Reflexión segunda del Santo Evngelio: Mateo 16 13-23 : Mujer, - TopicsExpress



          

Reflexión segunda del Santo Evngelio: Mateo 16 13-23 : Mujer, qué grande es tu fe -Jesús se retiró al país de Tiro y Sidón. Y una mujer Cananea, de aquella región salió y se puso a gritarle... Jesús pasa una frontera. Su ministerio se extenderá a una tierra pagana. San Pablo escribirá que Jesús vino para extender a "todas las naciones" la Alianza reservada hasta aquí a Israel. Escucho el grito de esa mujer. Las hay quizá a mi alrededor que no acierto a oír. -"¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija tiene un demonio muy malo." El no le contestó palabra... La plegaria, el grito, eran hermosos, sinceros y emocionantes. Y Jesús había dicho: "Todo lo que pediréis se os concederá... Ilamad, y se os abrirá..." No obstante, Jesús calla, no contesta a esa plegaria. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué, tan a menudo pareces no responder cuando te imploramos que nos liberes? -"Concédeselo, que viene gritando detrás..." dicen los apóstoles. ¿Fastidio? ¿Escándalo ante la insistencia de esa "pagana"? ¿Racismo? O bien quizá: ¿verdadera emoción ante la miseria de esa pobre madre? -Jesús respondió: "He sido enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel." Después del silencio, un rechazo. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué aparentas rechazar? Sabemos, sin embargo, que hay ternura en tu corazón, y que has venido para "salvar a todos los hombres". -Ella se adelantó y se prosternó ante El: "Señor, socórreme". ¡Oh admirable insistencia! ¿Sería ésta la respuesta a nuestros "porqués"? Las pruebas de la Fe, las pruebas de la oración, ¿serían, quizá, una purificación de la Fe, una valorización de la fuerza de la verdadera oración? -Jesús le contestó: ."No está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perrillos". ¡Cuán duro es esto! Tú, Señor, que acabas de multiplicar los panes para toda una multitud, pareces ahora rehusar el "mendrugo" implorado por esa pobreza. -Pero ella repuso: "Cierto, Señor; pero también los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos". No, ella no abandonará su plegaria, irá hasta el fin. -Jesús le dijo: "¡Qué grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas." He aquí a donde querías llegar: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Es necesario ahora tratar de resumir. Jesús se limita a cumplir la misión que ha recibido del Padre. Toda la economía de la salvación -y esto es un misterio- viene a través de los hombres: es por mediación del pueblo de Israel que los demás pueblos tendrán acceso a la Alianza, a la Mesa de Dios, al Pan de Dios. Pero una gran esperanza se abre hoy por la Fe de esa pagana. Si Jesús voluntaria y humildemente se ha limitado "a las ovejas descarriadas de Israel", deja entrever y valora el acceso de los paganos a la Iglesia. Así debo siempre preguntarme hoy: ¿por qué tengo la suerte de tener Fe? ¿por qué soy un privilegiado, un invitado a comer el pan de los hijos de Dios? ¡Que jamás olvide, Señor, la inmensa multitud de los que esperan las migajas de esta mesa! Y yo, que me alimento ya de Dios, debo pensar que esta mesa no es jamás para mí solo. ¿Cómo haré que los demás se aprovechen de ella? Una mujer extranjera consigue de Jesús la curación de su hija. Es una escena breve, pero significativa. Jesús sale por primera vez fuera del territorio de Israel, a Tiro y Sidón, el actual Líbano. Mateo no sólo quiere probar el buen corazón de Jesús y su fuerza curativa, sino también el acierto de que la Iglesia en el momento en que escribe su evangelio se haya vuelto claramente hacia los paganos. Eso sí, anunciando primero a Israel el cumplimiento de las promesas, antes de pasar a los otros pueblos. Desde luego, Jesús no le pone la cosa fácil a la buena mujer. Primero, hace ver que no ha oído. Luego, le pone unas dificultades que parecen duras: lo de Israel y los paganos, o lo de los hijos y los perritos. Ella no parece interpretar tan negativas estas palabras y reacciona con humildad e insistencia. Hasta llegar a merecer la alabanza de Jesús: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas». b)La mujer pagana es un modelo de fe. Su oración por su hija enferma, que ella cree que está poseída por «un demonio muy malo», es sencilla y honda: «Ten compasión de mí, Señor» (en griego: Kyrie, eleison). No se da por vencida ante la respuesta de Jesús y va respondiendo a las «dificultades» que la ponen a prueba. Es uno de los casos en que Jesús alaba la fe de los extranjeros (el buen samaritano, el otro samaritano curado de la lepra, el centurión romano), en contraposición a los judíos, los de casa, a los que se les podría suponer una fe mayor que a los de fuera. La fe de esta mujer nos interpela a los que somos «de casa» y que, por eso mismo, a lo mejor estamos tan satisfechos y autosuficientes, que olvidamos la humildad en nuestra actitud ante Dios y los demás. Tal vez, la oración de tantas personas alejadas, que no saben rezar litúrgicamente, pero que la dicen desde la hondura de su ser, le es más agradable a Dios que nuestros cantos y plegarias, si son rutinarios y satisfechos. «Con amor eterno te amé» (1ª lectura II) «Nuestros padres en Egipto no comprendieron tus maravillas» (salmo I) «Es de día. Gritad de alegría, el Señor ha salvado a su pueblo» (1ª lectura II) «Ten compasión de mí, Señor» (evangelio) Al contrario de lo que le ocurría en tierra judía, Jesús encuentra unas extraordinarias demostraciones de fe en tierra gentil. Respuesta que a Jesús le sorprende, porque aunque su acción estaba dirigida contra las ovejas perdidas de Israel, las expresiones de fe de los extraños superaban con creces las de su pueblo, incluso las de sus propios discípulos. La mujer cananea se dirige a Jesús con el título mesiánico de "Hijo de David". Jesús guarda silencio y los discípulos, como en la ocasión anterior, se preocupan por despedirla para que no los importune. Jesús responde a la mujer señalando los límites de su misión. Pero, las palabras de ella lo conmueven y actúa por misericordia, no por zafarse de la persona. Reconoce que la fe de esta mujer es capaz de liberar a su hija del mal (demonio) en que ha caído. La insistente súplica de la mujer se comprende mejor si la ubicamos en su contexto cultural e histórico. En la cultura judía las mujeres estaban marginadas y no podían hablar a los varones, mucho menos a un prestigioso Maestro. Además, las mujeres paganas estaban excluidas por no pertenecer al pueblo judío, y la enfermedad era un nuevo título de exclusión de la comunidad. Muchos motivos de exclusión acumulaba pues esta mujer sobre sí misma. Jesús se salta todas esas barreras de la cultura, de la ley y el protocolo, para mostrar que la solidaridad y la compasión están por encima de cualquier frontera. Cuando Jesús dialoga con mujeres y reconoce sus valores, rompe con la mentalidad vigente y establece el verdadero valor de las personas como hijos de Dios y receptores del Reino. Nosotros a veces somos como los discípulos: actuamos para liberarnos de las molestias que nos causan los amigos, compañeros y otras personas necesitadas. Para crecer como cristianos debemos tener los mismos sentimientos de Jesús y actuar con misericordia y compasión, aunque nos reconozcamos limitados.
Posted on: Thu, 08 Aug 2013 18:07:09 +0000

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