LA MEMORIA DE UN BIEN, ESPERANZA DE UN PUEBLO. "No es la cultura - TopicsExpress



          

LA MEMORIA DE UN BIEN, ESPERANZA DE UN PUEBLO. "No es la cultura del enfrentamiento la que construye la convivencia de los pueblos, sino la cultura del encuentro y del diálogo" (Papa Francisco). Del espejismo de la ideología a los hechos. El recuerdo de los 40 años del Golpe hace que septiembre recoja con generosidad y reflexión el hambre de verdad y justicia del corazón humano. Vuelven a emerger hechos e imágenes que buscan documentar la crisis del 1973: la caída de la democracia, desencuentros y violencia, graves atentados a los derechos humanos, la suspensión de los derechos civiles y de asociación, y por otro lado la imposición de un modelo político - económico desde el Estado; pero también una caridad ágil y oportuna - donde a veces no llegan las imágenes - especialmente de la Iglesia y la Vicaría de la Solidaridad, algunas embajadas y personas (incluso entre las más cuestionadas) en que no se doblegó la caridad al odio y la desconfianza, tantos hechos "microscópicos" que retratan a jirones el alma humana. La palabra “memoria” es la que más se escucha especialmente para expresar la exigencia de la justica y de la verdad. Sin embargo todo lo que se dice en estos días nos parece reclamo de una memoria inconclusa, en que algunos lanzan desafíos para no ser plagiados en su dolor ("No vamos a transar la memoria"), otros ofrecen el camino realizado juntos ("Las voces de una reconciliación"), en otros emerge el perdón por lo ocurrido. También hay indiferencia o curiosidad morbosa, como si fuera un producto que vender. Se trata en cambio de completar la memoria con humildad y decisión, de una pasión por los hechos antes que por una interpretación de la historia, desentrañando también con paciencia y respeto las causas que precipitaron la caída de la democracia. Sin esto, se mira y no se entiende. La fiebre de las ideologías, especialmente las más violentas, ocupó todos los espacios del dialogo, erosionando la democracia y la convivencia civil hasta en sus aspectos más capilares. Se vivía la ilusión que la justicia y el desarrollo eran el producto de una visión unilateral del Estado y la Sociedad. La ideología de la Doctrina de la seguridad Nacional y la dictadura llevó esta lógica hasta los extremos que conocemos (Doc. de Puebla 1978, p 535 y ss.). En cambio, el hecho de la reconciliación coincidió siempre con el descubrimiento del otro como un valor inestimable y por tanto con la certeza del valor universal de los derechos humanos. Pero, ¿qué es la memoria? La memoria es la experiencia de un bien. Hoy a la distancia de esos años nos parece que todos pudimos hacer algo más; sin embargo a menudo, emerge la tentación de justificarse o de volver a culpar a los otros de lo sucedido, con un renovado temor a la autocritica y así se desperdicia una gran ocasión, especialmente para los más jóvenes: la de ir al fondo de nuestras preguntas frente a lo sucedido, sin temor de toparse con el otro, otro distinto de mi y que tiene las mismas preguntas. La memoria es acoger el propio dolor y de los otros, hasta tocar en los hechos la necesidad de una tarea misteriosa: ofrecer lo que hemos recibido en tiempos de dolor. Asumir la heredad del pasado en primera persona es también reconocer a quienes han sostenido con su esperanza el trabajo de la verdad y de la justicia, incluso en las horas más oscuras de nuestra historia. “Porque si se cuenta exclusivamente el mal y la suerte de las víctimas se transmite sólo resignación", dice Moshe Bejski, que fue uno de la lista de Schindler (Cit. Revista Tracce N. 2, 1997. Convenio de Torino, Il giorno della memoria). Entonces, una memoria abierta a la esperanza y cargada de responsabilidad es una memoria más completa, capaz de comprender los tiempos oscuros, “una memoria compartida por los salvados y 1 salvadores” (Hannah Arendt, Cit. Revista Tracce N. 2, 1997). Es solo una memoria del bien, como experiencia real de verdad y justicia, la que contribuye a un dialogo abierto, que rompa los mitos del antagonismo entre los “dueños de la memoria" v/s "los detentores del poder”, porque la memoria de un pueblo es un bien para todos. De hecho, si lo pensamos bien, es sobre esta memoria, aunque de forma no totalmente consciente, que nuestro país ha construido y construye su reconciliación. No basta sin embargo, la convocación a un “nunca más”, se requiere la educación de los hombres comprometidos con la vida y la justicia. Es una memoria del bien aquella que abre a la esperanza y la responsabilidad, y no la mera invocación del libre albedrío, de la orfandad de la libertad, para dividir el mundo entre culpables e inocentes. Rescatados por un encuentro. A nosotros que redactamos estas pocas líneas, la posibilidad de vivir esta memoria más completa se nos brindó gratuitamente en un encuentro. En 1983 éramos un puñado de jóvenes comprometidos con la recuperación de la democracia y la pasión por educar: el encuentro imprevisto con un hombre, el padre Luigi Giussani, coincidió con la experiencia de ser rescatados de la ideología a través del choque con un bien más grande que nuestras categorías y proyectos. Reconocer a otro que entra en el perímetro cerrado de tu vida y que abraza tus necesidades y la de los otros, con una gratuidad inatacable, sin dejar nada afuera de este abrazo, sin censurar ni un gramo de realidad, se reveló de inmediato como una novedad inesperada sobre cada uno de nosotros , una promesa inconfundible de bien, un presentimiento de lo verdadero que introdujo la perspectiva del Destino ahí en el día a día pero con una medida inestimable: "Dar nuestra vida allí donde vivimos... allí donde están los padres, los hermanos, los amigos, los compañeros de clases, los vecinos, los de la parroquia, de la diócesis, de la nación... en ese contexto contingente que es mi presente". (L. Giussani, Porta la Speranza, Pagina 189). El transcurrir de los años ha sido el verificar que en la fidelidad a una presencia, y no al poder, se genera una historia. Una historia real de hombres distintos que se vuelven amigos. Sin esta experiencia actual de una positividad real, que nace del reconocimiento de Cristo resucitado, como lo recuerda continuamente el Papa Francisco, no es posible volver a empezar. Esta ha sido nuestra contribución a la memoria de Chile, la de pertenecer a la Iglesia - con sus límites y los de cada uno - sirviendo al pueblo de esta patria con “ingenuo atrevimiento”. Comunión y Liberación Santiago de Chile 11.09.13 2
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 02:26:56 +0000

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