La nube rosa sí existe Víctor A. Área Puebla Tres Región Sur Poniente Llegué a la Comunidad el 9 de agosto de 1995. Cuando en 1984 me pasaron el mensaje pensé que yo no tenía por qué estar en Alcohólicos Anónimos, pero con el tiempo mi problema se fue agravando. Muchas veces dije que yo iba a dejar de beber cuando yo quisiera. Cuando pude dejar de beber no quise y cuando quise ya no pude: hice juramentos, tomé pastillas y no lo logré sino hasta que me dieron una junta de información. Motivado por la buena nueva de que me estaba funcionando el grupo, quise pasar el mensaje a todos mis cuates de cantina, pero no lo logré, sino al contrario, volví a beber. Deambulando nuevamente en las pulcatas me invadía el sentimiento de culpa: le había fallado a Dios, a mi madre, esposa, hermanos e hijos. Ya no quería volver al grupo, pero un compañero me visitó varias veces para que regresara, cansado de no hacerle caso me dejó dicho: “Mira, es la última vez que vengo; te voy a decir una cosa: el tonto que llevas dentro y que no sabe beber, siempre va a estar así. Tú decides: la silla del grupo siempre te estará esperando”. Regresé al grupo y cuando estaba a punto de cumplir mi primer aniversario, uno de mis hijos se accidentó y pasé mi primer año en el hospital. Renegué del grupo y de Dios. Le raclamé a Él por qué me había pasado eso si ya estaba dejando de beber, le dije que cuál nube rosa, que para mí era nube negra. Yo había escuchado que el primer año era de maravilla para el alcohólico y eso no me pareció cierto. Cuando el médico me dio la receta para comprar las medicinas, no encontré una. Desesperado, porque ya había preguntado en las farmacias más grandes y no la tenían, vi una farmacia chiquita y dije: “Si no hubo en las grandes menos en esta”, y me pasé de frente. Adelante encontré un grupo y me metí a sesionar. En ese tiempo estaba lo del famoso chupacabras, y el compañero que estaba en tribuna decía que él lo iba a matar. Pensé: “Éste está enfermo por una ficción y en cambio yo sí estoy mal de verdad”. Se terminó la junta, empezaron otra y yo pasé a compartir cómo me sentía en esos momentos. Me compartieron sus experiencias y al final de la junta se acercó un compañero y me dijo: “No te preocupes, no pasa nada”. Nos fuimos caminando juntos y al pasar por la misma farmacia me dijo: “Ya preguntaste aquí”. Y le contesté: “Si no hay en las grandes menos aquí”. Me tomó del brazo y me pidió que tuviera fe: ahí estaba el medicamento. Con el paso del tiempo he comprendido que la nube rosa sí existe, porque mi hijo vive, está en la universidad y yo no he bebido.
Posted on: Fri, 12 Jul 2013 21:35:23 +0000