 de enero de 1525: “El significado de este signo y símbolo (el bautismo), la prenda de la fe hasta la muerte esperando la resurrección de la vida futura, tiene que considerarse como algo más que una señal. Su significado no pueden entender los niños, por eso es absurdo el bautismo infantil.” Más tarde, en abril de ese mismo año, Hubmaier fue bautizado con unas 60 personas. En mayo de 1525, Zwinglio publicó un panfleto titulado “Sobre el bautismo, el anabaptismo y el bautismo infantil”, donde rebatía el concepto anabaptista del bautismo de los creyentes. Hubmaier respondió en el mes de julio con una obra que tituló “El bautismo cristiano de los creyentes”. Este libro “es considerado por muchos como la mejor defensa del bautismo de creyentes jamás escrita.” Esta obra provocó otro debate en Zurich que concluyó con la proscripción de los anabaptistas y el encarcelamiento de Hubmaier, quien había huido a Zurich cuando las tropas austriacas entraron en Waldshut. Algunos piensan que Hubmaier pudo haber abrigado esperanzas de convencer a Zwinglio; pero lo que en realidad ocurrió fue que se le exigió que se retractara o sería expulsado de Zurich inmediatamente. Temiendo caer en las manos de Fernando I, Hubmaier se retractó. Pero muy pronto se retractó de su retractación y atacó el bautismo infantil luego de un sermón de Zwinglio, por lo que fue apresado inmediatamente. Pero fue fuertemente presionado y volvió a retractarse otra vez. Una vez liberado, Hubmaier se dirigió a Nikolsburgo (en la actual República Checa), una de las ciudades europeas más tolerantes en ese entonces debido, en parte, a la influencia de Juan Huss. Allí fue recibido con mucho entusiasmo por los evangélicos moravos, llevando a cabo un ministerio sumamente fructífero. Ese fue también un período de gran producción literaria; durante el 1526 y 1527 Hubmaier publicó unos 17 panfletos que fueron de mucha ayuda para los anabaptistas en los años siguientes. “Pocos de sus contemporáneos le excedieron en elocuencia, estilo y humor… Hubmaier fue un erudito cristiano cuyo conocimiento de las Escrituras no fue aventajado por ninguno de sus contemporáneos, y un teólogo capaz al que sólo excedió Calvino.” Lamentablemente, muy pronto estos anabaptistas moravos comenzaron a enfrentar grandes problemas. Por un lado, el grupo se dividió, ya que algunos se fueron detrás de Juan Hut, un fanático que esperaba la instauración del reino milenial en la tierra, a la vez que insistía en el uso de la espada contra los impíos para establecer el reino. Éste predijo que la segunda venida de Cristo habría de ocurrir el domingo de Pentecostés de 1528, a la vez que trató de reunir a los 144,000 elegidos a quienes selló bautizándolos y poniéndoles en sus frentes la señal de la cruz. Por otro lado, por orden del archiduque Fernando de Austria, Hubmaier y su esposa fueron apresados y llevados a Viena donde fueron condenados a la muerte; Hubmaier fue quemado vivo el 10 de marzo de 1528, y su esposa fue ahogada en el Danubio tres días después. Sin un liderazgo fuerte que los guiara, eventualmente los anabaptistas de Nikolsburgo dejaron de existir. Pero la influencia de Baltasar Hubmaier se habría de sentir por muchos años más debido a sus obras escritas. “En 1619 se las consideraba todavía tan peligrosas que fueron incluidas en el índice de libros prohibidos… que promovió la Inquisición española.” En un documento del siglo 17, su nombre aparece en una lista de grandes herejes sólo precedido por los nombres de Lutero, Zwinglio y Calvino. El mismo año en que murió Hubmaier, 1528, el emperador Carlos V “decretó la pena de muerte para los anabaptistas, apelando a una vieja ley romana, creada para extirpar el donatismo, según la cual quien se hiciera culpable de rebautizar o de rebautizarse debía ser condenado a muerte.” C. El desastre de Munster Luego de la muerte de Juan Hut, el movimiento se dividió; sin embargo, su mensaje apocalíptico continuó siendo proclamado por otros profetas, entre los cuales se encontraba Melchior Hofman. Aunque Hofman comenzó siendo un predicador laico luterano, más tarde