El campesino Amós, puesto que no pertenece a ninguna familia - TopicsExpress



          

El campesino Amós, puesto que no pertenece a ninguna familia sacerdotal o profética, deja bien claro que habla coaccionado por Dios mismo: “Yo no soy profeta, ni hijo de profeta… Es Yavé quien me encargó hablar en nombre suyo” (7,14). “Al oír el rugido del león, ¿quién no teme?; así también, ¿quién se negará a profetizar cuando escucha lo que habla Yavé?” (3,8). Él había sentido la llamada de Dios justamente cuando iba “arreando sus vacas” (7,15). Era un campesino del sur que iba a vender a la capital del norte los productos de su tierra: higos secos y queso. Los vendía por las casas de la capital y a las puertas del santuario nacional de Siquén. Como era buen observador, conocía bien las costumbres y la religiosidad de la clase alta de Samaría. Entraría con frecuencia en las casas para vender sus productos y observaría con admiración en la puerta del templo cómo sus lujosos clientes presumían de piadosos. Era natural que él, campesino honradamente creyente, se escandalizara y se enojara ante tamaña hipocresía. Y en su enojo sintió que estaba presente Dios, que le obligaba a denunciar lo que veía. Fue el lujo insultante de los grandes, mirado a la luz de su fe yavista, lo que provocó en Amós su vocación profética. Él experimenta a Dios como león que ruge frente a las injusticias y a los lujos de los poderosos: “Yo aborrezco el lujo insolente de Jacob y detesto sus palacios” (6,8). Sintió que su propio enojo coincidía con el enojo de Dios. Aquella gente, aparentemente tan religiosa, había destrozado el proyecto de vivir como Pueblo de Yavé.
Posted on: Sun, 22 Sep 2013 16:27:46 +0000

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