Un cuento finlandés El origen de estas portadas Érase una - TopicsExpress



          

Un cuento finlandés El origen de estas portadas Érase una vez, en un país lejano y al sur, cerca de África, que una línea aérea europea necesitaba hacerse con 200 tripulantes de vuelo. Una agencia de colocación laboral española (Adecco) consiguió en un mes reunir a este grupo de veteranos de la aviación y noveles entusiasmados, en Madrid y Barcelona, para recibir instrucción inmediata por separados. Esa línea aérea, en la fase de pre-selección de sus futuros auxiliares, no quiso dar a conocer su nombre. La empresa quería regalarnos una sorpresita. Solamente se nos informó que seríamos contratados en el mes de noviembre en su país por 1,300€ más la estancia pagada, y una compensación de 200€ por un curso de formación de 10 días y un par más, para el reconocimiento de su aviones en octubre. Muchos pensamos, un tiempo de prueba, una oportunidad de continuidad. Qué bello es vivir cuando vislumbras que en una economía destruida, las puertas no se han cerrado del todo y un país amigo brinda tanta claridad de futuro. ¿El modelo de captación de esta mágica y desconocida empresa en connivencia con Adecco? la aceptación total de las condiciones, sin saber mucho, ni andar preguntando otro tanto. ¿Lo contrario? dos mil quinientos tripulantes de vuelo en el paro esperando ocupar tu posición. ¿Qué es lo que habrá pasado dentro, para que lo de afuera haya cobrado ese aspecto misterioso al que podemos brindar ciega confianza? Nunca olvidaré en esa primera reunión de pre-selección en Adecco, a una chica que tuvo la osadía de preguntar, “¿Es esta convocatoria para impedir una huelga que tienen los tripulantes finlandeses en noviembre?”. No entendí nada, o mejor dicho, no quise entenderla hasta no verlo con mis propios ojos, pues no convenía a mis expectativas. Ella, lúcida y resuelta se levantó de inmediato y se marchó del aula. Un crujido extraño para un comienzo, la primera pérdida. Nadie prestó mayor interés a la escena, pero ella fue el único indicio de compañerismo, y atención a la realidad que se presentaría unas semanas después. Nunca la olvidaré. Así fue como dio comienzo el curso de formación para la adaptación a los aviones que habríamos de volar. Sorprende la capacidad de Adecco, de congregar hombres y mujeres capaces de asistir a una convocatoria con la mínima información de las condiciones laborales, mientras la empresa contratante te pide la renovación de la licencia de aviación, los antecedentes penales apostillados con los sellos de La Haya, la licencia médica en vigor, un duro examen de inglés, etc, etc. Doscientos seleccionados de oro, ilusionados de descubrirse elegidos para una compañía europea con 90 años de trayectoria entre dos mil quinientos curriculums enviados. Hete aquí un lunes, el primer encuentro con esa cara ahora visible de esta traviesa línea aérea, llamada Finnair, que gusta de jugar al escondite. Con su jefe de instrucción de tripulantes al frente de la clase. Samy era su nombre. Venía como un Papa Noel, trajeado con zapatos brillantes, en versión adelgazada y bronceada del caribe y ojos azules luminosos, a compartir con nosotros sus dádivas laborales. La charla de este personaje alto, estirado, con su traje impecablemente liso, planchado, y su reloj grandote y cuadrado, tan típico de la aviación ostentosa, y que fardaba de haber cruzado el océano atlántico en el Queen Mary, era el del Santa Claus esperado. Anguloso, sin redondeces, frío y calculador, definitivamente él. Le entregamos nuestra confianza. Nos indujo a creer la necesidad de nuevas incorporaciones dado que la compañía estaba abriendo rutas a Asia, creciendo en un mercado nuevo, Bangkok, Tokyo, Singapur, Seúl. Estaban incorporando a chinos, americanos y ahora, además, españoles. Todo parecía un cuento feliz de la aviación para desempleados con más de tres años sin volar, deseosos de renovar sus licencias y recuperar sus economías con horas de vuelo y tabla salariales finlandesas. Con su voz de plomo en inglés perfecto y penetrante, después de siete minutos, soltó la bomba: We need your help.“Necesitamos vuestra ayuda parar una posible huelga en noviembre”, “Los sindicatos finlandeses solo están preocupados por sus privilegios de veteranía, y no quieren adaptarse a los tiempos que corren” Después de su predica de quince minutos en busca de apoyo, se despidió hasta el miércoles, cerrando cualquier oportunidad por nuestra parte a preguntar. Eran las nueve de la mañana, nosotros aún no del todo despiertos, sin capacidad de reacción, quizás por el inglés, el impacto de la oferta, y nuestro temor a comenzar a dudar y manifestarlo. Estábamos mudos. Nos dejó en manos de la instructora española del centro de formación (CAE), hablándonos en inglés todo el curso. Así, al servicio de esta dinámica de perdedores, en beneficio de la máquina, nos dispusimos 200 enfilados, a dar inicio un trainning de 8 horas continuadas de formación de diez días, sin