Y TÚ ¿ERES DE IZQUIERDA O DE DERECHA? La pregunta sobre si - TopicsExpress



          

Y TÚ ¿ERES DE IZQUIERDA O DE DERECHA? La pregunta sobre si alguien, el lector, si su vecino, el presidente Correa, Evo, Nicolás o fulanito de tal es de izquierda o de derecha no puede contestarse sin antes definir tales términos y determinando luego el eje referencial desde el cual lo hacemos, por lo que empezaremos por ubicarnos históricamente para encontrar exactamente a qué se refieren estos conceptos y sobre qué realidad los estamos aplicando. Ubicando en primer término el origen de tal denominación, es generalmente conocido que proviene de los tiempos de la Asamblea Nacional Constituyente de 1789 en Francia cuando se votaba por mantener el veto absoluto del rey sobe las leyes, ubicándose a la “derecha” del presidente de la asamblea los diputados que votaban a favor y en consecuencia querían conservar el orden existente y a la “izquierda” los que votaron en contra. Para I Convención Francesa de 1792, se diferenciaban tres bloques muy definidos: en el centro de la asamblea estaba concentrada a una mayoría neutra conocida como El Pantano, La Llanura o el Centro. A la “derecha” de ella, un grupo mucho menor, que representaba principalmente al capital financiero, llamados Los girondinos, eran aristócratas que propugnaban una monarquía republicana, izaban la bandera del liberalismo, del individualismo, la libre competencia regulada por la Ley de la oferta y Demanda y se oponían a cualquier control del estado; y a la” izquierda” del Pantano se ubicaba otro grupo, llamado La Montaña, eran burgueses radicales (jacobinos) que exigían un estado fuerte con amplio poder coercitivo y controlador de los actores económicos sobreponiendo la sociedad sobre el individuo. Como puede verse la diferencia básica entre “izquierda” y “derecha” estaría que el primero da prioridad a lo social sobre lo privado propiciando cambios al orden reinante mientras el segundo pone en primer término su interés privado por sobre los demás procurando mantener sin cambios su sistema de dominación. Diremos también que la historia particular de los países de la América hispana refleja procesos similares que bien pueden englobarse en un solo proceso general que acoja las diferencias entre ellas como procesos complementarios de una sola historia de la Patria Grande. Aclarado esto empezaremos diciendo que una vez que salió España de estas tierras americanas, las pocas y poderosas familias criollas, todas ellas grandes latifundistas o terratenientes que no pasaban del cinco por ciento de la población americana, incluyendo a la Iglesia Católica, aunque adoptaron la forma política de repúblicas democráticas, en la práctica funcionaron como señoríos feudales de reinos enemigos que conspiraban entre sí por el control político de sus respectivas repúblicas, lo que no les impedía asociarse cuando la existencia del modo colonial de producción se veía amenazado por la base social que nunca dejó de reclamar por la promesas incumplidas de libertad, igualdad y fraternidad con las que los embaucaron en la guerras de independencia. Se mantuvieron pues las inhumanas formas de trabajo para los negros e indios que siguieron siendo esclavos y pagando tributos por mucho tiempo después, sufriendo, junto a los mestizos, ese “orden social” excluyente fundamentado en la cantidad de sangre “blanca” que ubicaba en la cima de la escala social a los blancos puros y en lo más bajo a los puros negros. Con el pasar de los años, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, las repúblicas de los señores feudales sufrieron importantes cambios en su base económica, tanto por las olas migratorias provenientes de una Europa que se desangraba en guerras como por la de asiáticos, chinos principalmente, que buscaban una mejor vida. Influyó además de manera determinante el aumento del comercio internacional por el incremento de la demanda de materias primas que el intenso proceso de industrialización europeo exigía. Eran los tiempos de la “Belle epoque”, antes de la primera gran conflagración por el reparto de los mercados mundiales. Es así que esas caducas formas de producción de nuestras atrasadas economías entran en conflicto con las exigencias de la realidad mundial, motivando a una buena parte de los señores feudales, convertidos en esta época en banqueros, importadores y/u/o exportadores, que adoptaran las nuevas corrientes del pensamiento liberal que recorría esta parte del continente y propiciaran una modernización hacia estados laicos en los que predominara la libre empresa, logrando finalmente generalizar, como prioritarias, las relaciones de producción capitalista, entendidas éstas como una forma económica más avanzada de producción, progresista para la época y, por lo tanto, revolucionaria. Sin embargo, así como en las guerras de independencia de España, los criollos terratenientes y latifundistas que aspiraban a convertirse en la clase dominante invocaran las consignas revolucionarias más avanzadas de la época para alinear a los pueblos a luchar por su objetivo y una vez logrado se olvidaron de sus promesas, igual ocurrió con las revoluciones liberales que sólo avanzaron en la medida que no afectaran los verdaderos intereses de las pocas familias que continuaban siendo dueñas del poder y de la tierra. Es así que los estados modernos democráticos de América Latina se desarrollaron a lo largo de todo el siglo XX bajo una forma “democrática” (elecciones cada cuatro años) pero dirigidos por cúpulas oligárquicas que se enriquecieron exageradamente mientras los índices de pobreza de sus pueblos descendían a los niveles de miseria, creando el continente más desigual del planeta. Es a través de estos grupos oligárquicos que el Tío Sam, a quien le quedó libre todo el mercado Sudamericano y del Caribe luego de la ruina y destrucción de las industrias europeas como consecuencia de la I Guerra