Los mercaderes de la sangre (fragmento) En un - TopicsExpress



          

Los mercaderes de la sangre (fragmento) En un mundo creado por los mercaderes y regido por ellos, la órbita de las ideas de los filósofos y los moralistas cabía siempre en la órbita del vientre de los mercaderes. Los sermones de los curas confeccionábanse sobre medida para ellos. Los obreros, los inventores, las prostitutas, los eruditos sudaban para ellos. La política, los barcos, las rotativas, los cables, la filantropía, se movían por ellos y para ellos, y para ellos el viento labraba las olas y el sol labraba la tierra. Pero los mercaderes habían llenado de armas el mundo, porque las armas habían devenido la mejor mercancía. He aquí que las máquinas de guerra precisaban bautizarse en la guerra. Y sus amos precisaban defender a muerte sus alcancías, sus dividendos futuros, su moral bifronte, su lote de jubilación celestial. Y así el casi arrumbado genio de los caníbales, el que dio a las demiúrgicas manos del hombre un destino más lúgubre que el de la fiebre de los pantanos, se puso, más experto que nunca, a las órdenes de los mercaderes. Él vino a arreglar las cosas cuando el entredicho entre los compadres de la víspera no tuvo armisticio ni en la lengua bífida de los diplomáticos. Entonces toda la erudición humana se enroló dócilmente para el servicio auxiliar de la guerra. Las inmemoriales ciencias del fuego y del fierro perfeccionadas con tan ínfinito amor que el cielo con su rayo y el infierno con sus altos hornos quedaron en ridículo junto a ellas. Y la geografía y la oceanografía, y la reciente colonización de los altiplanos vírgenes del aire, y los aportes últimos de la psicología colectiva. Hasta que todo el hombre fue trocado en súbdito de las dictatoriales máquinas de guerra. ¿El tecleo de máquina de calcular de las ametralladoras, enumerando una a una, sin falla posible, todas las unidades de la masacre? ¿Los submarinos cosechando más naufragios que todas las tormentas pasadas del mar? El mismo cielo, alquilado por la muerte, se abatió, ronco de aviones, sobre el valle de las lágrimas. Y he aquí que ni el genio de la dinamita, ni el de la gelinita, ni el de la iperita, resultaron ya suficientes. Entonces se descendió a meter cuña entre los átomos, a desatar las fuerzas cariátides del cosmos, para lanzarlas en presencia de todos los cielos contra la desnuda, desnuda vida humana. (De "Constelación" - Luis Franco)
Posted on: Mon, 02 Sep 2013 23:27:13 +0000

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