Aute-Silvio: a 20 años del inolvidable “Mano a Mano” No es - TopicsExpress



          

Aute-Silvio: a 20 años del inolvidable “Mano a Mano” No es el tango que en 1923 escribieron Carlos Gardel, José Razzano y Celedonio Flores. No, nada que ver. Se trata del recital que ofrecieron en conjunto, para delirio del público, Luis Eduardo Aute y Silvio Rodríguez. Ahora, el cantautor español y el cubano tienen como objetivo inmediato hacer un segundo “Mano a Mano”, después de dos décadas. “Es una cosa que ya hablamos, es un plan y no puedo adelantar nada, pero la propuesta está hecha, sólo hace falta coordinar agendas”, comentó Aute. Aquel concierto colectivo de 1993 quedó plasmado en dos discos, un video y 24 canciones en total. Aute, de 69 años, se encuentra de paso en México, presentando su más reciente álbum “El niño que miraba el mar”, que incluye un CD y video con su más reciente película animada, de 18 minutos, titulada el “El niño y el basilisco”, que rememora los años de infancia en su natal Manila, Filipinas. El cantautor informó que en abril o mayo arrancará una gira por América Latina presentando un nuevo concepto de proyección y concierto. “Nadie lo había hecho antes hasta donde yo sé”, declaró. Las primeras presentaciones del poeta y cantante serán en México, Argentina, Chile y Ecuador, entre otros países de la región. Aquel recital de tantas emociones… Daba verdadero gozo mirarlos a los dos, tan distintos, y tan cerca el uno del otro. Luis Eduardo Aute, titular del recital, con su aspecto de apóstol algo vapuleado por los caminos, más bien tímido y, desde luego, serio; Silvio Rodríguez, exuberante como una planta exótica, cálido como un oso de peluche, que canta como si se lanzara en triple salto mortal, pero sin moverse. Daba enorme deleite verlos todavía ahí, cada cual en su postura, cada uno cabalgando en su historia. "Convoqué a este amigo porque tengo una relación afectiva con él y por un motivo muy concreto. Ya el año pasado compartí un recital con Pepa Flores y Luis Pastor, y funcionó muy bien. Me ilusionaba montar ahora algo con Silvio, un recital entre hombres". No dejó de mencionar a Joan Manuel Serrat, de quien dijo: “Es difícil escribir obras maestras, y todavía más hacerlo en dos idiomas. Ello ha conseguido el Nano". Horas antes, en el angosto camarín, en medio de un ensayo, me contaba que su amistad con Juanito arranca desde hace catorce años: "Yo había sido invitado para cantar en Radio Barcelona, en el programa que tenía Salvador Escamilla, al que acudían todos los de la cançó. Iba sin guitarra, y Serrat, que había interpretado unas canciones antes que yo, me prestó la suya. Desde entonces hemos mantenido una extraña relación afectiva, siempre que está en Madrid nos vemos y..., bueno, la verdad es que le admiro mucho. Me hubiera gustado firmar por lo menos quince o veinte de sus canciones. Y me fascina su evolución, su último disco es estupendo y, además, ha conseguido tener un mundo tan propio, todo lo que hace es tan serratiano, que le entre por donde le entre me gusta igual". Con un Gran Rex a tope -hubo gente que vivió el concierto de pie, no sin haber protestado al principio, al grito de ¡menos garroneros!- se celebró un recital que tuvo carácter de verdadero acontecimiento. Aute, que se situó en calidad de anfitrión, como un “caradura”, según definió, reunió en un mismo escenario a su amigo Silvio Rodríguez, cada uno con su propia banda. Quizá el momento más emotivo del recital fue cuando al final de la primera parte, en un ambiente que se había ido caldeando paulatinamente conforme el cubano desgranaba sus viejos y queridos temas, Aute dedicó posiblemente la más bella de sus canciones -Al alba- "a los seis jóvenes patriotas guatemaltecos fusilados al amanecer por el Gobierno de Ríos Montt. Hubo lágrimas en los ojos del público y algún tímido encendedor prendido en la platea. El concierto se convirtió en un repaso completo al repertorio de