rechazó la enseñanza de Lutero con respecto a la comunión y vino a ser seguidor de Zwinglio, para abrasar luego la doctrina anabaptista en la ciudad de Estrasburgo. Convencido de que él era el Elías que habría de preparar el camino para el retorno de Cristo, comenzó a proclamar que el día del Señor se estaba acercando y que en la ciudad de Estrasburgo se habría de establecer la Nueva Jerusalén. También instó a sus seguidores a abandonar el pacifismo que había caracterizado a los anabaptistas, “declarando que al aproximarse el fin sería necesario que los hijos de Dios tomaran las armas contra los hijos de las tinieblas.” Finalmente, Hofman fue encarcelado en Estrasburgo en 1533 hasta su muerte 10 años más tarde. Pero uno de sus discípulos, un panadero holandés llamado Juan Matthys, tomó el mando, declarándose a sí mismo como profeta del movimiento: así como Hofman era el Elías que había de venir antes del retorno del Señor, él era Enoc, el otro testigo de Ap. 11. Matthys procedió entonces a nombrar a 12 apóstoles, entre los cuales estaba Juan de Leyden, y además trasladó la Nueva Jerusalén a Munster, ciudad importante en la región de Westfalia. Mucha gente se aglomeró en torno a ellos; expulsaron al obispo de la ciudad y trataron de instaurar una teocracia que, según ellos, se ajustaría en todo a la Biblia, incluyendo la práctica de la poligamia, tal como se veía en la historia del Antiguo Testamento. A la muerte de Matthys, Juan de Leyden tomó el mando; y así como Hofman se comparó con Elías y Matthys con Enoc, Leyden era el rey David. Pero el obispo expulsado no se quedó de brazos cruzados; pronto reunió un ejército, compuesto por luteranos y católicos, y sitió la Nueva Jerusalén. La situación dentro de la ciudad se fue volviendo cada vez más desesperada, hasta que, finalmente, sus mismos habitantes abrieron las puertas para que entrara el obispo con su ejército. Lo que sucedió a continuación fue un terrible baño de sangre que habría de ser recordado por mucho tiempo, contribuyendo aún más a la mala fama que ya tenía el movimiento anabaptista. D. Menno Simons y los menonitas El desastre de Munster le puso punto final al ala revolucionaria del anabaptismo, pero no al movimiento como tal. Entre los anabaptistas más prominentes de esta nueva generación, uno de los más importantes es, sin duda alguna, Menno Simons, un ex sacerdote católico que abrazó el anabaptismo en 1536, el mismo año en que Juan de Leyden fue ejecutado. Simons nació en los países bajos, en 1496, cuatro años después del descubrimiento de América, 13 años después del nacimiento de Lutero y 30 años antes del nacimiento de Calvino. Fue ordenado para el sacerdocio en 1524, cuando tenía 28 años de edad. Por una razón que desconocemos, al año siguiente de su ordenación, Simons comenzó a tener serias dudas acerca de la misa. “Yo no cesaba de pensar en que la copa y el pan que repartía en la misa no eran la sangre y la carne del Señor. Creía que era el diablo el que me quería apartar de mi fe. Me confesaba con frecuencia, lloraba y oraba, pero no conseguía librarme de este pensamiento.” En ese momento de su vida, Simons desconocía casi completamente las Escrituras; como él mismo señala en uno de sus escritos: “… no las había tocado en toda mi vida temiendo leerlas por si me descarriaba. Ahora me doy cuenta de lo torpe que fui durante cerca de dos años cuando era sacerdote.” También admite en otro lugar que en ese tiempo llevaba una vida vacía y frívola, fullera y de borracho y “llena de diversión como es la costumbre y el uso de la gente inútil.” Finalmente determinó que debía acudir a las Escrituras para resolver sus dudas. Poco a poco fue aceptando la autoridad doctrinal de las Escrituras y pronto se topó también con el tema del bautismo. Sus estudios del Nuevo Testamento le convencieron de que el bautismo infantil era un error; por otra parte se sentía profundamente conmovido por la persecución que se había desatado en contra de los anabaptistas. El 30 de marzo de 1535 un grupo de unos 300 anabaptistas fue violentamente apresado y ejecutado, entre los cuales estaba