¿Ora usted tal como enseñó Jesús? “Cuando Jesús terminó - TopicsExpress



          

¿Ora usted tal como enseñó Jesús? “Cuando Jesús terminó estos dichos, el efecto fue que las muchedumbres quedaron atónitas por su modo de enseñar.” (MAT. 7:28) TODOS debemos prestar atención a las enseñanzas de Jesús, el Hijo unigénito de Dios, y ponerlas en práctica. Nadie hablaba como él. No es de extrañar, pues, que la gente se haya quedado atónita cuando terminó su Sermón del Monte (léase Mateo 7:28, 29). 2 El Hijo de Dios no enseñaba como los escribas, quienes basaban su palabrería en doctrinas de seres humanos imperfectos; él hablaba “como persona que tiene autoridad”, pues sus enseñanzas provenían de Dios mismo (Juan 12:50). Sigamos analizando, entonces, las enseñanzas del Sermón del Monte y veamos cómo deben influir en nuestra manera de orar. Nunca oremos como los hipócritas 3 La oración es un rasgo esencial de la adoración verdadera, de modo que debemos orar con constancia. Ahora bien, debemos recordar lo que Jesús enseñó sobre la oración en el Sermón del Monte. Entre otras cosas, dijo: “Cuando oren, no deben ser como los hipócritas; porque a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de los caminos anchos para ser vistos de los hombres. En verdad les digo: Ellos ya disfrutan de su galardón completo” (Mat. 6:5). 4 Los discípulos de Jesús no debían orar como los fariseos. Estos hipócritas se creían más justos que los demás, pero sus muestras públicas de piedad no eran más que una farsa (Mat. 23:13-32). Por ejemplo, les encantaba orar “de pie en las sinagogas y en las esquinas de los caminos anchos”. ¿Y para qué lo hacían? “Para ser vistos” por los demás. Los judíos devotos del siglo primero tenían la costumbre de orar en grupo a la hora en que se realizaban las ofrendas quemadas en el templo (a eso de las nueve de la mañana y las tres de la tarde). Muchos habitantes de Jerusalén se juntaban en el templo para orar, y los de otros lugares solían orar dos veces al día de pie en las sinagogas locales (compárese con Lucas 18:11, 13). 5 Puesto que la mayoría de la gente no se hallaba cerca del templo o de alguna sinagoga durante tales oraciones, muchos oraban dondequiera que estuvieran a esa hora. Pero había santurrones que se las ingeniaban para estar “en las esquinas de los caminos anchos” justo en esos momentos, de modo que la gente que pasaba por allí pudiera verlos. Además, buscaban pretextos para hacer “largas oraciones” y ganarse la admiración de los demás (Luc. 20:47). Esa no es la actitud que los cristianos debemos tener. 6 Jesús dijo que esos hipócritas ya estaban recibiendo su “galardón completo”. Ellos querían el reconocimiento de la gente, y esa sería su única recompensa, pues Jehová no contestaría sus oraciones. En cambio, sí respondería las oraciones de los discípulos de Cristo, como vemos por lo que Jesús dijo a continuación. 7 “Tú, sin embargo, cuando ores, entra en tu cuarto privado y, después de cerrar tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará.” (Mat. 6:6.) La instrucción de Jesús de orar a solas en una habitación con la puerta cerrada no significa que no podamos orar en público. Más bien, su intención era explicar que no está bien orar para exhibirse o para buscar la admiración de los demás. Esto es algo que debemos recordar siempre que tengamos el honor de orar en público en representación de nuestros hermanos. Obedezcamos también la exhortación que pasó a dar Jesús. 8 “Al orar, no digas las mismas cosas repetidas veces, así como la gente de las naciones, porque ellos se imaginan que por su uso de muchas palabras se harán oír.” (Mat. 6:7.) Jesús habla ahora de otro mal hábito: la repetición. Él no quiso decir que nunca pudiéramos repetir expresiones sinceras de agradecimiento o súplica, pues la noche antes de morir, él mismo oró vez tras vez en el jardín de Getsemaní “diciendo la misma palabra” (Mar. 14:32-39). 