LA CASONA “”Tras haber sido parte de la audiencia durante 2 - TopicsExpress



          

LA CASONA “”Tras haber sido parte de la audiencia durante 2 meses en esta ocasión ella se atrevió a narrar su experiencia en LA CASONA que como todos los viernes a las 9 de la noche empezaba en ese elegante lugar comenzaba la narración. Ella, una mujer de 1.59 m. de estatura y de muy buena figura, vestida de manera casual con un pantalón de mezclilla y una blusa ajustada, se acercaba al sillón, qu...e se encontraba a la mitad del escenario paso seguro. Su cabellera, casi rubia, se alcanzaba a distinguir entre la penumbra del lugar y con esa misma seguridad con la que daba sus conferencias, cuando era gerente de una importante empresa, tomó asiento y con el micrófono en mano comenzó a hablar.”” Creo que de nada le sirvió a mi esposo tenerme esos dos años tan encerrada, privada de todas esas reuniones de amigos, compañeros de trabajo, familia. Sí de la manera más ingenua fui descubierta y de la manera más ingeniosa me hicieron caer. Al final todo fue perfectamente bien planeado. Y tal parece que las cosas les salieron como las habían pensando. La comida de ese día en mi casa, con sus compañeros de trabajo, solo fue un pretexto para poder verme. Y la llamada fue la herramienta que utilizaron para deshacerse de mi esposo. El mismo, David, el jefe de mi esposo me confesaría después, que había planeado todo y desde el día que me conoció en la alberca no dejaría de idear la manera para estar conmigo, pero ninguna le había funcionado hasta ese día. Todo empezó con un penoso día en el que el jefe de mi esposo me conocería por casualidad en la alberca de mi casa con ese bikini tan curioso. Antes de continuar con lo que ocurrió el día de la comida con sus amigos, les contare como sucedieron las cosas desde ese día en la alberca con el jefe de mi esposo, David, para que entiendan mejor como sucedió todo. El calor que hacia ese día en verano hizo que la idea de meterme a la alberca se convirtiera en lo más refrescante y deseado del mundo. Esperar a mi esposo en ella y ponerme el bikini más pequeño del mundo, aquel que compre por curiosidad y que nunca había estrenado, me pareció una idea muy interesante. Después de ponérmelo y verme al espejo dudé que sirviera de algo habérmelo puesto ya que de la cintura para abajo se perdida prácticamente entre mis nalgas y de la parte de mi pecho era incapaz de poder esconder en su totalidad mi parte más morena. La tranquilidad de estar a solas fue mi peor consejera. Y andar a gatas recorriendo cada uno de los espejos de mi casa dejándome resbalar un poco de vino sobre mi cuerpo se convirtió en el juego más infantil, divertido y sensual ya que nadie de las personas que me conocen me podrían imaginar así. Pero mi esposo estaba por llegar así que sería buena idea que me encontrara vestida así y jugueteando. Ya en la alberca, los rayos del sol podían quemarme prácticamente cualquier parte del cuerpo. Sin duda para mi esposo encontrarme así sería la cosa más tentadora estaba segura, así que me paseaba y nadaba de la manera más atrevida para que en el momento que me encontrara sintiera el inevitable deseo de tomarme. Tras escuchar los ruidos de la puerta, a lo lejos, que me avisaban acababa de llegar, mi inspiración por provocarlo creció y las poses más elocuentes se hicieron presentes. Pasaron algunos minutos y era extraño que no fuera a verme, entonces exageré aún más en mis poses. El ventanal de donde se ve la alberca es ahumado, pero aún así estaba segura que él estaba atrás de el y que me estaba mirando, pero por alguna razón no iba a verme así que decidí ir por él. Me puse mis sandalias y me dirigí a la sala. Iba muy despreocupada sin imaginar lo que me esperaba sacudiéndome un poco el agua que aún tenía encima y mirando tranquilamente las huellas mojadas que iba dejando. Al jalar la puerta corrediza y mirar hacia la sala, la sorpresa y pena fue tan grande que mi blanca piel se puso colorada. Ver al jefe de mi esposo sentado en el love seat mirando hacia la alberca fue la cosa más penosa que en mi vida me pudo haber ocurrido. Mi boca no podía pronunciar palabra alguna y la manija de la puerta fue la que sufrió las