Porfirio Muñoz Ledo / El Universal [email protected] - TopicsExpress



          

Porfirio Muñoz Ledo / El Universal [email protected] Comencé a tener relación política y amistosa con Arnoldo Martínez Verdugo hacia 1988, en el momento estelar de la transición mexicana. De su formación previa e incontables luchas como dirigente sólo tengo referencias testimoniales. Asumo, sin embargo, que los caracteres fundamentales de una personalidad se mantienen a lo largo de la vida. Arnoldo era agudo, sagaz, discreto, cálido, de convicciones profundas y mente abierta. Un compendio de sabiduría. Provenía de la clase obrera y de la provincia mexicana. No fe un hombre de letras y títulos, sino un autodidacta. Ello lo hacía devoto de la información, escrutador riguroso de la realidad e intérprete no convencional de los acontecimientos. Le otorgaba una naturalidad en el trato en que se borraban las jerarquías y se sustituía con creces la existencia de relaciones o complicidades antiguas por la conciencia de una tarea compartida. Era, en el mejor de los sentidos, un político, con visión global, de fina relación cotidiana y conocimiento del país y de los mexicanos. La impresión que me dejaron nuestras primeras conversaciones es que hacía tiempo había avizorado una eventual fractura del sistema político hegemónico que podría conducir al surgimiento de una corriente democrática y tal vez a su desprendimiento. No en balde había sido el contendiente de Miguel de la Madrid en las elecciones presidenciales de 1982 y había seguido puntualmente la evaporación de los mitos y las alianzas del “nacionalismo revolucionario”. Entendía los motivos de nuestra ruptura y los estimaba genuinos. No aceptaba que el gran movimiento popular que habíamos desatado terminara llenando las alforjas de partidos de dudosa reputación. Martínez Verdugo fue ajeno al dogmatismo y al culto a la personalidad, enfermedades congénitas del estalinismo. Las respuestas del comunismo mexicano a la invasión soviética en la antigua Checoslovaquia y en Afganistán son prueba de ello. No buscaba el resplandor de los reflectores ni su erección en monumento vivo e inapelable. Suscitó el debate en el seno del partido y buscó relacionarse con los movimientos civiles. Se deslindó sistemáticamente de la violencia y creyó en una vía democrática, de carácter pacífico, para la transformación del país. Recuerdo que de él surgió la iniciativa de designar al partido que juntos formamos como el de la Revolución Democrática. Según su propio testimonio “el proyecto político de la izquierda tiene que ir más allá de la política. Debemos confirmar nuestro liderazgo ideológico y promover una profunda transformación de la sociedad”. Apostó a la formación de una fuerza nacional de la izquierda “capaz de hacer frente con independencia y creatividad a los requerimientos de la lucha política como manera de superar el burocratismo estalinista o cualquier otra deformación presente”. Afirmó que para él, sumar la inteligencia y la experiencia de sectores cada vez más amplios de la sociedad en la conformación de esa fuerza, era una necesidad imprescindible para avanzar. Reconocía que ante la complejidad de los fenómenos sociales cobra más importancia definir las connotaciones de “izquierda” y “derecha” como resultado de “una elaboración teórica que deviene en práctica concreta”. Añadía que lo importante no es la denominación en sí, sino su relación “con una teoría y una actuación que corresponda a los intereses reales que se expresan en la sociedad”. Admitía también que “han cambiado la formas de hacer política de la izquierda” y es natural que eso ocurra, sobre todo desde que detenta parcelas significativas del poder público. Debe, sin embargo, mantenerse “claridad con los principios y objetivos, ya que de otra manera sólo se contribuirá al desaliento de la ciudadanía, cansada ya de tanta simulación y engaño. El desaliento al final favorece a la derecha”. Esta postura, ajena a la manipulación, al sectarismo y al doble lenguaje; avalada además por una absoluta honestidad en la vida pública debiera ser el eje de reflexiones y debates en el seno de las fuerzas progresistas a efecto de enderezar el rumbo. Cuando