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Lecciones que aprendemos de “la armazón [...] de la verdad” “Tienes en la Ley la armazón del conocimiento y de la verdad.” (ROM. 2:20) BUSQUEMOS LA RESPUESTA A ESTAS PREGUNTAS: ¿Qué representaron los sacrificios estipulados en la Ley mosaica? ¿En qué sentidos son parecidos los sacrificios de los israelitas fieles y los que ofrecemos los cristianos? ¿Qué factores llevan a que Jehová acepte o rechace un sacrificio? GRACIAS a los libros que escribió Pablo por inspiración, captamos el significado de muchos aspectos de la Ley mosaica que, de otro modo, serían difíciles de entender. Tomemos como ejemplo la carta a los Hebreos. Allí, el apóstol nos habla de Jesús en su función de “sumo sacerdote misericordioso y fiel”, y nos aclara cómo pudo ofrecer de una vez para siempre un “sacrificio propiciatorio” que resultará en la “liberación eterna” de todos los que muestren fe en él (Heb. 2:17; 9:11, 12). Igualmente, señala que el tabernáculo fue tan solo una “sombra de las cosas celestiales” y que Cristo fue Mediador de “un pacto mejor” que el que introdujo Moisés (Heb. 7:22; 8:1-5). En tiempos de Pablo, estas explicaciones acerca de la Ley fueron muy útiles para los cristianos. Y hoy lo siguen siendo, pues nos ayudan a comprender mejor lo valiosas que son todas las medidas que Dios ha tomado para ayudarnos. 2 En su carta a los Romanos, Pablo dirigió algunos de sus comentarios a miembros de la congregación que eran de origen judío y habían sido educados en la Ley mosaica. Él admitió que conocían muy bien aquel código divino y que, por eso, tenían la ventaja de poseer “la armazón del conocimiento y de la verdad” acerca de Dios y sus justos principios. Aquellos cristianos venidos del judaísmo comprendían y respetaban sinceramente esa armazón, o estructura general, de la verdad. Por ello, al igual que los israelitas fieles que les habían precedido, podían guiar, enseñar e iluminar a las personas de otros pueblos, las cuales no estaban familiarizadas con la Ley que Jehová había dado a Israel (léase Romanos 2:17-20). SOMBRAS DEL SACRIFICIO DE JESÚS 3 La armazón de la verdad que mencionó Pablo sigue siendo muy necesaria para entender los propósitos de Dios. En efecto, los principios en que se basa la Ley que recibió Israel no han perdido valor ni vigencia. Teniendo esto presente, concentrémonos en un aspecto concreto de dicha Ley: las instrucciones sobre cómo debían hacerse los sacrificios y ofrendas. Observaremos cómo contribuyeron a que los judíos humildes aceptaran a Cristo y entendieran lo que Jehová esperaba de ellos. Y también veremos de qué forma nos ayudan dichas normas a analizar la calidad de nuestro servicio sagrado, dado que los requisitos básicos que Jehová fija para sus siervos nunca cambian (Mal. 3:6). 4 En la Ley, los judíos de la antigüedad encontraban a cada paso indicaciones de que eran pecadores. Sirva como muestra la regla de purificarse después de tocar un muerto. Al tercer y al séptimo día de haber estado en contacto con él, la persona impura tenía que ser rociada con “agua de limpieza” ceremonial, la cual se elaboraba degollando una vaca roja sana, quemándola y disolviendo sus cenizas (Núm. 19:1-13). Otra norma semejante exigía que las parturientas guardaran un período de impureza y luego ofrecieran un sacrificio de expiación. Así se recordaba que los seres humanos transmiten en la reproducción el pecado y la muerte (Lev. 12:1-8). 5 En la vida diaria había muchas otras situaciones que requerían que los siervos de Jehová sacrificaran animales para expiar los pecados. Sea que se dieran cuenta o no, tales ofrendas —que con el tiempo llegaron a realizarse en el templo— eran una “sombra”, o modelo, que prefiguraba el sacrificio perfecto de Jesús (Heb. 10:1-10). EL ESPÍRITU CON QUE DEBÍAN HACERSE LOS SACRIFICIOS 6 Cuando los israelitas sacrificaban a Jehová un animal, era imprescindible que este se encontrara totalmente sano: sin deformidades, ceguera, heridas ni enfermedades (Lev. 22:20-22). Igualmente, cuando le presentaban frutos o granos, debían ser las “primicias”, o primeros frutos, y “lo óptimo”, sí, lo mejor de la cosecha (Núm. 18:12, 29). Él no iba a aceptarles ofrendas de segunda categoría. ¿A qué señalaba el requisito de entregarle únicamente animales sin defectos? Al hecho de que el sacrificio de Jesús sería perfecto, sin tacha alguna, y que al proporcionar este medio para redimir a la humanidad, Jehová estaría dando lo mejor y lo que más quería (1 Ped. 1:18, 19). 