consecuencias de mi pena. Atrapada en esa escena no me quedó más remedio que cruzar la sala para saludarlo. Cual cabra recién nacida sentí que mis piernas se me doblaban. Quería negarme a creer que había visto todo lo que hice en la alberca, pero era absurdo negarlo. Logré llegar hasta él e intenté saludarlo de la manera más natural. Me dijo que era muy guapa. Penosamente le agradecí su comentario y le pregunté por mi esposo a lo cual me dijo que no tardaba que había ido a conseguir unas baterías a la tienda. Después me di la media vuelta y empecé la caminata más larga de mi vida hacia mi recamara, sintiendo su mirada pesada tras de mí. Cuando mi esposo regresó pensé que no valía la pena contarle lo que sucedió, pero si le reclamé el hecho de que no avisara que vendría con visitas, pero el dice que sí lo hizo y de hecho creo que sí lo hizo ya que desde la alberca alcancé escuchar el teléfono, pero preferí seguir nadando. Aunque me dijo que solo le pidió que lo esperara un momento en la cochera, pero por lo que veo su jefe se tomó la libertad de meterse muy adentro. Desde entonces su jefe se empezó a portar muy atento conmigo dentro de su alcance mandándome saludos con mi esposo e inclusive enviándonos presentes de sus viajes al extranjero. No me caía mal de hecho me parecía una persona interesante. Ahora que saben lo de mi penoso incidente continuare con lo que pasó el día de la comida. Era el día de la comida a la cual teníamos como invitados a su jefe y otro compañero de trabajo. Aún era temprano para que llegaran así que mientras esperamos diera la hora mi esposo me pidió me pusiera unos jeans, que me acababa de regalar. Me pareció buena idea para divertirnos en el tiempo libre que teníamos. Me puse el pantalón y una blusa la cual deje con unos botones desabrochados para que cumplieran la misión de refrescarme del calor aunque también cumplían la misión de hacerme ver más sensual y tímidamente se asomaban las marcas del bikini de la asoleada de la semana pasada. Podía sentir lo inquieto que estaba él, moviéndose de un lado a otro tomándose una cerveza ansiosamente disfrutándome al ver como terminaba de arreglarme. De mi parte aún no terminaba de arreglarme y ya sentía que me estorbaba la ropa. Se nos fue el tiempo muy rápido y el teléfono nos interrumpió, eran sus amigos lo cuales venían en camino, un poco antes de lo programado y pronto llegarían. Noté un poco ya tomado a mi esposo y se negó a dejarme cambiar de ropa. Al ver su mirada deseosa no puede negarme a su petición. Sería un placer darle ese gusto. Lo que no tomé en cuenta es el efecto que eso causaría en los invitados. Debo aclarar que en ese momento yo no sabía que uno de los invitados era precisamente su jefe. Minutos más tarde el ladrido de mis perras nos avisó que los amigos de mi esposo habían llegado. Mi amabilidad para tratar a las personas y sobre todo la curiosidad por conocer a alguien de su trabajo me hizo ir rápidamente a recibirlos de la manera más atenta. Ya que como les decía sus encierros habían impedido que conociera a sus amistades. Para mi sorpresa en ese momento me enteré que venía David, su jefe y automáticamente una pena enorme se volvió a apoderar de mí, que como pude traté de disimular. Siendo yo más atenta y amable que mi esposo, los invité a pasar a la sala adelantándome a ellos para mostrarles el camino. El sonido de mis zapatillas al chocar con la loseta pareció jalar sus miradas ya que se hizo un silencio absoluto. Sentí sus miradas detrás de mí y pensé que seguramente se debía a mi pantalón nuevo o al recuerdo de lo que pasó aquel día en la alberca. Tomamos asiento y la charla se hizo muy agradable. Sus modos decían ser muy respetuosos y me hicieron sentir muy cómoda al instante, a pesar del penoso incidente con su jefe. Les ofrecí algo de tomar y después de aceptarme las bebidas un profundo silencio se volvió a hacer cuando caminé hacia la cocina. Pensar que me podían están mirándome, me agradaba quizás por lo inquieta que había estado todo ese día. Poco después el sonido del teléfono nos interrumpió. Mi esposo sin dar tiempo a que contestara se levantó rápidamente hacia el. A lo lejos sus gestos parecían decir que las cosas no estaban bien. Mientras