LA BOLSITA TRAIDORA: Pues no hay nada oculto que no haya de ser - TopicsExpress



          

LA BOLSITA TRAIDORA: Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz.(Lucas 8:7). Desafiante se irguió el acusado, echaba chispas por los ojos. Tenía las mejillas arrebatadas. Los puños se le cerraban hasta casi clavar las uñas en las palmas, y las venas del cuello se hinchaban de la ira. «¡Regístreme nomás, Señor juez, regístreme!» La escena ocurrió en un tribunal de Michigan, en los Estados Unidos. Se acusaba a Peter Larsoni de tener en su posesión cocaína. Mientras hablaba, se quitó la chaqueta de cuero y se la extendió al juez. Con ese movimiento cayó de la chaqueta una bolsa plástica con medio kilogramo de cocaína. No hubo necesidad de más prueba. Las palabras pueden a veces alegar fuertemente nuestra inocencia, pero cuando somos culpables, siempre hay algún detalle que nos delata. Hay hombres que, como en el caso de Peter, protestan su inocencia mientras esconden en un bolsillo una carta perfumada. Cuando la señora muestra esa carta, ya no hay juramentos ni lágrimas ni explicaciones que valgan. «No hay crimen perfecto», dicen los criminólogos. Siempre hay un detalle delator: un pelo en la solapa, una uña cortada, una brizna de tabaco, una diminuta manchita de colorete. Estos bastan para dar la pista por la cual se descubre nuestro crimen. «El diablo hace las ollas, pero no las tapas,» dice un viejo refrán español, ¡y qué cierto es! Un hombre violó y mató a una pequeña de ocho años de edad. Nunca se descubrió el caso, es decir, hasta que la propia hija del criminal, veinte años después, lo denunció a la policía y aportó la prueba que lo mandó a la cárcel. En cierta ocasión Jesucristo pronunció las siguientes palabras interesantes: «No hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse. Así que todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad se dará a conocer a plena luz, y lo que han susurrado a puerta cerrada se proclamará desde las azoteas» (Lucas 12:2‑3). Tarde o temprano, algo delata nuestro crimen. Nada queda escondido para siempre. Si los detectives fallan, alguna confianza que hemos tenido con alguien nos descubre. Y si eso tarda, nuestra propia conciencia nos descubre. Como quiera, «no hay nada encubierto que no llegue a revelarse».Confesemos nuestra culpa hoy mismo. El divino Maestro quiere limpiar a fondo nuestra vida. Quiere hacerla más clara que el agua, más blanca que la nieve. Quiere hacer de nosotros nuevas criaturas.
Posted on: Thu, 29 Aug 2013 00:03:51 +0000

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