El archivo de la vida. Hace un tiempo pedí turno en el registro - TopicsExpress



          

El archivo de la vida. Hace un tiempo pedí turno en el registro de la vida. Hará unos 4 o 5 meses, via internet, me concedieron fecha para el 1 de Septiembre de 2013, a las 23:30 Hs. Me fui al domicilio que me pasaron, en pleno San Telmo, un edificio oscuro, parecía abandonado. Toco timbre, espero unos segundos. Me dio un poco de miedo. Escuché unas voces y pasos que se acercaban, y una de las voces se despedía. Se la notaba triste y amargada, y la respuesta fue cordial, seca y desganada, casi como cumpliendo con una fórmula de cortesía. Se abre la puerta, sale un hombre un poco mayor que yo visiblemente amargado y contrariado. No respondió mi saludos, salió por la calle México rumbo a Paseo Colón. Me recibe una señora de edad indefinida, aunque pienso para mis adentros, ya debereía haberse jubilado hace rato. Aparentaría mucha mas edad que la que realmente tiene. Vestido azul a lunares (Tipo baton) con cuello blanco bordado, bastante demodée, zapatos de vieja de charol negro, anteojos de lectura de carey y el típico rodete cano. Me hace pasar a un estudio bastante chico, con un fichero Kardex (El de las fichitas rotativas), una lámpara de escritorio con pretensiones de ser de buena calidad, pero notablemente berreta y dos sillas, una para ella y otra para mí. Me detuve a observar rápidamente el entorno, y prácticamente no había nada en las paredes, tan solo una foto antigua (No pude identificarla con quien me recibía), un diploma ilegible en un idioma extraño (Al menos para mí), y un viejo reloj de repartición pública. Una vez que nos sentamos, me pide mis datos, y empieza una seri de preguntas bien parecidas a un interrogatorio, el cual voy a abreviar, yendo solo a una de las preguntas. Dígame m´hijito, ¿que busca en el archivo de su vida?. Mi respuesta, estudiada hasta el mínimo detalle, tanto en tono como en inflexiones de la voz fue simple: “Quiero la lista de los culpables de mis problemas”. Me pareció entrever una sonsisa sarcástica de la vieja, la luz no era muy buena, y conociendo mis pocas pulgas cuando las cosas no me caen simpáticas, preferí obviar cualquier comentario. Al fin y al cabo, estaba persiguiendo un objetivo concreto. Una cuantas preguntas mas, y finalmente me dice: “bueno, vamos a buscar su armario”. ¿Armario?, pensé yo, mientras la vieja revolvía el kardex con la letra correspondiente a mi apellido (La “G”). Busca la fiva y me dice sin ganas: “Sígame”. Pensé para mis adentros en la maldita frase de Menem, asocié los hechos con la frase, y guardé un respetuoso silencio. No estaba yo de humor para hacer chistes. Después de recorrer un pasillo largo (Desde afuera la casa no parecía tan grande), empezaron unas escaleras que las sentí infinitas. Bajamos un par de pisos. No supe cuantos, mi ansiedad y mis miedos empezaban a surgir. Doblamos a la derecha, un pasillo largo y luego a la izquierda. A mitad de un pasillo, encontramos un armario con mi nombre. No era tan grande, pero tampoco me imaginé que fuera para tanto. Después de observar un poco a mi alrededor, me dí cuenta que no todos los armarios eran iguales, ni en forma ni en tamaño. Me dice: “Aquí lo dejo, tiene usted 3 horas para revisarlo, yo lo vengo a buscar”. Sin mas, se dio media vuelta y volvió. Miré mi reloj. A pesar que creí que había pasado mucho tiempo, apenas si eran las 23:32, solo dos minutos después de haber entrado, ya estaba frente al archivo que develaría esa lista. Cuando abro las puertas, encuentro una serie de cajones rotulados. Tenían palabras sencillas. El mas grande decía “No”, el que le seguía decía “Si”, y otros mas pequeños (No sé, Gracias, Perdón, Te amo, Motivación y promesas) que fui abriendo de a uno y revisando los papeles. Algunos parecían viejos, amarillentos por el paso del tiempo, otros eran nuevos, muy nuevos. Una vez mas reviso todo, y me digo, en tres horas, no voy a poder revisar todo esto, ni mucho menos leerlo, busco algo con forma de lista. Empecé metódicamente a sacar papeles de cada uno de los cajones, y ojeándolos uno a uno, sin detenerme a leer lo escrito, buscaba una lista. Todos tenían nombre. Una vez que reviso todos, y no encuentro