el hablaba sus amigos terminaron sus bebidas. Amablemente me levanté para ofrecerles traer otras. Camino a la cocina el espejó del fondo ligó mi mirada con la del jefe de mi esposo. Su mirada no era la misma que tenía mientras platicábamos. Era una mirada provocadora que me hizo sentir atractiva y sensual. Parecía decirme que le gustaba y por alguna razón mi mirada a través del espejo tampoco era la misma. La tercera ronda de bebidas me hizo sentir más alegre y un poco mareada, pero sabía que eso tendría un efecto muy especial en mí, que disfrutaría enormemente con mi esposo, cuando se fueran sus amigos. Me levanté por la cuarta ronda de copas, uno de ellos, el jefe de mi esposo, se ofreció a ayudarme, aunque mi comentario de poder sola, no tuvo mucho éxito, así que antes de que pudiera seguir negándome ya lo tenía atrás de mí siguiendo mis pasos muy de cerca. Sentirme mareada, sensual, admirada se estaba convirtiendo en algo divertido y sobre todo peligroso. Saberme deseada por aquellos hombres me gustó y me hacía sentir muy sensual. Más que nunca deseaba que ya se fueran para quedarme con mi esposo y sacarme todas esas ganas. Dentro de mi estado alegre, se me ocurrió hacer la travesura más estúpida que creo en otro no momento no hubiera hecho. Moví mis caderas con cierta exageración sabía que eso robaría totalmente sus miradas. Tontamente me pareció divertido y lo peor es que funcionó aunque en ese momento lo disfruté. El jefe de mi esposo me ayudaba con las bebidas y buscó la manera de estar cerca de mí. Después de preparar las bebidas le agradecí su ayuda tocando ligeramente su mano, gesto que no desaprovecho para poner audazmente su mano en mi cintura diciéndome que era un placer ayudarme. De pronto apareció mi esposo con una noticia que me cayó muy de peso. Se disculpó con cierta molestia y diciendo que tenía que salir unos minutos que no tardaría, estaba obligado a ir al trabajo. Eso no me gustó nada ya que quería decir que no podría estar con mi esposo pronto, pero la sorpresa no acabo ahí. Sus amigos le dijeron, que no había problema que si prefería mejor regresaban en otro ocasión, a lo cual contestó rotundamente que no, que siguiera la reunión y el regresaría lo más pronto posible. En parte entiendo que no podía decirles que se fueran ya que su jefe estaba en esa reunión y trataba de ser amable con él, pero no sabía que todo era parte de un plan. Cuando supe que me quedaría sola con aquellos hombres en verdad me empecé a preocupar. Saber que me quedaría a solas con ellos me hizo sentir cierto peligro porque sabía que les era atractiva y que quizás intentaría coquetearme ya que de alguna manera lo habían estado intentado. Acompañe a mi esposo a su auto y al sonar la cochera cerrarse sentí una sensación de vulnerabilidad y por primera vez me di cuenta en la situación que estaba. Sentí como si ya no hubiera quien me pudiera proteger ante lo que pudiera pasar. Caminé de regreso a la sala y cuando estuve a solas con ellos una extraña emoción invadía mi cuerpo. Quiero pensar que en parte era por las copas que ya me había tomado. La charla siguió y para ser sinceros todo era tan agradable, que me fui sintiendo relajada y a gusto. Sobre todo me agradaba platicar con el jefe de mi esposo. Tal como lo habían planeado uno de ellos se disculpó diciendo que tenía que ir a su carro y salió de la sala, no le di mucha importancia a ese hecho ya que yo me quedé con el jefe de mi esposo muy atenta a su plática. Tan pronto como su compañero salió de la sala él continuó con su plan y se lanzó a su acecho tras de mí. No desaprovecho ningún momento ya que casi inmediatamente cambió la charla, dejando ver sus verdaderas intensiones. –Sabe que es muy bonito el pantalón que lleva puesto, con todo respeto se lo digo se ve le hermoso. Se me dibujo una sonrisa por lo extraño y repentino de la pregunta. En parte me hizo sentir halagada y me gustó lo atrevido de su comentario. –Gracias es Ud. muy amable, en realidad me gustan mucho los pantalones de mezclilla, aunque no todos los que tengo son de este estilo –contesté. –solo me puse este pantalón a petición de mi esposo –Que buen gusto tiene su esposo. Debería usar más este estilo le lucen muy