Chango, en fin, ¿quién se atreve a discutírselo a Nino, que lo - TopicsExpress



          

Chango, en fin, ¿quién se atreve a discutírselo a Nino, que lo afirma categóricamente?, «es tan congo como lucumí: ¡Nkitan, kita, santo grande congo!» Se quedó en Takua porque le gustó la comida. «Más congo que lucumí, pues lo es de raíz; de nacimiento.» Todos los criollos descendientes de congas reivindican con calor esta patria de origen para el dios del trueno, que luego escoge como escenario de sus hazañas el territorio lucumí -Nigeria-y ciñe corona en Oyó, «aunque viene al mundo coronado por el mismo Olorun, su papá, y ya era grande en el cielo antes de bajar a la tierra». «Claro que entre los congas tenía otro nombre -me explican-; Nsasi: y era hijo de Sambí y de Kalunga.» Del cielo y del mar.«y los gangás congas le llaman Wáfi-Tiembla-mundo. Otros informantes de La historia de Chango nos dirán, al contrario, que Chango Nipa, «¡Alafia Kisieko!», era un negro muy bonito; criado en el arroyo, desobediente y maldito, tirando piedras, y cometió tantas faltas, mató tantas gentes por dondequiera, que huyendo de la justicia fue a parar al Congo. Allí hizo más milagros que en ninguna parte. Allí le pusieron por nombre Nkita Los congas de nación lo llamaron también «Pungún Sasi y el Torito de la Loma». Es el único santo que reconoce el mayombero. Cuando un ndoki dice: Abukéldá, yo no juega con lo Sambi, Yo no va casa lo santo Ogun son mi zapato, Elegua son mi camisa, a él sí lo acata enseguida: ¡Santa Bárbaro son bendito! «Todos los nganguleros lo respetan y lo alaban.» «y aunque dicen que él.no va al camposanto, ni a lugar donde hay enfermo, para abrir la nganga y Jugar palo, lo primero es mentarlo», y esto, hasta en los mismos juegos de palo mayombe judío, donde no se mete ningún santo. Cuando el congo nombró y saludó a Nsasi, ya mentó a todos los kimpungulu. No tiene que ver con más nadie. y para todo, él con Santa Bárbara. ¡Y ya usted sabe que la pasión de los ganguleros son los fuiri y que a Chango no le gustaban los fuiri -muertos-Di los pañuelos negros!» «Chango, que andaba arákisa, haraposo y churriento, peleó con la muerte. Fue la muerte quien lo puso en ese estado. tuvo que bajar con ella al fondo de la tierra, y cuando volvió, dijo que allí no iría jamás y que no quería compañía de los muertos. Cuando sus omós van a morir, Chango pide que a su otán se lo lleven a otra parte.» «Chango murió y resucitó -dice José del Rosario–. El día que Oyá robó su secreto, dio tres patadas en el suelo y se enterró. Donde bajó, quedó una cadena que salía de la tierra.» No le gustan los muertos, y resulta que su legítima Obba es la verdadera dueña del cementerio, y que Oyá, su amante, tiene parte en el cementerio, y Oshún, su otra mujer, también anda a ratos con la muerte.» «Pero… , ¡cómo no va a ser congo!, si Chango fue el rey de los mayomberos, el brujo más fuerte que conoció el mundo.» Aterraban sus Maleficios. «Se decía: “Por ahí viene Chango”, y la gente, los jefes, soltaban las armas y salían corriendo.» «Entonces -preguntó-, ¿por qué le asustan tanto los muertos?» «Porque en una ocasión -me contesta Bengoché-hizo una brujería tan tremenda, que achicharró a su misma gente y a todos sus hijos; que él quería. Esa impresión le quedó adentro… » «Su prenda halaba rayos: y a él mismo lo quemó el olodi y le quemó los hijos. Del disgusto se metió en un árbol. Tolá no admite este terror que los ikús inspiran, en más de un relato, al omnipotente orisha. Si respeta a Oyá, dueña de los cementerios en un camino -«yo diría, mejor que dueña, asociada, pues son varias las gentes que están en el cementerio»-, no es porque esta reine sobre los muertos, ni, como también se dice, porque las fuerzas de ambos orishas sean parejas y él no pueda vencerla en combate -aunque han luchado muchas veces; únicamente mostrándole de improviso la cabeza decapitada de un carnero ha logrado atemorizarla-, sino porque, «ante todo, se respeta a él mismo y, como un rey, honra a una reina». ¡Miedo Chango Kawo Kábiesi! Semejante suposición indigna al viejo. «No, niña; Chango no le teme a nada. No les huye a los muertos.» Y en su lenguaje tan pintoresco y confuso, tratando sobre este tema, otro viejo me dice que Chango «no gutta juego con la queleto frío, porque etá to vivo y caliente, tá buriri», rebosante de vida. De ahí entiendo que lo que quiere señalarme es una incompatibilidad esencial del dios con la muerte -la «queleto frío». Incompatibilidad; miedo, nunca. Salakó rechaza como falsa y nunca oída a sus mayores, la historia de Chango que me comunica otro devoto de este orisha: «Chango y Oyá, allá arriba en las alturas, se enredaron en una disputa acalorada. Chango pierde el dominio, zamaquea a Oyá, y dándole un empujón por el trasero, lo precipita del cielo a la tierra. Oyá, ondulando, va a caer dentro del cementerio. Chango la sigue para disculparse de su arrebato, pero al ver a Oyá de pie entre los muertos, rodeada de esqueletos, no se atreve a pasar la linde del cementerio.» «Yo sé que cuando Chango volvió al mundo después que se enterró al pie del árbol, oyó a Oyá refunfuñando dentro de un hoyo-Oyávive mucho en las cuevas. Ella le había andado en sus brujerías, y Chango, molesto, se le abálanzó para castigarla. Ella le cogió miedo, y antes de que le echase garra, salió huyendo por los aires, echando ainá -candela. Fue a parar a casa de Olokún, en medio del mar. Allí Olokún la defendió.» En otros relatos que Salakó no ignora, aparece el dios del trueno amedlentado por la muerte. «Chango le tiembla a los ikús. Una vez Oyá, conversándole, lo llevó distraído al cementerio. Lo detuvo al borde de una fosa y le dijo: “Chango, mira hacia abajo … ” Cuando Chango vio un muerto acostado en aquella tumba abierta cerca de sus pies, salió disparado.» Ogun -que en otra versión de esta misma historia es todavía marido de Oyá y presencia la escena-, le grita: «¡Chango, huye! ¡Alacamadé, Kauo!» En otra ocasión, Chango bailaba en el cementerio al son de un tambor sin sospechar dónde se hallaba. «Se le apareció una figura blanca, un espíritu que tenía forma de mujer, y le preguntó: “¿Por qué tocas y bailas en este lugar?” “Yo toco y bailo dondeme dala gana” -le contestó Chango. (Es cierto que para eso y mucho más tiene licencia de Olofi y de Aggayú.) Entonces dijo la mujer pintada de blanco: ‘aquí gobierno yo.” y se desvaneció. Chango, aterrado, cargó con el tambor y corrió a casa de Orula. Orula le dijo: “Esa aparición era Yewá, la dueña del cementerio. El lugar en que bailabas es la casa de los muertos.” Y como Chango, con todo su valor, siente horror por la ikú, jamás volvió a pasar por ningún cementerio.»
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 03:22:35 +0000

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