Quienes me conocen sabrán de las veces que les habré molestado hablando de nuestra bendita tarea: el ser docente. Las horas por teléfono, mensaje de texto y/o chateando que habremos compartido con un tópico común. Los roles invertidos, las ausencias constantes y las presencias fantasmas. Ni hablar cuando en alguna plenaria se nos piantó un lagrimón porque además de seños son madres, hijas, hermanas, amigas... Ser docente en estos días, creo que es una de las profesiones más difíciles, más que nada por todo lo que se construye como relato que da identidad pero que peor aún estigmatiza: "son vagos", "no trabajan nunca", "tienen 3 meses de vacaciones", etc, etc. Y en ese imaginario social que hoy nos cubre mucho más que el guardapolvo blanco pulcro de la 1.420... no sólo nos constituimos sino que además forma parte de una cultura de la individualidad y del egoísmo en donde el otro ya no es mi compañero. EL otro (sea quien sea el que ocupe ese lugar de la otredad) termina siendo un enemigo. Así como así a veces me encuentro pensando sobre mi trabajo, varias veces en el día, varios días en el año, pensando una y otra vez. No obstante sigue quieto el sistema educativo, ese elefante enorme, sigue igual todas las veces del día, todos los días en el año en que trato de resolver algo. Por eso, a pocos días de ser "EL DÍA" del maestr@ me quedo con lo esencial, me quedo con las palabras de los peques, los del hoy y los del ayer. Me quedo con los "te quiero" multiplicado y los gracias que llegan con poca frecuencia pero llegan. Me quedo con las amistades fraternales que no necesitan de la rutina para estar presente. Me quedo con la docencia.
Posted on: Thu, 05 Sep 2013 17:01:26 +0000
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