capacidad de réplica. Pregunté a la instructora si era verdad lo del pago de doscientos euros por hacer el curso. Ella tan entusiasmada en dar comienzo al recio estudio, secamente contestó que no era un tema suyo; “Cualquier duda a Samy, o a Finnair”. Eso sí, nos informó del precio del menú del centro. La urgencia por emprender la clase, no dar tiempo a la reflexión, y la velocidad de instruirnos dos manuales de más de 300 páginas cada uno, era el segundo regalo de uncle Sam. Aquel lunes volví a casa impactado por la desinformación. Tampoco apuntaba a aclararse en los próximos días, según la tónica de los docentes. Les urgía hacer lo que tenían que hacer, sin importar que parte de ello no fuera quedar a la vista, sino probablemente escondido y probablemente como fundamento y sustento de lo que se iba a ver. La magia y los poderes de un instructor de Finnair en convertirnos en un grupo incuestionable de auto-aceptados esquiroles o rompehuelgas, había triunfado en quince minutos. Es sin duda otra clase de magia de la que se esconden las convenciones profesionales, y quién sabe si en el fondo una magia más poderosa, o por lo menos más resistente y sostenible; el miedo. Pues si nos hubiéramos parado a pensar un momento, toda la fortaleza de este individuo, su capacidad de callarnos con su porte, su traje, su seguridad, no provenía de él, sino de la debilidad de estos doscientos contratados. El miércoles teníamos la oportunidad de juntarnos con Samy nuevamente. Nos instruiría en seguridad aérea, que no en la laboral, desde luego. ¿Quién nos entrenaría para ser rompehuelgas en este curso? ¿Y a sonreír a nuestros futuros colegas de trabajo cogiendo sus aviones que no desean volar porque les recortarán sus sueldos con los nuestros, externalizando su empresa? ¿Cuál era el menú que nos esperaba en Helsinki? ¿Tomatazos, escupidas o malas caras? Un comienzo de cuento para entrar en una aerolínea. Me había preparado una cantidad de preguntas para el miércoles, para calmar mi malestar. Por ejemplo preguntar por la tabla salarial de Finnair, horas de vuelos garantizadas para el mes de noviembre, si estábamos obligados a concurrir a la huelga o no. Qué extras nos correspondían, dónde viviríamos, y si después de noviembre cabría la posibilidad de volar dentro de la empresa. Información básica que se va dando en cualquier curso de formación aérea de una compañía. Pero Samy al verme venir con estas dudas, comenzó a desplegar sus poderes otorgados por nuestro temor, en hacer invisible lo visible, “¿Para que íbamos a formar a tantos tripulantes en un curso tan caro sino es para volar?” Sin embargo, según pude informarme a través del Sindicato de Tripulantes de Aviación Finlandesa (SLSY) no había aumento de flotas por compra de nuevos aviones, ni ampliación de rutas a Asia. Están avergonzados por lo que su compañía esta practicando y el papel que la empresa nos otorga dentro de ella. Sorprendidos ante la preparación de una huelga inminente, la prensa finlandesa lo esta anunciando. “Finnair planea contratar a 200 españoles rompe-huelgas” (Finnish Confederation of Professionals) La pregunta clave entonces era, ¿qué haríamos si no hay huelga y Finnair llega a un acuerdo con los sindicatos de tripulantes?, ¿qué haríamos en Helsinki? La respuesta de Sam a todo fue: “No tengo los contratos especificados aún, ni las tablas salariales, ni los extras, no puedo garantizaros que voléis ni una hora en noviembre, ni en corto ni en largo radio, pero sí que estaréis apostados allí en un hotel, con el salario prometido de Adecco, y que os haremos firmar un pre-acuerdo de compromiso en el que os comprometéis a acabar este curso, más un vuelo de familiarización en octubre en los que os enviaremos tal vez a Tokyo, Shangai, o Canarias. Tampoco sé si después continuaréis o no en alguna base española, a lo mejor algunos, pero no todos”. Nada era claro para nuestro corto futuro con ellos, pero bajo el manto de sus palabras, cuando oías a este individuo hablar, como explicarlo, todo sonaba bien. Y la palabra huelga, sonaba lejana. Como si todo fuera posible para ti y para ellos, como un cuentito feliz. ¿Dónde podría sostenerse y resistir mejor lo visible de todo este proyecto invisible, secreto, de rompe-huelgas, sino encima de este palabrerío y vacío de información, con un acuerdo de confidencialidad, más el jueguecito de hacernos creer que tendremos continuidad en su empresa los doscientos nuevos tripulantes, cuando en realidad lo que se cierne son duras negociaciones con los sindicatos, en las que Finnair quiere ir fuerte a la mesa, con la amenaza del spanish team, apostado en hoteles al lado del aeropuerto? Pero faltaba el regalito visa oro de este Santa Claus finlandés con el que quiero concluir este cuento. Lo grotesco estaba por venir. Y aparecía envuelto como carta amigable, con una tipografía amena, de amigos. Como las cartas que los niños escriben a los reyes. Era un pre-acuerdo que nada tenía que ver con lo prometido por Adecco, ni