Del Libro EL PARSIFAL DEVELADO Arcángel Samael. Parsifal llegó - TopicsExpress



          

Del Libro EL PARSIFAL DEVELADO Arcángel Samael. Parsifal llegó al jardín encantado. A la entrada del recinto tuvo que combatir con los guerreros que hasta allí habían llegado, atraidos por las mujeres diabólicas al servicio de Klingsor. Una vez que Parsifal hubo vencido al último de sus enemigos, penetró en el jardín encantado. Salieron a su encuentro las "muchachas-flores", vestidas con velos de colores pálidos. Ellas eran los instrumentos infernales del pérfido Klingsor. -¿Te gustan las flores? -preguntó una de ellas. -¿No quieres matarnos también a nosotras? -inquirió otra. -¡Jamás lo haría! -repuso Parsifal. Otra de las "muchachas-flores" se acercó a él y, sonriendo, le dijo: -No obstante, nos has producido un gran mal. Has matado a nuestros compañeros de juegos. ¿Con quién jugaremos ahora? -¿Jugar? ¡Conmigo! Al escuchar la respuesta de Parsifal, las "muchachas-flores" se rieron alegremente. Una de ellas, acercándose al héroe, le puso una corona de flores en la cabeza y le dijo: -Nos gustas. No nos dejes más. ¡Quédate con nosotras! Otras agregaron: -¡Ven, ven! Queremos vivir contigo. ¡Te daremos alegría y amor! Parsifal vacilaba. Algo raro prevenía a su ingenuo carácter de que estaba dejándose envolver en las redes de la tentación de Klingsor. Las "muchachas-flores" le rodeaban e insistían: -¿Por qué quieres huir? ¿Eres cobarde con las mujeres? ¿No te atreves a ser amigo de ellas? -Eres frío y duro, malo y tímido. ¡Eres frío! Parsifal seguía retrocediendo hacia la entrada del jardín mágico. Pero, súbitamente, se detuvo. Había sonado, imperiosa, una voz: -¡Parsifal, quédate! Era la voz de Kundry. ¡Parsifal! Este era el nombre que le daba su madre; la voz de Kundry continuaba oyéndose tentadora: -¡Quédate, Parsifal! Te sonríen la salvación y el amor. Y agregó, dirigiéndose a las "muchachas-flores": -Amantes ligeras, huid. Sólo sois flores que muy pronto os marchitáis. Este héroe no es compañero que corresponde a vuestros juegos. Parsifal permanecía inmóvil. Las "muchachas-flores" desaparecieron, riendo, entre los árboles. Entonces apareció Kundry. Se había transformado en una mujer de extraordinaria belleza. Era casi imposible reconocer en ella a la fiera que se arrastraba por el bosque. Al verla, Parsifal, exclamó: -¿No es un sueño lo que veo? Nunca he visto ni he soñado lo que veo ahora. ¿También eres una flor de este espléndido jardín? -No, Parsifal -contestó Kundry-. Lejos, muy lejos está mi patria. Yo he visto a tu madre Herzeleide velar tus sueños cuando, luego de haber muerto tu padre y queriendo librarte de un fin semejante, te llevó con ella al bosque. Yo fui testigo de su dolor, de su terrible pena, cuando, al fin perdió tu rastro. Estuvo esperándote día y noche, hasta que su queja fue enmudeciendo y el dolor destrozó su corazón, y ... Herzeleide... murió. Parsifal había escuchado con gran emoción el relato de Kundry y, al oir sus últimas palabras, cayó de rodillas a sus pies. -¡Madre, dulce y tierna madre! -exclamó-. Tu hijo fue el que te hirió más profundamente. ¿Cómo pude olvidarte? -Consuélate -dijo Kundry-. La culpa te ha sido perdonada. El amor, debes comprenderlo -y al pronunciar estas palabras se abrazó a Parsifal-, el amor que tu padre Gamuret sintió por Herzeleide cuando encendió la llama de la pasión en su pecho, el