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MISA, SACERDOCIO Y COMUNIÓN En esta primera parte, vamos a profundizar un poco sobre la Eucaristía a través de textos de la Biblia y del Magisterio de la Iglesia. Veremos la importancia de la misa como sacrificio del altar y la necesidad de unirnos a Jesús en la comunión y con nuestro ofrecimiento personal, para formar con El un solo corazón y una sola alma. De todo ello, podremos apreciar la grandeza del sacerdocio ministerial... Pero comencemos primero por conocer y amar al amigo Jesús de Nazaret. EL AMIGO JESÚS DE NAZARET a) Nuestro Amigo Jesús es el amigo que nunca falla. El amigo, especialmente, de los pobres y necesitados, de los enfermos y de los despreciados, en una palabra, de todos los que buscan un consuelo y una razón para vivir. El aprendió en carne propia a sufrir por la incomprensión de los poderosos. Siendo niño tuvo que huir de su país. Más tarde, fue perseguido y encarcelado. Hasta lo consideraron como un blasfemo y profanador del sábado y de las leyes judías establecidas. Algunos lo querían de verdad y lo aclamaban como al Mesías, pero cuatro días antes de su muerte todos lo abandonaron, hasta sus más íntimos amigos. Y se quedó solo ante la cruz. Solamente su madre y el discípulo amado y algunas pocas mujeres lo acompañaron hasta el final. Sin embargo, después de veinte siglos, cada año hay miles y miles de hombres y mujeres que lo dejan todo, familia, patria, bienes... para seguirle sin condiciones, como aquellos sus doce primeros amigos. El nos enseñó con su vida la más grande y hermosa verdad que el hombre pudo conocer: DIOS ES AMOR. Jesús es Amor, porque es Dios, y te ama a ti y a mi y a todo ser humano que existe, ha existido y existirá desde el principio del mundo hasta el final. Jesús te conoce por tu nombre y apellidos y te ama tal como eres. No necesitas cambiar para que te ame. Por eso, si nadie te quiere, si todos te rechazan, si eres demasiado anciano o enfermo o pobre o ignorante o pecador... El te ama y te dice: “Hijo mío, tus pecados te son perdonados” (Mc 2,5). “No tengas miedo, porque tú eres a mis ojos de gran precio, de gran estima y yo te amo mucho” (Is 43,4-5). El vino a sanar a los enfermos, a perdonar a los pecadores, a dar libertad a los oprimidos, a dar amor y paz a los que tienen destrozado el corazón (Cf Lc 4,18; Is 61,1). Por eso, en este momento, respira hondo y sonríe: Jesús te ama. Tu vida está llena de sentido, vale la pena vivir y morir por El. Vale la pena apostarlo todo por El, que espera tanto de ti y cuenta contigo para la gran tarea de la salvación de tus hermanos. Jesús te abre sus brazos con su infinito amor y te dice: Ven a Mí, si estás agobiado y sobrecargado; Yo te aliviaré y daré descanso a tu alma (Cf Mt 11,28). “No tengas miedo, solamente confía en Mí” (Mc 5,36). Tú eres mi amigo, si haces lo que yo te mando (Cf Jn 15,14). ¡Qué alegría ser amigo de Jesús! El es “el más bello de los hijos de los hombres” (Sal 45,3). Según la sábana santa de Turín, medía 1,83 m de estatura, musculoso, con rasgos claramente semitas, cabello abundante, que le caía sobre la espalda, con raya al medio, barba corta, ojos grandes y nariz más bien larga y aguileña. Ciertamente que es la belleza personificada y “en sus labios se derrama la gracia” (Sal 45,3). Por ello, podemos decir que es hermoso, infinitamente hermoso, más que el sol, cuando brilla en todo su esplendor (Cf Ap 1,16). Con su porte sencillo, que inspira confianza y, a la vez, majestuoso. Con una voz poderosa y, a la vez, melodiosa, que infunde terror a los fariseos, pero que atrae a los humildes. Con una sonrisa que cautiva a los niños, que irradia ternura a los enfermos, compasión a los pecadores y para todos un inmenso amor. Así es nuestro amigo Jesús, que nos espera en la Eucaristía. En cada hostia consagrada está realmente presente. Por eso, la Eucaristía es el sacramento inefable de la presencia amorosa de Jesús entre nosotros. El está ahí y te espera. Vete a la misa a encontrarte con Jesús, vete a sellar tu amistad con El en el momento de la comunión y, todos los días, vete a visitarlo y a adorarlo, porque es tu amigo y es tu Dios. b) Rey del Universo Jesús es tu Dios. El es el Rey del Universo y con El vivimos en el centro mismo del Corazón del Dios. El Corazón de Jesús es un Corazón eucarístico y también cósmico, pues a El y en El converge todo lo que existe en un flujo y reflujo constante. Por El nos viene la salvación y la santificación. “En El fueron hechas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra... Todo fue hecho por El y para El... Por El quiso reconciliar todo lo que existe y por El Dios estableció la paz en el cielo y en la tierra” (Col 1,15-20). “Sus ojos son como llamas de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas y tiene un nombre escrito, que nadie conoce, sino El mismo, y viste un manto empapado en sangre y tiene por nombre Verbo de Dios. Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro. De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones y El las regirá con vara de hierro... tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de Reyes y Señor de los Señores” (Ap 19,12-16). “Es semejante a un hijo de hombre, vestido con una túnica talar y ceñidos los lomos con un cinturón de oro. Su cabeza y sus cabellos, blancos como la lana blanca, como la nieve... Su voz, como la voz de muchas aguas. Su aspecto, como el sol, cuando resplandece en toda su fuerza” (Ap 1,12-16). A El se le dio “el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron y su dominio es dominio eterno, que no acabará, y su imperio es imperio que nunca desaparecerá” (Dan 7,14). Y el Padre “lo exaltó y le otorgó un Nombre sobre todo Nombre, de modo que, al Nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y en el abismo y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre” (Fil 2,9-11). Si lo viéramos en todo su poder divino, como los apóstoles el día de la transfiguración, sentiríamos miedo ante la grandeza de su divinidad. S. Juan en el Apocalipsis nos cuenta que “así que lo vi caí a sus pies como muerto; pero El puso su diestra sobre mí y me dijo: No temas, yo soy el primero y el último, el viviente que fui muerto y ahora vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la muerte y del infierno” (1,17-18). Y, sin embargo, a pesar de su inmensidad y majestad divina, no quiere que le tengamos miedo. Y se ha acercado a nosotros pequeño, sencillo y escondido bajo la humilde apariencia de pan, porque es “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Cuenta Sta. Angela de Foligno que ante la visión de la humanidad gloriosa de Cristo recibió: “una alegría inmensa, una luz sublime, un deleite indecible y deslumbrante que sobrepasa todo entendimiento” JESÚS EUCARISTÍA EL AMIGO QUE SIEMPRE TE ESPERA Nihil Obstat P. Ismael Ojeda Vic. Provincial O.A.R. IMPRIMATUR Mons. Salvador Piñeiro Vicario General de la Arquidiócesis de Lima Angel Peña O.A.R. Lima – Perú
Posted on: Sun, 09 Jun 2013 05:40:29 +0000

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