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La Prudencia Se ha dicho que la prudencia es considerada como auriga de las virtudes porque las dirige y gobierna a todas. Auriga era el hombre que en las antiguas Roma y Grecia gobernaba los caballos de los carros en las carreras. La prudencia es la primera de las virtudes cardinales. La prudencia no es tan sólo el simple afán de propia conservación, o el cuidado de sí mismo, que no deja de ser un poco egoísta. Medida, guía y razón de las virtudes morales en todas ellas influye, sin excepción, suministrando a cada una, el complemento que le permite el logro de su propia esencia, de allí que sea posible deducir que la prudencia es en efecto, la medida del saber, querer, osar y callar. Los distintos modos de imperfección de ese saber, querer, osar y callar, constituyen por otra parte, los distintos tipos de imprudencia. Por ejemplo quien se lanza resueltamente a una acción, sin pararse a deliberar como es debido y sin formular un juicio fundado, es imprudente según el modo de la impremeditación. Un segundo modo de imprudencia es la inconstancia, porque ella puede malograr y cortar el paso al proceso de transformación del conocimiento, haciendo que la deliberación y el juicio caigan en el plano de lo infructuoso en lugar de seguir su curso hasta alcanzar el momento definitivo, el momento de la verdad. Y finalmente otro modo de imprudencia, por ejemplo, es la astucia, una especie de sentido simulador e interesado, al que no atrae más valor que el táctico de las cosas y que es distintivo del hombre intrigante, incapaz de actuar rectamente. La simulación, los escondrijos, el ardid y la deslealtad representan el recurso de los espíritus mezquinos. La prudencia es la virtud que permite cambiar el conocimiento de la realidad en práctica del bien, implica la humildad de percibir en silencio, con sencillez; significa una relación entre el rigor, la deliberación y el arrojo. La prudencia enseña el camino hacia la propia perfección y evolución espiritual. La prudencia es lo que nos enseña a escuchar, ese escuchar es lo que nos indica mayor sabiduría, ese escuchar es lo que enseña y lo que enseña es lo que nos hace ser mejores. Ser prudente es ser cauteloso, sensato, moderado, equilibrado y mesurado. En efecto, la duda en todo lo que escuchemos, la duda en todo lo que nos digan, la duda en todo lo que quieran aparecer como verdad, la duda en el fanatismo, en la ignorancia o hipocresía. Identificamos la duda como “duda filosófica”, solo para bautizarla y distinguirla de otras dudas, la duda filosófica es la que nos puede entregar datos más confiables y que nos acerca a la verdad. Pero no esa verdad del diccionario que la describe como “la conformidad de juicio o concepto que tiene alguien acerca de una cosa”, sino la verdad libre, la verdad que nos hará libres. La prudencia nos enseña a regular nuestras vidas y nuestros actos de acuerdo con los dictados de la razón; es el hábito que nos enseña a juzgar con sabiduría y a decidir prudentemente sobre nuestro presente y sobre nuestra felicidad futura.
Posted on: Thu, 07 Nov 2013 12:56:56 +0000

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