Mi madre era buena y sabia como son buenas y sabias todas las - TopicsExpress



          

Mi madre era buena y sabia como son buenas y sabias todas las madres, porque cualquiera que alumbra un hijo la sangre se le vuelve generosa y justa como queriendo contagiar al mundo con sus virtudes. Y me enseñó cosas, como las demás madres enseñan cosas valiosas a sus queridos hijos. Por ejemplo me enseñó a leer y a escribir antes de entrar a la escuela. -¿Qué vienes diciendo de tu maestro?- me preguntó una tarde que llegué encabronado a casa. Que me dejo sin recreó, le respondí. Recuerdo que se llamaba Alfredo, mi maestro de quinto grado de primaria, pero el recuerdo no me alcanza para su apellido. Era alto, moreno y delgado, con pelo de indio decían algunos de mis compañeros. Contaba haber sido maestro de pueblo por más de diez años, se casó allá y trabajó en uno de esos caseríos perdidos hasta que lo mandaron por primera vez a la ciudad, ahí con nosotros, dejando a su mujer y sus hijos. Me dejó sin recreo durante una semana. ¿Por qué? Preguntó mi madre como preguntaría cualquier madre afligida a su enojado hijo. Yo no le sabía a la raíz cuadrada. Y ahí me tenía el maestro Alfredo, maestro de una escuela pública con sus dedos largos escribiendo ejercicios en el pizarrón durante treinta minutos más que los demás quienes gritaban en el patio tras el balón de futbol. ¿Pudiste comerte tu torta?, preguntó otra vez mi madre como preguntan preocupadas las madres a sus hijos antes de preocuparse por ellas mismas. Si, mientras escribíamos y resolvíamos la desgraciada raíz cuadrada me comí mi torta de frijolitos con queso. Al otro día mi madre me puso dos tortas iguales, sencillas y deliciosas. Y así toda la semana compartí las lecciones y el pan con mi maestro Alfredo. Y así aprendí a resolver la raíz cuadrada, y a la semana siguiente otro de mis compañeros, y otro después. Y así aprendí que las madres son buenas y sabias, y que los maestros no son ricos ni viven halagados por la gente. Viven sin los privilegios que los políticos, los policías, los soldados, los sacerdotes, los deportistas, los intérpretes, y muchos más. Y sin embargo nos enseñan más que aquellos otros que vanagloriamos apenas hacen un gesto. Loa maestros de México apenas viven, sobreviven. Merecen siquiera nuestra gratitud y nuestro apoyo. Yo viviré agradecido a mi madre, y a mis maestros. de José De Jesús Rodarte
Posted on: Thu, 21 Nov 2013 01:48:07 +0000

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