uno de sus hermanos. Aquello le conmovió profundamente y desencadenó en él una crisis que le llevó a su conversión y a su salida definitiva del catolicismo romano el 30 de enero de 1536. No mucho tiempo después fue bautizado y ordenado ministro anabaptista. Su labor en los Países Bajos fue tan exitosa que allí los anabaptistas fueron conocidos como menonitas. El alcance de su obra fue tal que el emperador Carlos V emitió un edicto en el que ofrecía la recompensa de 100 monedas de oro por su cabeza, a la vez que prometía al que le entregara un indulto por cualquier delito cometido. No obstante, y a pesar de la persecución, se mantuvo ministrando hasta su muerte el 31 de enero de 1561. LOS BAUTISTAS INGLESES DEL SIGLO XVII El movimiento bautista en Inglaterra en el siglo XVII debe ser visto como una rama del puritanismo que estudiamos en la lección anterior. Parece que algunos de ellos habían recibido cierta influencia anabaptista por medio de inmigrantes holandeses. Cuando la situación se puso difícil para ellos, algunos emigraron a Ámsterdam, donde gozaron de tolerancia religiosa. Pero no todos huyeron. En la ciudad de Gainsborough, en Inglaterra, se formó un centro de separatistas, de entre los cuales surgieron los bautistas en sus dos grandes ramas: los bautistas generales (de doctrina arminiana) y los particulares (de doctrina calvinista). Aunque los bautistas generales surgieron primero en Inglaterra que los particulares, es de estos últimos que surgen los bautistas modernos, y esto por dos razones. La primera es que en el siglo XVIII los bautistas de doctrina arminiana abrazaron el liberalismo teológico y prácticamente desaparecieron del escenario de Inglaterra. Por otra parte, fueron los bautistas particulares quienes “introdujeron una nueva interpretación del bautismo como un testimonio de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo que perdura entre los bautistas modernos” (hasta ese entonces el bautismo era considerado como un símbolo de purificación). De igual modo, fueron los bautistas particulares quienes restauraron la práctica del bautismo por inmersión después del 1641. La primera congregación bautista de teología calvinista se constituyó en Londres en 1616 bajo el liderazgo de Henry Jacob (1553-1624). Éste había pasado un tiempo en Holanda donde había entrado en contacto con puritanos congregacionalistas. En 1624 emigró a Virginia, colonia americana, donde murió poco tiempo después. El siguiente pastor de esta iglesia en suelo inglés fue Juan Lathrop, quien estuvo al frente de la congregación hasta 1634; pero él también se fue al nuevo mundo. Cuatro años después, Enrique Jessey asumió el pastorado. No fue sino hasta 1630 cuando está iglesia comenzó a discutir el tema del bautismo. Poco a poco la iglesia fue asumiendo las convicciones que la iban conformando en una congregación bautista. Pero fue en 1645, el año en que Jessey fue bautizado por inmersión, cuando esta iglesia vino a ser realmente bautista. Anterior a esa fecha, otro grupo se había separado de la iglesia madre, precisamente por su convicción de que sólo los creyentes debían ser bautizados. Esta iglesia tuvo como su primer pastor a Juan Spilsbury. Fue precisamente allí donde, en 1640, surgió una discusión sobre el modo del bautismo, que finalmente los llevó a la conclusión de que debía realizarse por inmersión, como simbolismo de muerte y resurrección (comp. Rom. 6:4 y Col. 2:12). Este método fue adoptado por todas las iglesias bautistas, incluyendo las generales, y así quedó consignado en la Primera Confesión Bautista de Londres de 1644. Para esa fecha, según el historiador Daniel Neal, había unas 47 iglesias bautistas particulares en Inglaterra, 7 de ellas en la ciudad en Londres. Estas 7 iglesias aprovecharon la libertad política y religiosa que se gozaba en aquellos días, para aclarar algunos malos entendidos con respecto a los bautistas, ya que muchos los asociaban con el ala radical del movimiento anabaptista del Continente. Tal como vimos en la lección pasada, en 1689 estos Bautistas publicaron su Segunda Confesión de Fe, que