Uno no es misionero solo para hacer el bien o porque la Iglesia se lo pide. Simplemente se es misionero porque Jesús, en quien creemos y a quien proclamamos resucitado, lo dejó como enseñanza. Uno puede ver en los Evangelios la inmensa tarea del Señor a favor de los necesitados. Única esperanza para la humanidad enferma y pecadora. Los milagros eran la realidad que confirmaba que Jesús es Hijo de Dios y el Señor de la Historia. Un poder que el mismo Cristo derivó a sus discípulos, invocando su nombre y sanando dolencias. Nos podemos preguntar que nos motiva a seguir adelante. La respuesta es obvia: propagar, contagiar nuestra fe. Jesús vive encarnado en cada ser. La búsqueda de la fe Podemos preguntarnos qué es la fe. El Catecismo de la Iglesia nos enseña que es un don de Dios y cita el pasaje del Evangelio cuando Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, revelado por el mismo Dios. El Señor nos hace este regalo. San Pablo, luego de su formidable conversión en las puertas de Damasco, dice en su segunda carta a Timoteo: “Yo sé de quién me he fiado, y estoy seguro”(Tim.1,12). Para Pablo, la fe es una adhesión total del hombre a Dios. Creer en Dios es creer en Aquél que lo envió. A los responsables de cada área de la Propagación de la fe nos corresponde estudiar qué podemos hacer en el Año de la Fe; con quién contamos, que ayuda tenemos, donde realizar mejor nuestra tarea evangelizadora. Seguros, con la confianza plena en Él, tendremos excelentes colaboradores y personas de buena voluntad. El Señor nos ilumine y conforte en esta misión de proclamar la Buena Noticia.
Posted on: Tue, 25 Jun 2013 19:19:17 +0000
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