CÁSATE CONMIGO - CAPÍTULO 19 - PARTE 1 Todo salió a las mil - TopicsExpress



          

CÁSATE CONMIGO - CAPÍTULO 19 - PARTE 1 Todo salió a las mil maravillas durante la presentación de Dulce en la corte. No llamó la atención indebida de nadie. Hizo una reverencia perfecta sin perder el equilibrio y sin desaparecer por completo, tragada por el miriñaque. Y retrocedió para alejarse de la reina sin tropezarse ni una sola vez con la cola. Realizó todo el proceso sin dejar de mirar a la reina, conteniéndose para no pellizcarse y comprobar de esa forma que era real y no un sueño. Estaba en la misma habitación que la reina de Inglaterra. La reina la miró a la cara cuando fue presentada y le dirigió unas cuantas palabras, aunque no recordaba lo que le dijo exactamente. Fue un alivio que todo acabara. Aunque la experiencia perduraría para siempre en su memoria. Mientras tanto Stephen había sido presentado al príncipe de Gales, quien charló con él unos minutos. Claro que eso no tenía nada de excepcional. Al fin y al cabo, Stephen era el conde de Merton. Pero todavía le costaba trabajo asimilarlo. ¿Cómo podían haber cambiado tanto sus vidas en tan poco tiempo? Dulce se repetía esa pregunta una y otra vez mientras se preparaba para el baile de esa noche, un baile de la alta sociedad durante la temporada londinense. El salón de baile de Moreland House estaba decorado con innumerables flores rosadas y blancas, y con plantas de hojas verdes a fin de otorgarle la apariencia de un jardín. Las arañas que pendían del techo, con sus bóvedas pintadas de dorado, relucían con sus velas nuevas. El ambiente se había ido llenando de suculentos aromas a lo largo del día, mientras se preparaba el banquete. La orquesta, formada por músicos profesionales, ocupaba su lugar en el estrado cuando ella bajó la escalera del salón de baile después de la cena, para reunirse con Christopher, con su suegra y con Cecily a fin de recibir a los invitados. Sus hermanos habían cenado con ellos. Margaret y Katherine ya estaban en el salón de baile. Margaret llevaba un vestido verde esmeralda y Katherine iba ataviada con un delicado vestido de muselina blanca con florecillas azules bordadas. Su aspecto era muy diferente al habitual: estaban mucho más elegantes, más refinadas y más... espléndidas. —Ojalá hubiera una palabra más poderosa que «guapa» —deseó mientras miraba a sus hermanas con afecto—. Porque así la usaría para describiros a las dos. — ¡Ay, Dul! —Exclamó Katherine—. ¿No hechas a veces de menos Rundle Park como yo echo de menos a los niños a los que daba clase? Creo que esto es lo más aterrador, y también lo más emocionante, que he hecho en toda mi vida. Dulce soltó una carcajada. Sí, a veces echaba de menos su hogar, aunque ya no tenía claro dónde estaba. ¿En la casita de Throckbridge? ¿En Rundle Park? ¿En Warren Hall? ¿En Finchley Park? ¿En la residencia de la viuda? Tal vez el hogar no fuese un lugar concreto, sino que se encontraba allí donde uno estuviera a gusto. Tal vez su hogar se encontrara a esas alturas al lado de Christopher, estuvieran donde estuviesen. ¡Oh, vaya, debía de estar muy enamorada! —Me alegro muchísimo por ti, Dul —dijo Meg—. Todo esto es tuyo, y además disfrutas de un buen matrimonio. Porque las cosas van bien, ¿verdad? —Y la miró como si le suplicase que la respuesta fuera afirmativa. —Muy bien —contestó con una sonrisa, con la esperanza de estar diciéndole la verdad. Sin duda alguna su relación con Christopher sufriría otros muchos altibajos, pero estaba convencida que lo peor había pasado. La posibilidad de ser feliz o al menos de estar contenta con la situación estaba al alcance de su mano. No hubo más tiempo para pensar ni para charlar. Comenzaban a llegar los primeros invitados y Dulce tuvo que reunirse a toda