es la que tienen la mayoría de las iglesias reformadas hoy día alrededor del mundo. El Pietismo Como ha pasado muchas veces en la historia, el término “pietismo” no fue acuñado por aquellos que pertenecían al movimiento conocido con ese nombre, sino más bien por sus enemigos como un mote burlón. Aunque esta palabra suele usarse con la connotación negativa de “santurronería”, el pietismo fue un movimiento que surge entre los luteranos alemanes, bajo la dirección de Felipe Jacobo Spener (1635-1705). Spener nació en Frankfurt, en el seno de una familia de profundas raíces luteranas. A los 16 años de edad comenzó sus estudios en Estrasburgo, para continuar luego en Ginebra y Basilea. Muy pronto, Spener comenzó a resentir la ortodoxia muerta de muchas iglesias luteranas, que sobre enfatizaban la pureza doctrinal a costa de la conversión, el servicio cristiano y la vida piadosa. Como dice un historiador: “Todo lo que se esperaba de los miembros de la iglesia era que conocieran su catecismo, asistieran a los servicios religiosos, escucharan sermones doctrinales y participaran de los sacramentos. Pero no se les pedía que tomaran parte de la obra de la iglesia. Tampoco se les decía nada de la vida cristiana interior ni de cálidas experiencias religiosas.” A pesar de esa atmósfera fría y ritualista, Spener había recibido otras influencias que moldearon su carácter y visión del cristianismo, particularmente el libro El Verdadero Cristianismo del místico alemán Johan Arndt, así como algunas obras puritanas, particularmente los libros de Richard Baxter. Al concluir sus estudios, Spener regresó a Frankfurt, donde vino a ser pastor en 1666. Para profundizar aún más en el conocimiento de las Escrituras y en la vida de piedad de los creyentes, Spener comenzó a reunir en su casa a un pequeño grupo de personas con quienes leía la Biblia, oraban y discutían el sermón que había predicado el domingo anterior. Más tarde, grupos similares comenzaron a surgir en otros hogares con el nombre de Collegia pietatis, “Colegios de piedad”. Y cinco años más tarde, publicó su obra Pia Desideria, Deseos Piadosos, donde compendió las ideas y experiencias de los Colegios de piedad. En esta obra, Spener plantea seis postulados esenciales: 1- La importancia del estudio bíblico regular por parte tanto de laicos como del clero. 2- El sacerdocio de todo creyente, apoyo del concepto de los grupos de hogar. 3- Un énfasis sobre la verdadera fe, que no consiste solamente en asentir mentalmente a los credos, sino que resulta en actos de amor. 4- Un enfoque ecuménico: el pietismo buscaba derrumbar las barreras entre las iglesias luteranas y las reformadas disidentes. 5- La recuperación de un ministerio vivo; Spener deseaba que los pastores recuperaran una sensación de su llamado y la seriedad de su obra. 6- Spener buscaba el redescubrimiento de una predicación vital que hablara al corazón, trayendo arrepentimiento, prendiendo el fuego de la fe y llevando al servicio consagrado. Es importante señalar que Spener no pretendía formar un movimiento aparte del luteranismo, sino más bien llamar a los que profesaban ser cristianos a no contentarse únicamente con el conocimiento de las doctrinas, sino profundizar en su relación con Dios y su piedad personal. Justo L. González dice al respecto: “Lo que Spener deseaba era un despertar en la fe de cada cristiano. Para ello apelaba a la doctrina luterana del sacerdocio universal de los creyentes, y sugería que se hiciera menos énfasis en las diferencias entre laicos y clérigos, y más en la responsabilidad de todos los cristianos. Esto a su vez quería decir que debía haber más vida devocional y más estudio bíblico por parte de los laicos, como sucedía ya en los “colegios de piedad”. En cuanto a los pastores y teólogos, lo primero que debía hacerse era asegurarse de que los candidatos a tales posiciones fueran “verdaderos cristianos” de fe profunda y personal. Pero además Spener invitaba a los predicadores a dejar su tono académico y polémico, pues el propósito de la predicación no era mostrar la sabiduría del predicador, sino llamar