Hoy por la mañana regresaba de dejar a mi hermanita en su escuela. Venía circulando por Av. Nacional con dirección al sur. No recuerdo bien entre qué calles pasó, pero sí recuerdo bien la escena: un autobús de transporte público detenido. No entendía por qué estaba ahí parado, sin subir ni bajar pasaje, hasta que de pronto, del lado derecho vi a una señora cargando algo que estaba frente al camión y que impedía su camino; la señora iba con una falda gris y un saco azul, y en sus brazos cargaba a un perro, cuando el camión avanzó pude pasar justo frente a la señora, que regresaba a la banqueta, donde la estaba esperando su hija, de unos 12 años. La señora puso al perro -aún con vida- sobre la banqueta, y se agachó y lo acariciaba, mientras el perro respiraba agitadamente, pero cada vez a un ritmo más reducido. Yo me orillé y contemplé toda la escena. Mucha gente se empezó a juntar alrededor del animal moribundo, y después de unos minutos, la señora se puso de pie y se alejó, tomando de la mano a su hija. Ver al perro allí, inmóvil, con la mirada desorientada y su pecho y vientre inflamándose mientras respiraba desesperadamente, me llenó de tristeza; creo que si hay alguna criatura que merece la mejor de las muertes, sería un perro, pero nadie dijo que la vida era justa, y menos si no eres humano.
Posted on: Mon, 30 Sep 2013 16:17:08 +0000
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