prisa con Christopher para recibirlos. Durante la siguiente media hora estuvo sonriendo y saludando a lo que le parecía una interminable cola de invitados, la mayoría de los cuales no conocía de nada. Eran la flor y nata de la alta sociedad. Intentó con desesperación asociar las caras con los nombres y recordarlos todos, aunque mucho se temía que fuera un imposible. —Ya verás como los recuerdas a todos enseguida —la tranquilizó Christopher, y se inclinó un poco hacia ella durante una breve pausa entre la afluencia de invitados—. Te encontrarás con las mismas personas en todos los eventos a los que asistas en las próximas semanas. Dulce le dio las gracias con una sonrisa. Era evidente que no esperaba lo imposible de ella. Christopher estaba guapísimo vestido de blanco y negro una vez más. Así se lo habría dicho cuando se presentó en su vestidor para acompañarla a la cena, pero él se le adelantó. Le había dicho que estaba preciosa de rosa. Así tal cual, «preciosa». Claro que no le creía; ni siquiera era guapa. Pero le había gustado mucho escuchar esas palabras. Comenzaba a sentirse ambas cosas en presencia de Christopher: guapa y preciosa. Si le hubiera dicho en ese momento que estaba guapísimo, habría parecido que se sentía obligada a devolverle el cumplido. —Ojalá pudiera bailar contigo la primera pieza, Dulce, pero tengo que hacerlo con Cecily —le dijo Christopher. —Claro que tienes que bailar con ella —repuso—. Es su presentación, no la mía. Ya lo hemos hablado. Puedo esperar hasta después. Sin embargo, aquello habría sido maravilloso... Christopher y ella habían bailado juntos la primera pieza del baile de San Valentín. —Ven —la instó Christopher cuando por fin llegaron todos los invitados—, voy a presentarles a tus hermanas a lord Bretby y a su hermano. — ¿Y después les preguntarás a Meg y a Kate si tienen reservada la primera pieza mientras te escuchan ambos caballeros? —le preguntó. Christopher la miró con expresión desconcertada un momento, pero no tardó en comprender lo que le decía e incluso se lo tomó con cierto humor. —Vaya, recuerdo a sir Humphrey Dew en cierto baile celebrado en Throckbridge. —En aquel momento deseé que me tragara la tierra —comentó ella. — ¡Por Dios! ¿Tan mala pareja de baile parecía? Dulce soltó una carcajada y aceptó el brazo que él le ofrecía. Lord Bretby y el señor Ames no necesitaron ninguna indirecta. Lord Bretby invitó a Meg a bailar la primera pieza y el señor Ames hizo lo propio con Kate. Había sido sencillísimo, pensó. Sus hermanas ya estaban introducidas en la alta sociedad, y solo había hecho falta que se casara con Christopher. Stephen también asistía al baile. Todo el mundo había llegado a la conclusión que era muy normal que asistiera a un baile en casa de su cuñado pese a su corta edad. Estaba guapísimo y rodeado por un aura muy intensa, pensó Dulce mientras se acercaba a él del brazo de Christopher. Se había convertido en el centro de atención de muchas miradas. Un buen número de jovencitas lo observaba con considerable interés. Sin embargo, tal vez hubieran abandonado el comité de bienvenida demasiado pronto, ya que en ese momento se percató de la llegada de otra pareja. — ¡Qué alegría! —exclamó Stephen cuando ella se volvió para mirar—. Ahí está el primo Constantine. Y viene acompañado por la señora Bromley Hayes. Dulce notó que Christopher contenía el aliento y lo miró a la cara. Tenía los ojos clavados en la entrada. Rebosantes de ira. Y tenía los dientes apretados. —Bueno, tú sabías que iba a venir, Christopher —le dijo al tiempo que le sujetaba el brazo con más fuerza—. Cecily quería que asistiera. Ha sido invitado. —Pero ella no —apostilló Christopher con sequedad.
Posted on: Tue, 20 Aug 2013 01:29:41 +0000

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