bien y le quiero confesar que en verdad van con Ud. ¿Me podría decir que marca son? – ¡Qué pena! no es grosería, pero he olvidado la marca o más bien no lo sé apenas mi esposo me los regaló y no he tenido el cuidado de fijarme en eso. Viendo en esa charla una oportunidad para acercarse a mí me preguntó –No sé preocupe pero dígame ¿Podría, dejarme verla? –y se levantó al mismo tiempo que empezó a caminar hacia mí. –Claro –le dije con una sonrisa amable y quizás coqueta al tiempo que cruzaba la pierna instintivamente. Él llegó hasta mí y cuando lo tuve muy cerca presentí que sus intensiones eran totalmente otras. Me dio su mano para ayudarme a levantar y me giré para darle la espalda para que pudiera mirar la etiqueta y vi que se agacho para que pudiera mirar. – ¿Así está bien? –Le pregunté un poco nerviosa En ese momento estaba un poco sorprendida ya que ahí estaba él mirándome las nalgas, con toda libertad, con mi propio consentimiento. Sin duda había sido muy inteligente en su aventura y por lo menos ya había conseguido verme con cierto descaro. – ¿Así estoy bien? –Volví a preguntar –Ud. Está muy bien, pero la etiqueta no logro verla. –dijo bromeando y tras ser obvio que no necesitaba de tanto tiempo para ver la marca. Después nos echamos a reír. El se movía ligeramente de un lado a otro como buscando el ángulo prefecto o más bien haciendo tiempo. A pesar de que me gustaban el hecho de que haya sido atrevido con sus coqueteos creía tener aún el control de la situación, pero sin darme cuenta me estaba envolviendo en la situación. –Ahora entiendo porque su esposo la tenía tan escondida. – ¿enserio? ¿Por qué lo cree? –pregunté esperando recibir un halago de su parte. –Porque es usted muy hermosa. –Gracias. Y Usted muy amable. –Le agradecí. Sentí un ligero rose de sus dedos alrededor de mis nalgas que me hizo erizar. Quizás no lo había considerado el hecho de que pudiera tocarme pero al sentir sus dedos me dejó paralizada. Para ese entonces la etiqueta parecía ya no importarle. Realmente me estaba comportando muy diferente debido a las copas que me había tomado. Y como al principio de mi relato volví a sentir que mi ropa me estorbaba. Voltee hacia el ventanal y vi en el reflejo del vidrio como movía una de sus manos hacia mi entrepierna, metiéndome lentamente sus dedos rosando apenas mi pantalón. Sentí una impotencia de no poder ponerle un alto ya que debo reconocer que me estaba gustando todo eso. Tener su mano en mi entrepierna, rozándome estaba resultando tan excitante que me agarré del sillón apretándolo fuerte. Frotó mi entrepierna con más fuerza como queriendo traspasar con sus dedos mi pantalón, pero tomando fuerzas, no sé de dónde, lo interrumpí apartándome. -¿listo? –le pregunté intentando caminar hacia el sofá. -No, aún no. –contestó mirándome fijamente a los ojos. Ignorando su respuesta caminé tratando de apartarme de él, pero me siguió apresuradamente y volví a sentir su mano, por atrás, tomándome de entre medio de mis nalgas, pero ahora con mucha más fuerza. Se estaba portando muy descarado y ya era más que obvio lo que deseaba de mí. El siguiendo en su misión y me tomó de la cadera jalándome hacia él y como si mi cuerpo no tuviera fuerza me sentí frágil y débil ante el excitante momento de esa situación. Mi sorpresa por tal acto hizo que volteara la cara hacia él, mirándolo con una mezcla de sorpresa, nerviosismo y excitación. Ingenuamente creyendo que aún tenía el control, le dije, colocando suavemente mi mano en su pecho . Mi comentario fue en vano. Intenté una vez más zafarme y pude caminar unos pasos más hacia el sofá, pero volvió a insistir tomándome con más decisión y fuerza llevándome hacia el sofá. Ya no tenía voluntad fuerzas para oponerme a tal situación y mi cara de sorpresa, nerviosismo y excitación ya no la podía ocultar. Tropezamos cayendo en el sofá. – ¿Por qué te has puesto así? –pregunté –Desde que te vi aquel día en la alberca no he podido olvidarte. Tenía que encontrar la manera de estar contigo. Escuchar que le provocaba tanto deseo me hizo estremecer e hicieron que mi respiración se parara por unos segundos. –Me gustas, me encantas, me has vuelto loco, eres perfecta. Sus manos se paseaban a placer por