MEMORIAS INFANTILES CAP—XXIV— “El Capítulo anterior terminaba así: Luego supimos que el Tío Alejandro (de Figarelli) que en esa época era Agrimensor al servicio de la Gobernación de Cojedes, y que tenía algún interés en el sitio de “Caño Benito” tuvo que pagar al campesino el valor de los “cochinos de monte” a razón de Bs. 20 cada uno. Los famosos “cochinos de monte” viajaron a Caracas, y en una visita al Primo José Ángel, en Campo Claro, me sirvieron una comida con ese plato “principal”, debidamente cocinado y presentado por la Tía Carolina (Gruber D´Escrivan), Madre de José Ángel. Todo muy sabroso, pero de vez en cuando tenía que escupir uno que otro plomo, producto de la “puntería” de Sechi, y de la propia mía… (¡JaJa!)…”… Contaba nuestro Padre (Víctor) que en los años 40 del siglo pasado, en plena II Guerra Mundial, entre otras actividades de transportista comercial, para complementar sus ingresos, él y sus hermanos contrabandeaban aguardiente, producida en alambiques primitivos, ocultos y clandestinos; puesto que la producción legal estaba sumamente fiscalizada e intervenida por el gobierno nacional, y estadal. Dicha aguardiente era cargada en barriles (“pipotes”) grandes similares a los de gasolina, kerosene, o petróleo. El “producto” había que movilizarlo por caminos poco transitados, y a veces a campo traviesa por las sabanas de Guasipati y pueblos vecinos. Había que escapar de la vigilancia de los “Azules”, cuerpo policial (fiscal) o Guardia Nacional fundada por el General en Jefe Eleazar López Contreras. Una vez lo acompañó “Pacho” Belisario, un bohemio pariente de la esposa de mi Tío Alejandro de Figarelli (Marina Belisario de Figarelli)-- (¡En paz descansen todos los nombrados!...Recuerden que la única sobreviviente, de toda esa parentela, es mi Santa Madre Antonia de 96 años hoy día, Dios la guarde)… Bien el tiempo estaba lluvioso y los caminos sabaneros empantanados, el camión cargado de los tambores de aguardiente cayó en una “bomba” de barro, las ruedas traseras giraban suspendidas, y el vehículo no avanzaba ni retrocedía; en el caso más fácil había que “encadenar” las ruedas, levantando el camión usando un “gato”, rellenar los huecos dejados por las ruedas con piedras, hojas, y madera, y acelerar para salir de la trampa de barro. Pero este “caso” fue más complicado y fuerte, así que nuestros contrabandistas tenían que esperar que cesara la lluvia, que saliera el sol que calentara el barro, e intentar el escape hacia delante o hacia atrás. Pero el mal tiempo no cesaba, y la poca comida que llevaban (pan, queso, papelón, casabe, pescado y carne salados, agua potable) se les agotó; en abundancia sólo quedaba el aguardiente, del cual hacían un uso moderado dadas las circunstancias. Una mañana muy hambrienta, “Pacho” Belisario exploró la sabana y encontró entre la paja un nido de perdices con dos pequeños “pichoncitos”, los capturó y se los trajo a Papá como un trofeo de caza ¿Qué haremos con ellos dijo Papá, no tenemos ni fósforos para prender una candela y asarlos? No te preocupes dijo “Pacho”, se dedicó a desplumar los pichones, les quitó la cabeza, el cuello, y las patas; los abrió en canal y desechó las vísceras, los lavó con aguardiente, y los comió uno a uno, acompañando su ingesta con un trago de aguardiente: ¡Pá que se cocinen! Y habiendo salido el sol, lograron escapar de la trampa de barro. Como dijimos al principio “Pacho” era un bohemio de su época, muy simpático, contaba chistes y anécdotas graciosas, cantaba, tocaba la guitarra, llevaba serenatas a las damas que le gustaban, parrandeaba con sus amigos, no se perdía una fiestecita. Años más tarde en los 70, Antonio (+) mi gemelo se lo encontró en un pueblito cercano a Guasipati, era Jefe Civil, Comisario (o algo así); se había retirado de la vida bohemia, y había optado por una creencia cristiano-evangélica; fue todo un personaje de grata memoria: ¡Dios lo tenga en la Gloria, al lado de sus parientes y amigos de su época: Amén! …(Continuará)…
Posted on: Wed, 04 Sep 2013 18:32:23 +0000
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