Mundial, comienza a implantar con paso firme y decidido su vieja política de “América para los americanos” y a manipular a todos los gobiernos “democráticos” para aprovecharse de los recursos naturales de nuestros países en beneficio de sus empresas transnacionales. De tal guisa fue sub-desarrollándose la región, sin salirse del marco de un elemental capitalismo agrario que desestimulaba cualquier iniciativa a la industrialización, lo que ocurre con especial énfasis hacia el final de la Guerra Fría, usando para el efecto la presión del FMI y del BM que condicionaban una serie de medidas devastadoras que obligaron a estas economías a volver al antiguo esquema colonial de exportadores de materias primas e importadores de productos manufacturados, para solaz de las grandes corporaciones y sus cómplices en cada país: la cúpula bancaria, exportadora y/u/o importadora. A partir de la década de los noventa del siglo pasado, los países así ablandados con devaluaciones e inflación descontrolada, estaban listos para entrar al proyecto globalizador del capital monopólico internacional que buscaba morigerar la caída de la tasa de ganancia apropiándose de la facturación de las empresas públicas de América latina y el Caribe. Luego de una campaña mediática de desprestigio de la administración del estado en toda la región, ejecutan su proyecto bajo una ola de privatizaciones acompañada de una “flexibilización laboral” (léase reducción del salario) produciendo en el corto tiempo un empobrecimiento general generando una crisis del sistema neo-colonial, simple y primario de proveedores de materias primas, que las élites dominantes todavía se empeñan en restaurar, aunque haya mostrado el absurdo existencial de su obsolescencia absoluta. De lo anterior se desgrana fácilmente que lo que ha ocurrido en muchos países de América latina y El Caribe (en los que todavía no ha ocurrido está por pasar) es el fin del dominio de las tradicionales “familias criollas” incapaces de satisfacer las necesidades del noventa y cinco por ciento de la población, es decir, es el fin de las bicentenarias dictaduras de la viejas oligarquías de sangre “blanca” y el ascenso del Nuevo Hombre Latinoamericano, del mestizo, antes llamado “pardo”, convertido en mayoría absoluta de la población que busca nuevos caminos para la construcción de sociedades más justas, menos desiguales, y que para el efecto enarbola la bandera del nacionalismo para recuperar la soberanía del estado sobre sus recursos naturales, fortalece la gestión pública propiciando la eficiencia administrativa del estado implementando amplias y novedosas políticas sociales (lo que justifica su identificación como socialistas), proceso que enfrenta, además de a la emocional obstrucción de las viejas élites, al orden internacional dominado por las gigantescas corporaciones multinacionales. Entendiendo además que el actual fenómeno que ocurre en la región es un proceso que no tiene autoría ni depende de ninguna voluntad determinada, que está dotado de una energía endógena que lo alimenta y lo impulsa, que no depende de un Néstor o de un Chávez, que tiene una visión comunitaria para toda la sociedad, que busca el justo reparto del producto del trabajo social, entonces, y ajustándonos al origen de los conceptos, cualquier líder o persona que levante las banderas de este proceso de cambio social será de izquierda y quien se oponga a este proceso será de derecha. Sin embargo, hay que precisar que todos los que se oponen al proceso no lo hacen de la misma forma ni con la misma intensidad, por lo que tenemos: La ultra derecha, que son los que perdieron el poder político y quieren recuperarlo a como dé lugar son fundamentalmente los exportadores, importadores y/o/u banqueros, propietarios de los grandes medios de comunicación y sectores religiosos de visión fundamentalista y dogmática. Realizan una constante conspiración y obstrucción ciega. Junto a ellos está toda la ultra izquierda radical compuesta principalmente por una dirigencia oportunista que se entregó a los intereses neoliberales negociando en su beneficio las reivindicaciones populares; se opone al proceso porque está molesta porque perdieron sus privilegios. Su dogmatismo político es comparable al religioso lo que permite equipararlos bajo la misma caracterización psicológica pues, aunque se manejan con diferentes categorías, coinciden en la práctica política con la ultra derecha y, además, se benefician mutuamente. Luego tenemos a la derecha propiamente dicha, que es una gran porción de la clase media, industriales grandes y pequeños, los viejos y nuevos empresarios de la construcción, del comercio y del agro y un número variable de comerciantes medianos, que se dan cuenta de la necesidad de los cambios pero quieren tomar las riendas del proceso pero para redirigirla en provecho del capital configurándose en la práctica como la verdadera oposición política. El resto, el grueso de la población: campesinos pobres, asalariados del campo, sin tierra, campesinos medios, comerciantes informales, empleados privados, policías, profesores y soldados, artesanos, amas de casa, desempleados y obreros industriales, artistas, comunicadores e intelectuales, entre muchos, que apoyamos mayoritariamente el actual proceso de transformación social latinoamericano y del Caribe, entendemos que para la presente sociedad humana, y la del futuro, los modos privados de apropiación ya no resuelven las necesidades sociales que necesitan formas más amplias de socialización productivas que integren a la economía la capacidad de todos sus miembros procurando la ocupación plena, garantizando el justo reparto según las necesidades de cada uno. Saque pues, el lector, con lo expuesto, sus propias conclusiones sobre la ubicación de derecha o de izquierda que le corresponde. Francisco Perrone Coronel
Posted on: Thu, 25 Jul 2013 02:20:49 +0000

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