Si el idiota repite un postulado desmentido por los hechos, es - TopicsExpress



          

Si el idiota repite un postulado desmentido por los hechos, es sólo porque está embrujado por una superstición ideológica. Los males del Estado son para él sólo coyunturales: se remediarían poniendo aquí y allá funcionarios honestos y eficientes. No es un problema estructural. El Estado debe hacer esto o lo otro, repite a cada paso utilizando generosamente ese verbo, el verbo deber, con lo cual expresa sólo un postulado, una quimera, quizás una alegre utopía. El perfecto idiota no acaba de medir toda la distancia que existe entre el verbo deber y el verbo ser, la misma que media entre el ser y el parecer. Nos pinta alEstado como un Robin Hood, pero no lo es. Lo que les quita a los ricos se lo guarda y lo que le quita a los pobres, también. Sus beneficiarios son pocos: una oligarquía de empresarios sobreprotegidos de toda competencia, que debe su fortuna a mercados cautivos, a barreras aduaneras, a licencias otorgadas por el burócrata, a leyes que lo favorecen; una oligarquía de políticos clientelistas para quienes el Estado cumple el mismo papel que la ubre de la vaca para el ternero; una oligarquía sindical ligada a las empresas estatales, generalmente monopólicas, que le conceden ruinosas y leoninas convenciones colectivas; y, obviamente, una enredadera de burócratas crecida a la sombra de este corrupto estado benefactor. Sólo una elaboración puramente ideológica le permite al perfecto idiota presentar como Robin Hood al ogro filantrópico de Octavio Paz. Lo obtiene levantando edificaciones teóricas sin someterlas a prueba. El idiota es un utópico integral. No lo desalientan las refutaciones infligidas por la realidad, pues la utopía es una bacteria resistente. Un ejemplo: el socialismo. Durante un siglo, o más, en virtud de puras elucubraciones ideológicas, el socialismo resultó dueño del porvenir. Decía tener a su favor los vientos de la historia. El capitalismo, en cambio, parecía condenado a una muerte ineluctable. Pues bien, la realidad, era otra: las economías capitalistas muchas veces mostraron su capacidad de recuperación, y las economías socialistas, su flagrante tendencia al estancamiento y a la recesión. No obstante, a espaldas de esta evidencia, el socialismo continuó cosechando victorias culturales e ideológicas y el capitalismo, vituperios. ¡Cuántos intelectuales, para no ser juzgados como reaccionarios e ignorantes del proceso histórico, se sumaron a esta corriente! Sólo admitieron el fracaso del comunismo cuando lo vieron reducido a escombros en la antigua Unión Soviética y en sus satélites. La explicación de este extraño fenómeno también la da Jean Francois Revel. Reside en «la capacidad de proyectar sobre la realidad construcciones mentales que pueden resistir mucho tiempo a la evidencia, permanecer ciegas ante las catástrofes que ellas mismas provocan y que sólo terminan por disiparse bajo la convergencia de la quiebra objetiva y la usura subjetiva». Esta última, representada en el dogma teórico, suele sobrevivir largo tiempo a la primera. Hoy, el propio idiota latinoamericano sabe que no hay país próspero sin desarrollo de sus mercados. Hoy no sólo lospaíses capitalistas fomentan las inversiones y la empresa privada, sino también los países de Europa Oriental y aun los países todavía considerados comunistas como China o Cuba, torciéndole el pescuezo al viejo dogma marxista que identificaba la empresa privada con la explotación del hombre por el hombre. Mendoza, Montaner, Vargas.
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 04:59:20 +0000

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