Miré al horizonte donde brillaba el sol en uno de los extremos y - TopicsExpress



          

Miré al horizonte donde brillaba el sol en uno de los extremos y la luna en el opuesto. Su luz, su brillo, dividía la tierra en dos mitades. Sentí el desasosiego, la impotencia, el dolor de solo poder elegir un camino, un destino. “La luna y su tierra de ensoñadora aura” me dije, pero al segundo la curiosidad salió a mi paso, “¿qué secretos ha de ofrecerme la tierra del sol en llamas?”. Abatido, vagabundee por el mundo hasta dar con un viejo castillo abandonado. Sus almenas derruidas sobre sí. Sus muros agrietados y vestidos por enredaderas, nidos de pajarillos y otra serie de seres vivos que habían encontrado en la ruinas del hogar de otros el suyo propio. Me interné en las ruinas, entre cascotes, maderas mohosas, y flora y fauna alzándose victoriosa de aquella conquista. Sin saber muy bien cómo, me encontré en una amplia sala de cuyas paredes pendían telas roídas y mugrientas; debieron ser tapices tiempo atrás. Al otro extremo de la sala, se alzaba un trono de piedra tallada con mimo, iluminada por un solitario rayo de luz que era su único ocupante. Adelante un pie sin pensar en porque lo hacía, y uno tras otro, llegué al pie de tres escalones que subí de un salto. Estaba frente al trono. Ahora, más de cerca, podía ver cientos de rostros tallados en el mármol lunense, con los ojos cerrados, como dormidos desde el tiempo en que un solo hombre regía el destino de miles. Me senté con cierto reparo, mirando a uno y otro lado, con miedo a que el espíritu de un rey malévolo me reprendiese por usurpar su trono. Pero nada sucedió. El trino de un pájaro a lo lejos. La leve brisa silbado por los derruidos pasillos. En ese momento de calma, de nuevo, me asaltó la imagen de la tierra de la luna y la imagen de la tierra del sol. Cerré los ojos y murmuré “quiero abrazar la luna, quiero alcanzar el sol”. Mis parpados se retiraron y pude escuchar como el sonido al abrir una puerta oxidada. Los ojos de los rostros tallados en el trono, se abrieron lentamente. Un dolor punzante me recorrió todo el espinazo, haciendo retorcerme bajo un grito de súplica. Ante mi estupor, mi alma y cuerpo se desdoblaron en cientos de seres con mi cuerpo, que uno a uno, fue saliendo de la estancia. Cerrando los ojos, pude verlos, cada uno de mis yos tomó un camino distinto. Unos hacía la tierra de la luna, otros, a la tierra del sol. Con una sonrisa en mis labios atisbé mi sueño hecho realidad. Pasaron los años, y mi vista no pudo alcanzar a imaginar a dónde habían ido mis réplicas, mis anhelos. Decidí llamarlos, a gritos, les pedí que volviesen para relatarme sus vivencias, allá, en el horizonte más allá del horizonte. Pasaron los días, y nadie llegaba. No fue, hasta pasadas unas semanas cuando desperté sobresaltado en mi trono. Voces fantasmagóricas sonaban en cada uno de los rincones de aquellas ruinas. “¿Quién es?” pregunté con el corazón en un puño. “Somos tú” sonaron al unísono varias voces. En la penumbra, unas auras verdes, difuminadas en la negra espesura de la noche, comenzaron a brillar, con más fuerza cada vez. Entonces, pude verlos, a cientos de espectros con mi rostro, que en fila, venían hacía mí. Me erguí y hui. Corrí tanto como me permitieron mis piernas. Llegué hasta un arroyo cercano, y me detuve para recuperar el resuello. Alargué los brazos hacía el agua que fluía en destellos plateados, con el fin de refrescarme y entonces lo vi a él, al viejo calvo y arrugado que me miraba desde el fondo del arroyo. Contuve el aliento y me di la vuelta. Tras de mí encontré a todos aquellos espectros, que me observaban en silencio, con sus blancos ojos. Reconocí a cada uno de ellos, había podido ver su vida recorriendo los caminos que quise para la mía. Cerré los ojos, pero no pude sellar el corriente de lágrimas. Caí de rodillas. Los espectros de mis anhelos fueron lentamente rodeándome, repitiendo al unísono, “somos tú”.
Posted on: Wed, 02 Oct 2013 20:40:54 +0000

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