todo mi cuerpo y quería que mi ropa desapareciera. Un ruido a lo lejos nos distrajo levantándome de un golpe, pero él no estaba dispuesto a dejarme, sentí mis caderas tomadas nuevamente por sus manos. Intenté caminar hacia la cocina para ver que pasaba, pero antes de que pudiera lograrlo me puso frente y contra la pared. Recargó sus manos en la pared acorralándome. Intentaba voltear de reojo y veía su mirada perdidamente excitada. –Necesito ver qué pasó Puede ser mi esposo. –No te preocupes el no vendrá pronto lo planee muy bien. – ¿Cómo que lo has planeado bien? –La llamada no fue casualidad y tu esposo tardara un buen rato. Realmente así parecía que lo había planeado muy bien y que tenía que resignarme a estar con él. Se me pegó tanto y me dijo al oído que me deseaba y sinceramente yo también lo deseaba. Él estaba tan cerca de mí que podía sentir los latidos de su corazón, y su respiración agitada resbalaba por un costado de mi cuello. Mi respiración sin control lo motivaba a seguir provocándome esa irresistible y seductora sensación. Me quedé inmóvil a lo que el continuara haciendo. Me tomó de la cabeza con sus manos haciéndome girar hasta encontrar sus labios. Aquel beso inesperado me terminó por doblegar. Sus brazos rodearon mi cuerpo e hicieron que quedara pegada al suyo y fue manoseando cada parte de mí. Decidió sacarme los senos y la abertura de mi blusa le facilitó las cosas. Cerré mis ojos y me dejé llevar por las sensaciones que provocaban sus caricias. Él sabía que tenía el control de la situación y que no podría negarme a ser suya. Sentí sus caricias totalmente descaradas por todo mi cuerpo no había rincón mi centímetro que no hubiera tocado, una de sus manos desabrochó mi pantalón y metió su mano entre mi pantalón hasta alcanzar mi vagina. Mojó dos de sus dedos con mis líquidos y después sacó su mano para me acarició mis pezones dejándolos mojados. Se veían muy brillosos y a su boca parecían antojárseles. Me acercó su boca y probó todo el líquido vagina que puso en mis pezones saboreándolos con delicadeza. Metió sus dos manos en los costados de mi apretado pantalón, colocó su lengua en la parte alta de mi espalda. Fue bajando por ella como si siguiera un camino hacia mis nalgas. A la vez que me iba bajando el pantalón. Cada centímetro que tocaba de mi cuerpo hacía erizarme la piel y me apoyé con las manos de la pared retorciéndome hacia atrás. Cuando sentí la presencia de su lengua muy cerca de mis nalgas tomé mis tetas apretándolas para liberar un poco de la ansiedad que me hacía sentir. Tomó mis nalgas entre sus manos y me escupió el ano. Después de quitarme el pantalón y la tanga prácticamente quedé desnuda. Él se pasó al frente de mí para meterse en mi entrepierna y lamerme mi vulva. Lo tomé apretándolo del cabello para restregarle su cara en mi vagina y él bien que podía encontrar mi clítoris para hacerme enloquecer. Me sentía tan mojada, que llegué a sentir como mis líquidos escurrieran por mis piernas. Se levantó y me percaté que el también ya estaba desnudo se dio cuenta que me quedé mirando su pene e hizo que se lo tomara con la mano para masturbarlo por unos segundos. Tener su pene en mi mano me hizo sentir una rica ansiedad que inexplicablemente me atreví a decirle que era suya, que era su puta que hiciera de mí lo que quisiera que estaba para él, para que me disfrutara completamente, que no me importaba nada en el mundo. Su pene lucía imponen con tal firmeza. Se tomó el pene con su mano derecho y sentándose en el sillón. – ¿Quieres probarlo? –preguntó con una sonrisa maliciosa. Le moví mi cabeza confirmándole mi deseo. Me alcanzó del brazo y me jaló para que me hincara ante él. Estaba realmente loca no había probado otro pene que no fuera el de mi esposo. Me di cuenta que el otro amigo nos espiaba desde la cocina, eso me hizo sentir un poco de pena y nerviosismo, pero me excitó verlo tan emocionado mientras miraba como mamaba el falo de su jefe, entonces traté de ignorarlo para no poder ese momento que estaba viviendo. A David parecía que también le gustaba nos viera y me acomodó, empinada en el sofá de tal manera que su amigo podía ver cómodamente todo lo que me hacia. Estaba tan ansiosa que en ese momento