se me inquirió sobre el mejor homenaje a Martínez Verdugo no dudé en contestar: la reconstrucción de la izquierda. Arnoldo Martínez Verdugo, sus logros Humberto Musacchio / Excélsior hum_mus@hotmail Murió Arnoldo Martínez Verdugo, quien en los años sesenta y setenta fuera el principal líder del Partido Comunista Mexicano. No son pocos los méritos del dirigente finado, y uno, principalísimo, fue haber roto con la dependencia ideológica de Moscú, la que los dirigentes soviéticos empleaban para pasar por encima de los comunistas locales cuando se trataba de llevar adelante sus designios. En sus memorias, Valentín Campa dice que él y Hernán Laborde fueron echados del partido porque se opusieron al asesinato de León Trotsky. Arnoldo, más realista, me dijo alguna vez que los agentes soviéticos ni siquiera se tomaban la molestia de informar sobre sus planes, de ahí que, con todo el respeto que le merecía el viejo líder ferrocarrilero, se permitió disentir en ese punto. El caso sirve para ilustrar la relación que existía entre los gobernantes soviéticos y los partidos comunistas. De ahí la importancia de la dirección que encabezó Martínez Verdugo, pues con paciente inteligencia reivindicó el derecho de cada partido a decidir su estrategia y a manejarse con autonomía. Eso llevó al PCM a condenar la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 y posteriormente la embestida del gobierno polaco contra el sindicato Solidaridad o la intromisión militar de Moscú en Afganistán. Así como mostró decisión para dar al PCM independencia ideológica de Moscú o Pekín, en el plano nacional Martínez Verdugo trabajó para deslindar a su partido de lo que llamó “la ideología de la revolución mexicana”, que durante casi todo el siglo XX vendía la idea de que los sucesivos gobiernos del PRI eran la encarnación de la idea absoluta hegeliana, pasajeros de un viaje hacia la continua perfección que llevaría a los mexicanos al paraíso. Arnoldo acabó con ese espejismo. Otro aporte nada despreciable fue, sobre todo en los años setenta, la búsqueda de una relación constructiva con los intelectuales. El PCM contó siempre con intelectuales de primer orden, desde 1924, cuando se incorporó en bloque al partido el Sindicato de Obreros Técnicos Pintores y Escultores, el mismo donde militaban Diego Rivera, Siqueiros, Orozco, Xavier Guerrero y otras figuras. Al PCM pertenecieron Juanito de la Cabada y los hermanos Revueltas y los grabadores del Taller de Gráfica Popular. Pero en los años cuarenta se produjo un rompimiento con los intelectuales, que se hicieron poco confiables a los ojos de quienes entonces dirigían el PCM. Cuando como tantos otros, el poeta Efraín Huerta fue expulsado, irónico declaró, palabras más palabras menos, que ya no quedaba en el partido alguien que supiera leer. En los años setenta Arnoldo se dedicó a recomponer esa relación y al PCM se incorporó una buena cantidad de escritores, cineastas, investigadores, pintores, cantantes y otros intelectuales. Los festivales del periódico Oposición, órgano del partido, fueron un buen escaparate para esa nueva relación con la inteligencia nacional. Pero el logro mayor de Martínez Verdugo fue su propósito de avanzar hacia la unidad de la izquierda. Primero logró la fusión de varias organizaciones en el PSUM, después se incorporó el PMT de Heberto Castillo y se formó al PMS y finalmente, con la escisión del PRI encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, se llegó a la constitución del PRD, el primer partido de masas de la izquierda mexicana. En cada uno de esos pasos, pese a las dificultades siempre presentes, Arnoldo fue un impulsor irreprochable. Deberían recordarlo los que con López Obrador dividieron al PRD hace unos meses. Arnoldo, sortear la paranoia Jesús Delgado Guerrero / Milenio Estado de México [email protected] Despedido con todos los honores tras su fallecimiento el pasado fin de semana, Arnoldo Martínez Verdugo ocupa merecidamente un lugar en el mausoleo de los personajes ilustres de la política nacional. Su nombre figura al lado de los “monstruos” que en los años 70 trazaron la ruta para impulsar un modelo de convivencia democrático, con leyes e instituciones. Mostró