El Pilar Faltaban unos minutos para las siete de la tarde cuando llegaron los Reyes y las Infantas al Pilar; a la entrada del templo fue ron recibidos por el Cabildo. Sus Majestades y sus hijas entraron en la Basílica y se dirigieron directamente a la Santa Capilla, donde después de venerar la Sagrada Imagen se trasladaron al altar mayor, donde ocuparon unos sitiales y esperaron la llegada de Su Santidad. Un cuarto de hora más tarde, acompañado por el Arzobispo de la diócesis, doctor Yanes, llegó Juan Pablo II en el «papamóvil», desde el que durante un minuto y antes de descender del vehículo saludó a la multitud. En el atrio, el señor Arzobispo ofreció al Pontífice el Lignum Crucis -una magnífica cruz del siglo XVIII-, que besó. Con el hisopo roció de agua bendita a los presentes. Juan Pablo II caminaba lentamente, estrechando las manos de todos y sonriendo. Los padres de los misioneros reían, lloraban, no podían creer lo que estaban viendo ... Una vez en el presbiterio, el Papa ocupó un sitial, revestido de tela blanca y orlado con el escudo pontificio, en la sede arzobispal. Enfrente estaban los Reyes y las Infantas. El séquito pontificio se colocó algo detrás del Pontífice. El altar aparecía adornado con gladíolos y rosas rojas. El Papa, puesto de rodillas, rezó la siguiente: ORACIÓN DE LOS MISIONEROS, SERVIDORES DEL EVANGELIO En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Dios misericordioso y eterno: Mira a tu Iglesia peregrina, que se dispone a celebrar el V Centenario de la Evangelización de América. Tú conoces los caminos que siguieron los primeros apóstoles de esa evangelización. Desde la isla de Guanahaní hasta las selvas del Amazonas. Gracias a las semillas de la fe que sembraron, el número de tus hijos ha crecido amplia mente en la Iglesia y santos tan insignes como Toribio de Mogro vejo, Pedro Claver, Francisco Solano, Martín de Porres, Rosa de Lima, Juan Macías y tantas otras personas desconocidas que vivieron con heroísmo su vocación cristiana, han florecido y florecen en el continente americano. Acoge nuestra alabanza y gratitud por tantos hijos de España -hombres y mujeres- que dejándolo todo han decidido dedicarse por entero a la causa del Evangelio. Sus padres, algunos aquí presentes, pidieron para ellos la gracia del bautismo, los educaron en la fe, y tú les concediste el don inestimable de la vocación misionera. Gracias, Padre de Bondad. Santifica a tu Iglesia para que sea siempre evangelizadora. Confirma en el Espíritu de tus apóstoles a todos aquellos, obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, catequistas y seglares, que dedican su vida, en tu Iglesia, a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Tú los llamaste a tu servicio, hazlos, ahora, perfectos cooperadores de tu salvación. Haz que las familias cristianas eduquen intensamente a sus hijos en la fe de la Iglesia y en el amor del Evangelio,para que sean semillero de vocaciones apostólicas. Vuelve, Padre, también hoy tu mirada sobre los jóvenes y llámalos a caminar en pos de Jesucristo, tu Hijo. Concédeles prontitud en la respuesta y perseverancia en el seguimiento. Dales a todos valor y fuerza para aceptar los riesgos de una entrega total y definitiva. Protege, Padre Todopoderoso, a España y a los pueblos del continente americano. Mira propicio la angustia de cuantos padecen hambre, soledad o ignorancia. Haznos reconocer en ellos a tus predilectos y danos la fuerza de tu amor, para ayudarlos en sus necesidades. Virgen Santa del Pilar: desde este lugar sagrado alienta a los mensajeros del Evangelio, conforta a sus familiares y acompaña maternalmente nuestro camino hacia el Padre, con Cristo, en el Espíritu Santo. Amén. Finalizado el encuentro con los familia res de los misioneros, el Santo Padre se dirigió a la capilla de la Virgen. En el trayecto, acompañado de los Reyes, del señor Arzobispo y séquito, contempló la cúpula «Regína Martyrum», pintada por Goya: «¡Ah, Goya, Goya!», dijo el Papa. A continuación, como un peregrino más, besó la Sagrada Columna en el mismo lugar -el "Humilladero"-- en que habitualmente lo hacen los fieles. Fue, el suyo,un gesto entrañable de humildad y devoción. Inmediatamente después entró en la capilla de la Virgen, ante cuya imagen permaneció siete minutos y medio en profunda oración. Juan Pablo II subió las escalerillas del camarín visiblemente emocionado, se apoyó en el Pilar de la Virgen y allí dejó prendido el beso de toda la Iglesia. El Pilar estaba sin manto, y la imagen de la Virgen, preciosa de luz y color. A continuación, el Papa se dirigió a la sacristía, donde se despidió de Sus Majestades los Reyes de España.
Posted on: Thu, 01 Aug 2013 09:47:37 +0000
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