lo único que me importaba en la vida era que me penetrara y así fue tan pronto como me acomodó en el sofá apunto su pene en mi vagina y me la metió. Sentí unas descargas de placer por todo mi cuerpo que me hicieron perder la noción de todo y solo era consciente de como entraba y salía su verga. Realmente estaba irreconocible y excitada como nunca. Hasta mi vocabulario más vulgar y corriente se me salió –No pares, hermoso, dame más de tu verga, lléname de ti, me la clavas delicioso. Y logré mi orgasmo, soltando un gemido muy fuerte, pero él aún no terminaba, así que hizo que me levantara y que me pusiera igual sentada arriba de él, pero dándole la espalda. –quiero verte las nalgas y ver como te das sentones sobre mi verga, mami. –Me dijo –Claro que sí, cariño. –contesté. Con gusto acepté que disfrutara mirando mi trasero mientras me daba sentones metiéndome su pene, buscaba la manera de empinarme un poco para que pudiera disfrutar de la mejor vista que le daban mis nalgas. Al principio me daba mis sentones para que él también tuviera su orgasmo, pero no pasó mucho tiempo y volví a sentirme excitada. Me tomó con un brazo a la altura de la cintura y con la otra mano buscó mi boca y me metió dos de sus largos dedos los cuales recibí y con la excitación que sentía se los empecé a mamar instintivamente. –Te encanta mamar, ¿verdad? –Le confirmé moviendo mi cabeza. –sin sacarme sus dedos. –Pues lo haces muy bien y sabes algo tienes una boca riquísima que se me antoja mucho –me decía él con mucha excitación. Cerré mis ojos y mi imaginación empezó a volar imaginado su miembro en mi boca mamándoselo hasta que se viniera. –me encanta tu cara de puta. Volví a perder la noción de las cosas hasta que sentí una mano en mi cabeza que me jalaba con firmeza entonces abrí mis ojos y para mi excitante sorpresa vi que el amigo del jefe estaba parado junto a mí con su pene de fuera. Sin pensarlo y siguiendo mis deseos abrí mi boca dejándolo entrar. Nunca había estado con dos personas, pero estaba resultando tan excitante esa situación. Solo pensé en disfrutar eso que estaba viviendo. Creo que haberme visto lo que hacia con el pene de su amigo lo excitó mucho ya que enseguida sentí un largo chorro caliente, que inundaban mi vagina. El jefe hizo que me saliera de él y me preguntó si quería limpiársela a lo que amablemente acepté sin decir ninguna palabra solo me agaché y me acomodé para empezar a limpiársela. Su amigo con el pene erecto, quise tomárselo con mi mano para masturbarlo, pero detuvo mi mano en el viaje solo vi que se puso atrás de mi, me tomó de la cadera e hizo que levantara las nalgas y abriéndome las piernas buscó con sus dedos mi vagina y me escupió varias veces el ano. En eso sonó el teléfono a lo cual su amigo contestó y tras unos segundos le dijo a su jefe que teníamos 20 minutos. Pensé que todo había acabado y me erguí, pero su amigo me volvió a poner en posición diciendo que aun daba tiempo. Volvió a preparar mi ano escupiéndolo y me penetró poco a poco dándome tiempo de mi ano se adaptara a su miembro. Sentí el pen del otro ponerse en la entrada de mi muy cerrado ano y fue abriéndose conforme me la iba metiendo. Sentí un ligero dolor, pero me gustaba. Seguía limpiándole la verga al otro, aunque lo hacia sin ningún sentido lógico ya que estaba quedando completamente batida de la boca y sentía su semen escurrir alrededor de mi boca. Amablemente me la junto e hizo regresar todo a mi boca para que me lo comiera, mientras su pene se iba haciendo flácido. El otro seguía en su trabajo cogiéndome por el culo y no podía ni quería contener los gemidos que eso me provocaba, sabia que si seguía así me haría llegar a otro orgasmo, se movía más rápido y mis gemidos de dolor lo provocaban más. Hasta que llegue a mi segundo orgasmo gritando cosa que lo hizo excitar terminando también e inundando mi culo con su semen. Pasaron algunos minutos más cuando mi esposo regresó y todos participamos para preparar la mesa y comer y la plática continuó tan agradable como siempre. “”Su narración llegó a inquietar a más de uno y por lo tanto se llevó una gran ovación””
Posted on: Wed, 19 Jun 2013 21:12:43 +0000

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