paciencia y voluntad en tiempos de alucinación estatal. Eso hay que remarcarlo: Martínez Verdugo encabezó al Partido Comunista Mexicano durante los años 60 y 70, dura etapa para la izquierda no oficial que tuvo que vérselas con el delirio orwelliano gubernamental, del garrote fácil y dedo presto en el gatillo en momentos de éxtasis (1968, en Tlatelolco, y el “halconazo”, en 1971), cuando los “opositores” eran foco de conspiración, fantasmas para el despliegue asesino y represivo. Arnoldo fue comunista pero también un demócrata que sorteó la paranoia del régimen en la forma más inteligente posible: con una gran paciencia activa y visión política. El asesinato del empresario Eugenio Garza Sada a manos de la Liga Comunista 23 de Septiembre (1973) y el secuestro de Rubén Figueroa, candidato a gobernador de Guerrero, perpetrado por del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas (1974), modificaron la estrategia política del PCM, que propuso “hacer de las elecciones una forma de lucha por la democratización del régimen político”. El PCM pasó entonces de la “abstención activa” a la participación, planteando una reforma para obtener su registro, exigiendo al gobierno un cambio radical en su trato hacia las fuerzas revolucionarias y sustituir la violencia “por el respeto a los derechos democráticos”. No lo logró luego, pero el PCM lanzó a Valentín Campa a la contienda presidencial de 1976 (se dice que el exlíder ferrocarrilero obtuvo un millón de sufragios, muchos para ese tiempo. Cierta o falsa tal cantidad, José López Portillo, candidato del PRI, felicitó a Campa “porque son votos verdaderos”). En una paradoja, el concurso del PCM en el 76 contribuyó a impulsar las reformas democráticas posteriores, como también aportó la no participación del PAN. Por otra parte, vacunado contra la pretensión de la unidad de la izquierda “a toda costa”, eso que Joel Ortega Juárez llamó “estalinismo con guaraches” (símil del sinarquismo con el nazismo), empero Martínez Verdugo se empeñó en darle cohesión y orientación. Lo consiguió brevemente tras la disolución del PCM, que dio paso al Partido Socialista Unificado de México, del cual fue candidato presidencial en 1982. Arnoldo se retiró a tiempo de la política, dice Eduardo Ibarra Aguirre, quien lo conoció muy de cerca y se ha comprometido a abundar de él en un segundo libro de sus Remembranzas. Martínez Verdugo y Pérez Gay Salvador del Río [email protected] La reciente desaparición física de dos personajes de la política y la cultura lleva a la reflexión sobre la evolución y lo que se espera de una parte de los factores que conforman la vida pública del país frente a las transformaciones emprendidas por la actual administración. Cada uno a su modo y en sus circunstancias, Arnoldo Martínez Verdugo y José María Pérez Gay quedan inscritos en el devenir de la oposición de izquierda. Obrero en sus orígenes y estudiante de artes plásticas en la antigua escuela de La Esmeralda, Martínez Verdugo fue un autodidacta cuya vocación social lo llevó a adquirir una vasta preparación en el marxismo en el cual se desenvolvían las luchas de la izquierda del mundo y de México hasta antes de la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la dictadura del proletariado como meta en el camino desde el socialismo hacia el comunismo. No queremos transformar la propiedad privada, sino abolirla, era uno de los principios fundamentales del marxismo leninismo que perduró hasta el advenimiento de una nueva izquierda despojada ya de la idea de una transformación radical con la supresión del capitalismo y la instauración de un sistema de economía central, es decir, el régimen de los trabajadores. Martínez Verdugo supo entender el cambio que el abandono del materialismo dialéctico y el marxismo significaron para la izquierda en el mundo: una aproximación hacia otros modelos de tendencia similar como la socialdemocracia y el socialismo europeo, así como las corrientes que en otras partes del mundo, especialmente en América Latina, plantean un régimen de propiedad privada con sentido social frente al capitalismo salvaje del mercado. Ese cambio trascendental en los planteamientos de la izquierda no