Parte segunda. Anda que te anda, el gato llegó a Nicaragua. Como - TopicsExpress



          

Parte segunda. Anda que te anda, el gato llegó a Nicaragua. Como el camino estaba embarrado llevaba las patitas muy sucias. También las llevaba mojadas. A veces una chicharra se le paraba en los mostachos. Pero después se iba. Por el camino tuvo que atravesar varias chacras. Cuando llegó a Francia iba con mucho frío porque había hecho la caminata en pleno invierno. De vez en cuando se detenía a lamerse el pelaje. Perdida en los bosques encontró una posada alumbrada por media docena de favores. En el jardín los chiquillos hacían pocas barbaridades.La señora lo vio por la ventana y en un principio no le hizo caso. Después salió cautelosamente y lo sorprendió pisando sobre unos guijarros. Miró para todos lados para cerciorarse de que nadie la miraba y se guardó el gato. Se lo mandaré a mis tías, pensó para sus adentros. Algunas horas más tarde les escribo un telegrama diciéndoles: va gato. Saludos. Lo mandó a la estación de postas con uno de sus hijos. Este regañó pero no podía oponerse. Al otro día echaron al gato en la diligencia. El cochero quedó un poco intrigado cuando vio el pequeño bulto. Después no se preocupó de eso. El gato quedó al lado derecho de unas gallinas. Se sentía humillado. Las gallinas no se fijaron en él. Las tías lo encontraron flamante y contestaron: recibimos conforme gato. Gracias. ¿Cuándo vendrás? Saludos. El gato le tomó a una tía. La hallaba muy relamida y lo pisaba a menudo. Además no le daba nunca pescado. Pero el dueño echó de menos a su gato porque el Intendente quería comprárselo. Una vez llegó muy agitado a Francia. Ahí recuperó a su gato. Se volvió satisfecho. El Intendente lo esperaba en la puerta con el sombrero en la mano. -¿Cuánto pide por el gato? -Ahí lo tiene -He venido a comprárselo. No me trate así. Desenvolvieron el gato pero lo hallaron cojo. Por eso el Intendente se arrepintió de comprarlo. Subió a su caballo y se alejó al trote. En esos mismos días la mujer del dueño dio a luz mellizos. La comadrona admiró mucho al gato. El dueño cerraba bien la puerta para que no le entrara frío a la parturienta. Afuera caía granizo sobre los pollos nuevos. El pasto no se alcanzaba a secar durante el día. Como hacía frío, el gato sintió deseos de acostarse en la manta de su dueño. Pero lo halló con demasiado olor a sudor. Se había acostado en la batea que había en el corredor, pero a última hora decidió ir a dar una caminata por los tejados. Mas, las mariposas nocturnas se le paraban en los mostachos. Aunque después se iban, él se sentía molesto. Por eso volvió a casa y se acostó en la orilla del rescoldo. A su espalda quedaban unos cachorros y uno que otro rollo de alambre de púa. Parte tercera y última. El gato iba por un camino. Se hizo enemigo de unas chicharras. Cuando se quedaba dormido venían a parársele en los mostachos. Sabían que eso le desagradaba. Al otro lado de la colina vivía un muchacho que se llamaba Rimbo-Bimbo. Andaba con las carteras repleta de porquerías. Siempre iba con la cara sucia con tierra y otras mugres. Sus hermanos lo maltrataban. Por las tardes de sol llevaba membrillos a la escuela. Rimbo-Bimbo andaba con pantalones cortos aún. Era la mar de aficionado andar con ropa nueva. Rimbo-Bimbo era porfiado pero muy alegre. Cuando iba de visita se extraviaba por seguir a las liebres y lagartijas, ese día fue a unos caminos que no había visto antes. Allí tropezó con el gato. Lo cogió por las piernas y se lo llevó a un gran amigo que tenía en la montaña. A la vuelta compró membrillos y por la tarde estuvo jugando al volantín. Al otro día por la mañana se le cortó el botón del chaleco. Tres meses después llegó el dueño del gato. Venía agitado. Abrió la puerta y preguntó: - ¿Trajo aquí Rimbo-Bimbo algún gato? -Sí- respondió el montañés desde el lagar- Debajo del parrón está amarrado. Lléveselo. El dueño almorzó con el montañés. Después envolvió cuidadosamente al gato y partió. -Aquí lo tienes- le dijo a su mujer-. Te lo regalo. Los mellizos se lo pasaban haciendo toda clase de jugarretas con el gato. Les gustaba mucho peinarlo. A medida que crecían se iban poniendo serios. Daba gusto verlos. Por las noches el gato dormía en una batea cerca del rescoldo. De vez en cuando lo pisaban. A su espalda quedaban unos cacharros. Los rollos de alambre de púa los habían llevado al comedor. Un día de granizo el gato se perdió. Pasó por Nicaragua. La señora se había cambiado. En Francia las tías se habían muerto. Rimbo-Bimbo ya se había alargado el pantalón cuando tropezó con el gato en pleno camino. Pensó para sí: parece que lo conociera. Pero el gato se estaba poniendo viejo. Me gustaría dejarlo para mi hijo murmuró Rimbo-Mimbo. Mas, su mujer lo increpó. -¿No vas a devolverlo, mal marido? Por eso Rimbo-Mimbo se fue derechito a la casa del dueño. -Gracias-respondió éste. Por ese tiempo los mellizos estaban bien crecidos. A la semana el gato desapareció. Iba por un camino. En los recodos brillaban trompos revueltos con cucharitas de té. De los montones de piedras embarradas asomaban cogollos de trébol. Los mosquitos eran amigos del gato.
Posted on: Sun, 27 Oct 2013 05:30:03 +0000

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