RECONOCIMIENTO MEDICO Por la vigencia que todavía tiene, ante - TopicsExpress



          

RECONOCIMIENTO MEDICO Por la vigencia que todavía tiene, ante la actual encrucijada de la salud en Colombia, pongo a consideración de colegas y amigos apartes del discurso que pronuncie el 3 de diciembre de 2002, durante la celebración del Día Panamericano del Médico, al recibir la condecoración al mérito científico Martin Camacho; máxima distinción del Colegio Médico del Atlántico. El texto completo lo pueden leer en mi libro “Crónicas Ético Medicas”. … El Día Panamericano del Médico, que hoy celebramos, es motivo propicio para hacernos el merecido reconocimiento a la labor, tantas veces ingrata, que como servidores de la salud nos toca desarrollar. Reconocimiento cada día más ausente de los estamentos que se benefician de las bondades de nuestro arte. Evidente en la indiferencia como somos vistos y en la devaluación económica del servicio que prestamos por parte de las instituciones de salud del Estado y de las empresas privadas que explotan la salud como negocio. Sin embargo, es más triste y lamentable no recocernos nosotros mismos como médicos destinados a un estatus superior; si apáticos, distraídos, escasos de solidaridad, cada uno por su cuenta, en actitud egoísta, ignora la fuerza de la identidad gremial. “Lo máximo que se puede hacer solos es lo mínimo que se hace unidos”. Nos ensena con sapiencia el papa Juan Pablo II. Lo que más ha hecho daño a la imagen actual del profesional de la salud es el desbordante individualismo que le caracteriza; en franca contraposición a los valores altruistas que ha encarnado históricamente la tradición médica, que dieron origen en un pasado no muy lejano a un alto reconocimiento comunitario. He allí, según mi parecer, una de las razones de peso a la derrota de la identidad gremial de los médicos y por supuesto a la visión dudosa, al recelo, a la actitud defensiva con que ahora se nos considera individualmente. La falta de reconocimiento es indicativo cierto de la perdida de dignidad. Así creo encontrar alguna explicación a la frecuencia en aumento del comportamiento prevenido, en ocasiones irrespetuoso, como acuden los pacientes a los sitios de atención sanitaria. No se trata de una simple retorica discursiva la que he intentado mostrarles esta noche, sobre el reconocimiento como necesidad vital y las consecuencias funestas de su ausencia para la profesión médica en general. Palpables en el inocultable deterioro de la imagen que proyectamos. Es bueno, entonces, que hagamos el esfuerzo de auto reconocernos reflexivamente, es decir, de manera crítica sobre nuestros deberes y derechos, capacidades y criterios. Es aquí donde el Colegio Médico del Atlántico y la Federación Medica Colombiana: entidades representativas de lo que hemos sido, de lo que ahora somos y de lo que aspiramos a ser tienen que librar gran cruzada por la recuperación de la dignidad perdida, por el reconocimiento de nuestros justos derechos, por nuestra honrosa categoría profesional. Considerare tres puntos que a mi juicio inducen a la reflexión crítica propuesta: 1. LA SEGURIDAD La indiscutible falta de confianza en el sistema de salud, la incertidumbre, in crecendo, de la estabilidad laboral, de las precarias condiciones como debo realizar mi oficio no garantizan que mi profesión, con todo el esfuerzo de tiempo, capital humano y económico invertido me conceda la posibilidad de bienestar deseable para mí y para los míos. No tengo plena seguridad sobre la forma de subsistencia que yo merecidamente debo darme. Tengo que reconocer apesadumbrado que se está atentando contra mi vida, contra mi derecho a la vida, cuando lo que me pagan y casi siempre tardíamente no alcanza para satisfacer mis necesidades básicas; mucho menos para darme la buena vida que mi trabajo calificado debe concederme. Lo más tremendo es que no puedo permitir que me acaben a mí y a mi familia. 2. LA AUTONOMIA La autonomía es el principio bioético llamado a defender, prioritariamente, las creencias, las decisiones, los intereses de los pacientes. Que no hay duda ha sido eficaz contra el viejo modelo paternalista de la relación medico paciente. La nueva medicina, corporativa, cambio el vilipendiado paternalismo medico por otro que ha resultado peor remedio que la enfermedad: el odioso y mercantilista paternalismo farmacéutico e institucional que humilla sin piedad a los dos actores claves del servicio asistencial: al médico y al paciente. Cuando se pierde la identidad, cuando se carece de reconocimiento, cuando dejamos de hacer presencia, no se nos tiene en cuenta, pasamos desapercibidos. Esto exactamente es lo que ha sucedido con la política de seguridad social imperante que existe en el país. Entre el médico y el paciente, en medio de los dos, hay un intermediario comercial, un negociante