significaba –y así lo entendió Martínez Verdugo– que la izquierda dejara de plantear como meta nuevos sistemas y modelos de gobierno, sobre todo para los países en vías de desarrollo. La toma del poder, que en el marxismo se concebía hasta las últimas décadas del siglo XX sólo mediante la lucha armada y la insurrección, se trocó por la vía electoral como lo hizo Salvador Allende en Chile y lo han conseguido otras izquierdas en diversos países. Aun retirado de la política activa, Martínez Verdugo deja para el legado de su participación en las reformas que abrieron cauces legales a la oposición y, en especial, para la izquierda. José María Pérez Gay fue un intelectual que, sin abandonar sus convicciones de izquierda, aceptó y promovió la inserción del pensamiento y las propuestas de esas corrientes políticas por la vía electoral. Buscaba la transformación de la sociedad, incluso la instauración de un nuevo régimen por los caminos de una participación en la vida pública del país; en vez de la automarginación y la renuncia, la acción desde dentro del propio sistema. Diplomático, creador de importantes órganos de comunicación del Estado, intelectual universal, Pérez Gay planteó a través de su obra una apertura de la izquierda hacia las nuevas corrientes en busca de un régimen más justo. Aún en vida, Martínez Verdugo y Pérez Gay deben haber sufrido incomodidad y el desaliento de constatar que la izquierda mexicana, en su tránsito del marxismo que proponía la abolición de toda forma de propiedad privada hacia la aspiración a un estado de cosas más equitativo para la sociedad en su conjunto, o no ha entendido el significado del cambio o, en su inscripción en un segmento del poder, ha perdido buena parte de sus postulados, sumida en la división, en el oportunismo y hasta en la corrupción. En el impulso por acercarse al poder y detentarlo, la izquierda mexicana ha confundido el camino; se ha quedado en el medio, no siempre moralmente justificable, olvidando el fin. La izquierda perredista y buena parte de las corrientes en torno a los partidos, pierden su fuerza de acción en las luchas intestinas, en sus contradicciones y en la tentación de alianzas con el poder o con otras corrientes políticas en intentos por conformar un mosaico de lo más diverso en el escenario político del país, pero en el que figura como apéndice o simple acompañante de quienes, en realidad, deberían ser sus adversarios. Se convierte así en una izquierda domada. El mensaje y el legado de hombres como Arnoldo Martínez Verdugo y José María Pérez Gay deberían ser claros para la izquierda mexicana que les rinde homenaje sin entenderlos a cabalidad: entendimiento en lo fundamental, entre iguales, si se trata de procurar el desarrollo y el bienestar para la sociedad, pero a la vez distintos en los medios para lograrlo. El poder por el poder es vano intento cuando el fin por alcanzar se pierde en la lucha por obtenerlo. Para el gobierno, en su propósito de guiar su actuación haciéndolo con la suma de la sociedad, la herencia de hombres como Martínez Verdugo y Pérez Gay tiene también un significado: saber que el diálogo, la interlocución y la confrontación de ideas tienen lugar con la transparencia que dan las diferencias en la diversidad que exige la democracia. El legado de Arnoldo Roberto Rodríguez Baños / Molinos de viento / AMI rrb@red-ami Dulce raza, hija de sierras, / estirpe de torre y turquesa, / ciérrame los ojos ahora, / antes de irnos al mar / de donde vienen los dolores. Pablo Neruda, Canto general. Darnos cuenta, tomar conciencia de que entre nosotros ha crecido gente como Arnoldo Martínez Verdugo, es la reconstituyente experiencia que el líder nos deja en su despedida. El orgullo, las razones para la esperanza, la recuperación de nuestra capacidad de análisis como personas y como sociedad, el derecho a la dignidad, no son poco y eso es lo que él hace germinar en la aridez del trágico paisaje a que la patria ha sido reducida. “Es un hombre de principios; tiene una estatura moral que llega a incomodar a muchos, incluso a algunos que dicen seguir su ejemplo”, dijo en tiempo presente, e hizo bien, su compañera Martha Recasens durante el homenaje en el Museo