a todos los fieles a la obediencia a la Palabra de Dios”. Al igual que los puritanos ingleses, Spener se oponía a ciertas actividades que el luteranismo de aquellos días consideraba como cosas indiferentes, tales como: asistir al teatro, bailar y jugar a las cartas. También enseñaba la moderación en el vestir, así como en el comer y el beber. Muy pronto, los jefes de la ortodoxia luterana comenzaron a resentir sus enseñanzas; por una parte, “su reunión en el conventículo es de verdaderos cristianos dejaba la impresión de una actitud de cristiano más santo que tú. El énfasis pietista en los sentimientos condujo a algunas ideas erróneas tanto en las iglesias reformadas como en las luteranas, por ejemplo, la idea de que si uno tiene sentimientos adecuados, no importa lo que crea.” En otros aspectos, las enseñanzas de Spener contrastaban con las de Lutero, a quien Spener citaba frecuentemente, pero siempre tratando de colocarlo en su justo lugar en relación con las Escrituras. Por esa razón, algunos luteranos ortodoxos pensaban que Spener negaba la autoridad del Lutero. Dice González: “Había, sin embargo, ciertos elementos en los que Spener iba más allá de lo que había dicho Lutero. Como hemos señalado anteriormente, el Reformador estaba tan preocupado por la doctrina de la justificación, que le prestó poca atención a la santificación. En medio de sus luchas por la doctrina de la justificación por la fe, Lutero había insistido en que lo importante no era la pureza del creyente, o la clase de vida que llevara, sino la gracia de Dios, que perdona al pecador. Calvino y los reformados, al tiempo que concordaban con Lutero, señalaban que el Dios que justifica es también el Dios que regenera y santifica al creyente, y que por tanto hay un lugar importante para el proceso de santificación. La santidad de vida no es lo que justifica al cristiano. Pero Dios sí le ofrece su poder santificador al creyente a quien justifica. En este punto, Spener y los suyos se acercaban más a Calvino que a Lutero. El propio Spener había conocido en Estrasburgo y en Ginebra las doctrinas y prácticas de la tradición reformada, y le parecía que el luteranismo necesitaba mayor énfasis en el proceso de la santificación. Esta era parte de la reforma que ahora proponía, y por ello algunos de los teólogos luteranos lo acusaban de ser un calvinista disfrazado de luterano”. Por tal razón, Spener se trasladó a Dresde en 1686, y luego a Berlín, donde se le permitió abrir una facultad de Teología en la Universidad de La Halle en 1691, la cual se convirtió, andando el tiempo, en el principal centro de difusión del pietismo, bajo la conducción de uno de sus principales discípulos, Augusto Herman Francke (1663-1727). Ese mismo año, 1691, se publicó una colección de escritos de Spener. Luego de su muerte, en 1705, el movimiento siguió adelante como una nueva reforma dentro de la reforma. “El movimiento pietista pronto cautivó el interés y la dedicación de millares de cristianos. Muchos de los teólogos lo atacaban repetidamente, acusándolo de ser en extremo individualista, subjetivo, emotivo, y hasta herético. Pero a pesar de ello las gentes seguían sumándosele, pues veían en él un retorno a la fe viva del Nuevo Testamento y de los reformadores.” El pietismo también es el responsable del comienzo del movimiento misionero moderno. Muy pronto, la Universidad de La Halle se convirtió en un centro donde se recaudaban fondos para las misiones, de tal manera que, en el siglo XVIII, no menos de 60 misioneros fueron enviados a las misiones. Sin duda alguna, el pietismo, que nunca se separó del luteranismo, contribuyó en gran medida a reavivar a muchas iglesias luteranas que estaban sumidas en un sopor espiritual. Pero, como suele ocurrir casi siempre, su reacción contra la frialdad de las iglesias los llevó también s extremos ascéticos (por ejemplo, Francke no daba mucha oportunidad al juego entre los niños de su institución). De igual modo, desarrollaron un hipercriticismo que prácticamente condenada a todo aquel que no fuera pietista. Tampoco dieron a la doctrina el lugar de