La fe de María.- María tuvo desde la encarnación conocimiento y - TopicsExpress



          

La fe de María.- María tuvo desde la encarnación conocimiento y fe en el misterio del hombre-Dios. El misterio se dio a conocer después a otros: a san José, a santa Isabel. Pero quien lo conoció desde el primer momento fue sólo la Virgen. Durante algún tiempo fue esto un secreto guardado entre el ángel y ella. Este conocimiento y esta fe le vinieron ya en la catequesis de la anunciación. «Como el rocío penetra secretamente en el vellón, así el Hijo de Dios bajó secretamente en el momento del anuncio; y nadie conoció el secreto más que el ángel y María»(31). El alcance de esta fe era grande; alcanzaba al misterio del hombre-Dios, porque el que de ella iba a nacer era el Verbo encarnado; y al de la redención, porque salvaría a su pueblo de sus pecados. Y, en consecuencia, desde el primer momento también tuvo fe en el de su maternidad divino-corredentora. María fue la única que conservó la fe cuando más difícil se hizo conservarla y, más facilidad se encontró para perderla, en el tiempo de la pasión. Cuando veía perseguido, maltratado, condenado y, muerto al que era hijo suyo y de Dios; cuando veía al hijo abandonado por los que debían serle fieles, ella conservó intacta su fe; ella sola. En aquellos momentos seguía creyendo que era Dios y que volvería a vivir resucitando por su propia virtud. «Cuando la Virgen Madre gustó en su corazón aquel amargo dolor no olvidó su fe católica. Ella sola fue quien conservó la fe en la resurrección del Hijo»(32). También fue ella sola la que conservó la fe mientras el hijo muerto permanecía en el sepulcro. El hijo resucitado se le apareció antes que a nadie por varios motivos; entre ellos, porque quería premiar esta fe. «Es cierto, y aparece con bastante claridad en el texto del evangelio, que en el tiempo de la pasión de Cristo perdieron totalmente la fe cristiana los apóstoles y los discípulos. Todos pensaban de él que era un profeta santísimo, pero dudaban si era Dios y si era el Mesías. En aquel sábado sólo la Virgen María creyó sin dudar lo más mínimo. Por eso se hizo merecedora de que los sábados le dedicara la Iglesia su oficio»(33). Hay otro detalle, aprovechado también por el santo, para ver que sólo ella conservaba la fe en aquellos momentos. «Entre las mujeres --dice-- estaban María Magdalena y la otra María. Se preocupaban con diligencia y con afecto de cómo, pasado el sábado, podrían entrar reverentemente con el ungüento preparado para ungir al Señor. Con lo que queda bien de manifiesto que dudaban de la fe, pues no creían que había resucitado. Pero la Virgen no fue a ungir con las otras mujeres, porque en ella permanecía la fe cierta y verdadera»(34). Como creyó desde el principio en la divinidad del Hijo, y durante la pasión en la resurrección que debería suceder al tercer día, creyó también en la venida del Espíritu Santo durante la espera de los diez días del cenáculo, a pesar de la intranquilidad y de la desesperanza de los discípulos. Ya vimos, al hablar de ella como mediadora activa de las gracias, que la noche de Pentecostés levantaba el ánimo y encendía la fe y la esperanza en los discípulos, que iban ya perdiendo las dos cosas. Su fe en la venida del santificador no se debilitó»(35).
Posted on: Sat, 03 Aug 2013 09:40:13 +0000

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