de la Ciudad; recordó que a Arnoldo, ante quien, amorosas se inclinaban las banderas del águila y la serpiente y de la hoz y el martillo, no le gustan los reflectores, nunca le han gustado, porque ante todo reconoce y valora profundamente que las acciones que efectivamente trascienden son resultado de un esfuerzo colectivo, de la suma de capacidades y cualidades de muchos más. Pero también ha demostrado tener el don de conducir el esfuerzo colectivo y potenciar la factibilidad de que éste arribe a buen puerto.” En la soledad de la capilla de Félix Cuevas, Luciano López me llevó ante ella: Aquí está Rodríguez Baños. –Roberto, ¿verdad?, ya no se hizo la entrevista –dijo ella, tendiéndome la mano. –No, señora, ya hasta el canal nos quitaron. –¿Cuál canal? –preguntaría Martí Batres minutos después. –El 21, el del GDF. –¿Qué pasó? –Que Marcelo se lo regaló a Marcela. –¿Cómo va Morena? “Venimos del Partido Comunista y somos militantes de Morena”, dijo una voz, otra declamó ¡Oh, capitán, mi capitán! Pero nadie recordó el Canto de amor a Stalingrado, de Neruda. Reconstruir la izquierda fue su mérito: Muñoz Ledo y Carlos Payán. “El mejor homenaje es no olvidarlo; no olvidar sus enseñanzas, su honradez, su posición, y evocarlo como un comunista, político y hombre de primera”. Eso es lo que hace Marco Leonel Posadas (del Movimiento Comunista Mexicano) al ratificar la necesidad de recoger el legado histórico, darle fertilidad, “para resolver las necesidades se tiene que voltear la vista hacia la experiencia de otros comunistas mexicanos en el siglo pasado: desde que el Partido Comunista se fundó, desde que surgieron las ideas anarco-comunistas con Ricardo Flores Magón y otros muchos momentos del desarrollo de pensamiento de izquierda”. En mi correo electrónico, la condolencia de Roberto López Moreno y en Facebook, Antonio Noria escribe a Rogelio Hernández López: “Hoy, efectivamente, la aparente izquierda no sólo es mísera y mercantil, alejada por completo de las verdaderas causas sociales. A mi no me representa.” No deja de extrañar la falta de referencias a Martínez Verdugo en medios como Prensa Latina, Granma, Telesur, Página 12. Podría suponerse, en principio, que como en la realidad ocurre aun cuando a veces no lo parezca, carezcan de corresponsales en México. Pero ni La Habana, ni Caracas, ni Buenos Aires están en otro planeta. Adiós Arnoldo Fernando Pineda Ménez / Apuntes ferpin2001@yahoo Te recuerdo tan vivo, Arnoldo, en las charlas que sostenías con el equipo que hacíamos Oposición donde defendías lo que pensabas de la situación política nacional e internacional que difícilmente me hago a la idea de que estés muerto. Un hombre como tú, camarada, no se puede morir así como así porque estás en la memoria de tantos a los que guiaste en el camino de la política, si tus artículos eran leídos por miles y si te escuchábamos con tanta atención que recuerdo incluso tus gestos al exponer tus ideas. El eterno café y el cigarrillo, la pluma barata y la modesta vestimenta, modesta como tú eras, inmenso líder de la izquierda mexicana. Te acompañé como periodista en muchas etapas de tu campaña presidencial y no perdías la ocasión ni la sensibilidad para seguir enseñando. Recuerdo como si fuera ayer cuando en un hotel de Puebla me llevaste poco a poco a entender mejor lo que es el arte. Veías en los cuadros, en las pinturas, tantas cosas, tantas facetas que me quedaba con la boca abierta al advertir lo que antes no veía. Quizá el impacto mayor de “mi clase de pintura” lo recibí cuando fuimos, al calor del Frente Democrático Nacional, a la casa de Ifigenia Martínez, la maestra, quien adornaba su mansión en Coyoacán, en pleno zócalo, con excelentes cuadros de artistas mexicanos y extranjeros. Ahí me platicaste que habías querido ser pintor tú mismo al llegar de un poblado de Sinaloa, creo que de Mocorito, del ejido Pericos. Pero no sólo veías con ojos de artista sino de un profundo analista y dirigente político. Advertías todo movimiento y estabas listo para traducirlo en línea política que después nos explicabas. ¿Cómo no recordar, por ejemplo, aquello de que la democracia en México se daría cuando hubiera democracia en el PRI? ¿Cómo