7 Sin duda, el adorador que agradecía de corazón la bondad divina seleccionaba para Jehová lo mejor que tenía a su alcance. Cierto, cada uno decidía si la dádiva sería de mayor o menor calidad. Pero nadie debía olvidar que si presentaba algo defectuoso daba a entender que veía la ofrenda como un mero trámite e incluso una carga, por lo cual no complacería a Dios (léase Malaquías 1:6-8, 13). Teniendo en cuenta este hecho, hacemos bien en preguntarnos: “¿Con qué espíritu le sirvo a Jehová? ¿Me convendría evaluar la calidad de mi adoración y mis motivos al realizarla?”. 8 A veces, los israelitas ofrecían sacrificios voluntarios. ¿Por qué razón? Podía ser porque estaban agradecidos a Jehová o, como sucedía con las ofrendas quemadas, porque deseaban su aprobación. En cualquiera de estos casos, no debía resultarles difícil seleccionar para él los animales adecuados. ¡Con gusto le daban lo mejor! Hoy, los cristianos no le entregamos ninguna de las ofrendas que estipulaba la Ley mosaica. Sin embargo, seguimos haciéndole sacrificios, ya que dedicamos a su servicio una buena parte de nuestro tiempo, energías y recursos. El apóstol Pablo señaló que al efectuar la “declaración pública” de nuestra esperanza, al “hacer [el] bien” y al “compartir cosas con otros”, estamos presentándole sacrificios que le complacen (Heb. 13:15, 16). El espíritu con el que llevamos a cabo estas actividades revela hasta qué punto le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotros y todo lo que nos ha dado. Como vemos, nuestros motivos y actitudes al participar en el servicio cristiano deben ser los correctos, igual que sucedía con los fieles que hacían sacrificios voluntarios en la antigüedad. 9 Cuando los israelitas cometían determinados errores, la Ley mosaica les exigía presentar ofrendas tanto por el pecado como por la culpa. Al tratarse de sacrificios obligatorios, ¿los harían con una disposición o actitud diferente, quizás hasta de mala gana? (Lev. 4:27, 28.) Si de verdad deseaban mantener una buena relación con Jehová, jamás actuarían así. 10 Hoy se producen situaciones similares. Tal vez nos demos cuenta de que sin querer hemos ofendido a un hermano al actuar de forma desconsiderada o descuidada. O puede que hayamos cometido una falta y nos remuerda la conciencia. Si tomamos en serio nuestro servicio a Jehová, haremos todo lo posible por arreglar las cosas. Quizás tengamos que disculparnos sinceramente o, si se trata de pecados graves, pedir la amorosa ayuda de los superintendentes cristianos (Mat. 5:23, 24; Sant. 5:14, 15). Como vemos, para corregir las faltas cometidas contra el prójimo o contra Dios hay que hacer “sacrificios”. Pero al pagar este precio, restablecemos la buena relación con Jehová y con el hermano, y aliviamos nuestra conciencia. A su vez, esto nos confirma que actuar como pide Jehová es siempre lo mejor. 11 La Ley mosaica también estipulaba que los fieles hicieran sacrificios de comunión como muestra de que estaban en paz con Jehová. Tanto ellos como sus familias comían la carne de los animales, a menudo en los comedores del templo. También recibían porciones el sacerdote que oficiaba y los demás que se hallaban de servicio (Lev. 3:1, nota; 7:31-33). Lo único que se pretendía con estos sacrificios era gozar de una buena relación con Dios. Era como si el adorador, su familia, los sacerdotes y Jehová celebraran un banquete juntos y en paz. 12 ¿Podía haber un mayor privilegio que, por decirlo así, invitar a Jehová a una comida y que él aceptara? Como es lógico, quienes fueran los anfitriones querrían ofrecerle lo mejor a tan ilustre huésped. Los sacrificios de comunión, como parte de la armazón de la verdad que hallamos en la Ley, apuntaban a una realidad mayor: gracias al sacrificio de Jesús, todos los seres humanos tienen la oportunidad de entrar en una relación pacífica con su Creador. En la actualidad, quienes le sacrifican a Dios de buena gana sus energías y recursos disfrutan de una estrecha amistad con él. ADVERTENCIAS SOBRE LOS SACRIFICIOS 13 Como hemos visto, la Biblia indica que Jehová aprobaba las ofrendas prescritas por la Ley únicamente si se hacían con el espíritu y la actitud que él pedía. De hecho, contiene ejemplos de sacrificios que Dios rechazó. Repasemos dos de ellos y notemos por qué no fueron aceptados. 14 El profeta Samuel le señaló al rey Saúl que había llegado el momento de ejecutar la sentencia divina contra los amalequitas: tenía que exterminarlos tanto a ellos como a sus rebaños. Sin embargo, una vez que los derrotó, permitió que sus soldados conservaran con vida a Agag, el rey de Amaleq. Y lo mismo hizo con los mejores animales del rebaño, argumentando que podía sacrificárselos a Jehová (1 Sam. 15:2, 3, 21). Pero ¿cómo se sintió Dios? Le indignó tanto la desobediencia de Saúl que lo destituyó de su cargo (léase 1 Samuel 15:22, 23). De este pasaje extraemos la siguiente lección: si no obedecemos a Jehová, él no aceptará nuestros sacrificios. 