importancia que realmente le corresponde. Como dice un historiador: “La Iglesia Luterana del siglo XVII puso su énfasis en la doctrina; el pietismo puso su énfasis en la vida.” Indirectamente, el pietismo fue también el responsable indirecto del surgimiento del metodismo que veremos en el próximo artículo. Los Cuáqueros Otro movimiento que surge en Inglaterra en el siglo XVII es el de cuáqueros, fundado por George Fox (1624-1691). Fox era hijo de un tejedor, conocido en su comunidad como un hombre de indudable rectitud cristiana. Su madre también era una mujer reconocida por su piedad. De manera que Fox recibió una profunda formación religiosa que lo movió a procurar desde su juventud una vida cristiana coherente, apartada de la mundanalidad que se percibía en aquellos días en Inglaterra entre muchos que profesaban la fe. Aunque Fox creía que la Biblia es la palabra de Dios, también creía que ésta era un libro cerrado para cualquiera que lo leyera sin una obra de iluminación de parte del Espíritu de Dios, a la que él llamaba la Luz Interior. Fox congregó alrededor de sí a un grupo de seguidores que fueron conocidos originalmente como “Hijos de Verdad”, y luego como “Hijos de Luz”. Éstos creían que algo dentro de ellos les decía lo que estaba bien y lo que estaba mal, y que los movía de la falsedad a la verdad, de lo impuro a lo puro. El historiador Justo L. González dice al respecto: “Esta luz es una semilla que existe en todos los seres humanos, y es el verdadero camino que debemos seguir para encontrar a Dios. La doctrina calvinista de la corrupción total de la humanidad le parecía una negación del amor de Dios y de su propia experiencia. Al contrario, decía él, en toda persona queda una luz interna, por muy eclipsada que esté por el momento. A su vez, esto quiere decir que, gracias a ella, los paganos pueden salvarse. Empero esa luz no ha de confundirse con el intelecto ni con la conciencia. No se trata de una razón natural, como la de los deístas, ni tampoco de una serie de principios de conciencia que señalen hacia Dios. Se trata más bien de algo que hay en nosotros que nos permite reconocer y aceptar la presencia de Dios. Es por la luz interna que reconocemos a Jesucristo como quien es; y es también gracias a ella que podemos creer y entender las Escrituras. Luego, en cierto sentido, la comunicación con Dios mediante la luz interna es anterior a todo medio externo”. En cuanto a las iglesias existentes en Inglaterra en aquellos días, Fox no aceptaba ninguna de ellas, así como tampoco ninguno de sus credos ni de su teología. Tampoco creía en las escuelas teológicas ni en el entrenamiento formal para el ministerio. Algunos creen que el nombre de cuáqueros se derivó de una frase que Fox pronunció ante un magistrado inglés al que exhortó a temblar ante la Palabra del Señor. Otros piensan que se trata más bien de una referencia al entusiasmo que manifestaban en sus primeros días los seguidores de Fox y que los llevaba a temblar de emoción. Pero ellos preferían llamarse a sí mismos “Sociedad de Amigos”, basados en el texto de Juan 15:15. “Sus lugares de reunión eran excesivamente simples. No tenían púlpito. No cantaban… Se sentaban y esperaban en silencio a que el Espíritu los moviera. Si no había movimiento del Espíritu en cierto lapso de tiempo, ellos partían sin pronunciar ninguna palabra. Pero el Espíritu podía mover a uno de los Amigos presente, sea hombre o mujer, así como a varios a la vez. En ese caso, aquellos que eran movidos se levantaban y daban sus mensajes.” Este movimiento tuvo un crecimiento sorprendente, por cuanto había muchos en Inglaterra que se sentían disgustados por la tibieza y la mundanalidad que manifestaban muchas iglesias en aquellos días. En 1654 el grupo de los cuáquero es era de apenas 60 personas. Cuatro años más tarde el número ascendió a 30,000. Aunque fueron severamente perseguidos, no sólo crecieron en Inglaterra, sino que llevaron sus doctrinas a Europa, África y América. © Por Sugel Michelén.
Posted on: Fri, 04 Oct 2013 22:12:27 +0000

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