fuego que te dió vida, el que vence a la locura y a la muerte, te trae hoy, como recuerdo de amor de aquella madre, el primer beso. Y levantando la cabeza de Parsifal, Kundry besó sus labios. Parsifal se levantó de un salto. Estaba pálido y se llevó la mano al corazón. Entonces exclamó: -¡Amfortas! ¡La herida! ¡Tu herida me quema! ¡Oh! ¡Oh, loco de mí! He visto sangrar tu herida... y ahora la siento sangrar dentro de mi pecho... Oigo la queja del Cielo porque el templo está siendo profanado. Y yo, el loco, el tímido, he desperdiciado el tiempo en juegos de niños. ¡Dios mío! Kundry se aproximó a Parsifal e intentó volver su rostro hacia ella, mas Parsifal la rechazó con energía. -¡Aléjate de mí, espíritu del mal! -¡Eres cruel! -le gritó Kundry-. Si sientes penas que no sólo son tuyas, también deberías sentir las mías. Si eres redentor, ¿por qué no me salvas, uniéndote conmigo? Tú eres el que he esperado, muriendo de angustia. El cielo y la tierra están contra mí y sólo en tí puedo hallar la salvación. -Te condenarás eternamente conmigo -replicó Parsifal- si por un solo instante olvido mi misión, perdiéndome en tus brazos. Por el contrario, tendrás amor y salvación si quieres enseñarme el camino que me conducirá hacia Amfortas. -¡Pues no lo encontrarás! -gritó Kundry furiosa-. Deja que se pierda aquel hombre débil, aquél que fue herido con su propia arma. ¡Ten piedad de mí! ¡Sólo deseo que seas mío durante una hora! Yo seré tuya sólo una hora; y enseguida te llevaré hasta el camino. Tras pronunciar estas palabras, Kundry se acercó al héroe, pretendiendo abrazarle. Pero Parsifal la rechazó con firmeza. -¡Aléjate ya, mujer infernal! -exclamó. Entonces Kundry prescindió de las súplicas y miró a Parsifal de un modo terrible. -¡Pronto! ¡Detenedlo! ¡Caminos, cerraos ante él! ¡Ojalá halles todos los caminos de este mundo, menos el que buscas! Kundry, de repente, interrumpió sus imprecaciones; Klingsor acababa de aparecer sobre la muralla del castillo encantado. Su terrible silueta se veía fantásticamente recortada en el cielo, empuñando la lanza sagrada, el arma de Dios. -¡Basta ya! -gritó Klingsor-. El loco será detenido por la lanza de su maestro. Y arrojó el arma contra Parsifal. Sin embargo, la lanza sagrada quedó suspendida en el aire sobre la cabeza del héroe. Klingsor quedó aterrorizado. Un silencio impresionante parecía hacer más irreal el aspecto del bosque encantado. Parsifal cogió la lanza y lentamente hizo con ella la señal de la Cruz. -Con este signo deshago tu magia -dijo-. También cerrará la herida que tú hiciste con ella y convertirá en polvo y ruinas todo este falso esplendor. Apenas hubo acabado de hablar, un tremendo terremoto derrumbó el castillo. Los árboles del bosque encantado se retorcieron sobre sí mismos y se oscureció el sol. Paulatinamente volvió a hacerse la luz; el jardín encantado se había convertido en un espantoso desierto. Kundry yacía en el suelo y Parsifal se volvió hacia ella. -Ya sabes dónde puedes encontrarme -le dijo. Autor Samael Aún Weor- NOTA: Si quieres abrir un Centro de Estudios KIRLIONS, en cualquier provincia de Argentina o cualquier País, para difusión de la Filosofía del Arcángel SAMAEL (5to Arcángel Apocalíptico). Escribe a kirlionsargentina@gmail, (Pers. Jur. 293) para informarte y recibir material.
Posted on: Wed, 25 Sep 2013 14:06:27 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015