Le salió barato. Desde el suelo pude ver el chasis de la - TopicsExpress



          

Le salió barato. Desde el suelo pude ver el chasis de la camioneta que pasó a treinta centímetros de mi humanidad. Como resorte me incorporé, no sin antes sentir un agudo pinchazo en mi rodilla izquierda, haciéndome recordar aquél que sentí cuando volqué en una gran Yamaha XJ650 hace una veintena de años. En aquél entonces mi rodilla tronó. En este, parecía igual. “Usted no se fijó” -respondió la conductora al reclamo que le hice-. Llegó un segundo pinchazo, menos agudo y más extenso, pero ahora a la altura de mi hombro izquierdo. “Déjalo, es su problema por no venir en su carril” ¿carril? –le cuestioné a la joven fodonga que parecía ser su hija. “En estas calles no existe un carril para ciclistas y menos a mitad de calle” –le increpé-. “Fue su culpa y es su problema”-era la conclusión reinante por parte de las damas en cuestión (había una más que nomás atinaba a mover la cabeza afirmando y balbuceando no sé qué cosas). Yo defendía mi postura; y mi reclamo hacia su responsabilidad en el percance iba subiendo de tono. Sin embargo, en mi cabeza se jugó la carta de la prudencia y la reserva en mis actos y palabras, pese al agudo dolor y sangrado de mi rodilla, sumándose el cada vez más acentuado malestar en el hombro y codo. En el intento de abandonarme sin respuesta a su responsabilidad, de no atenderme e indemnizarme, amenacé con hablar a alguna autoridad para que mediara la situación y hacer valer mi derecho y su obligación. En mi mente se presentaba el caso de un joven que fue arrollado y quedó en abandono aún con la migaja de atención con la que se “dignó” el conductor que le infringió el daño. La conmoción le impidió claridad en la petición y no tuvo posibilidad de exigir atención y pago a los daños. No era mi caso. Por segundos me sentí terriblemente frágil, vulnerable al ataque y expuesto al juicio sumario. Incluso, en ese lapso, la escena de lanzarme al cuello de la culpable y apretarlo hasta escuchar el berrido del “aargghh, ya estuvo, yo pago todoo, eres inocenteee!” estuvo presente por fracción de segundos. Tomé fuerza del mismo dolor –como cuando después de una tacleada ante un full back, el couch grita “levántate y a jugar”- y emprendí el contra ataque. Para mí era inconcebible que no hubiera ni el mínimo de humanidad para atender a un lesionado independientemente de la culpabilidad. La apatía por el dolor ajeno la vivía en carne propia –cuando en la televisión nos cansan de presumir la solidaridad ante la desgracia-. De pronto apareció una señora mayor a moderar las cosas y remediar la situación. “¿Qué es lo que pide, joven” –en un tono más suave y conciliador- “primero que la señora acepte la culpabilidad y se disculpe” –requerí dirigiéndome a la susodicha-. Nunca obtuve respuesta a esta solicitud y sólo se hicieron cargo de las curaciones, obra de la interventora mayor del caso. El argumento de la inculpada fue: “tú venías muy pegado a mi camioneta y yo sólo cerré el espejo y abrí mi puerta para bajarme…”. ¿¡!? De esta situación se desprende una lección que quiero compartir: 1.-En un percance similar o parecido NO negocies tu salud, haz valer tu derecho a ser atendido. 2.-Márcale a algún amigo, familiar o a emergencias 066 y comenta la situación pidiendo ayuda 3.-Pide apoyo de alguna autoridad para que intervenga y sea el garante de tu atención porque sino, te pueden abandonar en la sala del hospital 4.-Pide te atiendan en el Aranda de la Parra o en el Hospital Los Ángeles (si sucede en León) 5.-Exige indemnización por el tiempo laboral afectado 6.-En caso que con cumplan con las obligaciones de atención hacia tus afectaciones, interpone demanda en el ministerio público, procurando tener datos lo más precisos posibles del caso.
Posted on: Sat, 05 Oct 2013 22:36:14 +0000

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