Aute, cuya intención al ofrecer este recital era grabar en directo lo que constituye su historial como cantautor con una instrumentación actual y el apoyo de su entrañable amigo Silvio. La amistad, en este caso, se prolongó más allá del escenario, y el público pudo mirarse en el cubano y en el español como en un espejo. Fue, pese a las emociones, un recital tranquilo, con algunos gritos de fans cada vez que se iniciaba un tema conocido -y lo eran todos-, y un silencio recogido el resto del tiempo, producto tal vez de la identificación del espectador con los cantantes. Porque, a pesar de que había muchos jóvenes, el peso principal era generacional. Un público del que Aute dijo: "Fuimos una generación de gente solitaria, descolocada, que en los recitales aprendimos a saber que había otros que sentían lo mismo, que nos hicimos amigos escuchando a los cantantes. Tal vez por eso fuimos, somos, unos sentimentables incurables, unos derretidos, que no tenemos la mala leche de guerras directamente perdidas, pero tampoco el mundo que se les propone a las nuevas generaciones, que son mucho más duras". Si a Aute los años le han acentuado el carácter melancólico, si no ha abandonado el pesimismo que asoma en casi todas sus canciones, Silvio parece haber ganado en dominio de la vida y establece una relación perfectamente emotiva con el público y sus músicos, al extremo de conmover hasta el delirio con su canción de cierre: “Unicornio”. Lo fascinante de Silvio Rodríguez es que parece no haber perdido pie. Tiene dinero, tiene éxito, gentes que se extasían a su paso. Pero sigue llamándole al pan pan y al vino vino, utilice el idioma que utilice. Claro, en un castellano castizo, contundente, en un idioma muy cubano, que sólo hablan quienes han crecido, como él, en la calle, flores de asfalto que se inocularon contra todos los venenos. Al final del recital, Aute y Silvio cerraron con dos canciones unidas: “Unicornio” y “Albanta”. Segundos antes, el filipino-español, dijo: "Necesito confesaros,/ antes de decir adiós,/que mi voz quiere ser vuestra/ como es mía vuestra voz,/ compartiendo sentimientos/ de alegría y de dolor,/ todas las contradicciones/ que padece la razón/. Permitidme unos instantes/ sólo siete versos más:/ no quisiera despedirme/ ni poner punto final/ sin deciros, que esta noche/ toco la felicidad/ por cantar con mi hermano Silvio. Los dos, a su manera, mostraron su veta visceral, emotiva, tremendamente tierna, amigos de los suyos y enemigos feroces de sus enemigos, que no son los personales, sino más bien los de clase. Los dos muy delgados, con jean y camisas de distintos colores, con varios hijos y una historia apretada alrededor, conquistaron de nuevo a la Argentina, aunque no es fácil seducir a platea criolla. Y el público de ambos no están hechos de nostálgicos, sino de los sensibles de siempre, de los que están contra el plástico y la formica; de los que defienden, todavía, el escenario y el trato, mano a mano, con los cantantes populares. **************************** Canciones con muchos bises En la noche mágica de setiembre de 1993, los dos cantautores emocionaron a una platea tan emotiva como exultante. Luis Eduardo Aute comenzó a hacer vibrar a la gente con “Anda”, para luego continuar con “De alguna manera”, “Las cuatro y diez”, “Dos o tres segundos de ternura”, “Queda la música”, “El universo”, “Sin tu latido”, “Con un beso por fusil”, “La belleza” y “Al alba”. Silvio Rodríguez, en tanto, inició el concierto con su emblemática “¿Qué hago ahora?” (Donde pongo lo hallado) y siguió deslumbrando al público con “Monólogo”, “El necio”, “La maza”, “Oleo de mujer con sombrero”, “La gota de rocío”, “Pequeña serenata diurna”, “Te doy una canción” y “Ojalá”. A dúo, electrizaron a la platea con “Rabo de nube”, “Cada vez que me amas”, “Sueño con serpientes”, “Dentro” y “Unicornio/Albanta”.
Posted on: Mon, 09 Sep 2013 02:21:03 +0000

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