15 Encontramos un ejemplo parecido en el libro de Isaías. En tiempos del profeta, muchos israelitas cumplían con sus sacrificios pero vivían entregados al pecado. Su mala conducta demostraba que sus sacrificios eran puramente mecánicos; así que carecían de valor. Por eso, Jehová les dijo: “¿De qué provecho me es la multitud de sus sacrificios? [...] Suficiente he tenido ya de holocaustos de carneros y de la grasa de animales bien alimentados; y en la sangre de toros jóvenes y corderos y machos cabríos no me he deleitado. [...] Cesen de traer más ofrendas de grano que nada valen. El incienso... me es algo detestable”. Además, Dios les dejó muy claro cuál era el problema al señalarles: “Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre. Lávense; límpiense; quiten la maldad de sus tratos de enfrente de mis ojos; cesen de hacer lo malo” (Isa. 1:11-16). 16 Jehová detestaba los sacrificios de quienes violaban sus normas sin mostrar ningún arrepentimiento. Pero aceptaba con gusto las oraciones y ofrendas de quienes se esforzaban de corazón por cumplir sus mandatos. Gracias a la armazón de la Ley, aquellos fieles comprendían que eran pecadores y necesitaban conseguir el perdón de Dios (Gál. 3:19). Les dolía haberlo ofendido con su conducta. Nosotros también debemos reconocer hoy que necesitamos el sacrificio de Cristo, el cual puede expiar por completo nuestros pecados. Si apreciamos este hecho, Jehová aceptará con deleite todo lo que le ofrezcamos en su servicio (léase Salmo 51:17, 19). DEMOSTREMOS FE EN EL SACRIFICIO DE JESÚS 17 A diferencia de los cristianos, los israelitas tenían que contentarse con ver una simple “sombra” de los propósitos divinos (Heb. 10:1). Aun así, las leyes sobre sacrificios los animaron a cultivar las actitudes necesarias para ser amigos de Dios. Los ayudaron a manifestarle agradecimiento sincero, sentir el deseo de darle lo mejor y tener claro que necesitaban ser redimidos. Nosotros contamos con mucho más: las explicaciones de las Escrituras Griegas. Gracias a ellas conocemos los beneficios del rescate. En el futuro, el sacrificio de Jesús hará posible que Jehová elimine para siempre los efectos del pecado, pero ya en la actualidad nos permite disfrutar de una conciencia limpia a sus ojos. ¡Qué regalo tan maravilloso es el rescate! (Gál. 3:13; Heb. 9:9, 14.) 18 Ahora bien, no basta con entender el rescate para beneficiarse de él. Recordemos las palabras de Pablo: “La Ley ha llegado a ser nuestro tutor que nos conduce a Cristo, para que se nos declarara justos debido a fe” (Gál. 3:24). Así es, debemos demostrar fe, pero una fe que se traduzca en obras (Sant. 2:26). En el siglo primero había muchos cristianos que conocían los principios básicos de la Ley —la armazón del conocimiento—, y el apóstol los exhortó a ponerlos en práctica en su vida. Al hacerlo, su conducta estaría en armonía con los principios que enseñaban (léase Romanos 2:21-23). 19 Aunque los cristianos ya no tenemos que guardar la Ley mosaica, aún tenemos que ofrecerle a Jehová sacrificios gratos a sus ojos. En el próximo artículo veremos cómo podemos hacerlo. [Preguntas del estudio] 1. ¿Por qué debemos interesarnos por conocer el significado de la Ley mosaica? 2. ¿Qué ventaja tenían los cristianos de origen judío? 3. ¿Por qué es útil estudiar los sacrificios que hacían los judíos? 4, 5. a)¿Qué les recordaba la Ley mosaica a los siervos de Jehová? b)¿Qué prefiguraban los sacrificios que ordenaba la Ley de Dios? 6, 7. a)¿Qué requisito debían tener en cuenta los israelitas al seleccionar sus ofrendas, y a qué señalaba? b)¿Qué preguntas deberíamos hacernos? 8, 9. ¿Cómo nos ayuda reflexionar sobre el espíritu con que realizaban sus sacrificios los israelitas? 10. ¿Qué “sacrificios” tenemos que hacer a fin de restablecer las buenas relaciones con Dios o con el prójimo? 11, 12. a)¿En qué consistían los sacrificios de comunión? b)¿Qué aprendemos los cristianos de los sacrificios de comunión? 13, 14. ¿Por qué no aceptó Jehová los sacrificios que pensaba ofrecerle el rey Saúl? 15. ¿Qué demostraba la mala conducta de muchos israelitas de tiempos de Isaías? 16. ¿Qué debemos hacer para que Dios acepte nuestros sacrificios? 17-19. a)¿Qué debemos hacer si estamos agradecidos a Jehová por el sacrificio de Cristo? b)¿Qué veremos en el próximo artículo? [Comentario de la página 17] Las condiciones básicas que Jehová pone a sus siervos nunca cambian [Ilustración de la página 18] ¿Qué animal le habríamos ofrecido a Jehová? [Ilustración de la página 19] Jehová aprueba a quienes le ofrecen sacrificios gratos a sus ojos
Posted on: Fri, 29 Nov 2013 14:51:39 +0000

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