9 Lo malo sería que imitáramos las oraciones repetitivas que hace “la gente de las naciones”, es decir, quienes no adoran a Jehová. Ellos recitan “repetidas veces” interminables frases aprendidas de memoria. Así lo hicieron en la antigüedad los adoradores de Baal, quienes invocaron en vano a ese dios falso “desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ‘¡Oh Baal, respóndenos!’” (1 Rey. 18:26). Hoy día, millones de personas hacen oraciones repetitivas y recargadas, pensando que así “se harán oír”. Pero Jesús muestra que a Jehová no le agrada el “uso de muchas palabras” ni las oraciones largas y mecánicas. Veamos lo que Jesús sigue diciendo. 10 “No se hagan semejantes a ellos, porque Dios su Padre sabe qué cosas necesitan ustedes hasta antes que se las pidan.” (Mat. 6:8.) Muchos líderes religiosos judíos imitaban las interminables oraciones de “la gente de las naciones”. Es cierto que las oraciones sinceras de agradecimiento, alabanza y súplica son parte esencial de la adoración verdadera (Fili. 4:6). Pero no estaría bien recitar lo mismo una y otra vez pensando que a Dios le hace falta escuchar muchas veces lo que necesitamos para no olvidarlo. Recordemos que estamos hablando con Aquel que “sabe qué cosas [necesitamos] hasta antes que se las [pidamos]”. 11 Lo que Jesús dijo sobre el gran privilegio de la oración debe recordarnos que a Dios no lo impresionan las palabras vacías o rimbombantes. Algo que también debemos tener presente es que el objetivo de las oraciones públicas no es impresionar a quienes nos escuchan. Tampoco deberían ser tan largas que los hermanos empezaran a preguntarse cuánto tiempo tendrán que esperar antes de poder decir “amén”. Y aprovechar las oraciones para hacer anuncios o aconsejar a los oyentes iría contra el espíritu de las palabras del Sermón del Monte. Jesús nos enseña a orar 12 Jesús no se limitó a decirles a sus discípulos lo que debían evitar al hacer sus oraciones; también les enseñó lo que debían hacer (léase Mateo 6:9-13). Él no les dio el padrenuestro para que lo memorizaran y lo recitaran vez tras vez. Más bien, les dio un modelo que pudieran seguir al orar. Por ejemplo, sus palabras iniciales muestran que Dios debe ocupar el primer lugar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mat. 6:9). Llamamos a Jehová “Padre nuestro” porque él es nuestro Creador, Aquel que mora “en los cielos”, muy por encima de la Tierra (Deu. 32:6; 2 Cró. 6:21; Hech. 17:24, 28). Además, el término “nuestro” nos recuerda que, al igual que nosotros, nuestros hermanos también disfrutan de una estrecha relación con Dios. Al decir “santificado sea tu nombre”, le estamos pidiendo a Jehová que tome medidas para limpiar su nombre de todo el oprobio de que ha sido objeto desde la rebelión del jardín de Edén. En efecto, Jehová santificará su nombre cuando elimine la maldad de la Tierra (Eze. 36:23). 13 “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mat. 6:10.) ¿Qué es este Reino que pedimos en el padrenuestro? Es el gobierno mesiánico celestial que está en manos de Cristo y de los santos, los cuales se reúnen con él una vez resucitados (Dan. 7:13, 14, 18; Isa. 9:6, 7). Al orar para que el Reino de Dios “venga”, estamos pidiendo que acabe con todos los adversarios terrestres de la soberanía divina. Cuando eso ocurra —dentro de poco tiempo ya—, la Tierra se convertirá en un paraíso lleno de justicia, paz y prosperidad (Sal. 72:1-15; Dan. 2:44; 2 Ped. 3:13). La voluntad de Jehová ya se está efectuando en el cielo. Ahora rogamos que se efectúe en la Tierra, es decir, que Dios lleve a cabo sus propósitos para nuestro planeta. Entre otras cosas, él se propone acabar con todos sus enemigos, tal como hizo en la antigüedad (léase Salmo 83:1, 2, 13-18). 14 “Danos hoy nuestro pan para este día.” (Mat. 6:11; Luc. 11:3.) Esta es una petición que le hacemos a Dios para que nos dé el alimento necesario “para este día”. Como confiamos en que él tiene la capacidad de cubrir nuestras necesidades día a día, no hace falta pedirle más que eso. Esta petición nos trae a la memoria lo que Jehová les ordenó a los israelitas en el desierto: que cada uno recogiera “su cantidad [de maná] día por día” (Éxo. 16:4). 