de la salud, interesado, más allá del bien común, por obtener el mayor lucro posible; auspiciado políticamente por el mismo Estado. Por consiguiente, al perder autonomía los médicos, el derecho legítimo a reconocernos con capacidades profesionales, con criterios clínicos, diagnósticos, terapéuticos etc.; se fueron al traste. Son funcionarios a cargo de las instituciones, llámese EPS o IPS los que deciden cuantos exámenes paraclínicos pueden solicitarse, si las recetas son pertinentes, si los fármacos, la consulta o la atención son costosos deciden si pagan o no. Determinan preexistencias para no remunerar al médico o no reconocerle al enfermo su tratamiento, no obstante estar pagando un seguro durante décadas. Este gran mal, el de la medicina dictada en forma acomodaticia a los intereses de la empresa prestadora del servicio de salud en donde doctores o secretarias que nunca han visto al enfermo en forma real, sino virtual, pretenden saber más que quien lo ha atendido y lo atiende, es el gran contaminante del sano y libre ejercicio de la profesión. Me pregunto ¿Qué se hizo el poder de la organización médica, como autentico grupo de presión, capaz de enfrentar tanta ignominia contra la autonomía profesional? 3. AUTOCONCIENCIA La falta de solidaridad gremial, la inconciencia colectiva ante la catástrofe que vivimos, no auto reconocernos en nosotros mismos como protagonistas de la crisis, pensar que son otros colegas los que tienen que resolver el problema de la inseguridad que atenta contra el derecho a mi vida profesional y personal y de la impotencia ante la iniquidad del paternalismo farmacéutico e institucional; es sencillamente desconocer la responsabilidad que me corresponde como médico comprometido en propender por el cumplimiento de los fines de los demás sin los cuales no pueden tener realización mis propios fines. No auto reconocernos como sujeto de obligaciones con el resto del conglomerado médico, creer que son únicamente los directivos de las organizaciones representativas del gremio a quienes compete dar la pelea por la defensa de unos ideales, que a todos pertenecen, es la herida más certera que se puede hacer a las esperanzas reivindicatorias de una profesión destinada a un destino promisorio. Según Tocqueville Alexis “La única defensa contra ello consiste en una vigorosa cultura política en la que se valore la participación, tanto en los diversos niveles del gobierno como en asociaciones voluntarias”. Ante la propuesta enunciada por el pensador francés considero que si el poder de la ciencia médica no nos ha servido para ser tenidos en cuenta como quisiéramos, ni política ni socialmente, es perentorio ir en busca de las riendas del poder político, de un poder político autónomo que obedezca a las directrices trazadas desde el seno de la propia organización médica. Contrario, totalmente, al rumbo infructuoso, equivocado de los colegas médicos que ya han incursionado en la arena política, pero, con franca y sumisa dependencia de los grupos partidistas que históricamente han usufructuado el poder en Colombia. El asunto a primera vista podría parecer a algunos utópico, inalcanzable. Creo, optimista, que vale la pena hacer el intento. “La peor diligencia es la que no se hace”. Mi propuesta, entre otras cosas, no es ninguna novedad. El Colegio Médico de Cundinamarca en su asamblea general ordinaria realizada el 14 de junio de este año se pronunció en tal sentido, veamos: “La asamblea le encomendó a la nueva junta Directiva el reto de transformar el colegio en una empresa con una mayor proyección política y capacidad para producir servicios que contribuyan a la calidad de los servicios de salud. La función política está orientada a: 1. Apoyar activamente en representación del cuerpo médico a los organismos estatales responsables de diseñar las políticas e instrumentos que determinan la organización y funcionamiento de todo el sistema de seguridad social en salud, incluidos el Congreso de la Republica, El Ministerio de Salud, el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud, los Consejos territoriales de seguridad social de Cundinamarca y Bogotá; 2. Participar en los debates de políticas públicas, expresando nuestra posición a través de los medios de comunicación científica y general”. He ahí el reto que también nos espera a nosotros. El rico patrimonio de honestidad y pulcritud que poseemos debe utilizarse para dar la batalla, con decisión y coraje, contra la politiquería y corrupción reinantes, que nos aniquila. No hay otra alternativa. Alcanzar el poder político es la tabla de salvación que nos queda. La suerte de nuestro destino no puede continuar de manera indefinida en manos de otros. Teobaldo Coronado H. Barranquilla diciembre 3 de 2002.
Posted on: Wed, 30 Oct 2013 03:18:59 +0000

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