La revelación de la realidad de la vida de la iglesia Semana - TopicsExpress



          

La revelación de la realidad de la vida de la iglesia Semana 24--- Nuestro ministerio Sabado --- Leer con oración: Mt 3:16-17; 4:17; 28:18-20; Lc 24:49; Hch 2:1-13, 21 “Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (Jn 21:22) EL MINISTERIO NEOTESTAMENTARIO Después de nuestro nuevo nacimiento, Dios nos colocó en la iglesia para ser perfeccionados para la obra del ministerio. Hoy estamos incluidos en el ministerio de Juan, el último del Nuevo Testamento. Durante la persecución del imperio romano contra los cristianos, los principales líderes de la iglesia fueron martirizados, excepto Juan. El Señor preservó su vida y no dejó que lo mataran junto a los demás. Así, por la soberanía de Dios, Juan no fue condenado a muerte, pese a ser apresado y luego exiliado en Patmos (Ap 1:9). Al final del primer siglo, el Señor levantó al apóstol Juan para ayudar a la iglesia a permanecer en el camino del Espíritu y la vida, y de ese modo, dar continuidad al ministerio neotestamentario. Al ser cuestionado por Pedro sobre lo que sucedería con Juan, el Señor Jesús dijo: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú” (Jn 21:22). Esta respuesta hizo que muchos pensaran que Juan no moriría; pero el mismo Juan, inmediatamente trató de explicar que Jesús no dijo eso (v. 23). Por consiguiente, podemos concluir que el Señor se estaba refiriendo al ministerio de Juan. Durante el tiempo que estuvo preso y exiliado, creemos que Juan maduró mucho y aprendió a vivir en el espíritu, negándose a sí mismo, y así llegó a ser más útil para Dios. Alabamos al Señor porque el ministerio de Juan, de Espíritu y vida, permanece entre nosotros. El ministerio del Señor Jesús en la tierra comenzó después de Su bautismo. Al ser bautizado, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma, lo que indica que Jesús fue ungido para ejecutar la voluntad del Padre de predicar el evangelio del reino. Posteriormente, el ministerio neotestamentario recayó sobre los doce apóstoles. El día de Pentecostés ciento veinte galileos estaban “todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hch 2:1-4). Por el Espíritu, ellos hablaron en lenguas de naciones distantes y aquellos que los oyeron se admiraron porque podían entenderlos. Pero algunos decían que estaban ebrios y se burlaban (v. 13). Estos eran los mismos que cincuenta días antes habían crucificado al Señor. Entonces el apóstol Pedro se levantó junto con los once, diciendo que lo que ellos estaban viendo era lo que el profeta Joel había dicho: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (2:28-29; Hch 2:17-18). Es decir, lo que estaban viendo era la manifestación del Espíritu que había sido derramado sobre ellos. Pero lo que es fundamental en la profecía de Joel y en las palabras de Pedro es lo que viene enseguida: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Jl 2:32; Hch 2:21). Esto significa que para ser salvo, para recibir al Señor Jesús, es necesario invocar Su nombre, porque “todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro 10:13). Podemos ver que la iglesia en Jerusalén tuvo un buen comienzo en el Espíritu y, en poco tiempo, millares de hermanos se añadieron (Hch 2:41; 4:4). Esto ocurrió porque ellos se mantenían en el frescor de la vida divina, por medio de invocar constantemente el nombre del Señor. Como resultado, había mucho desprendimiento en la iglesia en Jerusalén, y cada uno vendía sus propiedades y sus bienes y los ponían a los pies de los apóstoles para que ellos administraran el dinero. Bernabé fue un ejemplo de esto. Él amaba mucho al Señor y comenzó a servir en la iglesia en Jerusalén. Todo aquel que invoca el nombre del Señor recibe la vida divina, crece espiritualmente y no vive más para el mundo presente, sino que anhela reinar con Cristo en el mundo venidero. Este fue el inicio del ministerio neotestamentario. Punto Clave: Aprender a vivir en el espíritu. Su punto clave es: Pregunta: ¿Cómo empezó el ministerio neotestamentario
Posted on: Sat, 03 Aug 2013 13:09:25 +0000

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