15 La siguiente petición de la oración modelo nos recuerda algo que nos corresponde hacer a nosotros. Jesús dijo: “Perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores” (Mat. 6:12). El Evangelio de Lucas indica que esas “deudas” son pecados (Luc. 11:4). Solo si ya “hemos perdonado” a quienes han pecado contra nosotros, podremos esperar que Jehová nos perdone (léase Mateo 6:14, 15). De modo que debemos perdonar siempre y sin reservas (Efe. 4:32; Col. 3:13). 16 “No nos metas en tentación, sino líbranos del inicuo.” (Mat. 6:13.) ¿Qué significan estas dos peticiones del padrenuestro? ¿Debemos entender que Jehová nos tienta para ver si cometemos un pecado? No, sabemos bien que él no hace eso (léase Santiago 1:13). El verdadero “Tentador” es Satanás, el “inicuo” (Mat. 4:3). No obstante, a veces la Biblia dice que Dios hace cosas cuando en realidad solo las permite (Rut 1:20, 21; Ecl. 11:5). Así que al decirle a Dios “no nos metas en tentación”, le pedimos que nos ayude cuando nos sintamos tentados a desobedecerlo. Y con la expresión “líbranos del inicuo” le pedimos que no permita que Satanás nos venza. Y podemos estar seguros de que Dios “no dejará que [seamos] tentados más allá de lo que [podamos] soportar” (léase 1 Corintios 10:13). Sigan pidiendo, sigan buscando, sigan tocando 17 El apóstol Pablo les dijo a sus hermanos en la fe: “Perseveren en la oración” (Rom. 12:12). Jesús dio un mandato similar con estas enfáticas palabras: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, y todo el que busca halla, y a todo el que toca se le abrirá” (Mat. 7:7, 8). Es apropiado que sigamos pidiendo las cosas que están en armonía con la voluntad de Dios. En conformidad con estas palabras de Jesús, el apóstol Juan escribió: “Esta es la confianza que tenemos para con [Dios], que, no importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14). 18 Con las palabras “sigan pidiendo” y “sigan buscando”, Jesús quiso decir que debemos orar con insistencia y fervor. Además, tenemos que “[seguir] tocando” para poder entrar en el Reino y disfrutar de sus bendiciones y recompensas. Pero ¿realmente contestará Dios nuestras oraciones? Podemos estar seguros de que lo hará si somos fieles, pues Cristo dijo: “Todo el que pide recibe, y todo el que busca halla, y a todo el que toca se le abrirá”. Hay muchas experiencias de siervos de Jehová que demuestran que él es el “Oidor de la oración” (Sal. 65:2). 19 Jesús comparó a Dios con un padre cariñoso que les da cosas buenas a sus hijos. Imagínese que usted estuviera allí, oyendo de labios de Jesús estas palabras: “¿Quién es el hombre entre ustedes a quien su hijo pide pan..., no le dará una piedra, ¿verdad? O, quizás, le pida un pescado..., no le dará una serpiente, ¿verdad? Por lo tanto, si ustedes, aunque son inicuos, saben dar buenos regalos a sus hijos, ¡con cuánta más razón dará su Padre que está en los cielos cosas buenas a los que le piden!” (Mat. 7:9-11). 20 Aunque los padres humanos son “inicuos” en el sentido de que han heredado el pecado, lo natural es que sientan cariño por sus hijos. Un buen padre no engañaría a su hijo; más bien, procuraría darle “buenos regalos”. Con una actitud paternal semejante, nuestro amoroso Padre celestial nos da “buenos regalos”, como por ejemplo su espíritu santo (Luc. 11:13). Gracias a ese espíritu, podemos servir a Aquel que proporciona “toda dádiva buena y todo don perfecto” (Sant. 1:17). Sigamos sacando provecho de las enseñanzas de Jesús 21 No hay duda: el Sermón del Monte es el más grandioso discurso de la historia. Su profundidad espiritual y claridad son sorprendentes. Como hemos visto en esta serie de tres artículos, son muchos los beneficios que obtendremos si ponemos en práctica sus consejos. Las enseñanzas de Jesús mejoran nuestra vida y nos dan una brillante esperanza. 22 En estos artículos hemos visto solo unas cuantas de las muchas joyas espirituales del Sermón del Monte. ¡Con razón las personas que escucharon a Jesús “quedaron atónitas por su modo de enseñar”! (Mat. 7:28.) Esa será sin duda nuestra reacción si llenamos la mente y el corazón con las valiosísimas enseñanzas del Gran Maestro, Jesucristo.
Posted on: Sun, 11 Aug 2013 16:24:35 +0000

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