JEAN KWOK, "El silencio de las palabras", es una magnífica - TopicsExpress



          

JEAN KWOK, "El silencio de las palabras", es una magnífica novela, pulcramente escrita por una china hongkonesa que se las vio y las deseó para obtener las mejores calificaciones y las becas necesarias, hasta cursar su Máster de Escritura Creativa. Consigue el tono ideal para contar el Bildungsroman de la mujer hecha a sí misma en un entorno apabullante... donde al menos se abre la puerta del mérito para romper el silencio, con una conciencia clara en una sociedad turbia e hipócrita. O congelada. youtube/watch?v=_yrW8CXjaqw&feature=player_detailpage En cualquier caso, la siguiente escena me parece perfectamente verosímil en nuestro país. Una joven estudiante que vive en Rivas o en la Moraleja se asoma por primera vez, debido a un imprevisto, a la casa de su amiga inmigrante: "El examen para obtener la ciudadanía fue una tarde de mediados de enero. Ese día me encontraba en casa cuando llamaron al timbre. La puerta de la calle cerraba mal últimamente, y al volver de clase a mediodía había subido corriendo las escaleras, así que seguramente se había quedado abierta. A principios de año, mi madre había vuelto a suspender su examen, pero yo ya había cumplido los dieciocho y podía sacármelo. Aunque suponía que era muy sencillo, quería repasar un poco antes de ir a la oficina de extranjería. Cuando abrí la puerta, me encontré a Annette con su chaqueta de leñador y sus botas de L. L. Bean. Mi amiga contempló las agrietadas paredes y el horno abierto a mis espaldas, y luego su mirada se posó en el jersey de felpa de peluche que llevaba puesto. Abrió la boca para decir algo, pero cuando vio las nubes de vaho que formaba su respiración, soltó una sonrisa incrédula. —¿Por qué no me has contado nunca esto? —preguntó. Vacilé, sin saber qué contestar. —No sabía cómo contártelo. Su rostro enrojeció y parecía a punto de echarse a llorar. —Sabía que no teníais mucho dinero, pero esto es ridículo. Nadie vive así en los Estados Unidos. Respondí con una evidencia: —Pues ya ves, sí que hay gente que vive así. —Este es el lugar más estúpido que he visto en mi vida —explotó—. Me he pasado años preguntándome por qué nunca me dejabas venir a tu casa. Me dije que no debía hacer algo que tú no quisieras, y formulé una teoría tras otra: que escondíais aquí a tu padre, que era algún tipo de secreto chino, que tu madre tenía una terrible enfermedad y que te dedicabas a cuidarla... Hoy, cuando cancelaron el estreno, me pregunté si me habías dicho la verdad con eso del examen, y quería saber el motivo por el que nunca me dejabas venir aquí, así que decidí hacerte una visita. Le señalé el libro de preparación para el examen de ciudadanía que estaba sobre la mesa y asintió, reconociéndolo. —No podía soportarlo más. Si no hubiera venido aquí hoy, nunca me lo habrías contado. Te has pasado todos estos años malviviendo aquí sin siquiera pedirme ayuda. Ante la idea de que mi amiga habría estado dispuesta a ayudarme, me abalancé sobre ella y la abracé. No se apartó. —No serviría de nada —dije—. Mira, cuando sea un poco mayor, conseguiré sacar a mi madre de aquí. —No pienso dejar que pases ni un día más en este sitio. Annette me estrechó con fuerza entre sus brazos y luego se puso a recorrer el piso. Miró la mesa de la cocina y retrocedió un paso. —¡Hace tanto frío que se os ha congelado la salsa de soja! ¡Y hay una cucaracha bebiéndosela! Cuando llamó a la puerta estaba recogiendo la comida. Corrí y di una palmada en la mesa para espantar a la cucaracha. Luego vacié el plato en el fregadero. Tenía que lavarlo cuanto antes si no quería que atrajera más bichos. Annette siguió dando vueltas por el piso. —¿Por qué han cancelado tu función? —le pregunté. —Un problema eléctrico. Ayer, durante el ensayo, se fundieron todas las luces y todavía no han conseguido arreglarlo —se giró y añadió—: Menos mal que eres lista. —Soy afortunada. Regresó a mi lado y arrugó la nariz. —Yo no me atrevería a decir tanto. Tenéis que denunciar a vuestro casero, esto es ilegal. —No podemos. Es una historia un poco complicada. —Bueno, pero no podéis quedaros aquí más. Tenemos que hablar con mi madre. —No, no quiero que la gente se entere. Por favor, Annette, no se lo digas. —Kimberly, mi madre trabaja en una agencia inmobiliaria, seguro que puede ayudaros. —No tenemos dinero. Ahora que nuestra pobreza era tan evidente, no había motivos para seguir ocultándola. —Por favor, déjame que le pregunte si puede hacer algo por vosotras. —No quiero que lo sepa. Sentí un chorro de vergüenza cayendo sobre mí, como despedido por un aspersor encendido a toda presión. —No se lo contaré, sólo le diré que estáis buscando algo tirado de precio —al ver mi rostro, añadió—: Quiero decir, algo barato".
Posted on: Sun, 11 Aug 2013 15:28:00 +0000

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