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:21 GMT+1 Javier Pérez Campos El día de Reyes de 1972 un Caravelle chocó contra Ses Roques Altes, el punto más alto de Ibiza, provocando la muerte a sus 104 pasajeros. Todavía hoy se pueden contemplar los restos de la aeronave desperdigados por la zona, pero lo más asombroso es que son numerosas las personas que han protagonizado terroríficas experiencias paranormales en el lugar del accidente… En el presente reportaje, extracto del libro En busca de lo imposible (Oberón, 2012), el autor ofrece los testimonios más importantes. Aquella calurosa tarde de agosto de 2011 un cielo en llamas se desangraba sobre Ses Roques Altes (Ibiza). Dentro de unos meses se cumplirían 40 años del que fue uno de los accidentes aéreos más graves de la historia de España. El 7 de enero de 1972 un Caravelle chocó contra el punto exacto en el que me encontraba, lanzando por los aires los restos de aquel vuelo de Iberia y provocando la muerte instantánea de sus 104 pasajeros. ENTRE LOS RESTOS DEL AVIÓN Un calor asfixiante dificultaba el ascenso por la ladera de aquella montaña de 325 metros de altitud. Ante mis ojos se abría un paraje casi selvático, donde el silencio sólo era rasgado por el lejano canto de algunos pájaros. Sin embargo, en aquel desolado enclave se erigía un vetusto memorial como una oda a la muerte. De varios metros de altura, el altar producía un auténtico impacto visual en medio de aquel espacio casi virgen. Tras el mismo se alzaba la imagen de un Cristo crucificado, de un tono verde casi fantasmal, junto al que se distinguían unas placas con más de un centenar de nombres. Era la lista completa de las víctimas del accidente aéreo. A la izquierda del memorial alguien había colocado una rudimentaria cruz de madera fabricada con dos troncos. A sus pies, los visitantes y senderistas ­habían ido colocando los ­restos del avión que todavía hoy se siguen encontrando en medio de la espesura de la montaña. Entre la chatarra hallé el tacón de un zapato, parte de un cinturón de seguridad y el fragmento quemado de una botella que quizá alguna azafata había vendido poco antes del impacto. También allí, a los pies de la cruz, descansaban varias velas rojas ya consumidas. Continué ascendiendo hasta llegar al enorme precipicio contra el que impactó el IB-602. Frente a mí, a un centenar de metros, se extendía el Mediterráneo, salpicado por pequeños islotes como Es Vedrà. Desde aquel lugar no era difícil imaginar la escena del accidente. Una tragedia cuyas causas siguen sin explicarse cuatro décadas después. Los motivos oficiales de la catástrofe fueron un banco de niebla y una persistente llovizna que despistaron al piloto, haciéndole creer que seguía sobre el mar, cuando en realidad se dirigía hacia la ladera de la montaña.… (Continúa en AÑO/CERO 272).
Posted on: Thu, 29 Aug 2013 09:04:55 +0000

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