con lo que el instructor, representante de Finnair nos había contado entre guiño y guiño. Todo había cambiado, y tú, que ya estabas metido en medio del curso hasta las trancas, como en un embudo bien adentro, ¿cómo podías dar marcha atrás, luego de 40 horas de formación y ejercicios de evacuaciones de emergencia en simuladores? ¿Con qué fuerzas paralizabas toda la maquinaria de instrucción y la relación con los compañeros, y así de golpe renuncias, cuando no tienes ninguna expectativa en el horizonte? Al llegar el viernes, y separados de otros grupos de clase que estaban en los simuladores; todo bien calculado para evitar cualquier reflexión y debate con nuestros compañeros, Samy nos trae al aula a primera hora de la mañana, entre clases de medicina aérea, este regalo literario para firmarlo entre nosotros y la empresa. Lo lee en voz alta y vuelve a hacer uso de su verborrea de rodeos y zozobras para desinflar nuestra desconfianza. Un compañero nuestro le espeta: “Este contrato no se corresponde con lo acordado”. Samy, en medio de una cortina de palabras de humo que fue soltando por su boca, se retira elegantemente con esa sonrisita aprendida de la aviación; Thank youuu. Desaparece. Una mierda pinchada en un palo, me dijo aquel compañero más tarde. Un acuerdo en el que ellos quieren ofrecernos mil euros por una especie de stand by o imaginaria, (estar de guardia para ir a volar en caso de que falte gente) de 3 meses, aquí, en España. Si nos llaman debemos presentarnos en Helsinki en menos de 7 días, donde nos harán un contrato, listos para volar a cualquier parte del mundo y de huelga. Si antes de llamarnos, y por nuestra cuenta, encontramos otro trabajo, ellos nos retiran ese sueldito como penalización por no poder disponer más de nosotros. Si nos contrata Adecco en España, (antes iba a ser solamente Finnair) en peores condiciones salariales. Los 200€ del curso solo se abonarán el 30 de noviembre, al acabar la formación que es en octubre, que de ser 11 días pasaban a 16 con un vuelo de familiarización de larga distancia, ¡y sin contrato laboral! Es decir un mese y medio después, con toda la pérdida de tiempo, dinero, atención y energía que este entrenamiento implica. Así, ellos con este mínimo esfuerzo económico y cubriéndose bien las espaldas, tendrán a su disposición a doscientos empleados, listos para asistir una huelga que puede hacerles ahorrar millones. Sin tiempo para pensarlo, había que entregar el contrato por la tarde del viernes firmado. La madrugada del jueves, había preparado copias con el deseo de protegernos con una serie de exigencias mínimas en caso de que la huelga no se llevara a cabo. Otro grupo, el día anterior, que ya había recibido este contratito navideño, había firmado. Nuestro grupo sospechaba el cambio de estrategia, y quise formar una fuerza de moderación que frenara un poco estas condiciones abusivas. Muchos se lo pensaron, se daban cuenta de la trampa que Finnair cautelosamente había armado, sin embargo el grupo comenzó a perder fuelle, y finalmente todos, con sus razones más que comprensibles en esta situación tan crítica, firmaron. Excepto dos. Vi toda la cadena, la ilusión inicial, las impresiones al llegar, la sorpresa al ver lo difuso del proceso de información, la desilusión, la falta de coraje y la desesperación final que permite el abuso y alimenta la cobardía. En Finnair saben bien lo que hacen. Volvemos al siglo XVIII, y las nuevas cadenas tienen forma de contratos basura. Serán invisibles, pero absorben la voluntad y dejan la libertad en mínimos. La gente se asusta, y se llega a eso día a día. Tal vez tenga razón una amiga, que dice que todo está bastante orquestado para que terminemos cobardes y desalentados. ¿Quién me explicará lo que son estas máquinas de descerebrar, de vaciar los cuerpos, y las voluntades, de empobrecer el espíritu y comprimir estaturas? Lo cierto es que para llegar a este sorprendente compadreo del norte hacia este sur, financieramente desesperado, solo puede darse cuando la economía deja de servir ella misma y exige que se la sirva. Así embrutecida por un capitalismo salvaje, se ceba con el individuo, constriñe su libertad, y mantiene limitado su espíritu gracias a las técnicas de alienación y servidumbre que las sociedades de hoy toleran. España es una nueva isla de mercadeo laboral. Aquí vienen los del civilizado norte a reconducir sus nuevas estrategias de supervivencia empresarial. Y a nosotros, nos queda solo una opción. Oponer resistencia a estos barcos de esclavismo contemporáneo. No sé si me explico...Pero sinceramente no sabría deciros que fue primero si la realidad o el cuento, pero al abandonar el curso todo esto me dejó muy triste. Érase una vez un cuento finlandés. Arturo Prins. Tripulante Auxiliar de Vuelo elconfidencial/mundo/2013-09-19/finlandia-contrata-trabajadores-espanoles-como-sus-nuevos-esquiroles-low-cost_29592/
Posted on: Thu, 19 Sep 2013 08:30:19 +0000

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