una lista o resumen, me convencí que debía al menos tomar nota de los nombres que aparecían en los papeles. Por suerte, ya había notado que no eran muchas personas, ya que la mayoría de las veces, se repetían los mismos 30 ó 40 nombre, y habría unos 200 mas que algunos ni recordaba. Volví a sacar las pilas de papeles de los cajones, empezando por el mas grande. Tomé nota de los nombres mas repetidos. Ya creía saber que la culpa de mis problemas eran quienes yo pensaba (Solo necesitaba corroborarlo con esta documentación), y que a partir de eso, mi vida cambiaría definitivamente. Simplemente apartándome de esas personas, separándome, olvidándolas. Algo me hizo detener en uno de los escritos. ¡Ahí leí y comprendí los significados de las palabras de los rótulos de los cajones!. Cuantas veces debería haber dicho no, a quienes y por qué, y sin embargo callé, por vergüenza, temor, por no lastimar, o por el motivo que haya sido. O que no había dicho Sí o No, y se tomó como que mi respuesta, ante la falta de definición se asumió como un sí. Y que había pasado con mi vida al no ser claro en mi respuesta. Por que no pude decir No Sé, que por soberbia debería haber dicho, y no intentar una explicación. Cuantas veces gracias vacías, insinceras, las que no agradecí o que usando la ironía, herí a alguien. Mi incapacidad de pedir perdón, las veces que supedité el pedido de perdón a la respuesta del otro, sin haber tenido la grandeza de simplemente decir, “Perdón, me equivoqué”. Cuántas veces debería haber dicho “te amo”, ” te quiero” y no lo dije, y cuántas veces lo usé vacuamente. Cuáles fueron mis móviles para actuar ante esas situaciones, y porque no pude decir todas las palabras de mas arriba, que me movió a hacer o decir lo que dije ya callar y omitir lo que no hice. Y el cajón de las promesas, con sus peticiones y ofertas, las que hice, y las que acepté, las que cumplí, aún cuando no hayan sido aceptadas por el otro, y las que no cumplí, defraudando al otro. Las traiciones, las mentiras, los ocultamientos y faltas a la lealtad que cometí, y algunas que sufrí. Leí y releí muchas de las hojas. Suponía que tenía poco tiempo, y que la vieja vendría a buscarme. Traté de retener la mayor cantidad de nombres y de información, datos, fechas, hechos. Escuché los pasos de la vieja que venía en el momento en que cerraba la última carpeta y la guardaba en el cajón. ¿Fueron mas de 3 horas?, ¿fueron menos?.Según mi reloj, 3 horas exactas. Mi percepción fue que duró una eternidad. Una eternidad finita, que me permitió el tiempo justo para leer lo que necesitaba leer. Me traen de golpe a la realidad las palabras de la vieja, secas, desganadas, ajadas. “Señor, su tiempo se ha terminado, acompáñeme por favor”. Las fórmulas de rigor en la despedida (Las mismas palabras que había recibido el visitante anterior a mí), y salir por México rumbo a Paseo Colón, sin saber el porqué iba hacia allá. Se me confundieron las ideas. Perdí mi objetivo. No encontré, no hay una lista de culpables. Seguí caminando, no sé cuantas cuadras, hasta que llegué a Puerto Madero. Sin saberlo, sin darme cuenta estaba en el medio del puente de la mujer, mirando el río, perdido, confundido. Ahí empecé a comprender que todos mis males fueron causados por la misma persona. Fui yo quien se empecinó a buscar culpables. FuÍ yó quien asumió el papel de víctima. Fui yo quien no tuvo el coraje de decir que no, que si, te amo, perdón, prometer y no cumplir y cumplir sin que haya promesa, y lo que es peor, esperar el reconocimiento del otro ante una promesa que nunca hizo. Fui a buscar una lista de culpables, y la lista era corta. Empieza un sonido molesto, reiterado, que sube en intensidad. Es el puto despertador.¿Para que mierda existen los Smartphones?. Camino a tientas hasta la mesa del teléfono, que uso como despertador, y lo apago. 5 mail de laburo (3 de la mierda del proyecto Salta y 2 de pedidos), 2 mensajes que no escuché ni leí y 3 post de FB. 5:45 Am, a empezar otro día. Quizás, recuerde algo del sueño. Cuento basado en “Los actos del lenguaje, de Rafael Echeverría” Diego Ángel Guerrero
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 12:17:55 +0000

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