JOHNNY ABBES: ESPÍA EN MÉXICO (1) Tony Pina Quienes lo - TopicsExpress



          

JOHNNY ABBES: ESPÍA EN MÉXICO (1) Tony Pina Quienes lo conocieron desde joven, ‘inocuo, desgabargado y manso’, cazando colillas de cigarrillos piropeando mujeres en la calle El Conde con espejuelos oscuros y bigotes oscuros, jamás, ni remotamente, imaginaron que ese ‘carajo a la vela’, de perspectiva imprecisa y de futuro incierto, que ‘no olía ni jedía’, se convertiría en el tiempo difuso en un implacable y despiadado asesino: Johnny Abbes García. A Ciudad México llegó matando y recaló en Guatemala también matando, escarbando antitrujillistas en el exilio, y en las crónicas rojas de los periódicos de ambos países, al día siguiente, los titulares destacaban la noticia como un asesinato más de la cotidianidad de la delincuencia: ‘Matan a tiros a dominicano en riña’; y así, impunemente, pasaban todos los días sus crímenes incubados horas antes en el ‘Bosque Chapultepec’, aquel jardín de árboles indefensos que aún conserva la exquisita Colonia Polanco. ‘No se preocupe, Jefe, le prometo que acabaré uno a uno con todos sus enemigos’, eso fue lo que le dijo a Trujillo cuando se despidió del tirano y en 1956 se fue a México y a Centroamérica encubierto en el manto del cargo de ‘secretario de segunda clase’ de la Embajada dominicana; ¿y quién iba a creer que un dominicano era el responsable de contratar matones y sicarios para eliminar a los enemigos de una dictadura que estaban tan lejos? Y así, como un exiliado más de los tantos que había en una capital tan grande, Johnny Abbes García, cada vez que elimina a uno, enviaba una nota al tirano en la valija diplomática, anexándole la crónica periodística al mensaje con un “Uno menos, mi querido Jefe”. “Los primeros días en Ciudad México los pasé hospedándome en varios hoteles, siempre con la idea de ir cambiando, siempre cambiando hasta encontrar un sitio cómodo y cercano a la sede de la embajada dominicana. Finalmente lo encontré en la Colonia Roma, y desde allí recibía los informes que me daban las personas encargadas por mí para vigilar de cerca los movimientos de los enemigos de Trujillo”, el propio Abbes García lo consignó en su libro “Trujillo y Yo”, donde narra, de manera tímida, sus episodios de violencia y criminalidad sin límites. Al primer dominicano que cayó en sus garras fue Ramón Grullón, nativo de San Francisco de Macorís, a quien conoció en un bar y ese mismo día ‘se le fue la lengua’ hablándole al matón de los planes del exilio para embarcarse a República Dominicana en una expedición contra Trujillo, y tan inocente fue el revolucionario que hasta lo llevó a almorzar a su apartamento de la Colonia Juárez y, a los pocos días, en un bar del Paseo de La Reforma, su cadáver yacía en el pavimento. Era el primer crimen de un espía que se movía entre la sombra de una ciudad de clima frío y húmedo, porque Abbes García, aquel comentarista hípico que llegó a ser secretario del Comité Olímpico Dominicano, de aspecto huidizo, en el fondo daba ‘grima’ con la frialdad que eliminaba a los dominicanos enemigos de la dictadura trujillista, frialdad de la que se salvó en tablitas Tomás Reyes Cerda cuando anduvo, entre bares y rancheras, por esas calles cementadas de Ciudad México antes de calar en La Habana, en 1958. En busca de ‘comunistas’ no estuvo quieto ni un segundo Abbes García, y otro que cayó en la cuenta última de la vida lo fue César Morales Ruiz, quien se confió mucho de aquel desgarbado ‘angelito’ que una madrugada pagó a sicarios el precio de su vida. ¿Quién había de imaginarse siquiera que aquel ‘cronista de hípico’ de Radio Caribe que a principios de los años 50 descargó sus tiros de revólver al aire en Baní y un Trujillo, enojado por el escándalo, instruyó a Fausto Caamaño ¡tráncalo y bota las llaves’ para que de la cárcel no salga nunca!, iba a convertirse en una temida hiena?
Posted on: Sat, 13 Jul 2013 14:29:18 +0000

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