no coincidir contigo cuando te lanzabas contra la ideología de la Revolución mexicana que el PRI había elaborado a su manera hasta que ellos mismos la fueron abandonando? Te confieso que al principio no entendía tu línea un tanto rebelde cuando te opusiste a la entrada de tropas soviéticas en Checoslovaquia? Tampoco coincidía con tus orientaciones sobre Hungría o China. No eras ortodoxo en esos asuntos fundamentales para el movimiento comunista internacional y causaba gran escozor en muchos cuando te alineaste con el Partido Comunista Francés, el italiano y el de España para darle vida a una corriente muy sui generis que cortaba así el cordón umbilical con el Partido Comunista de la Unión Soviética. ¿No te imaginas cuánto respeto inspiraban tus orientaciones cuando nos lanzamos a la Presidencia de la República con Valentín Campa? Te confieso que todavía al principio me costaba trabajo aceptar la línea electoral cuando en la campaña de Luis Echeverría salíamos en Acapulco a hacer pintas con las consignas de “No votes. Eso es una farsa”. Tal vez por ello tuve que acompañar a Valentín por todo el país y ya con registro, me mandaste a ser candidato a diputado federal junto con Pablo Sandoval, que andaba en las mismas, en los distritos de Acapulco. Cómo no agradecerte Arnoldo si por ti, quizá, estoy con vida cuando me impediste la subida a la sierra y me convenciste de dejar Acapulco “mientras se enfriaran las cosas” para enviarme al extranjero. Son muchos, muchísimos los recuerdos, Arnoldo. Enormes las enseñanzas y un enorme agradecimiento a la vida que me permitió acercarme a un gran líder de izquierda a quien recordaré siempre con respeto y admiración. Con él fuimos amigos siempre, a pesar de los desencuentros. Ateos los dos, no aceptamos cielos ni infiernos, mucho menos limbos. Sabemos que vive el que trasciende, el que es recordado y tú, inmenso camarada, vivirás mientras exista un luchador sincero en contra de la injusticia social, de la explotación, de la miseria. Siempre por un México digno de vivir en él. Adiós querido camarada, adiós Arnoldo Martínez Verdugo. Arnoldo y la revolución Juvenal González González / La Jornada Oriente juvego2go@gmail El día que el triunfo alcancemos ni esclavos ni dueños habrá los odios que al mundo envenenan al punto se extinguirán. La Internacional. El viernes 24 de mayo falleció Arnoldo Martínez Verdugo, líder histórico del Partido Comunista Mexicano (PCM). Fue su secretario general de 1963 a 1981 en que desapareció al fusionarse con otras formaciones políticas para dar origen al Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Durante los 18 años que dirigió al PCM ocurrieron importantes acontecimientos, nacionales e internacionales, que transfiguraron el último tercio del Siglo XX, hechos que explican el desgraciado nacimiento del nuevo siglo y las penurias que padece en lo que lleva de vida. En el plano mundial el hecho más trascendente fue, sin duda, la desaparición de la Unión Soviética y la derrota del movimiento comunista internacional. El predominio de la unipolaridad bajo el imperio del gran capital financiero y las grandes potencias intervencionistas, dejó el campo libre al capitalismo salvaje y sus depredadoras políticas de apropiación y acumulación a cualquier costo. Arnoldo arriba a la dirección del PCM justo cuando las luchas revolucionarias y los movimientos anticolonialistas y antimperialistas van al alza en el mundo. Pero también, como quedará en evidencia a lo largo de la emblemática década de los 60, las nuevas generaciones se lanzan desbocadas hacia la búsqueda de nuevos paradigmas culturales y de convivencia social, rechazando sin ambages el establishment, el prohibicionismo y el autoritarismo prevalecientes. El fantasma que recorre entonces al mundo, es el fantasma de la libertad. El PCM que, al igual que los intelectuales de izquierda, siempre se hizo bolas con la Revolución mexicana, decidió que para resolver las tareas pendientes en el país, hacía falta “una nueva revolución”. Más tarde, frente al auge de la Revolución cubana y presionado por las agitadas aguas entre su militancia y fuera de ella, resolvió que la vía “más probable” para la nueva revolución