LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS EL GOBIERNO - TopicsExpress



          

LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS EL GOBIERNO JUSTICIALISTA (su doctrina y su organización) El Gobierno justicialista, realizado por nosotros durante los ocho años que siguieron al caos provocado por la Revolución del 4 de junio de 1943, de semejantes características a la actual, sin contenido político, económico ni social, ha dado a la República Argentina una fisonomía propia, con caracteres originales. Alcanzamos el Gobierno mediante las elecciones más limpias y puras de que haya memoria en la historia argentina. En ellas vencimos a una coalición de todos los demás partidos, conglomerados en el más heterogéneo y abigarrado maridaje político, en el que marchaban del brazo por las calles los representantes de la más cruda oligarquía conservadora con los socialistas y comunistas. Nuestra acción de Gobierno Constitucional, desde 1946 hasta 1951, se realizó dentro de nuestra concepción doctrinaria, y el primer Plan Quinquenal del Gobierno arrojó un saldo tal que debí aceptar la imposición popular presidir un segundo gobierno. Las elecciones se realizaron en 1951 contra las mismas fuerzas que se nos habían opuesto en 1945, es decir, todos los demás partidos unidos. Estas elecciones, tan puras como las anteriores, controladas por el ejército, fueron, como las anteriores, elogiadas en su pureza por los propios adversarios. En ellas obtuvimos el setenta por ciento de la totalidad de los sufragios. En algunas provincias llegamos a obtener hasta el 95 por ciento de los sufragios totales. Así iniciamos el segundo periodo de gobierno ante una oposición enconada por la impotencia, donde, como en el primer periodo, se mantenían unidos conservadores, radicales, socialistas y comunistas. Frente a la imposibilidad de vencernos en los comicios, comenzaron a conspirar abiertamente. En esa conspiración fueron alentados por el gobierno uruguayo, que descaradamente les ayudó para establecer en Montevideo su cuartel general, desde donde se dirigió todo el movimiento, utilizando los propios elementos del gobierno de ese país. Abundantes fondos aportados por Bemberg, Lamuglia, Gaínza Paz y otros, comenzaron a conmover la posibilidad de los jefes de la Marina, Aeronáutica y Ejército; afortunadamente muy pocos del Ejército. Poniendo en práctica la afirmación napoleónica de que “todos los hombres tiene precio, es cuestión de encontrarlo”, comenzó la difícil tarea de “conocerlos”. Poco a poco el dinero hizo su efecto y se consiguió conmover la disciplina haciendo que los indecisos tomaran partido. No les importó el juramento prestado al país, ni el sagrado deber militar. Indudablemente, para ciertos hombres hay factores materiales que gravitan más fuertemente que los del honor, el deber y la conciencia. ¡Al fin, hombres! ¡Nada más que hombres! Esta es la simple y vulgar historia de una traición a la República, consumada, como todas las traiciones, mediante móviles deleznables por hombres también deleznables. Entre ellos puede haber tal vez algún idealista engañado que constituya la excepción confirmatoria de la regla, pero, aun en ese caso, no se justifica la traición solapada. El hecho es que se presenta aquí el insólito caso de que un Gobierno Constitucional, elegido por la inmensa mayoría de pueblo, derribado mediante un cuartelazo artero y traidor. Los que hablan de la democracia deberían sentir rubor de nombrarla frente a semejante aberración. Sin embargo, tan poca es la vergüenza de cierta gente y tan grande su cinismo y mala fe, que conscientemente son portadores del encomio vergonzoso a una dictadura de ignorantes asesinos, en nombre de la justicia que escarnecen, de la libertad que humillan y de la democracia que pisotean. Se ha traicionado a un país, se ha defraudado a un pueblo, se han encarnecido todos los principios y aún hay hombres tan malos y tan mentirosos que llenan hojas con elogios a los malvados y loas a una tiranía oligárquica de hombres oscuros al servicio del sucio dinero de una traición. ¡Pobre justicia, pobre libertad y pobre democracia! Otros “demócratas” callan con el silencio de la cobardía, que es el peor de los silencios. Vivimos días de resignación silenciosa y de acomodamiento burgués. Los luchadores no son de estos tiempos. Han a dominar los simuladores y mentirosos. Hay que simular y mentir en este mundo de sepulcros blanqueados. Sin embargo, nosotros no habíamos dejado de prever cuanto sucedió, tomando en el orden doctrinario y de la organización las medidas dirigidas a neutralizar los efectos de una asonada oligarca y de una tiranía de este tipo que seguiría. Conocedores de nuestro medio, accionamos durante los ocho años para consolidar nuestra organización y darle caracteres de una institución permanente. El primer trabajo fue dirigido a inculcar la doctrina. Cada justicialista, no solo conoce la doctrina, sino que la siente y la práctica. Así organizamos, intelectual y espiritualmente, a la enorme masa justicialista, haciendo que, de una misma manera de ver los problemas, resultan un modo similar de apreciarlos y un mismo modo de resolverlos. Esa unidad de doctrina que “organizó” espiritualmente a cada hombre sirvió de base para la organización material de nuestro movimiento en sus diversos sectores: los hombres, las mujeres y los trabajadores. Como es usanza de los tiempos modernos, especialmente en nuestros países, azotados de tiempo en tiempo por las tiranías oligárquicas, nuestra organización puede actuar en la legalidad y también en el campo ilegal, según las circunstancias. Si nos dejan, actuamos legalmente, si no, tendremos la ventaja de hacerlo ilegalmente, donde nos agrandaremos. En nuestro país sabemos qué atenernos. En el orden político hay solo dos tendencias: los justicialistas y los antijusticialistas. Los hombres y mujeres que actualmente están en esos bandos es difícil que cambien porque media profunda convicción. Sabemos que de los diez millones de votantes, en números redondos, siete son nuestros y, sabemos también, que son inconmovibles e inalterables. No hablan, pero votan. Nuestro movimiento ha sido creado y organizado “de abajo hacia arriba”. Cuenta la masa mas que los dirigentes. Al contrario de lo que sucede en los otros partidos, que la masa depende de los dirigentes, en el nuestro los dirigentes dependen de la masa. Pueden, como sucede en estos momentos, encarcelarnos a todos los dirigentes y la masa sola sigue accionando. En el proceso eleccionario, cuantitativo por excelencia, no interesan dirigentes sino sufragios. Los dirigentes son necesarios recién en el Gobierno. Juan D. Perón
Posted on: Thu, 24 Oct 2013 00:20:20 +0000

Trending Topics




© 2015