en México, sería la “vía armada”. En este punto es necesario recordar dos hechos. El primero es que en México no había libertad política. Había un régimen autoritario bajo la hegemonía de un solo partido (el PRI), que mantenía en la ilegalidad al PCM y reprimía con violencia inaudita cualquier movimiento de oposición política, sindical y social. Y el otro es que a nivel mundial se confrontaban ideológica y políticamente dos grandes concepciones respecto a las vías para dar cauce al movimiento revolucionario, a saber: la vía pacífica y la vía armada. Pero el imperialismo y la reacción no tenían maldito ánimo de discutir nada. Simplemente se lanzaron al derrocamiento de manera directa (invasión militar incluida) o auspiciada, de cualquier régimen que no se sometiera a sus órdenes e intereses. El aplastamiento del gobierno de la Unidad Popular y el asesinato del presidente Salvador Allende en Chile, acabaron con las esperanzas de la revolución pacífica. Sobre el continente cayó la negra noche de las dictaduras militares y su “guerra sucia” contra la oposición política. En México las cosas fueron un tanto diferentes. Luego de la conmoción provocada por la represión al movimiento de 1968, se fortalecieron las tendencias proclives a la lucha armada. Las organizaciones ya existentes y otras nuevas se lanzaron a la acción directa. Al tiempo que se intensificaba la “guerra sucia” contra los insurgentes y se sucedían las más terribles tragedias, violaciones y asesinatos –cuya impunidad sigue vigente– el PCM decidió participar, aún sin registro, en la campaña presidencial de 1976 con Valentín Campa como candidato. Éste sería a la postre el único adversario del candidato oficial, José López Portillo (JLP). Una vez ungido JLP, con carro completo por supuesto, con Jesús Reyes Heroles al frente de la Secretaría de Gobernación, se iniciaron pláticas con los líderes de la oposición, principalmente del PCM, con miras a abrir espacios legales a la participación política de la izquierda. El resultado fue la reforma política de 1977, que permitió el reconocimiento legal y el registro electoral del PCM. En este proceso Arnoldo Martínez Verdugo junto con Arturo Martínez Nateras y Gilberto Rincón Gallardo, jugaron un papel relevante. Con la participación en las elecciones intermedias de 1979 y una votación del 5.1% (por debajo de la que se estimó había obtenido Valentín Campa) el PCM se integró a la LI Legislatura con 18 diputados. Con un problema nada menor, a saber: el abandono de la lucha armada como “vía más probable” para la “nueva revolución” y el paso a la vía electoral de facto, nunca se procesaron al seno del PCM, ergo, no hubo definiciones y conclusiones claras al respecto, lo que condujo a una confusión política que se trasladó al PSUM, luego al PMS y, finalmente, al PRD. Una buena parte de la vieja guardia comunista se fue alejando en el camino de las fusiones y confusiones, me atrevo a decir que hoy la gran mayoría no están en el PRD, ni en ninguno de los partidos con registro, donde se han enseñoreado el canibalismo, la corrupción y el agandaye. La patética disputa por los huesos que terminó en una trifulca a balazos, ocurrida recién en una sesión del Consejo Estatal del PRD en Oaxaca ¿será la vía armada elegida por ese partido para disputarse el poder? Se nos fue Arnoldo, pero se nos adelantaron la revolución y la izquierda. Qué pena. Cheiser: ¿Mala pata o mala leche? En pleno proceso electoral para elegir gobernador, diputados y presidentes municipales en Baja california, se realizó en Tijuana el famoso “apagón analógico” dejando sin tele a miles de usuarios (no se sabe cuántos pero muchos más de lo anunciado). El encabritamiento de la raza crece y en cuanto sepan quienes son los responsables del atropello, les pasarán la factura el 7 de julio. Chido. forumenlinea/portal/ __._,_.___ Responder a remitente | Responder a grupo | Responder mediante la Web | Crear un tema nuevo Mensajes con este tema (1) ACTIVIDAD RECIENTE: Visita tu grupo Cambiar a: Solo Texto, Reseña Diaria • Cancelar suscripción • Condiciones de uso . __,_._,___
Posted on: Mon, 10 Jun 2013 17:06:48 +0000

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